Miles de toneladas de residuos plásticos: consecuencia de la pandemia

07 ene 2021

Al comienzo de la pandemia de Covid-19 en medio de una preocupación y temor globales, surgieron algunas voces que –sobre datos confirmados– mostraban ciertos signos que alentaban la esperanza de que la tragedia contribuyera a paliar el cambio climático.

La NASA detectaba una fuerte disminución de gases contaminantes en la atmósfera. El freno a la actividad industrial permitía un brusco descenso del consumo de energía. La disminución de autos en las carreteras y de aviones en los cielos era manifiesta y la ausencia de población en las calles permitió la reaparición de fauna silvestre en medio de ciudades que parecían deshabitadas.

Fotos de zorros, jabalíes y hasta algún oso despistado ocuparon las páginas de los principales medios. Matt McGrath, corresponsal de medio ambiente de la BBC lo celebraba escribiendo: “Ninguna guerra, ninguna recesión, ninguna otra pandemia, ha tenido un impacto tan dramático en las emisiones de CO2 durante el último siglo como el que ha logrado el covid-19 en pocos meses”. Es que los datos eran notables. De hecho, la pandemia había generado la mayor caída en la emisión de CO2 de la historia y cielos limpios y diáfanos lo atestiguaban.

Entre tantas consecuencias negativas, la pandemia parecía traer condiciones favorables, como una bocanada de aire frente al drama que se venía padeciendo. Pero con lucidez, Inger Andersen, directora del programa ambiental de la ONU, advirtió rápidamente: “El covid-19 de ninguna manera tiene un lado positivo para el medio ambiente”.

nuevo factor de contaminación

Pero mientras buena parte del mundo se detenía y una y otra vez volvía a distintas formas de encierro, la pandemia se multiplicaba y reaparecía con nuevos brotes en una continuidad de “olas” que trastornó gobiernos y comunidades.

La pandemia ha acarreado una nueva ola de contaminación por plástico de uso hospitalario y general.

Esa dificultad para detener el virus, provocó millones de víctimas. A mediados de este mes, la Universidad John Hopkins contabilizaba 94,5 millones de casos y más de 2 millones de muertos en el mundo. Un fenómeno que en su caso más extremo –por la manifiesta torpeza e ignorancia de Trump– ha causado en EEUU 24 millones de contagiados y unas 400.000 muertes.

La pandemia puso en jaque los sistemas sanitarios de buena parte del Planeta y se ha convertido en un nuevo factor de contaminación. El plástico es un material imprescindible de uso hospitalario, en especial  para los equipos de protección individual (EPI) del personal sanitario. Las mascarillas que utilizan médicos y enfermeras así como el personal de soporte, tienen un material filtrante con un entramado de fibras plásticas que retiene los virus.

Pero además de las mascarillas, los equipos EPI también incluyen guantes, batas impermeables, cofias, pantallas protectoras faciales, gafas y viseras, todos elementos hechos de plástico. A ello debe agregarse el plástico que integra una parte importante de los equipos médicos, como jeringas de policarbonato, tubos médicos de PVC, bolsas de sangre, respiradores, ventiladores, etc.

El uso intensivo de mascarillas, cubrebocas o barbijos sumados a guantes, cofias y cubre calzados (de uso obligatorio en hospitales y otras unidades sanitarias) más los aislamientos en lugares de atención al público, han representado la multiplicación mundial de una variedad de plásticos de un solo uso, que se han convertido en una nueva fuente de contaminación, sobre todo marina.

A ello se suma la proliferación de los empaques de plástico de comida y otros productos a domicilio que, según Naciones Unidas, están inundando calles, vertederos y océanos durante la pandemia, algo que cuesta millones de dólares a las economías y representa una grave amenaza para los ecosistemas. 

Un comunicado la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) advierte que alrededor de un 75% del plástico generado por la pandemia de COVID-19 como mascarillas, guantes y botellas de desinfectante para manos se convertirá en desechos que llegarán a vertederos y mares, con un grave costo para ambiental y económico.

Para Pamela Coke-Hamilton, directora de comercio internacional de ese organismo, “la contaminación por plásticos ya era una de las más grandes amenazas a nuestro planeta antes del coronavirus. El rápido aumento en el uso diario de ciertos productos que ayudan a proteger a las personas y a detener la propagación del virus está empeorando las cosas”.

Los océanos recibieron 1.560 millones de cubre bocas o entre 5.000 y 6000 Tm de contaminación de plástico.

Organismos internacionales y ONGs especializadas estiman que las ventas globales de mascarillas desechables se incrementaron más de 200 veces, pasando de u$s 800 millones (2019) a más de u$s 166.000 millones (2020) en los cálculos menos alarmistas.

Según la organización de conservación marina OceansAsia, con sede en Hong Kong, se estima que la producción global solo de tapabocas fue de 52.000 millones en 2020 con un peso promedio de 3 a 4 gramos para una mascarilla quirúrgica de polipropileno de un solo uso. Así lo refleja el informe “COVID-19 Facemasks and Marine plastic pollution” publicado el 28 de diciembre pasado.

Los océanos han recibido durante el ciclo 2020 y solo de ese tipo de producto, unos 1.560 millones de cubre bocas, lo que implica un adicional de entre 4.680 y 6.240 toneladas métricas de contaminación de plástico. Los cubre bocas o barbijos de un solo uso están realizados con un tipo de plástico que debido a su composición son difíciles de ser reciclados y además de la contaminación suman el riesgo de la propagación de infecciones.

Quedan además los restantes tapabocas no quirúrgicos de mayor peso, usados por la población para circular y el resto de los productos plásticos promovidos por la pandemia. Teale Phelps Bondaroff, director de Investigación de OceansAsia y autor principal del informe señala que “los 1.560 millones de máscaras faciales que probablemente ingresaron a nuestros océanos en 2020 son solo la punta del iceberg… Las (entre) 4.680 a 6.240 toneladas métricas de mascarillas son solo una pequeña fracción de las estimaciones de 8 a 12 millones de toneladas métricas de plástico que ingresan a nuestros océanos cada año”. Pero suman…

Esas mascarillas o cubre bocas, impuestas por la pandemia y desechadas después de su uso, terminan en ríos y mares del Planeta convertidos en microplásticos que impactarán negativamente en la vida silvestre, en los ecosistemas marinos y la salud humana a través del consumo (Ver Más Azul n° 15, “Anna Du y los microplásticos del mar”, diciembre 2020).

Hay que recordar –como lo hemos hecho reiteradamente en Más Azul– que los sistemas de gestión de desechos son inadecuados o inexistentes en buena parte del mundo y en especial cuando, como ahora, éstos se ven rebalsados por un aumento excepcional de desechos.

La expansión explosiva del coronavirus durante el 2020 hizo que la generación de residuos hospitalarios se haya incrementado de forma exponencial. En hospitales y residencias de ancianos esos residuos de multiplicaron por cuatro. Y en el ámbito doméstico también han crecido, alentados por las recomendaciones de los gobiernos del uso de mascarillas para salir a la calle y la utilización frecuente en áreas públicas de otros artículos sanitarios de un solo uso como geles hidroalcohólicos, toallas desinfectantes o guantes.

Como esa misma recomendación se ha extendido a prácticamente todo el mundo, son miles de millones  de personas generando residuos plásticos, que además son de un solo uso. No todos estos residuos alcanzan a ser reciclados. El promedio mundial ronda algo más del 10%. El resto termina incinerado, en vertederos o en el mar.

Las instalaciones de tratamiento térmico de residuos hospitalarios –donde las hay– también comienzan a estar colapsadas como el resto del sistema sanitario y en muchos casos se ha optado por derivar parte de estos residuos a instalaciones de residuos sólidos urbanos (RSU), con el riesgo de que una mala gestión de los mismos pueda acarrear emisiones de compuestos cancerígenos.

La pandemia ha provocado un retroceso en ciertos cambios culturales que estaban en curso. El temor de contaminación por el virus de las bolsas reutilizables ha sustituido a éstas por el uso de bolsas plásticas de usar y tirar. Y el conocimiento de que el virus puede permanecer dos a tres días en el plástico ha causado que todo el empaquetado plástico se deseche de inmediato.

Ambos hábitos han aumentado de manera dramática la producción mundial de plástico, incrementando el negocio de los combustibles fósiles y la generación de gases de efecto invernadero. Una vez más habrá que retomar el buen camino…

China desarrolla mascarillas faciales reutilizables, para reducir la demanda y limitar la contaminación.

Desde China parecen querer hacerlo. Científicos y empresas chinas han creado formulas innovadoras, que permiten el desarrollo de mascarillas faciales reutilizables y la desinfección de mascarillas usadas en el hogar, para reducir la demanda de este producto.

Las nuevas mascarillas cumplen con los estándares N95, es decir que filtran partículas de todos los tamaños con un 95% de eficiencia. Son cómodas para respirar y pueden reutilizarse hasta 20 veces.

Compañías en la provincia de Guangdong, Beijing y Shanghai informaron que están produciendo un nuevo tipo de mascarilla facial que usa una membrana de nanomaterial, en lugar del típico tejido fundido, para filtrar bacterias, virus y otros patógenos, que tiene la aprobación de las autoridades sanitarias.