Los desiertos de Gobi, Kubuqi y Sahara enfrentan el avance ‘verde’

feb 2020

Nuestra tierra se desgasta. Cada año, el mundo pierde 24.000 millones de toneladas de suelo fértil. Y la degradación de la calidad de la tierra tiene un impacto negativo sobre el producto interno de los países en desarrollo de hasta un 8 % anual.

Como ha señalado el Secretario General de la ONU, António Guterres “la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía son grandes amenazas que afectan a millones de personas en todo el mundo”.

Para 2025, dos tercios del Planeta vivirá en condiciones de “estrés hídrico” y 1.800 millones de personas podrían enfrentar una escasez absoluta de agua, en tanto la demanda de agua se encamina a superar la oferta, ante el creciente avance de la desertificación y la sequía. Como consecuencia, es probable que la migración aumente y se estima que, para 2045, la desertificación será responsable del desplazamiento de unos 135 millones de personas.

Tierras Secas: 37,2% (6,4%  hiper-áridas; 13,6% semiáridas; 11,5% áridas; 5,7 sub-húmedas secas) Tierras húmedas: 42,4% Tierras heladas: 20,4%

Por ese motivo, la ONU llama a revertir de forma urgente esa tendencia y encontrar soluciones para proteger y restaurar la tierra, con un uso más sabio y sostenible, que garantice la seguridad alimentaria y estimule el crecimiento económico.

El cuidado de la tierra constituye también, por otra parte, una herramienta decisiva a la lucha global contra el cambio climático.

La agricultura industrial y el uso general de de la tierra para cultivos representa casi el 25% del total de las emisiones globales. Por tanto, restaurar las tierras degradadas permitiría almacenar hasta 3 millones de toneladas de carbono por año. Se trata de un combate que los seres humanos podemos ganar.

La nueva Muralla china

La desertificación se presenta como uno de los grandes problemas climáticos que hoy enfrenta el mundo y afecta regiones tan diversas como el norte de China, el sur del desierto del Sahara y otras. La mitad de los habitantes del Planeta ya se ven afectados de alguna forma por la desertificación.

China ha reconocido que el modelo de desarrollo que le permitió avances extraordinarios en el progreso de su país y de sus ciudadanos, ha tenido un alto costo en términos ambientales y se ha propuesto reparar ese daño al Planeta.

Dos grandes proyectos ecológicos son el ejemplo de su elocuente voluntad de liderar una “nueva civilización ecológica” (Ver Más Azul, n° 4, enero 2020): se trata de la transformación de Kubuqi y Gobi, dos de los grandes desiertos de China.

Kubuqi, al norte de la capital del país, avanzaba sobre Beijing, con tormentas de arena y altísimos niveles de contaminación aérea. Es uno de los siete desiertos más grandes de China, con 18.000 kms2. Bajo el empuje del cambio climático, se desplazaba hacia el sur, desertificando nuevos territorios, con severas consecuencias de deforestación y deterioro de la calidad de vida de los pobladores.

Hace 30 años, una empresa privada china, Elion Resources Group con intereses en la región, se asoció al gobierno y la comunidad local para revertir el efecto dañino de la desertificación. Decidieron reforestar creando una barrera verde que contuviera al desierto y dificultara su avance.

‘Domesticando’ el desierto de Kubuqi.

Plantaron sauces y un arbusto (hedysarum laeve maxim) porque requerían poca lluvia e innovaron en un sistema de plantación de cada árbol reduciendo el tiempo de 10 minutos a 10 segundos. Para hacer sostenible también el proyecto en términos económicos, se convocó a los campesinos a plantar regaliz, que requiere poca agua, y es un producto muy demandado en la medicina tradicional china. La empresa proporcionaba las plantas y luego las compraba a precio de mercado para su comercialización.

Los resultados han sido impresionantes: según una estimación de PNUMA –el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente– se logró ganarle 6.250 kms2 al desierto, y la frecuencia de lluvias de Kubuqi que eran menores a los 100 mm. al año, hoy superan los 456 mm.

En Kubuqi se logró ganarle 6.250 kms2 al desierto y cuadruplicar las lluvias.

Ello confirma la prédica de Más Azul acerca de la importancia de conservar los bosques y potenciar la reforestación masiva en zonas áridas por su capacidad de generar mayores precipitaciones.

Para proteger del viento y la arena a las hierbas y plantas que crecen en Kubuqi, la empresa avanzó un paso más: construyó allí una planta solar, la más grande levantada en un desierto, con 650.000 paneles fijos y de seguimiento solar, capaces de generar anualmente 500 millones de kilovatios-hora de electricidad para la red nacional china.

La limpieza diaria de los paneles con agua sirve, a la vez, para regar los cultivos y da trabajo a 50 familias campesinas del lugar, más el millar de empleos que aporta la planta solar a la población local.

La iniciativa Kubuqi ha logrado eliminar 14,5 millones de toneladas de carbono de la atmósfera, producido 18,3 millones de toneladas de oxígeno para la atmósfera, lo que se ha valorado en u$s 980 millones y ha generado una riqueza de u$s 3.517 millones en términos de conservación del agua.

Por si fuera poco, la forestación masiva tuvo un valor de u$s 50 millones en cuanto a conservación de biodiversidad, ha sacado a 100 mil personas de la pobreza, y creado más de 1 millón de puestos de trabajo.

Según el informe de PNUMA, el proyecto Kubuqi ha generado más de u$s 72.068 millones en ganancias, una extraordinaria forma de combatir la desertificación, mientras se genera desarrollo económico y energía limpia.

La clave de su éxito ha sido combinar en un modelo ecológico sostenible, inversión privada, implicación gubernamental, participación comunitaria y rentabilidad comercial, en una ecuación perfecta para disminuir las emisiones de carbono y los efectos del cambio climático.

La epopeya de Gobi

El otro enorme desafío que enfrentó China fue el desarrollo de la “Gran Muralla Verde”, un proyecto masivo de forestación, que continuará hasta 2074, con el objetivo de cubrir una extensión de 4.480 kms para frenar el avance del Desierto de Gobi, a sólo 180 kilómetros de Beijing. Un durísimo lugar donde la amplitud térmica puede ser de 78°C (-40°C en invierno y +38°C en verano).

El desierto –uno de los más grandes del mundo– ha crecido bajo el impulso de una serie de factores: más población y mayor actividad económica; exceso de pastoreo y prolongadas sequías que hicieron que se expandiera a una velocidad de tres kilómetros al año.

Por su magnitud, el proyecto del gobierno chino en el norte y noroeste del país, es considerado “la mayor obra de ingeniería ecológica del mundo”. La “muralla verde” abarcará un 42% del territorio chino, según informes de FAO.

En las últimas décadas, China ha plantado más de 66.000 millones de árboles!!, que están absorbiendo carbono. Sin ellos, es muy probable que el cambio climático habría avanzado aún más rápidamente.

Hasta finales de 1996, muchos intentos de introducción de especies fracasaron, hasta descubrir la adaptabilidad del árbol Enterolobium cyclocarpum y otras plantas de la familia de las fabáceas, que permitieron ‘frenar’ el avance del desierto de Gobi, que en las últimas décadas se ‘devoraba’ unos 3.200 kms² de praderas como consecuencia de las tormentas de arena que desplaza.

Desde entonces, los terrenos dañados por la arena se han reducido 1.283 kms2 cada año en los últimos cinco años.

Un ejemplo de los duros logros obtenidos es el Yueyaquan (Lago de la Media Luna), un oasis que se encuentra en medio del desierto, denominado así por la forma de su laguna.  Su supervivencia a lo largo de los siglos se explica por ser una depresión eólica natural de escasa altitud, que evita que se llene de arena.

Su deterioro llevó a que, a comienzos de los 90, solo tuviera 5.500 m2 de superficie y una profundidad de 1 metro, cuando en los 60 tenía entre 5 y 7 mts. Tras la forestación de la “Muralla verde”, el oasis se recupera poco a poco y hoy tiene unos 11.700 m2, próximos a una extensa región boscosa y verde, rebosante de vegetación.

El oasis del Lago de la Media Luna.

Pese a que en la última década, millones de hectáreas forestales han desaparecido en todo el mundo, hay en la actualidad, en el planeta, más árboles y vegetación de los que había en 2003. Uno de los grandes causantes ha sido China, el único país con la voluntad política de aumentar la cubierta forestal a un nivel tan masivo.

Según la Administración Forestal Estatal de China, la cobertura forestal en las áreas amenazadas pasó de 5,05% (1977) a 12,4% (2012) para alcanzar el 23,04% (2020). Ningún país del mundo ha logrado revertir una pérdida y degradación de sus bosques de tal tamaño en solo 40 años. Y pretende llegar al 26% del territorio en 2035.

Solo en 2019, China terminó de plantar 6,67 millones de hectáreas de bosques y busca convertirse en un país líder en silvicultura para el 2050, estableciendo 7 millones has. de reservas de bosques, construyendo 200 ciudades boscosas a nivel nacional, 6 conglomerados de ciudades de esa condición y 20.000 aldeas boscosas.

En las áreas donde lleva a cabo el Programa de la Franja Forestal Protectora de los Tres Nortes para contener las tormentas de arena a través de la reforestación, la cobertura forestal se triplicó.

Para Minghong Tan, del Instituto de Investigación en Ciencias Geográficas y Recursos Naturales de China: “La vegetación ha mejorado y las tormentas de arena han decrecido significativamente en la región de la Gran Muralla Verde, comparado con otras áreas”.

Gracias a la Gran Muralla Verde, la cantidad de carbono almacenado en árboles y plantas en China ha aumentado alrededor de 0,7 billones de toneladas desde 2003, pero al mismo tiempo, “las emisiones de carbono a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles y la producción de cemento se incrementaron en aproximadamente 60 billones de toneladas”, como advierte Yi Liu, científico de Ciencias del Clima de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) en Australia.

China ha plantado más de 66.000 millones de árboles en las últimas décadas.

Lo que refrenda que los proyectos de reforestación masiva no son suficientes, si no se avanza con decisión en cambios drásticos del modelo económico basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, tanto en China como en el resto del mundo.

África también levanta su gran muralla verde

Entre las vastas zonas del Planeta afectadas por la desertización está África. Cada año, los países y  regiones al sur del Sahara contemplan el paulatino crecimiento del desierto, arrasando con las tierras de cultivo y las esperanzas de desarrollo.

Ese proceso sigue degradando territorios a un ritmo impresionante hasta alcanzar una superficie dos veces más grande que de China y secando todo lo que encuentra a su paso.

El lago de Chad es un contundente ejemplo. Situado en la frontera entre Chad, Níger, Nigeria y Camerún, se ha reducido de 25.000 kms2 (1960) a 2.500 kms2 (2009) para hoy rondar apenas los 1.000 kms2.

Su reducción parece deberse a la influencia del cercano desierto del Sahara, al cambio climático, pero sobre todo, a un aumento de la extracción humana en el sur de la cuenca, provocado por “el incremento de las necesidades alimentarias en un contexto de un fuerte crecimiento demográfico y del probable crecimiento urbano”, como sostiene el experto Géraud Magrig, profesor de la Universidad París I.

En Liwa (Chad), las mujeres se movilizan en favor de la reforestación. PNUD/Jean Damascene Hakuzim.

Siguiendo el ejemplo de China y bajo el liderazgo de la Unión Africana, la Muralla Verde de África es una  iniciativa que intenta transformar la vida de millones de personas creando un gran corredor de enclaves verdes y productivos cubriendo el Sahel y el Cuerno de África, en una de las áreas más pobres del Planeta.

En la Cumbre de Yamena (Chad) en junio de 2010, once países (Burkina Faso, Djibouti, Eritrea, Etiopía, Mali, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal, Sudán y Chad) decidieron enfrentar juntos el problema oponiendo al Sahara una gigantesca “muralla verde” de cubierta forestal que atravesara el continente desde el Atlántico al mar Rojo.

“El desierto es un cáncer que está progresando (…). Es por eso que juntos decidimos librar esta batalla titánica”, dijo entonces el presidente senegalés Abdoulaye Wade, uno de los iniciadores del proyecto. La precipitación anual es menor de 200 mm y hay años en los que no llueve nada por lo que la cubierta vegetal es muy escasa o inexistente.

En un año se pueden perder por su avance unos 120.000 km2 de terreno fértil, donde se podrían cultivar 20 millones de toneladas de cereales, según la ONU. Ese es el ‘cáncer’ de la desertificación que limita la disponibilidad de alimentos y las posibilidades de progreso de las comunidades.

La muralla verde boscosa que han puesto en marcha esos países africanos, tiene como objetivo contener la expansión del Sahara, con una barrera arbórea de 7.700 kilómetros de largo y 15 de ancho. Hoy es la iniciativa insignia en África para combatir los efectos del cambio climático y la desertificación.

Recién en la Cumbre del Clima de París de 2015 se definió un presupuesto de 3.700 millones de euros, aportados en su mayoría por el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo, la Unión Europea, la FAO y entidades privadas como la International Conservation Caucus Foundation.

El proyecto que ya tiene un 20% de avance, es de enorme importancia. Si el proceso de desertificación continúa sin freno, dos tercios de la tierra cultivable de África se perdería para 2025 y 60 millones de personas se verían obligadas a migrar a Europa o a las grandes ciudades de África. Lo que constituiría una verdadera catástrofe humanitaria.

Para Camilla Nordheim-Larsen, coordinadora de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, “la gran muralla verde es algo más que la plantación de árboles, pues se trata de aumentar la resiliencia de las comunidades y el desarrollo de proyectos sostenibles que proporcionen a los jóvenes razones para quedarse”.

En un esfuerzo masivo, Etiopía plantó más de 350 millones de árboles en menos de un día.

Los resultados de la Gran Muralla Verde empiezan a llegar. En un esfuerzo masivo, Etiopía plantó más de 350 millones de árboles en menos de un día. Senegal ya ha incorporado a su cubierta forestal 11 millones de árboles. En Nigeria, el proyecto ha creado 20.000 puestos de trabajo rurales y, en Mali, Burkina Faso y Níger, no solo se han plantado 2 millones de semillas de árboles y arbustos y restaurado varios miles de hectáreas de tierra, sino que se están sembrando plantas medicinales, comestibles y forraje posibilitando emprendimientos locales rentables. En todos los casos se han seguido las recomendaciones de FAO de utilización y recuperación de especies autóctonas.

Por otra parte, se han implementado huertas mixtas, lideradas por mujeres del Sahael, sobre parcelas de 5 o 10 hectáreas, en las que se cultivan frutas y vegetales que durante la temporada seca son regadas por goteo. Son cultivos colectivos bajo el liderazgo de una mujer que se encarga de la gestión de la producción, de comercialización y de la formación con asesores de técnicas tradicionales de plantación, cultivo y gestión del agua de cada comunidad.