El sueño de una vida mejor una vez más concluye en frustración y tragedia

21 ene 2021

La llegada de un nuevo año siempre supone la apertura a la esperanza de una vida mejor. Es la misma ilusión que acompañó una vez más a los hondureños y a muchos otros centroamericanos, que iniciaron una nueva caravana de migrantes con el sueño de poder cambiar sus vidas.

A la pandemia que todos soportamos, ellos agregaron las catástrofes del paso de los huracanes Eta e Iota que azotaron su país; un territorio que padece la destrucción de sus cosechas por el cambio climático en un contexto de pobreza crónica, falta de empleo y violencia constante, asociada a las pandillas y al narcotráfico.

Pero el sueño una vez más ha terminado en frustración y tragedia.

LA DESESPERACION

Según la OIM (Organización Mundial de Migraciones) unas 7.500 personas salieron a pie de Honduras –pocos días antes de la Navidad– camino a los EEUU, huyendo de la crisis. Solo una profunda desesperación y la falta de lo más elemental, puede provocar que alguien abandone su terruño con lo poco que entra en una mochila e inicie una riesgosa travesía de 5.000 kilómetros caminando, muchas veces junto a sus hijos pequeños.

Los migrantes hondureños de mediados de diciembre, con sus mascarillas para la pandemia y algunas banderas de su país, iniciaron su larga marcha desde San Pedro Sula en esas condiciones. Tras 187 kms llegaron al paso fronterizo de El Florido, en Guatemala. “Vamos con el corazón roto –confiesa una mujer de unos 30 años–. En mi caso, dejo mi familia. Se queda mi esposo y mis tres hijos. Voy en busca de un mejor futuro, un trabajo para poder mandarles algo de dinero”.

Ya han salido de Honduras desde octubre de 2018, más de una docena de caravanas, la mayoría con miles de migrantes, que han recibido muestras de “solidaridad latinoamericana” y “oportunidad estado-unidense”, con golpes y maltratos de guardias fronterizos y militares de Guatemala, México y EEUU.

Como una muestra de flagrante hipocresía, la vicecanciller hondureña, Nelly Jeréz, reconoció que “la gente va buscando una mejora de calidad de vida, algo a lo que todos tenemos derecho”, pero sugirió que esa migración debería ser “regular, ordenada y segura”.

Lo afirma como si ella fuera una observadora externa a esa realidad y no una de las responsables de establecer las medidas y condiciones para que la mejora de la vida y la migración ordenada ocurrieran. Lo mismo sucede cuando los políticos de la región hablan de la pobreza, la criminalidad y la falta de empleo en sus países.

En su ‘infinita piedad’ por los desesperados, la vicecanciller hondureña se atrevió a denunciar ante la prensa la existencia de gente “inescrupulosa que cobra por guiar a los migrantes”. Otra situación cuya solución pareciera no corresponder al gobierno que integra.

Se refiere a los llamados “coyotes” –delincuentes que ofrecen cruces de migrantes por pasos no autorizados, con la complicidad de funcionarios fronterizos–. A través de convocatorias en redes sociales prometen a cambio de dinero, protección y conocimiento de los lugares por donde violar las fronteras.

El argumento con que buscaron convencer en este caso a los desesperados es que el nuevo gobierno del presidente Biden, será más flexible con las normas migratorias que el del racista Trump, que consideraba a los países centroamericanos como “países de mierda”.

La realidad es que el nuevo gobierno de EEUU avanzará seguramente con la regularización de parte de los 11 millones de indocumentados que viven en su territorio, pero ha descartado expresamente la posibilidad de un trato especial para los migrantes. Distintos voceros del nuevo gobierno han instado a que eviten un viaje que puede ser mortal y que pone en riesgo su vida y el último dinero con que cuentan.

ESTADO COMPLICE

En América Latina se repite con banal frecuencia que una causa de su atraso es la ‘ausencia del Estado’ encubriendo una realidad flagrante: el Estado no está ausente. Está omnipresente pero comocómplice’ de todos los padecimientos que sufren los latinoamericanos.

Los motores fundamentales de la migración en los países del norte de América Central, no son nuevos. La pandemia y los huracanes resultan ahora nuevos ‘argumentos’ para los líderes políticos de la región que les permite “explicar” una vez más el desastre crónico de sus administraciones, signadas por la corrupción, los privilegios de una casta política y empresaria que se siente por encima de la ley y de sus conciudadanos.

Cuando la situación alcanza los actuales extremos, la gente decide huir de su tierra buscando un mejor destino y entonces aparece lo que acaba de suceder con esta última migración: la ‘presencia’ del Estado para el uso de la violencia.

Mujeres y niños migrantes fueron reprimidos como delincuentes y obligados a regresar.

Primero fueron las fuerzas de seguridad de la propia Honduras tratando de forzar a los migrantes a que vuelvan a la desprotección desesperada de la que están huyendo. Al mismo destino ‘sin destino’.

Mientras tanto, México hacía saber que estaba desplegando más de 500 agentes en Chiapas y Tabasco, estados fronterizos con Guatemala porque “no permitirá el ingreso irregular de caravanas de personas migrantes”.

Un poco más adelante, la caravana que viajaba rumbo a EEUU, logró sortear la línea de frontera entre Honduras y Guatemala y al grito de “queremos pasar” rompieron el cerco policial. Los propios policías guatemaltecos confesaron que habían recibido órdenes de usar gases lacrimógenos, pero “había muchos niños, muchas familias con menores de edad y en la oscuridad podría haber sido una tragedia”.

Pero el 18 de enero pasado, el gobierno guatemalteco ordenó que policías y militares disolvieran violentamente la caravana. La dura intervención contra la gente que permanecía al borde de una carretera fue en cumplimiento del acuerdo promovido por Trump denominado ‘Tercer país seguro’, que impone que los solicitantes de asilo lo hagan en el primer país al que lleguen.

Centroamérica y México dócilmente aceptaron el acuerdo que es el modo estadounidense de transferirles el problema… Las pruebas son evidentes: México aumentó las deportaciones en más de un 50% de mayo a junio 2020 y EEUU las redujo un 29%.

En la represión de la caravana, casi 1.500 migrantes fueron arrestados Otros golpeados y tratados como delincuentes. Entre ellos, muchos niños que ahora regresan a su país aterrorizados y heridos. UNICEF debió asistir a más de un centenar de niños.  Algunos heridos, extremadamente cansados o con traumas psicológicos, informó el sistema de la ONU en Honduras. Y varios viajaban solos.

Las agencias de la ONU debieron movilizarse para que las autoridades cesaran de emplear “la fuerza injustificada o excesiva contra los migrantes” y a la vez, brindar alguna ayuda, tanto a los obligados a retornar como a aquellos que se dispersaron.

Una parte de los migrantes fueron subidos compulsivamente a vehículos por las fuerzas de seguridad para devolverlos a Honduras y El Salvador. Y otros están regresando a pie. Se calcula que unos 4.000 migrantes han sido expulsados (3.962 según cifras del Instituto Guatemalteco de Migración, al 20.1.21. 208 de ellos menores). La mayoría procedentes de Honduras y grupos más pequeños de salvadoreños y nicaragüenses.

La fuerte represión policial mereció el repudio internacional y de la propia Procuraduría de Derechos Humanos (PDH) de Guatemala, un organismo oficial pero autónomo del gobierno. Augusto Jordán Rodas Andrade, su titular tildó de “deplorable e injustificable” la actuación contra familias enteras de migrantes, mujeres y niños.

Algunos grupos pequeños alcanzaron a dispersarse en los alrededores de Tecún Umán, frontera con México y aún permanecen estancados en Guatemala. Allí tratan de conseguir balsas con las que cruzar el río Suchiate y burlar la frontera mexicana. Otros están varados en Vado Hondo, un punto estratégico a menos de 50 kms de la frontera, desde donde es difícil continuar debido a la accidentada geografía del lugar.

A todos los espera un enorme despliegue de fuerzas ordenadas por López Obrador, con centenares de miembros de la Guardia Nacional, el Ejército y hasta la Marina dispuestos a cumplir lo pactado con el gobierno de EEUU.

Retornar a qué? Sin trabajo, vivienda, educación, salud… Los políticos han convertido su tierra en un “no destino”.

Todos esos grupos migrantes tienen algo en común: están solos y abandonados a su suerte. El último sueño de una vida mejor terminó una vez más en tragedia y desolación, obligados a volver…

EL NO LUGAR

El interrogante es ¿para qué? Migrar fue la respuesta final y desesperada de los que han perdido todo y no les queda nada. Cuál es la solución que ahora les proponen? ¿Retornar al “no lugar? La respuesta es el silencio.

La decisión de migrar es un acto desesperado. Es intolerable vivir en países de violencia incontrolada, en situación de pobreza extrema y donde lo poco que contribuía al arraigo fue arrasado por los huracanes y el cambio climático.

Sin soluciones de fondo en sus países o en alguna parte, lo volverán a intentar. Un informe de Naciones Unidas rescata la voz de algunos migrantes. Llorando, una mujer lo deja en claro: “(Quiero) cruzar para allá otra vez. Necesitamos que nos ayuden, que nos apoyen, porque no nos queremos regresar. Si vamos allá (a Honduras), vamos a nada”.

Familias desesperadas afrontan caminar 5.000 kms para encontrar un futuro. Lo intentarán una y otra vez…

Y un padre joven, de unos 30 años, que viaja con su mujer y dos hijos, confiesa su angustia: “Nosotros no tenemos nada. Perdimos todo, no tenemos casa, nada”. Marisol Domínguez, de 35 años, que viaja con su esposo huyendo de la violencia de los huracanes que le quitaron todo, busca una explicación a la violencia policial: “Esto es demasiado. Venimos de forma humilde. No estamos haciendo mal a nadie”.

A riesgo de su vida, Dania Hinestrosa, de 23 años, no quiere rendirse. Espera encontrar la forma de cruzar la frontera junto a una de sus hijas pequeñas. Tuvo que dejar en Honduras a otros tres hijos (dos gemelos de 4 y una niña de 3 años). Su trabajo de empleada doméstica no le permitía subsistir, confiesa a un grupo de periodistas: “De aquí no nos vamos hasta que nos dejen pasar, vamos a hacer una huelga de hambre, no tenemos trabajo ni comida por eso decidí viajar a EEUU”.

“La mayoría de los migrantes –dice Ugo Ramos, experto en salud de la Misión de la OIM para El Salvador, Guatemala y Honduras– lamentablemente no considera que migrar en caravana represente riesgos adicionales a su salud física o mental”. Pero los peligros son manifiestos. Como señala Jorge Peraza, jefe de la misión de la OIM “Hay un significativo número de personas migrantes en situación de vulnerabilidad ante grupos criminales que pudieran estar aprovechando la coyuntura para el tráfico ilícito de migrantes o para la trata”.

En este contexto, la desesperación combinada con información falsa y engañosa, incluso sobre posibles cambios en las políticas migratorias, a menudo difundidos intencionalmente por contrabandistas de personas y otras organizaciones delictivas, alimenta grandes movimientos irregulares de personas en caravanas que buscan acceso a la seguridad y a las oportunidades en el extranjero” advierte Michele Klein Solomon, directora regional de la OIM para Centroamérica, Norteamérica y el Caribe.

La historia no es nueva. En su informe al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, un grupo de expertos en 2019, aseguró que los migrantes centroamericanos son sometidos a secuestros, extorsiones, robos, reclutamiento forzado, abusos sexuales y violencia física en su camino hacia el norte, no solo por pandillas delictivas, sino también por miembros de la policía y del servicio de inmigración.

Las advertencias y diagnósticos se multiplican. Pero pocos señalan las condiciones de muchas mujeres y menores que han alcanzado EEUU y viven en condiciones de semi-esclavitud o de explotación sexual manifiesta (Ver Más Azul n° 13, octubre 2020, Matrimonio infantil en EEUU y otras aberraciones”).

Las naciones del norte de Centroamérica enfrentan sequías, escasez crítica de alimentos y pobreza profunda pero ni sus gobiernos ni de la comunidad internacional, han realizado un mapeo preciso de las necesidades existentes en las comunidades y regiones de donde parten los migrantes.

Se insiste en perfeccionar las regulaciones migratorias pero no en brindar el apoyo con el que los organismos y la comunidad internacional deberían contribuir al desarrollo, el freno a la corrupción y el crimen organizado y el empoderamiento de la ciudadanía para exigir rendición de cuentas a sus gobiernos.

Por el contrario la ayuda de EEUU a Centroamérica ha disminuido sustancialmente y ha dejado al nuevo gobierno de El Salvador –que manifiesta su voluntad de abordar las causas fundamentales del fenómeno migratorio– sin el menor apoyo, incluso en su lucha contra las ‘maras’. México por su parte, anunció un Plan de Desarrollo Integral para la región pero nunca destinó los recursos necesarios para ejecutarlo.

Los esfuerzos para que las migraciones no se reproduzcan una y otra vez no pueden basarse en “soluciones de seguridad” como el incremento del uso de la fuerza y la multiplicación de los controles fronterizos. La respuesta a las migraciones está en posibilitar a Centroamérica un desarrollo sostenible que permita la eliminación de la pobreza.

El gobierno de El Salvador parece haber iniciado el camino correcto con su Plan Estratégico Cuscatlan con 262 proyectos que incluyen el desarrollo integral de dos Franjas territoriales (la del Norte –donde se encuentra el 75% de la pobreza extrema del país– y la del Pacífico –que permite multiplicar por seis el territorio con el aprovechamiento de los recursos costero-marinos–, la reconversión agrícolo-industrial basado en las nuevas tecnologías que incluye el mapeo referido; y el proyecto Mi Nueva Escuela destinado a mejorar las condiciones educativas con nuevos métodos y herramientas, siguiendo las recomendaciones del estudio Head Project, de la Universidad de Salford (Reino Unido). 

Las soluciones de mediano y largo plazo requerirán de nuevas herramientas de innovación social que favorezcan el desarrollo económico, social y educativo. Sin medidas de fondo los flujos migratorios reaparecerán una y otra vez. La energía social es como el agua: encuentra siempre su camino…