Intereses comerciales y cacería salvaje

21 jul 2021

Frente al dramático cuadro del deterioro ambiental del Ártico, una de cuyas expresiones es el peligro de extinción de los osos polares, la insensatez humana muestra no tener límites.

Aunque muchos gobiernos e instituciones coinciden en que ambas situaciones representan un gravísimo llamado de atención sobre las consecuencias severas para el sistema climático global, la estupidez reina. Parece elegante tener la piel de un oso polar como alfombra y mudo testigo de la imbecilidad de su dueño.

“Es un símbolo de posición social, no hay duda. No es diferente a llevar un diamante o un abrigo de piel de marta”, afirma Calvin Kania, dueño de FurCanada, una empresa canadiense que vende alfombras de osos polares y osos disecados. Una alfombra de oso polar ronda entre 13.000 y 17.000 dólares

Considerada una especie vulnerable a la extinción, incluida en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN, sin embargo, en buena parte del territorio que el oso polar tiene como hábitat, es legal salir a cazarlos.

Canadá –que se considera a sí mismo un país con preocupaciones ambientales– permite la cacería de osos polares con el argumento de que es sostenible (sic!!). Algo que el experto Ole Liodden, niega rotundamente en su libro Polar Bears and Humans y que la disminución de su población global demuestra de manera lacerante.

El territorio canadiense alberga casi dos tercios de la población total de osos polares. Pero desde hace décadas, permanece como el principal coto de caza. Mientras el gobierno central sostiene que es posible cazarlos de forma sostenible –dos machos por cada hembra– los gobiernos provinciales y territoriales otorgan cuotas de caza anuales a cambio de licencias pagas.

Autoridades a cargo de la gestión de los osos polares del Servicio de Vida Silvestre canadiense, como Samuel Iverson, aconseja alegremente: “Si quieres asegurarte de que no cazas demasiado, debes prestar atención a la cantidad de hembras que cazas”.

Los cazadores acompañan esa estupidez con su adicción a las pieles blancas y abrigadas de sus víctimas. Pero de las 19 zonas detectadas en el mundo con poblaciones de osos polares solo 9 reportan datos, en general, alarmantes.

La estupidez humana no tiene límites…

Las argumentaciones de Iverson provocarían burlas y risas si no fueran tan lamentables. Afirma que el cambio climático podría convertirse en un problema para los osos polares en el futuro, pero que en la actualidad “la población total de osos polares de Canadá está sana”. El funcionario canadiense a cargo de la supervivencia de los osos polares considera que la cacería de los últimos 30 años en Canadá “no pone en peligro a los osos polares”. Y explica por qué: “como las poblaciones se evalúan y las cuotas se ajustan cada pocos años (cada 5 a 15 años, nota redacción), las cuotas futuras tendrán en cuenta los efectos del cambio climático”.

Drikus Gissing, director de gestión de fauna silvestre de Nunavut, el territorio más septentrional de Canadá, comparte esa ‘lógica admirable’. Como cada subpoblación es evaluada por el gobierno provincial o territorial cada 5 a 15 años, las cuotas de caza se ajustan a esa evaluación: “No podemos gestionar basándonos en lo que podría ocurrir dentro de 50 años… Si la banquisa desaparece por completo en zonas determinadas, los osos desaparecerán con ella… No podemos cambiar el ecosistema para acomodar a esos animales”.

Es decir, que cuando haya menos osos se podrá cazar menos y cuando no haya más no se podrá cazar ninguno… La estupidez no tiene límites!!! Los osos desaparecerán pero ellos creen que los humanos no pertenecen a la misma naturaleza y su supervivencia no está también en juego.  

Sobre esa estupidez se fundamenta que en Alaska (EEUU) y en el extremo norte de Canadá se permita a los inuit –indígenas nativos– cazar osos polares para consumo de carne y pelaje como forma de supervivencia, pero a cualquiera que pague una licencia para matar. Algo que también sucede en algunas regiones de EEUU que autorizan la cacería ‘deportiva’ con determinadas cuotas de ejemplares abatidos por cazador.

Según la ONG Polar Bears International, quedan menos de 25.000 animales salvajes. Por ejemplo, la población de las inmediaciones del mar de Beaufort, descendió casi 40% en la década 2001-2010, (de 1.500 a 900 ejemplares).

Por las condiciones de sus territorios, la evaluación de la situación y los recuentos de osos polares son difíciles y costosos. De las 19 sub-poblaciones en las que se dividen los 25.000 osos polares supervivientes (según estimación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza-UICN), solo hay información parcial en 9 de esas poblaciones, lo que explica algunas voces contradictorias sobre la exacta situación que enfrentan los osos polares.

Duerme bajo la mira de un cazador que paga miles de dólares por matarlo.

En medio de ese panorama, Noruega, se erige como modelo de actuación: desde 1973 ha prohibido la cacería sin excepción ninguna y por eso es el único país que mantiene tasas del 20% de crecimiento de la población de osos polares.

La determinación de Noruega rompe además un mito. Como explica Liodden, en el archipiélago de Svalbard –en el mar de Barents, entre Noruega y el Polo Norte– donde se ha perdido más del 50% del hielo desde los años 80, la población de osos polares permanece estables (241 en 2005 y 264 en 2015). Lo que muestra la importancia depredatoria de la cacería y su responsabilidad en la extinción, además de los efectos del cambio climático.

En abril de 2011, Rusia prohibió también la caza del oso polar en su territorio. Vladimir Putin consideró que es un paso en la protección de esa especie –cuyo hábitat está en peligro por el deshielo y la cacería– y propuso la inmediata ilegalización de esta práctica en todo el mundo.

Hasta ese momento Rusia tenía un acuerdo con EEUU, que le permitía a los pueblos indígenas de las regiones polares de Chukotka (extremo oriente) y Alaska, la cacería de 29 osos en cada territorio, para alimentación, ropa y mantas, lo que había sido criticado por las organizaciones ecologistas.

Le Monde Dilomatique en español en un artículo titulado “El oso polar, un animal geopolítico” había afirmado –no sin cierta petulacia y deficiencia informativa– que ésa era “una dimensión de la que las organizaciones medioambientales no siempre son conscientes, de la misma forma que no evalúan el papel de los pueblos autóctonos”. Y pretendiendo ‘fumar bajo el agua’ enredaba la prohibición de cacería con objetivos geopolíticos ligados al codiciado territorio del Ártico.

Nadie puede pretender el descongelamiento del Ártico. Y menos Rusia. La retracción del hielo ártico significaría que el metano que alberga buena parte del territorio ruso debajo del permafrost, empezaría a filtrarse –ya lo está haciendo en menor volumen– y constituiría “una bomba climática” de consecuencias colosales para el Planeta.

EL ARTICO COMO ALARMA

En la primera parte de este artículo (Ver Más Azul n° 21, junio 2021, “Los osos polares y el colapso del Ártico-I”) señalábamos que la supervivencia de los osos polares reviste una singular importancia. Es necesario advertir que el Ártico actúa como una alarma del sistema climático global y que el oso polar es un testigo privilegiado y la primera víctima de lo que allí sucede.

Su supervivencia o no, adelanta los problemas que podrían desencadenarse para la población mundial. “En la última ocasión en que el Ártico alcanzó unas temperaturas ligeramente más cálidas que las actuales, hace unos 125.000 años –explica Jennifer Francis, especialista en el cambio climático del Ártico la superficie oceánica estaba entre 4 y 6 metros más elevada. Adiós a Miami, Nueva Orleans, gran parte de la ciudad de Nueva York y de Silicon Valley, así como a Venecia, Londres y Shanghái”.

Cuando hablamos de la dramática situación de los osos polares, estamos anticipando que el rápido calentamiento del Ártico tiende a alterar el clima del resto del Planeta y advierte sobre fenómenos meteorológicos extremos en Norteamérica, Europa central y Asia que afectarán la vida de millones de personas. (Ver Más Azul, “Bienvenidos al cambio climático” en este mismo número, julio 2021).

El proceso marcha a velocidades impresionantes. La extensión de hielo ártico veraniego se redujo en solo 40 años a la mitad. Francis alerta que el océano ártico podría perder todo su hielo en el verano de 2040. (Ver “The Arctic Is Breaking Climate Records, Altering Weather Worldwide”).

El ritmo del deshielo en Groenlandia ha pasado de 33.000 millones de toneladas anuales en la década de 1990 a 254.000 millones de toneladas anuales año en la última década. Lo que significa que se ha acelerado siete veces en casi tres décadas. (Ver Más Azul, “El hielo de Groenlandia se derrite a velocidades récord”, n° 4 enero 2020)

Péter Mólnar, un ecólogo canadiense, profesor de la Universidad de Toronto, junto a un grupo de colegas, ha realizado una investigación sobre los efectos del cambio climático que están soportando  los osos polares de su país, que permitió pronosticar la evolución de 8 de las 14 poblaciones existentes.

Si no ocurrieran cambios en la lucha contra el calentamiento global, el “fracaso reproductivo sería inevitable para los osos de la Bahía de Hudson y del Estrecho de Davis a partir de la década de 2060 y para la de 2080, es probable que los osos adultos de esas regiones hayan muerto de hambre”, pese a su capacidad de ayunar durante meses.

Quizás en las siguientes décadas sólo puedan sobrevivir algunos ejemplares en las Islas de la Reina Isabel en el área más septentrional del archipiélago ártico de Canadá. Los osos polares se están volviendo más delgados y tienen menos cachorros. El derretimiento del hielo marino es el culpable.

Y para el 2100, es inevitable que estas poblaciones experimenten un fracaso reproductivo, lo que llevará a su extinción si los países no reducen drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Es lo que afirma el estudio de Mólnar y ots. (Nature Climate Change, 20 julio 2020). Por primera vez la ciencia predice la probable desaparición de esta especie icónica.

“Soy muy consciente –afirma Mólnar– que la historia que estamos contando es sombría… el elemento de esperanza, de que no estén completamente condenados es si cambiamos nuestro comportamiento”.

LA VOZ DE LA ESTUPIDEZ

Pese al clamor de la comunidad científica sobre la gravedad de ese proceso, la estupidez humana genera noticias increíbles: Groenlandia prevé temporadas de caza deportiva y Canadá persiste en autorizar la caza de osos polares, como si nada sucediera.

En medio de una humanidad que se debate ante los desequilibrios que provoca el cambio climático y mientras crece la conciencia –como afirma Inger Andersen, Directora del PNUMA–de que necesitamos reconciliarnos con la naturaleza, un grupo de estúpidos paga por matar osos polares en extinción para “gozar” de un cabeza sobre su chimenea, una alfombra y una foto exhibiéndose ante una presa con la que ni siquiera tuvo que luchar ni correr el menor riesgo. Solo pagar una licencia para exterminar osos que ni siquiera los funcionarios encargados de su cuidado, defienden.

Anuncios comerciales para celebrar la extinción.

Pero no se trata solo de estúpidos. Hay detrás un grupo de inescrupulosos “negociantes”, que organizan los viajes, proveen los vehículos, las carpas con calefacción y campamentos con avanzada tecnología. Ofrecen un guía de osos polares y el equipo de perros durante la caza.

Arreglan además con los inuit para que cedan sus ‘cuotas de caza’ a cambio de hacer de guías de los cazadores, participan en el negocio del acondicionamiento de la presa (taxidermia)y muchas veces, en el traslado ilegal del trofeo.

Uno de estos intermediarios que opera desde hace más de 20 años en Canadá, reconoce que aprovechan los ‘sistemas de cuotas’ establecidas para los inuit para cubrir la demanda de ejemplares de quienes estén dispuestos a pagar.

Se cree el número de empresas de caza especializadas que ofrecen viajes al círculo polar ártico va en aumento. El grueso de los clientes provienen de cuatro grandes países contaminadores: Canadá, Estados Unidos, Reino Unido y China.

Los cazadores los matan por sus lujosas pieles, pero los científicos consideran que además de exterminarlos están contribuyendo a invertir la selección natural ya que matan a los ejemplares más grandes, con mayor resistencia para nadar y hacerse de sus alimentos.

Los tours de esta “cacería deportiva” llegan a costar miles de dólares y se han popularizado. Las matanzas de osos se ofrecen en redes y publicaciones, donde exhiben imágenes de cazadores con los animales sacrificados, asegurando “altas tasas de éxito y buena calidad de trofeos”.

Se calcula que su actividad ha acarreado la muerte de 5.000 osos polares en los últimos años, es decir una quinta parte de la población total.

La cacería se ha multiplicado porque es más fácil hallarlos, como explica Nikita Ovsyanikov, ecólogo conductual ruso y miembro del grupo de especialistas en osos polares de la UICN: “El aumento de los avistamientos de osos no significa necesariamente que haya más osos, sino que los animales pierden banquisa y pasan más tiempo en tierra. Cuando vemos muchos osos polares a nuestro alrededor o cerca de nosotros, cerca de nuestros asentamientos e infraestructuras en el Ártico, no es un indicador de que esté aumentando la cantidad de osos polares… Es un indicador de que están en peligro”.

Y su peligro es el nuestro. Los osos polares son nuestras alarmas en el Ártico. Su extinción solo sería el preanuncio de que no hemos sido capaces de detener el cambio climático.