Otra forma de enfrentar el cambio climático

oct 2019

Frenar la deforestación, hacer un uso más sustentable de los suelos y variar nuestros hábitos alimentarios son acciones que forman parte de la solución de los problemas que plantea el cambio climático. Sobre esos ejes centrales se asienta el nuevo informe del IPCC, que reitera la recomendación que hiciera en su momento Naciones Unidas, acerca de la necesidad de que los humanos cambiemos nuestros hábitos alimentarios.

Así lo plantea el último informe El cambio climático y la tierra”, dado a conocer el pasado mes de agosto por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas. El organismo, cuyas instituciones matrices son la OMM y ONU Medio Ambiente, reúne lo mejor en experiencia científica internacional, que trabaja voluntariamente a favor de nuestra supervivencia.

El Informe, elaborado por 107 científicos provenientes de 52 países de todas las regiones del mundo, la mitad de los cuales proceden de países en desarrollo, sostiene que detener la deforestación (ver nuestro informe “Amazonas. Deforestación y estupidez” sobre la situación creada por las medidas del gobierno de Bolsonaro) así como modificar los sistemas de laboreo de la tierra y cambiar nuestros hábitos alimentarios, contribuirían a mitigar las crecientes alteraciones climáticas que soporta el Planeta.

El Informe confirma que el cambio climático significa en la actualidad una amenaza para la agricultura y por tanto, para la seguridad alimentaria mundial. Una población mundial en rápido crecimiento y un calentamiento global que está poniendo en riesgo las capacidades de generar los alimentos necesarios, imponen urgentes cambios en el manejo de los suelos y en las formas en que nos alimentamos.

La creciente demanda de alimentos está siendo empujada por el extraordinario proceso de reducción global de la pobreza extrema. Como señala el presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim “en los últimos 25 años, más de 1.000 millones de personas lograron salir de la pobreza extrema, y actualmente la tasa mundial de pobreza es la más baja de que se tenga registro. Este es uno de los mayores logros de la humanidad en nuestros tiempos”. De hecho, desde 1990, la pobreza extrema pasó del 36 % de la población mundial al 8 % actual, a lo que debe agregarse una rápida expansión de las clases medias mundiales.

Pero esa demanda de alimentos exige con las actuales formas de producción, una creciente disponibilidad de nuevas tierras agrícolas, lo que provoca la destrucción de los ecosistemas naturales. Los sistemas alimentarios insostenibles y las prácticas agrícolas nocivas, contribuyen a empeorar el cambio climático. Por tanto, se requieren cambios e innovaciones urgentes en todos los frentes que plantea la alimentación mundial: prácticas sostenibles de uso del suelo, nuevas herramientas para un aumento de la productividad agrícola y mejoras en la producción y distribución de alimentos, reduciendo drásticamente los desperdicios.

Un desperdicio escandaloso

Es necesario recordar que para atender el acceso a la alimentación de los 5.000 millones de personas vivirán en ciudades en los próximos 10 años (serán casi 7.000 millones en el 2050) será necesario replantearse todo el sistema mundial de producción de alimentos, que hoy es escandalosamente dilapidador: alrededor de un tercio de los alimentos producidos en el mundo para el consumo humano (1.300 millones de toneladas anuales aprox.) se pierde, se tira o se desperdicia. Ello representa un 1 billón de dólares por año (u$s 680.000 millones en los países industrializados y u$s 310.000 millones en los países en desarrollo) tirados a la basura.

Fuente: FAO

Tomatina en España: 145.000 kilos de tomates arrojados por diversión.

Y para hacerlo, consumimos todos los recursos del Planeta de una forma desenfrenada. La organización Global Footprint Network, que realiza cada año un cálculo de cómo consumimos todo los recursos que nos ofrece el Planeta (agua, tierra, aire limpio…) señala que desde hace años estamos viviendo a “crédito”, “sobregirados”. El llamado “día del sobregiro de la Tierra” se calcula desde 1986. Se trata de la fecha en la que ya consumimos todos los recursos naturales disponibles para un año. A comienzos de los 70 esos recursos alcanzaban a cubrir el año completo. En 1993, el sobregiro se produjo el 21 de octubre; en 2003, el 22 de septiembre; en 2017, el 2 de agosto y este año el 29 de julio.

“El hecho de que el día de la sobrecapacidad de la Tierra se adelante significa que la humanidad utiliza actualmente los recursos ecológicos 1,75 veces más deprisa que la capacidad de regeneración de los ecosistemas, destaca la ONG en un comunicado. Es decir, casi dos Planetas. “Si todo el mundo viviera como los franceses, se necesitarían 2,7 planetas, y si todo el mundo adoptara el modo de consumo de los estadounidenses, se precisarían cinco Tierras”. El problema es que mientras “gastamos el capital natural de nuestro planeta, (estamos) reduciendo al mismo tiempo su capacidad futura de regeneración”.

El informe IPCC subraya que la agricultura, la silvicultura y otros tipos de uso de la tierra representan el 23% de las emisiones de gases de efecto invernadero causadas directa o indirectamente por actividades humanas. Y que los sistemas terrestres naturales y gestionados absorben dióxido de carbono equivalente a apenas un tercio de las emisiones de dióxido de carbono de los combustibles fósiles y la industria.

Para mantener el acceso de la población a los alimentos, bajo la doble presión del aumento de la población y de los impactos negativos del cambio climático en las cosechas, se necesita que la tierra siga siendo productiva. Eso sólo será posible si somos capaces de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de todos los sectores, lo que incluye tanto la tierra como la comida.

Una revolución en las costumbres

Caminamos hacia un nuevo tiempo. En medio de transformaciones tecnológicas extraordinarias y de cambios tectónicos en lo político, económico y cultural. El futuro nos plantea enormes desafíos pero también fantásticas oportunidades. Y lo afrontamos con una mirada global porque nuestra conciencia es planetaria: sabemos que vivimos en una “única casa común”: la Tierra.

Todo será alcanzado por el cambio. Y también nuestra dieta. Naciones Unidas insiste en que es necesario para nuestra salud –pero también para la del Planeta– que reduzcamos el consumo de carne y de lácteos e incrementemos el consumo de vegetales. Según un reciente estudio de la Universidad de Oxford, ese tipo de dietas vegetales implican generar la mitad de emisiones de dióxido de carbono que una dieta rica en carne roja.

Para estudios científicos como los de Katherine D. Zink y Daniel E. Lieberman (“Impacto de la carne y las técnicas de procesamiento de alimentos del bajo paleolítico” – Nature, vol.531, marzo 2016) el consumo de carne contribuyó en la evolución del cerebro de los seres humanos. Bienvenido sea para los defensores y amantes de la carne. Pero ahora el problema es otro: el sobreconsumo. Según FAO, en los últimos 50 años, el mundo pasó de consumir 70 millones de toneladas de carne a 330 millones de tn. cada año.

Caminamos hacia un nuevo tiempo. En medio de transformaciones tecnológicas extraordinarias y de cambios tectónicos en lo político, económico y cultural. El futuro nos plantea enormes desafíos pero también fantásticas oportunidades. Y lo afrontamos con una mirada global porque nuestra conciencia es planetaria: sabemos que vivimos en una “única casa común”: la Tierra.

Todo será alcanzado por el cambio. Y también nuestra dieta. Naciones Unidas insiste en que es necesario para nuestra salud –pero también para la del Planeta– que reduzcamos el consumo de carne y de lácteos e incrementemos el consumo de vegetales. Según un reciente estudio de la Universidad de Oxford, ese tipo de dietas vegetales implican generar la mitad de emisiones de dióxido de carbono que una dieta rica en carne roja.

Para estudios científicos como los de Katherine D. Zink y Daniel E. Lieberman (“Impacto de la carne y las técnicas de procesamiento de alimentos del bajo paleolítico” – Nature, vol.531, marzo 2016) el consumo de carne contribuyó en la evolución del cerebro de los seres humanos. Bienvenido sea para los defensores y amantes de la carne. Pero ahora el problema es otro: el sobreconsumo. Según FAO, en los últimos 50 años, el mundo pasó de consumir 70 millones de toneladas de carne a 330 millones de tn. cada año.

Ese enorme incremento se debe en parte al aumento de la población mundial pero, sobre todo, al desarrollo económico de algunas regiones y países como el Sudeste asiático y China. El consumo desmedido de carne tiene efectos negativos para la salud humana y también para el Planeta. Se considera que la producción e industria ganadera genera el 14,5% de los gases de efecto invernadero, es decir más de la mitad de los gases producidos por toda la industria alimentaria (agricultura y producción industrial) que, según Johnathan Foley, director ejecutivo de Project Drawdown, una coalición de investigadores y científicos que trabajan en soluciones para el cambio climático, representa el 25% del total global.

Foley sostiene que es importante entender que la comida y el clima se influyen mutuamente. Si introducimos pequeños cambios en nuestra vida diaria, sobre todo en los alimentos que ingerimos, podemos aliviar gran parte de los efectos del cambio climático: “Ser más inteligente acerca de cómo cultivamos los alimentos, cómo los usamos y asegurarnos de que no los desperdiciemos son soluciones para ambos problemas”.

El estudio citado sobre el futuro de los alimentos de la Universidad de Oxford, realizado por Marco Springmann y publicado en la revista Nature, advierte que el consumo continuo de dietas occidentales ricas en carnes rojas y alimentos procesados, sumado al crecimiento de la población y la adopción de esas dietas por culturas que hasta ahora se mantenían fuera de esos hábitos, podrían incrementar su impacto ambiental hasta en un 90% para 2050.

Venta callejera de verduras en Rajasthan, India.

Es lo que también sostiene Sharon Palmer, una reconocida nutricionista estadounidense y editora de Environmental Nutrition: “Si todo el mundo, que sigue creciendo, come más como nosotros, los impactos serán asombrosos y el planeta simplemente no puede resistirlo”. No se trata de suprimir la carne de la dieta humana –señala Palmer– sino de advertir que, “según las investigaciones del Instituto Nacional de Salud de EEUU sobre  500.000 adultos, aquellos que consumen alrededor de 4 onzas (115 grs) de carne roja al día o sea el tamaño de una hamburguesa pequeña, son un 30% más propensos a padecer enfermedades cardíacas y cáncer”.

Las conclusiones parecen claras: mantener un planeta más saludable va a requerir reducir al menos a la mitad la escandalosa pérdida y desperdicio de alimentos, mejorar las prácticas y tecnologías agrícolas para hacer sostenibles los suelos y también un cambio hacia más dietas basadas en el consumo de vegetales.