ONU confirma el peligro del calentamiento global

ABR 2020

Estamos inmersos en un bombardeo mediático donde pareciera que solo existe un monotema: el Covid-19. Es innegable la gravedad de la pandemia y su propagación. La Organización Mundial de la Salud advierte incluso que la velocidad de expansión del coronavirus se está acelerando: tardó 67 días en alcanzar 100.000 casos, 11 días en alcanzar 200.000, y cuatro en llegar a 300.000.

El director de la OMS lo atribuye a que muchos países solo están respondiendo de forma defensiva contra el COVID19, una estrategia que resulta insuficiente. El ejemplo es China, que ya retorna a la normalidad, después de soportar el “terremoto” del inicio de la pandemia. Otro ejemplo es Rusia, con solo un fallecido y apenas 438 casos. Ambos países tomaron medidas “draconianas” pero necesarias, como afirma Denís Protsenko, director del Hospital de Komunarka (Moscú).

El tsunami informativo arrasa con una contabilidad de muertos por día (e incluso por horas), que alarma y aterroriza a buena parte de la población. Lo curioso y preocupante es los pocos casos en los que esa información es puesta en contexto. Pretendimos hacerlo (Ver Más Azul, n°6, marzo 20, Informe especial) comparando la mortalidad del coronavirus con el sarampión y podríamos hacerlo ahora con el ébola u otras enfermedades virulentas.

A mediados de marzo pasado, el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, intentó durante una conferencia junto al Secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Taalas, poner las cosas en su verdadero contexto.

“El virus tendrá impacto económico a corto plazo, pero las pérdidas serán masivas con el calentamiento global” .

Las autoridades del sistema de Naciones Unidas presentaron un informe donde señalaban que, si bien la atención del mundo está sobre el coronavirus, el impacto del cambio climático para la vida de las personas y la economía está siendo y será mucho mayor.

“El virus tendrá un impacto económico a corto plazo, pero las pérdidas serán masivas si pensamos en el calentamiento global. Estamos hablando de un problema de mayor magnitud, con consecuencias en la salud de las personas y en nuestras sociedades mucho más graves”, explicó Petteri Taalas, secretario general de la OMM.

En la misma dirección, António Guterres señaló que “el coronavirus es una enfermedad que esperamos sea temporal, con impactos temporales, pero el cambio climático ha estado allí por muchos años y se mantendrá por muchas décadas, y requiere de acción continua”.

Ambos recordaron los impactos del tiempo y el clima en la salud, la seguridad alimentaria, los ecosistemas, la vida marina y las migraciones. Y pusieron un ejemplo poco atendido por la prensa mundial –ahora en estado de histeria–: el gran aumento de casos de dengue en todo el mundo que se produjeron en 2019. Solo en el continente americano más de 2,8 millones de casos de dengue y unas 1.400 muertes.

Brasil, tuvo 2.241.974 casos en 2019 (70% del total de la región y más de la mitad de las muertes); México (268.458 casos); Nicaragua (186.173); Colombia (127.553) y Honduras (112.708).

Los cambios en las condiciones climáticas incrementaron el desarrollo de los mosquitos Aedes aegypti, transmisor de los virus del Zika, el dengue y la chikungunya, desatando la epidemia, que se extendió por Sudamérica (Perú, Bolivia, Paraguay, Ecuador y Argentina) y también por Asia y el Pacífico (Filipinas, Tailandia, Malasia, Australia, Bangladesh, Camboya, China, Laos, Singapur y Vietnam). Pero solo hubo 9 casos de dengue autóctono en Europa.

El estudio presentado por los funcionarios indica que, en 2019 el calentamiento global “se está acelerando” y tuvo consecuencias graves sobre la salud, la comida y el hogar de millones de personas en el mundo, además de alcanzarse marcas récord en el nivel del mar y en olas de calor con consecuencias trágicas para la biodiversidad.

“Es importante que toda la atención que tiene que ponerse en la lucha contra esta enfermedad no nos distraiga de la necesidad de combatir el cambio climático”, advirtió Guterres.

Pandemia y economía

El confinamiento temporal de millones de personas en el Planeta y el receso laboral de las mismas tendrá consecuencias económicas penosas. Supone un brusco freno a la producción y comercio global, un agudo descenso del consumo y la crisis para algunos sectores especialmente afectados como el turismo, el transporte aéreo, el entretenimiento, etc. Y ello tendrá una secuela de desempleo importante a nivel mundial.

Pero bajo la ola del gigantesco tsunami informativo, hay una manifiesta desinformación –bien y mal intencionada– que trata de disimularse bajo el paraguas de la crisis del coronavirus. Tratemos de analizar algunas de ellas y las mentiras o ‘no verdades’ que ocultan:

1. La pandemia  abre la perspectiva de una posible recesión económica. Los economistas y expertos de todo el mundo vienen adelantando desde mucho antes del Covid-19 que el mundo avanzaba raudamente hacia una recesión económica y hacia una crisis financiera más grave que la del 2008.

2. La pandemia ha provocado la caída más pronunciada del precio del petróleoen los últimos 30 años. La merma en el consumo mundial de petróleo por descenso de la actividad económica global es el pretexto de las potencias en conflicto para dirimir una “guerra del petróleo” que estaba latente desde hace mucho tiempo. EEUU con su apuesta al fracking –ruinosa para el medioambiente había logrado recuperar su liderazgo como primer productor mundial, perjudicando tanto a Arabia Saudita como a Rusia, dos grandes productores de petróleo convencional. Y también a China, primer consumidor, al incrementar el precio mundial del barril. La decisión de Rusia de seguir produciendo los mismos volúmenes pese a una menor demanda, que luego imitaron los saudíes, derrumbó los precios. Ambos por sus bajos costos de extracción igual obtienen ganancias y mantienen además sus cuotas de meracdo. Pero la producción de esquisto de EEUU no alcanza con estos precios a cubrir sus costos. Y se trata de una industria altamente endeudada. La continuidad de esta situación por algún tiempo ‘quebraría’ al sector del fracking de EEUU. Un negocio redondo para árabes y rusos.

3. La pandemia arrasó con las bolsas de todo el mundo y causó la mayor caída de accionesen Wall Street desde 1987. Sin duda, los mercados reaccionaron negativamente ante el Covid-19 pero los expertos financieros anticipaban que el sistema mundial era de una increíble endeblez y nivel de endeudamiento. La especulación ya no era con hipotecas basura, como en 2008, sino con recompra de acciones, lo que permitía enriquecerse a las elites corporativas a costa de sus empresas.

En enero pasado, en Davos, el propio Larry Fink, director ejecutivo de Black Rock, el mayor fondo de administración de activos del mundo, (Ver Más Azul n° 6, marzo 20, “El cisne verde y el costo del cambio climático” lo había anticipado: “Estamos al borde de un cambio fundamental del sistema financiero (…) el cambio climático se ha convertido en un factor determinante en las perspectivas a largo plazo de las empresas y tendrá lugar una importante reasignación de capital antes de lo previsto”.

Nuestro equipo había subtitulado aquella nota: “El pánico se instala en el mundo financiero ante la crisis climática”. No era la pandemia. François Villeroy de Galhau, gobernador del Banco de Francia, lo confirmaba: El cambio climático plantea desafíos sin precedentes para las sociedades y nuestra comunidad de supervisores y bancos centrales no puede considerarse inmune a los riesgos que tenemos por delante”.

La mayor caída de acciones en Wall Street desde 1987 no proviene de la pandemia sino de su propia enfermedad.

Objetivos de una desinformación intencional

Los buenos jugadores de billar juegan a tres bandas. La política internacional y las grandes corporaciones también.

La pandemia, suficientemente estimulada con un bombardeo de alarmas sobre una población encerrada y sometida a una información monocorde, se presta para justificar las enormes deficiencias con las que el sistema se acercaba a su propio abismo. Y las “correcciones” o “ajustes” que se debían realizar para prolongar su agonía, eran políticamente inadmisibles en condiciones normales.

Pero si resultasen fruto de una catástrofe natural –un maligno virus desconocido– algunas de esas medidas podrían ‘colarse’ en la maraña de preocupaciones sociales que la pandemia dejara como resaca.

Seguridad social, empleo, estructura de la sanidad pública, atención de la vejez, son verdaderos “agujeros negros” en la mayoría de las economías del mundo. A ello se suma el enorme endeudamiento de muchas de las grandes corporaciones mundiales y los problemas derivados de la presión mundial sobre las actividades industriales más contaminantes. Todos grandes problemas a resolver…

Muchos comentarios en estos días señalan que la pandemia terminará provocando no solo muertes sino millones de trabajos perdidos, aumentando de manera crítica el desempleo. Que las inversiones globales en energía limpia podrían verse comprometidas. Que los objetivos ambientales de la industria para reducir las emisiones se verían debilitados ante el retroceso económico global producto de la pandemia. Que el virus va a obstaculizar la acción de las compañías contra el cambio climático (Rob Jackson, profesor de la Universidad de Stanford). Y sigue un largo etcétera de justificaciones que preanuncian los movimientos que se preparan para seguir frenando las urgentes decisiones que se requieren para enfrentar el cambio climático.

Es lo que la escritora y académica canadiense Naomi Klein llama ‘Doctrina del Shock’, una estrategia política que consiste en “usar las crisis de gran escala para impulsar políticas que sistemáticamente profundizan la desigualdad, enriquecen las elites, y socavan a los demás”. Las élites políticas buscaran aprovechar el pánico y la crisis del coronavirus para profundizar la desigualdad y beneficiarse.

La mitad del vaso lleno

Como siempre, desde Más Azul insistimos en ver qué alternativas se presentan para hacer del Planeta un mundo más azul, más justo y más vivible.

Y algunos signos podrían ser alentadores.

1. Las principales economías del mundo preparan medidas de estímulo económico para paliar la crisis. Pueden ser estúpidas formas de asistencia a las industrias más afectadas como empresas petroleras, cruceros, aerolíneas, etc. como plantea la Administración Trump. O la recuperación a nivel global del rol de Estado como planificador, regulador, controlador y compensador de las diferencias, que generara en su momento el “estado del bienestar” en Europa o la extraordinaria expansión de China con su “socialismo de mercado”.

A la salida del túnel del coronavirus se planteará en qué mundo queremos vivir y qué mundo estamos dispuestos a construir. Probablemente sea la gran oportunidad histórica de forzar un cambio del modelo económico que nos ha traído hasta la actual situación.

Tras el coronavirus se planteará en qué mundo queremos vivir y qué mundo estamos dispuestos a construir.

2. Por primera vez a nivel global, percibimos un problema grave a nivel planetario, que nos afecta a todos por igual. Ante esa situación, nuestras diferencias –nacionales, religiosas, culturales o políticas– se vuelven insignificantes cuando está en riesgo la supervivencia de todos.

El fantasma de la epidemia, agitado por los medios, podría servir no solo como justificación para seguir con la economía de siempre. Podría mostrarnos también cómo actuar juntos ante una emergencia planetaria. Ha costado 20 o 30 años de lucha ambiental avanzar lentamente hacia esa conciencia. Y la pandemia quizás pueda regalarnos la aceleración del cambio. La salud de todos se ha mostrado como un problema común a resolver juntos. La salud del Planeta también.

El ruido informativo y la tragedia cotidiana nos dificultan ver más allá de los cristales. Pero el encierro ha enseñado muchas cosas. En nombre de la salud pública y la supervivencia hemos tenido que cambiar hábitos y prioridades. Nuestros deseos individuales han quedado postergados. Y lo hemos hecho en base a solidaridad.

Las exigencias de la lucha contra el cambio climático nos exigirán cosas parecidas. Pero ahora estamos más preparados.

Klein, autora de Esto lo cambia todo, nos recuerda que “cuando las crisis nos ponen a prueba, o retrocedemos y nos desmoronamos, o crecemos y encontramos reservas de fuerza y compasión que no sabíamos que éramos capaces de tener… Esta será una de esas pruebas y no podemos perder el coraje”.