jul 2020

Patricio Sbarbi Osuna

Una de cada tres personas en el mundo no tiene acceso al agua potable. Un dato que se ajusta a otro igualmente alarmante: de aquí a 2025, la mitad de la población mundial vivirá en zonas con escasez de agua.

Los reportes de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aseguran que las fuentes seguras de agua potable están disponibles solo para 96 países, que representan apenas un 35% de la población global del planeta.

Con estos datos que suenan aterradores, la ONU apuesta a revertir la situación. Para ese objetivo puso en su mira a los más jóvenes talentos de todo el mundo, quienes con ingenio, creatividad y una implacable conciencia de las problemáticas medio ambientales desarrollan propuestas para un futuro sustentable.

Un claro ejemplo es Anna Luisa Beserra (1998). Esta joven brasileña ganadora del premio Young Champions of the Earth 2019, otorgado por el organismo internacional, creó el startup Safe Drinking Water For All con el objetivo de materializar proyectos como Aqualuz.

Anna Beserra.

Aqualuz es una tecnología sencilla, que potabiliza el agua solo con la luz del sol, asegura Anna Luisa Beserra, su joven creadora. “El proyecto está orientado, principalmente, para zonas rurales, como las del norte de Brasil, que tienen clima cálido y un muy serio problema de acceso al agua”, explica.

El dispositivo, que no utiliza ningún filtro, permite que comunidades sin capacidad tecnológica puedan asegurarse que el agua que consumen sea potable. Lo que evita, entre otros beneficios, que contraigan enfermedades. Actualmente, afirma Anna: “hay más de 300 aparatos instalados en 5 estados del país, la mayoría ubicados en Bahía. Pero podríamos tener más si no se hubiera desatado la pandemia”.

Pero, ¿cuál es la magia de Aqualuz?

“Básicamente es un reservorio de agua que se conecta en forma directa con una tubería a otro tanque llamado Rainwater Harvesting System (sistema de captación de agua de lluvia), que es bastante común en las zonas rurales de Brasil”, cuenta Anna.

El Aqualuz se acopla a la tubería del sistema de captación de agua de lluvia. El agua pasa por un filtro de tela y se almacena en un tanque aproximadamente durante 2 a 4 horas, hasta que un sensor cambia su color dando la alerta que el agua está lista para ser consumida.

Esta ingeniosa propuesta logró cautivar la atención de la ONU y reconocer la viabilidad de su aplicación. Así Anna pudo canalizar una idea simple para dar solución a un problema complejo.

Pero la iniciativa tuvo sus complicaciones. Según nos cuenta, “al comienzo de esta experiencia era mucho más joven y fue realmente difícil hacer que la gente entienda la importancia de lo que estaba desarrollando”.

En Brasil –explica- como este método de sanear el agua no era conocido fue mucho más difícil convencerlos de que esta tecnología en verdad funcionaba y que podía cambiar vidas. Pasé desde 2013 hasta hoy intentando que confíen en lo que estábamos haciendo. Pero el premio de la ONU cambió radicalmente la mirada de los brasileños y de otras personas sobre el dispositivo. “El reconocimiento del organismo internacional hizo que la gente crea en mí”, afirma.

Si bien el Aqualuz se empezó a implementar en Brasil casi inmediatamente, hubo interés de otros países, mayormente de África y Asia. En América Latina también se contactaron con Anna para interiorizarse sobre esta tecnología limpia.

No obstante, las circunstancias hacen que sea prácticamente imposible exportar la tecnología de Aqualuz, aún a los países limítrofes. Lo que sí han logrado en este corto tiempo fue un permiso para hacer una prueba piloto de unas pocas unidades en Madagasar.

Por esta razón, los desarrolladores están buscando poder fabricar el producto en otros países y evitar todo el proceso de exportación. Con lo cual, llevarían solo el know how del emprendimiento a otras poblaciones para ampliar su utilización en la mayor cantidad de lugares con recursos limitados en el mundo.

Además, eso le permitiría a la estructura actual continuar desarrollando tecnologías. Hoy, Anna junto a su startup SDWforall, pensando en la pandemia, trabaja en un nuevo dispositivo para facilitar agua potable en lugares públicos estratégicos en ciudades. 

“Lo llamamos Aguapluvi, aqua de agua y pluvi de lluvia”, comenta y confirma que el primer prototipo se comenzó a testear este mes de junio. “Corremos contra reloj y hemos sido muy veloces en crear esta tecnología en solo un mes”, asegura.

Aguas pluviales.

Mientras que Aqualuz les tomó 7 años en su desarrollo, el nuevo dispositivo apenas les llevó 30 días. La nueva tecnología tiene el objetivo de recolectar agua de lluvia en espacios públicos en las ciudades para que la gente se pueda lavar las manos. El sistema también está conectado a la red de agua corriente para suplir las instancias de poca lluvia y tiene la capacidad de purificar o limpiar el agua proveniente de cualquiera de las dos fuentes.

La startup, cuyo lema es “Creamos tecnologías que cambian vidas”, trabaja bajo los parámetros de responsabilidad social corporativa y busca invertir y expandirse en proyectos sociales que mejoren la vida en los distintos tipos de población.

La propuesta termina reflejando una excelente sinergia entre los jóvenes creadores y las comunidades. Un producto de bajo costo con un gran impacto en la vida de las personas. El reconocimiento de la ONU fue un espaldarazo, pero SDWforall sigue buscando empresas competentes que quieran invertir en el proyecto, con miras a poder tener el mayor alcance posible en las zonas rurales.

Anna y su startup son un claro ejemplo de que los jóvenes pueden aportar soluciones a problemas que los adultos han generado sin respuestas. La corta experiencia no evidencia la gran capacidad de innovación que las nuevas generaciones pueden aportar a la par, sin supervisión.

Para ella es fundamental que los jóvenes participen en diferentes eventos, se involucren y apuesten a oportunidades como Young Champions of the Earth, entre muchos otras similares. Lo ideal, dice, sería que “quienes tienen voluntad de aportar que intenten juntarse con jóvenes que ya tienen ideas” y asegura que se pueden lograr cosas con bajo presupuesto, creatividad e ingenio que cambien la realidad de las personas y su vínculo con la naturaleza.