Un Informe ONU revela que las emisiones de GEI podrían reducirse 90% si se cambia el modelo

dic 2019

Vivimos inmersos en un sistema económico irracional basado en la codicia, la creencia en un progreso infinito y un crecimiento ilimitado y la noción de que el hombre es el “rey” de la naturaleza, sobre la que tiene imperio. Son algunos de los criterios que definen el “Antropoceno”, una era geológica marcada por la acción del hombre en los ecosistemas a través de un ‘consumo desenfrenado’ de recursos naturales.

Hace casi una década Naciones Unidas –a través de su Programa para el Medio Ambiente (Pnuma)– hizo advertencia: “El acelerado crecimiento demográfico y el consumo desenfrenado llevan a la destrucción sin precedentes de la Tierra”. Hoy la comunidad científica subraya que si las estructuras actuales de producción y consumo de los recursos naturales siguen prevaleciendo, y no se hace nada para revertir la tendencia, el impacto del deterioro será enorme y sus consecuencias severas.

Para algunos como el científico español Francisco Díaz-Fierros “a partir de mediados del siglo pasado, hubo ‘un cambio radical’ en los modos de consumo y en el equilibrio climático, que está derivando en el proceso de calentamiento global. No solo es un problema climático, se está alterando la composición de la tierra“.

Es indudable que en los últimos cincuenta años la población mundial se ha duplicado, la extracción de materiales se ha triplicado y el producto interno bruto se ha cuadruplicado. En especial en las dos últimas décadas, la extracción y el procesamiento de los recursos naturales se aceleraron y son responsables de más del 90% del estrés hídrico, la pérdida de biodiversidad y buena parte de los impactos relacionados con el cambio climático.

Sin descanso

En un proceso que se conoce como “la gran aceleración”, el desenfrenado incremento del consumo de recursos naturales desde la segunda mitad del siglo pasado, no se ha detenido. En cinco décadas el Planeta, “nuestra casa común” no ha gozado ni una sola vez de una disminución en la demanda mundial de materiales ni de un período prolongado de estabilización. La factura: los actuales desequilibrios ambientales en todo el Planeta.

Entre 1970 y 2017, el uso de combustibles fósiles pasó de 6.000 millones a 15.000 millones de toneladas.

La extracción de recursos se ha más que triplicado desde 1970. El uso de minerales no metálicos se quintuplicó y el uso de combustibles fósiles aumentó 45%. En el mismo período, la extracción mundial anual de materiales aumentó de 27.000 millones de toneladas a 92.000 millones de toneladas, hasta 2017. A ese ritmo, para 2060 el uso global de materiales podría duplicarse a 190.000 millones de toneladas mientras que las emisiones de gases de efecto invernadero podrían aumentar 43%.

La extracción y el procesamiento de materiales, combustibles y alimentos contribuyen con la mitad de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). El rápido aumento de la extracción de materiales constituye por tanto, la causa fundamental del cambio climático y la pérdida global de biodiversidad.

En el Informe Perspectiva de los Recursos Mundiales 2019, la ONU advierte que la situación tenderá a empeorar si el mundo no emprende de manera urgente una reforma sistémica del uso de los recursos: “Estamos aprovechando los recursos finitos de este planeta como si no hubiera un mañana. En este camino, estamos causando el cambio climático y la pérdida de biodiversidad”, señala Joyce Msuya, científica ambiental de Tanzania y Directora Ejecutiva Adjunta de ONU Medio Ambiente.

“El acelerado crecimiento demográfico y el consumo desenfrenado llevan a la destrucción sin precedentes de la Tierra”

“Estamos aprovechando los recursos finitos de este planeta como si no hubiera un mañana”, Joyce Msuya.

Impulsada en gran medida por el aumento del nivel de vida en países en desarrollo y en transición, especialmente en Asia, y por las grandes inversiones en infraestructura para atender la demanda desbocada de materiales, el informe realizado por el Panel Internacional de Recursos, destaca que desde el año 2000, la extracción se aceleró.

Existe además una enorme desigualdad en la distribución mundial del uso de los materiales. Los países ricos consumen 10 veces más materiales que los países más pobres, y el doble de la media mundial. El consumo de Europa y América del Norte encabeza el ranking de consumo de materiales con 20 y 25 toneladas per capita respectivamente. En cambio, el consumo de materiales per capita de Asia-Pacífico, América Latina y el Caribe, ronda entre 9 y 10 toneladas, mientras que África está en torno a las 3 toneladas. Un ejemplo demoledor de la irracionalidad del sistema: los países más ricos necesitaban en 2017, traer de otras partes del mundo 9,8 toneladas de materiales por persona!!!.

Entre 1970 y 2017, el uso de combustibles fósiles pasó de 6.000 millones a 15.000 millones de toneladas. El uso de biomasa creció de 9.000 millones a 24.000 millones de toneladas, principalmente para alimentos, materias primas y energía. El uso de minerales metálicos se duplicó solo entre los últimos 15 años con impactos significativos en la salud humana y en el clima.

El cambio es urgente y posible

Las grandes corporaciones y sectores económicos con intereses en sostener ese consumo irracional plantean que lo que se requiere es un uso eficiente de los recursos. Es verdad, pero la eficiencia no es suficiente. Es necesario un replanteamiento económico urgente y un cambio de dirección.

El informe de la ONU sostiene que el aumento acelerado de la explotación de recursos impone “pasar de los flujos lineales a los circulares a través de una combinación de ciclos de vida útil prolongados, diseño y estandarización inteligentes de productos, y la reutilización, reciclaje y refabricación”.

Es necesario un replanteamiento económico urgente y un cambio de rumbo en la producción global.

Una de las falacias repetidas por los que quieren “que nada cambie” es que el paso a flujos circulares hundiría la economía mundial. El Informe de Naciones Unidas destaca que, por el contrario, la implementación de esas medidas permitiría no solo sostener el crecimiento económico sino sortear los costos que la transición hacia un modelo económico compatible con los esfuerzos para luchar contra el cambio climático, tendría en sus inicios.

Un cambio de rumbo de las estructuras actuales de producción y consumo de los recursos naturales y un uso eficiente de los mismos, permitiría que para 2060 el uso global de recursos disminuyera un 25%, las emisiones de gases de efecto invernadero se reducirían 90% en comparación con las proyecciones de las tendencias históricas y el producto interno bruto –en especial en las naciones de ingresos medios y bajos– podría crecer hasta un 8%. Es lo que sostienen en el Informe los copresidentes del Panel, Izabella Teixeira y Janez Potočnik.

Los responsables corporativos y gubernamentales que definen las políticas y toman las decisiones cuentan pues, con un cajón de herramientas para generar cambios significativos y profundos a nivel local, nacional y mundial para rescatar el Planeta de la actual encrucijada. Solo necesitan entender que el sistema económico irracional que construyeron basado en la codicia, el progreso infinito y el “imperio” sobre la naturaleza, ha revelado sus límites y sus negocios tienen fecha de caducidad, si desafían la respuesta del Planeta.