Mientras otros sectores realizan transformaciones innovadoras

21 Ago 2021

La dramática advertencia que el IPCC dio a conocer este mes con su sexto Informe de Evaluación sobre Cambio Climático,señalando que los efectos provocados por el modelo industrial de producción y consumo de los últimos 150 años han trastornado el clima en la Tierra y que algunas de sus consecuencias son irreversibles, no parecen conmover a algunos sectores económicos.

Tampoco que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, proponga a los líderes del mundo una acción conjunta con medidas “rápidas y drásticas”: “Si combinamos fuerzas ahora, podemos evitar una catástrofe climática. Las campanas de alarma son ensordecedoras y la evidencia es irrefutable…

Aunque quien representa los intereses del concierto de las naciones advierta que el nuevo Informe deberá ser una ‘sentencia de muerte’ para el carbón y los combustibles fósiles, antes de que destruyan el planeta”, ciertos intereses están dispuestos a hacer oídos sordos a la emergencia, aunque los desastres climáticos empiecen a golpear en sus puertas en EEUU, Alemania, Bélgica, Países Bajos, China o Reino Unido.

Las petroleras apuestan a la destrucción del Planeta, mientras otros sectores realizan transformaciones innovadoras.

Sorprende que ante la publicación del Informe todavía aparezcan necios (así define el diccionario a los que insisten en los propios errores o se aferran a ideas o posturas equivocadas, demostrando con ello poca inteligencia) o imbéciles (que son aquellos que se comportan con poca inteligencia porque como aseguraba Balzac, “no tienen más que una idea en la cabeza”) publicando artículos negacionistas, asegurando que no existe el cambio climático de origen humano.

La imposibilidad de desfosilizar sus neuronas puestas al servicio de justificar a lo largo de su vida solo  sus intereses crematísticos, sostienen una vez más que “no existe emergencia climática”; que el calentamiento responde a factores naturales; que es  mucho más lento de lo pronosticado por el grupo de expertos de la ONU (IPCC); que el CO2, pese a su mala fama, es la ‘base de toda vida en la Tierra’; que el calentamiento global no ha aumentado los desastres naturales; y que, en definitiva, “no existe causa de pánico ni alarma” y que “buena parte de las bienaventuranzas se deben al descubrimiento y la ‘domesticación’ de los combustibles fósiles”. Mostrando quiénes son sus mandantes y qué intereses representan.

El mundo en transformación

Pero no todos los sectores industriales muestran esa misma irresponsabilidad. La preocupación verde empieza a hacerse cada vez más visible en diversos sectores de la economía, en tanto las consecuencias del cambio climático impactan en sus actividades.

El compromiso europeo de lograr la neutralidad climática para el 2050 está impulsando una importante transformación de la sociedad y la economía europeas. A través del Pacto Verde, el objetivo es que esa neutralidad sea rentable, justa y socialmente equilibrada.  

El impulso decidido de las autoridades europeas a favor de la sostenibilidad está aumentando la conciencia de las empresas acerca de las oportunidades que se presentan. Y las inversiones en esa dirección avanzan rápidamente aún en plena pandemia.

Pero, desde luego la velocidad de la transformación verde no es igual en todos los sectores. Algunas actividades empiezan a desarrollar cambios profundos e innovadores avances hacia una redefinición completa de lo que fue su accionar por décadas.

Halcones y tortugas

Nadie duda que el eje de todos los cambios y la madre de todas las batallas sea la producción de energía y la dependencia adictiva a los combustibles fósiles. Por tanto, el desafío reside en cómo romper con la carbonización de la economía.

Los avances logrados en materia de fuentes renovables (energía eólica o solar a precios muy competitivos) permiten acelerar ese proceso. Algunas actividades que se encuentran en un proceso de conversión más intenso están traccionando una creciente tendencia verde de la economía global. (Ver Más Azul n° 11, ago 2020 “Tres grandes avances en energía solar” y n°14, nov. 2020, “Avances mundiales en energías renovables”).

Para avanzar hacia la descarbonización y abandonar el combustible fósil, las industrias del automóvil, el transporte y la logística son sectores decisivos. La buena noticia es que muestran importantes acciones en esa dirección.

En la industria automovilística y del transporte (tanto en la movilidad urbana como en transporte pesado y ligero) las coincidentes regulaciones establecidas por la UE y China, están permitiendo avanzar a pasos agigantados. Con mayor retraso y menos estímulos, unos quince estados de EEUU, entre ellos California, también han establecido normativas ambientales para promover la sostenibilidad.

En los modelos actuales de movilidad urbana, los vehículos han ocupado el centro de la atención y dominado el espacio público. La ciudad dejó de ser el lugar para el desarrollo de las personas. Los ciudadanos fueron sustituidos por los vehículos como actores principales. En tanto la ciudad crecía, las demandas a atender eran las que convocaba el automóvil hasta llegar a un modelo irracional, insalubre e insostenible.

El cambio de paradigma apuesta a defender una ciudad diseñada para las personas, con mejor infraestructura peatonal y para ciclistas; segura, conectada y accesible; con mayor y mejor transporte público no contaminante; y desarrollo de espacios públicos de calidad (bosques urbanos, parques, etc).

El impulso hacia la electrificación del automóvil es tal que, pese a la pandemia, la producción y venta de los vehículos eléctricos e híbridos enchufables se duplicó en 2020. La UE pretende que 30 millones de coches eléctricos estén circulando en 2030.

La producción de coches eléctricos es liderada por China con más de 1,2 millones (2019) un 20% más que el resto del mundo junto. Y se ha propuesto que en 2035, el 50% de las nuevas matrículas sean eléctricas. Es a la vez, el primer mercado de vehículos eléctricos y cuenta con una de las industrias más desarrolladas, con unas 60 empresas fabricantes (nacionales ya establecidas; conjuntas con fabricantes extranjeros –Tesla, Nissan, GM, VW, etc.– y la mayoría, completamente nuevas –Byton, Faraday Future, Lucid Motors, Nio, Polestar, Seres, etc–).

En Europa, Noruega se propone que sus vehículos nuevos sean eléctricos e híbridos enchufables a partir de 2025. Es el país del mundo con mayor cuota de esos vehículos: 75%, seguido por Islandia (45%), Suecia (32%), Países Bajos (25%) y Finlandia (18%. A nivel mundial ya hay 13 países (la mayoría europeos) que lograron que los vehículos eléctricos superaran el 10% de las ventas totales de automóviles nuevos.

También empresas de Japón y Corea del Sur están intensamente comprometidas con la transformación. La disrupción en la industria automotriz es tal que la japonesa Toyoya tiene en desarrollo una ciudad experimental del futuro (Woven). Al pie del monte Fuji, en un predio de 70 hectáreas, construye un revolucionario prototipo de ciudad futurista que estará concluida a fines del 2023 y habitada en 2025.

Totalmente sostenible, donde la energía provendrá del sol y del hidrógeno servirá para poner a prueba en un entorno real, la compatibilidad entre el cuidado del medioambiente, la autonomía, la robótica, la inteligencia artificial y la movilidad personal, y con un nuevo equilibrio entre vehículos eléctricos, formas alternativas de movilidad, personas y naturaleza.

La encrucijada logística

En materia logística, la encrucijada pasaba por garantizar un transporte sostenible, lo que implica una transformación profunda del camión tal como lo conocemos. Era el cuello de botella de un sector importantísimo para reducir emisiones. Tras años de dubitación, los grandes fabricantes de camiones comprendieron que no hay más tiempo y avanzan hacia la electrificación.

Avión, tren y transporte marítimo pueden ser respuestas adecuadas para largos trayectos (que también requerirán adecuaciones hacia la descarbonización total) pero el transporte de mercancías por camión –insustituible para la entrega final– con su elevada participación en carreteras con el consiguiente volumen actual de emisiones que genera, era decisivo a la hora de su adecuación.

Hubo intentos de algunas empresas de logística de mejorar la gestión, la planificación de rutas, trayectos y flotas, pero no eran suficientes. Como tampoco las innovaciones en nuevos asfaltos o neumáticos que reducen el rozamiento, etc.

En materia de camiones, la industria automovilística está protagonizando algunos notables avances. Desde vehículos de transporte ligero, autónomos y de reparto por drones (Vison Van M. Benz) a camiones de carga pesada como el eActros, (cuya producción en serie está prevista para este año) o el poderos GenH2 Truck a hidrógeno (con 1.000 kms. de autonomía y 25 toneladas de carga), ambos de Mercedes Benz. Hyundai –que ya puso su modelo XCIENT,  primer camión de alto tonelaje con sistema motriz alimentado por hidrógeno, con una autonomía de 400 kilómetros y recarga en 8 a 20 minutos– anunció que este año será el inicio hacia su ‘liderazgo mundial en electrificación de vehículos’. Para 2025 habrá lanzado 23 líneas de vehículos ecológicos, y vendido más de 1 millón de vehículos (10% de cuota del mercado), dirigido a electrificar los mercados surcoreano, estadounidense, chino y europeo para 2030, y Brasil e India para 2035.

Mercedes-Benz GenH2: el camión a hidrógeno que promete 1.000 kms de autonomía.

El Tesla Semi, un camión totalmente eléctrico y semiautónomo, capaz de llevar hasta 36 toneladas a una velocidad de 105 kms/hora de velocidad promedio, es otra de las innovaciones en transporte pesado. El gigante del comercio electrónico Amazon, también se plantea reducir sus emisiones, ya que se trata de una de las empresas más contaminantes del Planeta (51,7 millones de toneladas de CO₂, en 2019; lo mismo que algunos países europeos). Para ello, anunció la compra de 100.000 furgonetas eléctricas Rivian-Amazon para operar su distribución. Las primeras 10.000 se prevé que circulen el año próximo.

Los que se resisten

Pero siguiendo los lineamientos y exigencias de la industria petrolera no faltan los lobbies y reclamos como el que encabeza la Organización Internacional de Fabricantes de Vehículos a Motor (OICA) que –sin considerar las oportunidades de nuevos negocios que se abren– insiste en la “imposibilidad de una  transición tecnológica rápida” y se resiste a las inversiones requeridas, reclama subsidios y asistencia y limitar la presión regulatoria de la sostenibilidad. Es decir: la parálisis para que todo siga igual.

Tratando de parecer “verde” (greenwashing) OICA se queja de “una tendencia en la legislación de centrarse exclusivamente en las emisiones de CO2 de los nuevos vehículos en lugar de incluir a todas las partes relevantes”. Parece una propuesta sensata si no fuera porque encubre la decisión de elegir caminos mucho más lentos que los que plantea IPCC-Naciones Unidas.

Es necesario terminar YA con los combustibles fósiles, si queremos sobrevivir y, luego, podremos avanzar con mejoras para reducir la contaminación que producen otros componentes de un vehículo.

Cuando se “deconstruye” la propuesta, descubrimos que OICA sugiere “mejorar el rendimiento de los nuevos automóviles y camiones para reducir su media de emisiones de CO2, apostando al uso de fuel alternativo” (combustible fósil contaminante) y que los gobiernos apoyen su producción y construcción de las infraestructuras para su uso masivo (Es decir, negocio redondo: seguimos con el petróleo y bajo una “seudo bandera verde” hacemos que los Estados nos sigan subsidiando como hace décadas).

El descaro de la propuesta llega al colmo de pedir “nuevos impuestos” para gravar a los consumidores (lo que nunca aceptan sobre sí mismos) para que se vean obligados a comprar esos vehículos de combustibles ‘menos contaminantes’. Otra vez el ‘negocio perfecto’… Mientras que, cuando algunos gobiernos plantean en cambio, gravar en general el uso de combustibles fósiles para favorecer su conversión a eléctricos, las quejas de OICA se dejan oír.

Pero la realidad es incontenible. Las emisiones provenientes del sector transporte representan alrededor de un 24% del total mundial y la mayoría de los países desarrollados ya fijaron una fecha límite para establecer la electro-movilidad y en septiembre pasado, por primera vez se registraron en Europa más autos con motores eléctricos que a nafta.

El cambio hacia la sostenibilidad tiene al sector de los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) como su principal enemigo. Las emisiones de CO2 por su uso en la generación de electricidad y calefacción alcanzan un 44% del total de emisiones humanas. Sumadas a las del transporte constituyen casi el 70% de la contaminación de dióxido de carbono total. Terminar con ellos es casi toda la solución.

Se entiende por tanto porqué las empresas petroleras están en el centro de las quejas y reclamos de la ciudadanía global. En respuesta, numerosas petroleras de todo el mundo pretenden asegurar que serán compañías con emisiones netas de CO2 neutrales para 2050, en coincidencia con lo establecido en el Acuerdo de París.

Es un avance. Al menos en las promesas y en el reconocimiento tardío del problema climático que generaron. Entre el Acuerdo de París (2015) y 2019, las “Big Five” de petróleo y gas habían invertido más de 1.000 millones de dólares en lobby para seguir negando el cambio climático y retrasar las medidas de transformación (Ver Más Azul n° 4, enero 2020, “Oyendo a los necios (III)” y n°13 oct. 2020, “Greenwashing, el engaño empresario”).

Hoy ya no lo niegan. La salida de muchos inversores del sector obligó a asumir la realidad del cambio climático y el rol que el sector tiene y ha tenido en el calentamiento global y la generación de emisiones.

Pero continúan con sus engañifas y múltiples trampas dirigidas a ganar tiempo, mientras siguen presionando para evitar límites severos a la producción y distribución y que no se terminen los subsidios que reciben de los gobiernos. Por ejemplo, BP anunció su conversión “verde”: al entrar a su web no vemos contaminación ni disculpas, sino un nuevo logo verde, un reclamo “bp Net zero” y una declaración ‘muy verde’ de su director ejecutivo Bernard Looney planteando “necesitamos una transición rápida a cero neto”.

La hipocresía es infinita. Bastaría con que BP y sus colegas dejaran de extraer y procesar petróleo y gas para que esa transición se produjera y el mundo se salvara ya y no en el 2050. Deben “maquillarse de verde” porque los grandes inversores globales se alejan de la exploración y producción de combustibles fósiles.

Bastaría con que BP y sus colegas dejaran de contaminar para que el cero neto de emisiones se produjera ya.

Repsol, mientras también promete convertirse en ‘cero emisiones’ para 2050, en sus planes estratégicos aclara que quizás pueda “alcanzar al menos el 70% de reducción de emisiones netas para 2050” y si no lo logra se compromete a reforestar o intentar alguna otra ‘solución climática natural para reducir sus emisiones. Y así todas las demás.

Algunas de las petroleras más grandes del mundo como Shell, Exxon y Chevron, pese a la presión de los ambientalistas y de los propios inversores, persisten en ‘maniobras’ de todo tipo para continuar el negocio de los combustibles fósiles.

Pero empiezan a chocar contra la pared. A la sentencia de la justicia holandesa que obligó a Shell a reducir un 45% sus emisiones de CO2 se sumó en los últimos meses otra decisión judicial en EEUU obligando a Exxon a incorporar a su directorio a dos miembros expertos en energías verdes, propuestos por un minoritario fondo de inversión –Engine No.1– muy implicado en la lucha contra el cambio climático.

A ello se sumaba que a mediados de este año, un informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE)–una institución clave del lobby petrolero– que reconocía que para cumplir el Acuerdo de París, ningún gobierno debería autorizar nuevas explotaciones de combustibles fósiles. Con ello le daba tácitamente la razón los científicos y al activismo contra el cambio climático que reclaman desde hace años, dejar las reservas de crudo y gas bajo tierra, si se pretende que el calentamiento global no se transforme en incontrolable.

Además la AIE propone prohibir los coches de combustión nuevos a partir de 2035, otro duro golpe a los que quieren que nada cambie aunque ello nos arrastre al precipicio.

El problema del consumo

Para alcanzar las metas 2050, se calcula que la demanda global de energía debería disminuir un 8%. Para entonces el PIB mundial es probable que se duplique y la población sume otros 2.000 millones de personas.

La reducción del consumo de energía deberá ser acompañada de una fuerte expansión de las renovables, en un orden de cuatro veces el nivel récord alcanzado en 2020. Según la AIE casi el 90 % de la generación eléctrica debería ser renovable. Lograrlo requerirá enormes inversiones del orden de los u$s 5.000 millones anuales.

Para Fatih Birol, director de AIE, el camino para lograr esas metas es difícil pero se puede lograr, ya que permitiría la creación de millones de nuevos empleos y elevaría el PIB global un 4 % por encima del lograble con las tendencias actuales: “La dimensión y la velocidad de los esfuerzos necesarios para este objetivo crucial y formidable –nuestra mejor oportunidad para lidiar con el cambio climático y limitar el calentamiento global a 1,5°– lo convierten tal vez en el mayor reto que la humanidad ha afrontado”.

Pero es innegable que la producción de energía es impulsada por el consumo de energía y es ese consumo el que impulsa la generación de emisiones de carbono. Mientras se avanza en la urgente reducción de emisiones con la generación de energía limpia, mayores eficiencias e innovaciones tecnológicas, es necesario advertir la también necesaria y urgente reducción en nuestro consumo.

Para alcanzar un futuro con emisiones de carbono verdaderamente netas cero, el consumo tendrá que reducirse. Los gobiernos no lo plantean por motivos electorales. Pero el tema requiere una especial atención porque mantener los actuales niveles de consumo es insostenible. Y una significativa reducción impactará en los costos de vida de la ciudadanía salvo que apostemos a innovaciones tecnológicas que permitan compensarlo.