La degradación ambiental es alarmante. La humanidad enfrenta una serie de enormes y difíciles desafíos que debe resolver en un breve espacio de tiempo, si pretende frenar las catastróficas consecuencias del cambio climático. Hay que terminar con el petróleo y lograr una rápida transición hacia una energía limpia; eliminar el hambre y la pobreza; detener el deterioro de la biodiversidad; salvar los océanos y las demás fuentes de agua (ríos, lagos y napas subterráneas); y construir un nuevo modelo de producción y consumo, que nos permita –como reclama Naciones Unidas– reconciliarnos con la naturaleza.
La ventana de tiempo que nos queda para alcanzar esos resultados es exigua. A ello debe sumarse que las previsiones científicas nos remiten al escenario de un mundo con más de 9.000 millones de habitantes (9.200 en 2040 y 9.700 en 2050).
La creciente expansión demográfica agrega entre otros (vivienda, ciudades, seguridad, etc.) un problema más: cómo abastecer de comida para la subsistencia de esa población y qué rumbos deberá tomar la producción de alimentos.
Los expertos en materia alimentaria entienden que para alcanzar los enormes volúmenes que esa demanda requerirá, se necesita de los océanos. Es la única forma de no expandir la agro-ganadería y seguir avanzando con la deforestación del Planeta.
Peter Thomson, enviado especial del Secretario General de Naciones Unidas para los Océanos, no duda: “El potencial de la economía azul sostenible (desarrollo de las actividades económicas oceánicas de forma integrada y sostenible) para alimentar al mundo es inmenso. No hay que olvidar que el océano cubre el 70% de la superficie del planeta y que mucho más del 90% del espacio habitable del planeta está bajo la influencia del Océano”.
Para las diversas agencias de la ONU, los océanos pueden convertirse en un aliado extraordinario para lograr la erradicación global del hambre. FAO, por ejemplo, en su Informe mundial 2020 sobre pesca y acuicultura, advirtió que el deterioro de las reservas pesqueras y la captura excesiva de peces en su hábitat natural se han convertido en un problema crítico y permanente. En la actualidad, un 30% de especies no se encuentra dentro de niveles biológicamente sostenibles y cerca del 60% están cerca de alcanzar esos mismos niveles.
Por ello, para FAO en los próximos años, es necesaria una gestión adecuada de los recursos marinos para que desempeñen un papel importante en la producción de alimentos. Para el organismo de Naciones Unidas, la acuicultura no solo liderará el mercado de los alimentos de origen marino, sino que deberá tener un papel transformador en la alimentación de la población mundial.
Para cumplir con los volúmenes de producción alimentaria que requerirá una población mundial de semejante orden, el cultivo de especies acuáticas no deberá limitarse a peces y moluscos sino también a vegetales (ver Más Azul n° 20, mayo 2021, “Algas marinas: la solución en los océanos” y n° 1, oct.2019, “Cambiar nuestra dieta”)
La acuicultura en sentido amplio es uno de los sectores de producción de alimentos de más rápido crecimiento en el mundo y de mayor potencial. Como señala Thomson, una ‘economía azul’ servirá para alimentar a todo el mundo: “Los océanos nos proporcionarán una gran parte de los alimentos nutritivos que necesitamos mediante el desarrollo de nuevas formas de acuicultura sostenible con especies y piensos adecuados, la maricultura (el cultivo de las plantas y animales marinos), el cultivo de mariscos y prestando una mayor atención a las macroalgas para la alimentación humana y animal”.
Según FAO, en 2018 la acuicultura alcanzó un récord productivo histórico de 114,5 millones de toneladas (82 mill. de animales acuáticos y 32 mill. de algas) contra 96,4 millones de la pesca de captura (84,4 mill. de captura marina y 12 mill. de captura continental). Y se ha convertido en una importante fuente de pescado para el consumo humano.
Los países asiáticos lideran la producción de pescado en piscifactorías con un 89% del total. China sigue siendo por lejos el mayor productor mundial de pescado: 62,2 mill. de tns (47,6 acuicultura y 14,6 de pesca de captura). Lo sigue Indonesia y Perú.
El aumento constante del consumo mundial de pescado per cápita ya es una tendencia sostenida que pasó de los 9 kgs (1961) a los 20,5 kgs (2018).
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la ONU para alcanzar un mundo más justo y sostenible (Agenda 2030), tienen en el desarrollo de la acuicultura un factor importante. Por ejemplo, la Plataforma de Acción Empresarial Oceánica Sostenible del Pacto Mundial de las Naciones Unidas promueve el ODS 2, que busca eliminar el hambre en el mundo, fomentando la producción de alimentos marinos sostenibles.
Asimismo la acuicultura está presente en las metas incluidas en el ODS 14, que busca el uso sostenible de mares, océanos y recursos marinos, una gestión eficaz de los océanos y el establecimiento de normas para reducir la pesca excesiva, la contaminación marítima y la acidificación de los océanos.
De igual manera, está en línea con el ODS 13, en tanto los productos alimentarios marinos generan una baja huella de carbono –comparados con los de la agro-ganadería terrestre–. En consecuencia, la acuicultura constituye una herramienta positiva para contribuir a la adopción de las medidas urgentes que requiere la lucha contra el cambio climático.
En la Mesa de Directores generales de la industria de productos marítimos 2020, que fue convocada por el Pacto Mundial de Naciones Unidas, se subrayó el papel central que los productos del mar deben desempeñar en la alimentación de una población mundial en aumento y se reclamó que la acuicultura y la pesca formen parte de un futuro sistema alimentario sostenible.
Nadie duda del importante papel que la acuicultura tendrá en la matriz alimentaria del futuro en términos nutricionales como de seguridad alimentaria. Pero ello requerirá conversiones y reformas en cuanto a la sostenibilidad de sus métodos.
Las experiencias iniciales en el sector tuvieron fuertes cuestionamientos ambientales y sanitarios. Tanto se tratara de encierros terrestres para los peces hasta que alcanzaran un tamaño comercial, como del desarrollo de jaulas flotantes de crianza, debido al impacto ambiental negativo de los efluentes y de los antibióticos utilizados para controlar la sanidad de los cardúmenes.
Entre los efectos perjudiciales de la acuicultura se destacan: la destrucción de los hábitats marinos, el uso de medicamentos veterinarios y productos químicos perjudiciales y la generación de residuos.
Chile, 2° productor mundial de salmones de cultivo es un triste ejemplo de la mala reputación alcanzada por el sector. La salmonicultura chilena es cuestionada no solo por las organizaciones ambientales sino por los científicos y los propios trabajadores de la industria.
Ha acumulado una serie de desastres ambientales que puso en cuestión a la acuicultura en ese país. El uso abusivo de antibióticos genera lo que se conoce como resistencia bacteriana, con graves consecuencias para la salud humana, como alertó la OMS.
La voracidad empresaria acumuló tal sobrepoblación de salmónidos, que en 2007 provocó un brote del virus ISA. En 2016, 9.000 tns de salmones muertos fueron vertidos al mar en Chiloé agravando la marea roja. En 2018 se fugaron por deficiencias empresarias más de 700.000 salmones, lo que según los científicos puso en riesgo la subsistencia de especies nativas.
A ello hay que agregar la generación de condiciones anaeróbicas por consumo de oxígeno y la ocupación de ‘zonas prístinas’ como la reserva de biósfera Cabo de Hornos que son refugios de biodiversidad.
En Argentina, la implantación sin los debidos resguardos de una productora de ostras japonesas en el sur de la provincia de Buenos Aires trajo como consecuencia la expansión de esa especie que depredó las ostras nativas mucho más pequeñas y se ha extendido a lo largo de cientos de kilómetros destruyendo playas turísticas y avanzando sin control sobre los ecosistemas costeros.
Científicos de ese país y Uruguay (ver informe Rev Aquatic Invasions de Evangelina Schwindt y otros) han denunciado que cada 178 días se produce una nueva invasión biológica marina en el Atlántico de ambos países, introducida por los barcos asiáticos que pescan en la región.
Esos problemas los reconoce el propio Martin Exel, director general de Seafood Business for Ocean Stewardship (SeaBOS), quien considera que el sector de la acuicultura tiene la culpa de su mala reputación: “Hemos contado con malos representantes, que cometieron errores y, honestamente, rompieron las reglas”.
En la actualidad, los productores acuícolas parecen estar verificado los perjuicios de aquellas malas prácticas para sus negocios y están apostando a que la intensificación de la producción se dé en el marco de un crecimiento sostenible.
La industria parece encaminarse hacia sistemas acuícolas amigables con el ambiente que permitan realizar un mejor uso de los recursos naturales, integrar la acuicultura con otros sistemas de producción para aprovechar de forma eficiente el uso de los recursos e incrementar la producción por metro cúbico de forma sostenible, en base a adoptar los importantes avances registrados en la actividad acuícola en biotecnología, biología, ingeniería, etc.
Sin embargo, la noruega Wenche Grønbrekk es optimista. Directiva de Cermaq, empresa de cultivo de salmón en Noruega, Canadá y Chile, es a la vez, presidenta en su país de la representación del Pacto Mundial, donde reúne a un grupo de empresas que han acordado trabajar bajo los lineamientos de los ODS de Naciones Unidas.
También reconoce los problemas ambientales que provoca su sector y que deben corregirse, pero busca disculparlos. Considera que “la producción de pescado de piscifactoría es todavía relativamente joven y, pese a su mala reputación, se ha convertido en una industria muy avanzada. Actualmente se basa en la sostenibilidad y, por ejemplo, la cría de salmón representa la modalidad de acuicultura más avanzada tecnológicamente”.
Su optimismo se asienta en su percepción de la existencia “de una verdadera voluntad de elevar los estándares de la industria y comprender que, trabajando juntos en cuestiones de desarrollo sostenible, todos saldremos beneficiados”. Sus estimaciones consideran que la actual capacidad de producir de manera sostenible, alimentos marinos de cultivo podría multiplicarse por seis.
La FAO aconseja el uso de energías alternativas, para aprovechar al máximo los recursos naturales y minimizar el impacto ambiental. La utilización de herramientas tecnológicas vinculadas al control de la calidad del agua, la alimentación de los peces y el manejo de los residuos constituyen el camino hacia una “nueva acuicultura” que permita incrementar la producción de alimentos sanos y que atiendan los desafíos ambientales.
Para Exel, como director de SeaBOS, que reúne a las mayores empresas del sector, es necesaria una reducción del uso de antibióticos en la acuicultura que perjudican la salud humana. Pero está convencido de que la industria de la acuicultura está marchando en la dirección correcta y que representa la mejor forma de ayudar a alimentar a una población mundial creciente.
Una serie de innovaciones tecnológicas se están introduciendo en acuicultura (genómica y otras) que permiten importantes avances en nutrición, reproducción, prevención y tratamiento de enfermedades, crianza selectiva, entre otros, para la diferentes especies empleadas en la acuicultura.
Asimismo hay adelantos en la modificación genética para un crecimiento más rápido y resistencia a enfermedades de más especies acuícolas para consumo humano.
Otro campo de innovaciones proviene del uso de las tecnologías de la información y comunicación (TICs) que impactan de forma positiva en la optimización de los procesos acuícolas con el surgimiento de las “granjas acuícolas inteligentes”.
Las mismas se basan en el uso de sensores para el monitoreo de parámetros de cultivo, robotización y automatización de determinadas fases de la producción, el uso de drones en procesos de cultivo y cosecha, etc.
Y en el terreno de la comercialización, el uso del blockchain empieza a constituir una realidad en el comercio mundial de pescados y mariscos, que permitirá las certificaciones y la trazabilidad de los productos marinos.
Para lograr una acuicultura saludable y sostenible es perentorio que los productores incrementen su colaboración con la ciencia a fin de resolver de manera eficaz los desafíos de la producción de alimentos marinos de cultivo.