El pasado 22 de marzo fue el Día Mundial del Agua. Para recordar la importancia del recurso frente al cambio climático y a las actuales circunstancias globales, la UNESCO publicó un Informe donde advierte que las alteraciones climáticas van a afectar severamente tanto la disponibilidad como la calidad y cantidad de agua necesaria para cubrir las necesidades humanas básicas.
Editado anualmente por la UNESCO en nombre de ONU-Agua, el Informe sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo es una importantísima publicación que permite un conocimiento actualizado sobre el agua y el saneamiento a nivel global.
Según el Informe, el cambio climático pone en riesgo un derecho humano básico: el acceso al agua potable y al saneamiento de miles de millones de personas. El estudio pone de manifiesto números desoladores: 2.200 millones de personas carecen de agua potable y 4.200 millones (55% de la población mundial), carecen de saneamiento adecuado.
La Agenda 2030 busca garantizar el acceso universal al agua potable a un precio asequible para ese año, pero los números actuales muestran el gigantesco desafío de alcanzar ese objetivo.
Para la UNESCO, a las consecuencias del cambio climático se suman otra serie de factores que comprometen el acceso futuro al agua:
En la misma línea de lo expresado por su Secretario General, Antonio Guterres, Naciones Unidas hace un llamamiento a todos los Estados para que se comprometan más a fondo en la tarea de afrontar este problema y recuerden que, aunque el coronavirus COVID-19 sea una tragedia que ocupa en los últimos meses la actualidad mediática, el cambio climático es la mayor amenaza que pende sobre la humanidad. Y sus efectos pueden resultar devastadores.
“Gran parte del impacto del cambio climático en los recursos hídricos tendrá lugar en los trópicos, donde se encuentran la mayoría de los países en desarrollo, con consecuencias potencialmente devastadoras para los pequeños Estados insulares, algunos de los cuales podrían ser borrados del mapa”, destaca la UNESCO.
Gilbert Houngbo, ex primer ministro de Togo y actual Presidente de ONU-Agua y del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), advierte acerca de la urgencia: “Debemos actuar de inmediato si en verdad estamos decididos a alcanzar las metas de los ODS de la Agenda 2030 y a lograr que el aumento de la temperatura global no sobrepase 2°C. Existen soluciones para coordinar mejor las acciones relativas a la gestión del agua y el cambio climático, en las que todos los sectores de la sociedad tienen una función que desempeñar. No podemos permitirnos el lujo de esperar más”.
El aumento de la temperatura del agua y la disminución del oxígeno disuelto en ella –señala el Informe– van a mermar la capacidad auto-depuradora de las cuencas de agua dulce y afectará la calidad de los recursos hídricos de éstas.
Las consecuencias serán un aumento de los riesgos de contaminación del agua y la proliferación de gérmenes patógenos causados por las inundaciones, o por mayores concentraciones de contaminantes en épocas de sequía. Y a su vez, eso repercutirá en la producción de alimentos y en la salud de las personas tanto por enfermedades, pérdidas materiales y desplazamientos forzosos de poblaciones.
El abastecimiento en agua también se verá afectado y redundará en perjuicio no sólo de la agricultura –que representa el 69% de las extracciones de agua dulce– sino también de la industria y la producción de energía eléctrica, e incluso de la pesca.
Otra de las consecuencias provendrá de los impactos negativos que los problemas del agua tendrán sobre numerosos ecosistemas –especialmente bosques y humedales– con el consiguiente empobrecimiento de la biodiversidad.
Las regiones montañosas altas y las situadas en latitudes septentrionales extremas también son especialmente vulnerables al cambio climático. Las nieves perpetuas, los glaciares y el casquete polar se están derritiendo en casi todas las partes del mundo.
El Informe propone enfrentar esos riesgos aplicando dos estrategias complementarias:
Sorprende que las potencialidades del agua para atenuar el cambio climático –en cuanto a su uso y gestión– se siguen ignorando en buena medida y retrasan su atención.
Un ejemplo de ello se manifiesta en el mejoramiento de la gestión de las aguas residuales. Las deficiencias en el tratamiento de esas aguas contribuyen a agravar el cambio climático en tanto generan un 3% a 7% de las emisiones de GEI. Estas emisiones proceden de la energía utilizada y de los procedimientos bioquímicos usados precisamente para ese tratamiento.
También las aguas residuales no tratadas generan importantes cantidades de metano, un gas altamente contaminante. En el Informe se subraya que las aguas de esta clase contienen de por sí más energía de la que es necesaria para su tratamiento, de ahí que sea preciso aprovecharla. Sin embargo, se estima que 80 a 90% de las aguas residuales del mundo se vierten en la naturaleza sin que se las someta a ningún tipo de limpieza.
Una gestión óptima de los recursos hídricos supone realizar inversiones en la adopción de técnicas innovadoras de tratamiento de las aguas residuales que puedan extraer el metano de la materia orgánica a fin de obtener biogás para producir energía eléctrica.
Países como Jordania, México, Perú y Tailandia que sufren limitaciones hídricas importantes, hacen uso de esas técnicas. Los servicios públicos que utilizan este método de tratamiento han reducido en miles de toneladas las emisiones de CO2 en la atmósfera, logrando economizar y mejorar la calidad de sus prestaciones.
En el Informe también recomiendan otros métodos de gestión de los recursos hídricos, desde la innovadora captación de nieblas hasta la clásica protección de los humedales, pasando por el uso de las técnicas de agricultura de conservación de probada eficacia.
Con estas últimas técnicas se preserva la estructura, la materia orgánica y el grado de humedad de los suelos, aunque se registren menos precipitaciones lluviosas. Asimismo, la reutilización de aguas residuales parcialmente tratadas para el regadío o la industria es un método interesante porque no requiere potabilizarlas.
En su Informe, Unesco lamenta que, en los hechos, la gestión del ciclo del agua no sea vista como una prioridad en la lucha contra el cambio climático. Audrey Azoulay, Directora general del organismo desde noviembre pasado, pone el dedo en la llaga cuando subraya que “en los acuerdos internacionales sobre el cambio climático son raras las veces que se menciona la palabra agua”.
Las Contribuciones Nacionales previstas en el Acuerdo de París de 2015 no presentan planes específicos para los recursos hídricos. Los países afirman tener una serie de acciones previstas para el agua, pero son pocos los que estiman costos para solventarlas y muchos menos los que presentaron proyectos concretos. Y además se pasan por alto las posibles sinergias entre las estrategias de adaptación y atenuación.
En Más Azul (Ver n° 6, feb. 2020, “Los gobiernos no están cumpliendo”) remarcábamos esa falencia. Los autores del Informe advierten que los Estados deben prestar más atención para atender el déficit de financiación de que adolece la gestión del agua y de los servicios de abastecimiento en agua limpia y saneamiento seguro. Y trabajar en las posibilidades de integrar sistemáticamente planes de adaptación y atenuación en los proyectos de inversión relacionados con el agua.
Según el Informe, un buen ejemplo en este ámbito es el proyecto de Sri Lanka denominado Fondo Verde para el Clima destinado a mejorar los sistemas de regadío de las comunidades rurales: fomenta la aplicación de prácticas agrícolas ingeniosas en tres cuencas fluviales, que generan a la vez, atenuación del cambio climático y adaptación al mismo, al no malgastar el caudal de agua y salvaguardar los manantiales de aguas potables.
Los autores del Informe insisten en el triple beneficio de integrar sistemáticamente los planes de adaptación y atenuación en los proyectos de inversión relacionados con el agua y el saneamiento. Por una parte, propicia la gestión sostenible de los recursos hídricos y el cumplimiento del derecho humano fundamental de acceso al agua potable y saneamiento; por otra, ataca directamente las causas y consecuencias del cambio climático y contribuye a dar a los fenómenos meteorológicos extremos; y por último, favorece alcanzar los Objetivos de la Agenda 2030.
António Guterres, Secretario General de la ONU previne que se sumó la conjunción calentamiento global-uso insostenible del agua crearán “una competencia sin precedentes que causará el desplazamiento de millones de individuos…La solución es clara. Debemos aumentar con urgencia las inversiones en cuencas hidrográficas e infraestructuras hídricas sanas y mejorar drásticamente la eficiencia en el uso del agua. Debemos prever los riesgos climáticos en todos los niveles de la gestión del agua y responder a ellos de manera acorde”.
En un artículo reciente, el Vaticano instó a la comunidad internacional a que “no se actúe de acuerdo con la lógica mercantilista que busca el beneficio a toda costa” y en esta materia, como en otras, “se ponga a la persona humana en el centro“.
Fuente: https://es.unesco.org/