Una crisis para reflexionar

mar 2020

Antonio López Crespo

Director

Hace algunos días, un prestigioso analista político, señalaba su preocupación por la continua difusión en los medios de noticias “alarmantes”. Y lo atribuía a que los ciudadanos del mundo no estamos en manos de estadistas, científicos o siquiera funcionarios avezados, sino en manos de “vendedores”.

La reflexión es oportuna a propósito de la actual pandemia de Covid-19. El vendedor apuesta a generar una expectativa ‘verosímil’ pero no ‘verdadera’. La clave de las ventas es generar una sensación de urgencia. Hay que hacerle creer al posible comprador que hay una razón para actuar inmediatamente para comprar lo que se está vendiendo. El vendedor trata de que la decisión se tome de manera inmediata porque “la oportunidad es ahora”. La urgencia –la alarma la estimula– es parte del mecanismo de ‘engaño’ que toda venta tiene en su genética.

Nadie puede negar que estamos ante una pandemia y que el brote de virus es una tragedia humana que afecta a cientos de miles de personas. Que está teniendo y tendrá aún más, un impacto gravísimo sobre la salud y la economía global.

Que el número de casos de coronavirus esté aumentando a nivel mundial no debería ser una sorpresa: de eso se trata precisamente una pandemia. Pero llama la atención como gobiernos y medios apuestan a encender todas las alarmas, sin contribuir paralelamente a mostrar los aspectos menos peligrosos de este virus, que se caracteriza por su alta transmisibilidad y su baja mortalidad, centrada en ancianos.

«La tasa de mortalidad del coronavirus sobre el número real de infectados puede ser inferior al 0,7%»  

“La tasa de mortalidad del coronavirus sobre el número real de infectados puede ser inferior al 0,7%”, afirma Francisco Giménez Sánchez, un prestigioso epidemiólogo español, formado en el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Atlanta-EEUU (CDC) y ex jefe de enfermedades tropicales y salud internacional del Instituto Carlos III de Madrid.

Cuando se le pregunta a Giménez Sánchez ‘si estamos ante una emergencia sanitaria sin precedentes’ –en un reportaje brindado a nuestro colega ABC Sevilla–da una respuesta sensata y alejada de todo alarmismo: Aunque la OMS acaba de declarar la pandemia, ya hemos tenido otros virus de estas características. La última pandemia la tuvimos en 2009-2010 con un virus de la gripe que sigue con nosotros y que es el que contiene la vacuna actual de la gripe. Lo normal es que el coronavirus se vaya extendiendo por el resto del mundo, como el virus de la gripe”.

Si el coronavirus tiene precedentes no parece tenerlo la alarma desatada ni las medidas adoptadas por los gobiernos, ante lo que el epidemiólogo español vuelve a poner las cosas en contexto: Éste es el tercer coronavirus que tenemos y, como digo, es un virus conocido desde hace muchísimos años. Tuvimos el SARS1, que desapareció; luego el MERS, en Oriente Medio, que aún lo tenemos en algunos países. El SARS2 es la enfermedad que produce el Covid-19, que es el nuevo coronavirus… El nivel de transmisión de este coronavirus es más alto que el SARS1 pero su tasa de mortalidad es inferior”.

El doctor Günter Kampf, del Instituto de Higiene y Medicina Ambiental del Hospital Universitario de Greifswald junto con el doctor Eike Steinmann, jefe del Departamento de Virología Molecular y Médica de la Ruhr-Universität Bochum (Alemania), han recopilado importantes hallazgos de 22 estudios sobre los coronavirus y su inactivación. Los estudios evaluados, se centran en los coronavirus SARS y MERS, pero los resultados de los análisis son transferibles al nuevo coronavirus y mostraron que varias soluciones de desinfección basados en etanol, peróxido de hidrógeno o hipoclorito de sodio, son muy eficaces contra los coronavirus. Si se aplican en concentraciones adecuadas, reducen el número de coronavirus infecciosos de un millón a solo 100 partículas patógenas.

Los virus son incluso más pequeños que las bacterias. No son ni siquiera células completas. Solo son material genético (DNA o RNA) empaquetado dentro de una cubierta proteica. Los virus necesitan otras estructuras celulares para reproducirse, lo que significa que no pueden sobrevivir a no ser que vivan dentro de otro organismo (una persona, animal o planta).

Pero estos datos no están en el “discurso oficial”. Los “vendedores” nos están vendiendo, con una perversa frivolidad, solo la alarma y la necesidad de actuar ya. Y eso supone no pensar y ceder nuestra capacidad ciudadana de desarrollar nuestra propia interpretación de las necesidades que tenemos. Así sucede en las ventas: “¡¡compre ya!!”

En medio, bajo el argumento de la urgencia, hay despliegue de tropas en las calles, reducción de libertades públicas, posibilidad de actuación de los gobiernos sobre esferas que hoy le están negadas.

Quizás haya algunas explicaciones que no nos están dando. Una vinculada al sistema sanitario. El epidemiólogo Giménez Sánchez explica que las medidas de aislamiento son prioritarias para “ganar tiempo” a la infección: “El primer objetivo es proteger del colapso al sistema sanitario”.

¿Será que la pandemia podría poner de manifiesto las enormes deficiencias de los sistemas sanitarios actuales a nivel global para una protección cierta de la vida de los ciudadanos y que, en realidad, están trabajando desde hace años bajo mínimos? O que la pantalla de la alarma de una ‘pandemia monstruosa’ podría encubrir desastres como el sistema de salud de EEUU, el increíble deterioro de la infraestructura sanitaria del Reino Unido, la triste realidad de los servicios de salud de América latina, África y el Sudeste asiático, etc.?

La segunda es la propia vigencia de las actuales reglas del Estado de derecho. El mundo se encamina hacia un cambio de sistema que la urgencia (ésta real) del cambio climático no permite postergar. Gobiernos y empresas no parecen estar decididos a liderar ese cambio. Lo que plantea un horizonte de reclamos sociales e insubordinaciones crecientes. Limitar libertades públicas –con el pretexto de una pandemia universal– en un contexto de retracción donde habrá un sinnúmero de despidos laborales y dificultades económicas, no parece un mal ‘entrenamiento’ para el disciplinamiento social.

Cierre de fronteras y ciudades militarizadas.

Una tercera debería responder acerca del papel de la farmacéutica Roche –una empresa con resonantes escándalos médicos y ambientales– que es poseedora de la patente de la actual prueba para el coronavirus (dispositivos MagNA Pure 24 y LightCycler 480) que se aplica a cientos de miles de posibles infectados. Cada prueba ronda cuesta entre 200 y 300 euros. Acaba de recibir una aprobación de emergencia de EEUU y Europa para dos nuevos dispositivos de diagnóstico más rápido (sistemas cobas 6800/8800). Ningún gobierno interviene ni alerta sobre ese gigantesco negocio paralelo a la crisis sanitaria.

Pongamos en contexto

Veamos por un momento que nos dice el sarampión. Aunque existe una vacuna segura y económica (¿?),entre 2017 y 2018, provocó 250.000 muertes, la mayoría entre niños menores de cinco años. Y sus números son en ascenso: 110.000 en 2017 y 140.000 en 2018.

En los primeros siete meses de 2019, el número de casos fue de 364.808, tres veces superior al del mismo período de 2018 (129.239 casos).La tasa de mortalidad ronda el 20%.

Ello supone decir que el año pasado hubo 1.000 casos de muertos por sarampión por día, la gran mayoría de ellos, niños. Teniendo en cuenta la fragilidad de los sistemas de vigilancia de muchos países, la OMS estima que el número real de casos probablemente sea de 10 veces más.

Una noticia escandalosa que, sin embargo, no desató ninguna alarma universal en gobiernos y medios, ni el derrumbe de los mercados ni el desabastecimiento de barbijos y papel higiénico.

Quizás los números que siguen lo expliquen. El incremento observado en la incidencia del sarampión en 2019, afectó de manera desigual al mundo:

  • África: 900% (10 veces más casos que en 2018).
  • Pacífico occidental (incluye China, Oceanía, Pacífico sur, Península de Indochina, etc): 230% (3 veces los casos de 2018).
  • Europa de la OMS (incluye Rusia, ex repúblicas soviéticas, países de Asia central, etc.): 120% (más del doble de casos).
  • Mediterráneo oriental: 50% (1,5 veces más).
  • Sureste de Asia (incluye India, Indonesia y el Asia Suroriental, etc): 15%
  • América (norte, sud y centro): 15% (19.000 casos, 19 muertes – 88% de los casos en Brasil).
  • Unión Europea: 2%  (12.000 casos, 32 fallecidos)

Tampoco se pone el acento en comparar esta pandemia con la de la gripe española de 1918, la pandemia más devastadora de la historia humana. De una feroz mortalidad, mató 40 millones de personas en apenas un año. Y a diferencia de otras epidemias que afectan básicamente a niños y ancianos, atacó a jóvenes y adultos saludables, además de animales, como perros y gatos (hay que recordar que el parvovirus está vinculado a los coronavirus).

¿A quién golpea la desaceleración?

A todos, sin duda. Pero echemos un vistazo más cuidadoso al escenario de desaceleración global. Las previsiones de la pandemia podrían golpear a EEUU y Europa en el mejor escenario con unos 100.000 casos y en el peor, con 500.000 infectados, con una transmisión alta y una baja mortalidad. Pero la transmisibilidad del virus disminuiría naturalmente con la primavera del hemisferio norte, por su intolerancia al calor. 

África, India y otras regiones densamente pobladas también podrían verse afectadas por una propagación significativa, que impactaría no solo en la salud de esas regiones sino en la demanda global.

La UNCTAD estima que el costo de la crisis en el ingreso global podría alcanzar los 2 billones de dólares, una cifra que parece muy conservadora. Los países desarrollados calculan que el crecimiento del PIB mundial para 2020 se reduciría a la mitad (entre 1,0 y 1,5%) arrastrando a la economía mundial a una desaceleración, pero no a una recesión.

Jeffrey Frankel, profesor de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard, no comparte esa evaluación. Cree que la posibilidad de una contracción económica “aumentó dramáticamente en los últimos días y estamos muy cerca de una recesión global”.

¡Es la economía, estúpido!

La crisis no ha sido generada por el virus. Estamos ante un cambio sistémico, como ya describiera Santiago Niño Becerra, catedrático de la Universidad Ramón Llull, en su extraordinario libro “El shock  2010”. Se trata de un cambio similar al descubrimiento del petróleo en 1908.

Óscar Ugarteche, economista del Observatorio Económico Latinoamericano (Obela) lo reseña con precisión:“el comercio mundial venía ralentizándose y como muestra de este proceso, entre septiembre de 2019 y marzo de 2020, en seis meses, bajó un 84% los índices de carga que reflejan esta caída…Vamos hacia una recesión mundial en el que todas las previsiones de crecimiento de las economías nacionales que se habían hecho, van a tener que ser cortadas por la mitad”.

“Un virus no tira abajo una bolsa de valores –recuerda el economista–. No la tiró en 1958 con la gripe asiática ni con la gripe española de 1918, que aunque murió mucha gente, las economías se mantuvieron”.

Su conclusión es terminante: “La hipótesis de trabajo que manejamos es que esta crisis actual es la salida de la crisis del año 2008… (Allí se)puso en evidencia que había un problema con el petróleo, la energía sucia y el crecimiento basado en esta tecnología existente. Es decir, que la economía no crecía ya con esta tecnología anterior…lo que se pone sobre la mesa es el cambio de matriz energética”.

Las bolsas no se enferman de coronavirus. Las consecuencias de la crisis del 2008 están por pasar factura.

El escenario de una recesión global, de una crisis aún más severa que la del 2008, en el marco de una insatisfacción manifiesta de la ciudadanía global, no puede dejar indiferente a las élites mundiales. Las sociedades en el mundo desarrollado están jaqueadas por el deterioro del estado del bienestar, la quiebra del sistema jubilatorio, las migraciones, el cambio climático, etc. Y en las economías en desarrollo, por la crónica permanencia de la pobreza, la ausencia de servicios elementales y la cruda exposición a las peores efectos de la crisis ambiental.

Ante ese horizonte, extremar las alarmas de una pandemia –que requiere incuestionable atención–puede servir como pretexto para explicar más tarde, las horribles consecuencias de una recesión económica global que nada o muy poco habrá tenido que ver con el brote.

Se trata de afrontar un cambio sistémico insoslayable con las menores pérdidas para las economías más avanzadas y las grandes corporaciones y los menores costos para las élites políticas. Las economías menos desarrolladas y las pequeñas y medianas empresas deberán afrontar las secuelas de quiebras, despidos y pauperización. Atribuir todo eso a la pandemia sirve para opacar muchas responsabilidades… Los “vendedores” lo saben.

Como lo hemos hecho en Más Azul, Ugarteche recuerda que, mientras tanto, China estaba afrontandoel cambio de matriz energéticaa ritmo veloz, caminando hacia la universalización de la energía limpia. Cerró  centrales nucleares y de termo-generación de energía que utilizan carbón y petróleo para su funcionamiento. Empezó a modificar su parque automotor, sumando un millón de autos eléctricos al año a los 2,5 millones unidades eléctricas que ya circulan en el país. Y lidera la energía eólica del mundo.

“Estamos frente a un cambio en la forma como generamos energía, todos lo que entren van a participar del próximo ciclo de crecimiento económico… Toda la energía va a girar en torno a esa nueva energía, como pasó como en petróleo en 1908. Estamos frente a un cambio sistémico liderado por China que tiene la tecnología, la fabricación y la capacidad de exportar esa energía limpia”, concluyeUgarteche.

Es en ese contexto en el que irrumpe la crisis del coronavirus.Que atacó inicialmente a la población china y a su economía en plena expansión. Las consecuencias humanas, geopolíticas y económicas están todavía en desarrollo. Cada uno sacará sus conclusiones. Pero es una historia con un final poco claro que requiere ciudadanos pensantes. Cuidadosos pero no asustados.