FAO: el consumo de plantas y animales es insostenible

jul 2020

La pandemia del Covid-19 es el reflejo más brutal de las alteraciones que la acción humana ha introducido en los últimos 200 años en su relación con el medio ambiente. Con nuestro modo de producir y de consumir no hemos roto ningún ‘contrato con la naturaleza’, sino algo más grave: hemos omitido recordar que somos parte inseparable de ella y nos hemos comportado como sus amos.

Soberbia, codicia y una falsa cultura de “progreso y recursos ilimitados” nos ha traído hasta aquí.

Ello ha sido parte de una falsa cultura de “progreso y recursos ilimitados” que estaban puestos a nuestra disposición porque éramos los “reyes del universo”. La naturaleza se convirtió en un lugar para visitar y nos olvidamos que es nuestra casa.

La cultura occidental, eminentemente antropocéntrica, concibió al hombre como el centro de una naturaleza que debía dominar. Y olvidó la sabiduría primitiva: “Toma solamente lo que necesites y deja la tierra como la encontraste… Cuando mostramos respeto por los demás seres vivos, ellos responden con respeto hacia nosotros… Estamos hechos de la Madre Tierra y volvemos a la Madre Tierra…” (Proverbios de la tribu Arapaho).

El impacto humano sobre la naturaleza y nuestra inacabable demanda de comida y combustible sumado al desperdicio que hacemos de ambos es insostenible. Sin un cambio profundo dirigido a conservar nuestro Planeta, los recursos de la tierra colapsarán.

Datos para una advertencia

FAO, el organismo de Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, advierte que el consumo insostenible de plantas y animales, silvestres y domésticas, así como de otras especies que apoyan la producción alimentaria, está conduciéndolas a su extinción y que ello pone en grave peligro el futuro de los alimentos, así como nuestra propia salud y el medio ambiente.

La protección de los recursos naturales y su biodiversidad es vital para la supervivencia humana y el equilibrio ecológico del Planeta. El aire, el agua y los alimentos dependen de la biodiversidad. FAO plantea la urgencia de producir nuestros alimentos en un modo respetuoso del medioambiente.

La biodiversidad que sustenta nuestros sistemas alimentarios está desapareciendo. Hay una dramática “reducción en el número de especies, en los ecosistemas, y también una reducción genética” asegura René Castro Salazar, subdirector general de la FAO.

El mundo está interrelacionado: todo tiene una función. Nadie ni nada está demás.

Como señalan desde ese organismo, la biodiversidad no solo implica a todas las plantas y animales (silvestres y domésticas) que son los que nos proporcionan la mayor parte de nuestros alimentos, piensos, etc. sino también aquellos organismos (insectos, murciélagos, aves, praderas marinas, manglares, corales, lombrices, hongos y bacterias) que los soportan a través de servicios ecosistémicos que mantienen los suelos fértiles, polinizan las plantas, purifican el agua y el aire, mantienen sanos a los peces y los árboles, y combaten las plagas y enfermedades de los cultivos y el ganado.

En un estudio sobre “El estado de la biodiversidad para la alimentación y la agricultura en el mundo” (FAO 2019), ya se ponía en alerta que el consumo insostenible de plantas y animales, tanto silvestres como domésticos, además de otras especies, está provocando su extinción.

El estudio reflejaba informes de 91 países a nivel mundial, donde se denunciaba la disminución de la diversidad vegetal en las explotaciones agrícolas, el aumento del número de razas ganaderas en peligro de extinción y el incremento de las poblaciones de peces que padecen sobrepesca.

Los datos de la pérdida de biodiversidad son impactantes:

  1. De las 6.000 especies de plantas que se cultivan para obtener alimentos, menos de 200 son las contribuyen de manera sustancial a la producción alimentaria mundial, sólo 9 representan el 66% de la producción agrícola total y sólo 15 proveen el 90% de la energía que los humanos necesitan diariamente. Tres o cuatro generaciones atrás, los seres humanos usábamos 7.000 especies de plantas.

Las causas: industrialización y mercantilización de la agricultura. Consecuencias: empobrecimiento de la dieta humana, obesidad y otros enfermedades.

  1. De las 7.745 razas de ganado registradas en el mundo, el 26% está en peligro de extinción. La producción ganadera mundial solo se basa en unas 40 especies animales, para proporcionarnos carne, leche y huevos. Sólo en los últimos 20 años se han extinguido más de 150 cada una con valiosas particularidades de las algo más de 1.000 razas bovinas en el mundo.
  2. El 33% de las poblaciones de peces están sobreexplotadas y declinando, el 60% están explotadas al límite de su sostenibilidad y sólo el 7 % están infraexplotadas. Más de 580 especies acuáticas que se usan para la producción global de alimentos, provienen de la acuicultura, pero solo 10 especies concentran el 50% de la producción acuícola total. Los arrecifes de coral que proporcionan un hábitat para el 25% de las especies marinas conocidas, en los últimos años, han tenido pérdidas enormes.
  3. El empobrecimiento de la biodiversidad alcanza también a las especies silvestres y a muchas otras que contribuyen a ecosistemas vitales para la alimentación y la agricultura. El 24% de casi 4.000 especies silvestres alimentarias –plantas, peces y mamíferos–- están disminuyendo y es probable, según FAO, que la proporción de alimentos silvestres en declive sea aún mayor.
  4. También están desapareciendo rápidamente, los polinizadores, los organismos del suelo y los enemigos naturales de las plagas. La biodiversidad del suelo está en peligro en todas las regiones del mundo. Los suelos contienen una cuarta parte de la biodiversidad de nuestro Planeta, pero entre el 20 y el 30% de los suelos están degradados. En 1 m2 de suelo boscoso hay más de 1.000 especies de invertebrados. Las zonas montañosas esconden un 25% de la biodiversidad terrestre. Más de un 85% de los humedales que existían en 1700 se han perdido.
  5. Un 75% de los cultivos en el mundo que producen frutas o semillas para uso humano, dependen, en parte, de polinizadores. La pérdida de colonias de abejas está aumentando de manera dramática: más del 40% de los polinizadores invertebrados, en particular abejas y mariposas, están amenazados de extinción. (Ver Más Azul, n° 1, oct 19, “La batalla por las abejas”).

América Latina y el Caribe, seguidos de Asia Pacífico y África, son las regiones más afectadas por el declive de las especies de alimentos silvestres.

Castro Salazar alerta sobre la gravedad de la situación: “Estamos viviendo un empobrecimiento de la biodiversidad en todos los ámbitos, en la agricultura, en la ganadería, en la pesca, en los bosques…. en lugares como Latinoamérica, como el África Subsahariana, como el sudeste asiático sigue dándose una pérdida neta diaria de bosque, y los seres humanos no sabemos todavía como sustituir con sistemas domesticados o plantados. Hemos ido aprendiendo en los últimos 300 años y hemos desarrollado algunas habilidades para tener plantaciones para producir madera o frutos, pero estamos lejos de poder sustituir la variedad de servicios que un bosque natural tiene…”

Y son precisamente los bosques los que juegan un rol fundamental en la lucha contra el cambio climático.

Cómo llegamos a esto? FAO asegura que la pérdida creciente de biodiversidad está siendo provocada por una serie de causas conjuntas: cambios en el uso y la gestión de la tierra y el agua; contaminación; sobrepesca y la sobreexplotación; cambio climático; crecimiento demográfico y urbanización.

En la actualidad, se explotan cada año, unos 60.000 millones de toneladas de recursos renovables y no renovables lo que demanda el aumento del consumo de plantas, animales, combustibles fósiles, minerales, materiales de construcción, etc.

Ello ha significado que casi un millón de especies de animales y plantas estén ahora en peligro de extinción, con muchas que podrían desaparecer apenas en décadas. Eso constituye una amenaza de una dimensión sin precedentes en la historia de la humanidad, tal como surge del histórico informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES). 

Cómo cambiar?

  1. Tomar conciencia de que nuestro mundo es una gigantesca trama invisible de mutuas colaboraciones. Algo que casi nunca valoramos. Abandonar el pensamiento lineal del actual sistema y redescubrir que los bosques aportan el hábitat de los animales. Que ellos viven de las plantas que consumen y que éstas para realizar esa labor necesitan suelos sanos, Hongos, lombrices, miles de invertebrados y microbios contribuyen a esa tarea fertilizando el suelo. Las abejas y otros insectos llevan el polen de una planta a otra, para permitir su reproducción.
Nuestro mundo es una gigantesca trama invisible de mutuas colaboraciones. Algo que casi nunca valoramos.

Se trata de una verdadera sinfonía de colaboraciones para que ese gigantesco ecosistema funcione. No hay espectáculo más rico que esa interrelación dinámica de organismos vivos que ocupan nuestra tierra y nuestros océanos y de la que dependen la producción de alimentos y el bienestar humano.

Un sistema complejo y diverso que ha sido aprovechado y conservado por los agricultores y las comunidades durante siglos. Pero que ha sido puesto en gravísimo riesgo por el pensamiento lineal del aprovechamiento mercantil, que solo ve a través de la lente de su propia codicia.

  1. Apostar por incrementar los esfuerzos de conservación. Es cierto que existen crecientes iniciativas pero sus niveles de cobertura y protección son insuficientes y muchas veces, inadecuados. En muchos países se manifiesta un creciente interés por el cuidado de la biodiversidad (agricultura orgánica, iniciativas de conservación, nuevas prácticas de gestión sostenible de suelos y bosques, diversificación de la acuicultura, desarrollo de modelos de ahorro del desperdicio alimentario, etc.) pero aún son limitadas y no alcanzan a provocar la transformación radical del actual sistema de producción industrial de alimentos que necesitamos.

El director general de FAO, José Graziano da Silva insiste en que “la biodiversidad es fundamental para salvaguardar la seguridad alimentaria mundial, sostener dietas saludables y nutritivas, mejorar los medios de subsistencia rurales y reforzar la resiliencia de las personas y comunidades. Tenemos que utilizar la biodiversidad de forma sostenible, para poder responder mejor a los crecientes desafíos del cambio climático y producir alimentos de una forma que no dañe a nuestro medio ambiente”.

Un mundo maravilloso a proteger.
  1. Desarrollar una acción ciudadana consistente para exigir a los gobiernos y empresas que avancen en esa dirección. Si bien la multiplicación de prácticas sostenibles es una buena noticia, se necesita hacer mucho más si queremos detener la pérdida de la biodiversidad. Supone marcos legales que impongan el uso sostenible de los recursos, la creación de estímulos e iniciativas que contribuyan a detener esa pérdida y acabar con los subsidios que los gobiernos siguen dando a la explotación petrolera, la sobrepesca, la producción de plásticos, etc.
  2. Esa acción ciudadana debe contar con algunos soportes decisivos para su éxito: la información científica, que otorgue consistencia a los reclamos y favorezca la conciencia sobre la insostenibilidad de nuestro sistema alimentario; el trabajo de medios especializados para darle a esa información la mayor resonancia posible y la disposición de los consumidores que tienen en sus manos la posibilidad de boicotear alimentos considerados insostenibles.

Debemos entender, como señala Graziano, que “menos biodiversidad significa que las plantas y los animales sean más vulnerables a plagas y enfermedades. La pérdida creciente de biodiversidad para la alimentación y la agricultura, agravada por nuestra dependencia de cada vez menos especies para alimentarnos, está llevando nuestra ya frágil seguridad alimentaria al borde del colapso”.

Conservar la biodiversidad, reducir la presión sobre los recursos naturales y los ecosistemas, mitigar los desafíos del cambio climático, jamás han sido tan importantes. La tarea es urgente. Si no lo hacemos, afrontaremos nuevas y crecientes pandemias –como advierten los científicos– por haber destruido esa fascinante trama invisible de mutuas colaboraciones que constituye nuestra naturaleza.