Cada segundo un niño se convierte en refugiado

25 mar 2022

Más de 10 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en Ucrania: unos 6,5 millones obligados a desplazarse internamente y otros 3,5 millones de personas han huido del país cruzando las fronteras internacionales como refugiados, según la Organización Internacional para las Migraciones. Entre ellos miles de niños: cada segundo un niño ucraniano se convierte en refugiado, según informes de UNICEF.

Niños refugiados ucranianos en el paso fronterizo de Palanca, en Moldavia – Foto: UNICEF -Siegfried Modola.

El portavoz de la OIM en Ginebra, Paul Dillon, declaró que “con las últimas cifras podemos confirmar que se ha superado la marca de los tres millones de refugiados”, de los cuales 157.000 huidos del conflicto son nacionales de terceros países.

La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha señalado que casi 2 millones de refugiados se encuentran en Polonia, unas 453.000 han llegado a Rumania, casi 337.000 a Moldavia, 263.000 a Hungría, 213.000 a Eslovaquia, 142.000 a Rusia y varias decenas de miles están llegando a Moldavia. Una parte importante continúa su viaje en otros lugares de Europa, para reunirse con familiares o amigos, lo que despierta la preocupación de si Europa podrá procesar la avalancha de refugiados de Ucrania.

Desde esa Agencia se estima que si el conflicto armado no remite rápidamente, el número de refugiados podría superar los 4 millones, y el de desplazados internos podría alcanzar los 6,7 millones.“Esta crisis de refugiados, en términos de escalada –advierte James Elder, el portavoz de Unicef– no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial y no parece que vaya a disminuir”.

Por su parte, ACNUR advierte que cerca del 90% de este éxodo está conformado por mujeres y niños. Según información brindada por Elder, a causa de la guerra, cada segundo hay un niño se convierte en refugiado. “Cada día, en los últimos 20 días, en Ucrania más de 75.000 niños se han convertido en refugiados. Es decir, cada minuto, 55 niños huyen del país”.

Como muchos menores han salido de Ucrania sin familiares, crece el temor –dice Elder– que organizaciones criminales de tráfico de personas aprovechen esta crítica situación y la vulnerabilidad de los niños. “Como todos los niños expulsados de sus hogares por la guerra y el conflicto, los niños ucranianos que llegan a los países vecinos corren un riesgo importante de separación familiar, violencia, explotación sexual y tráfico de personas”.

Para UNICEF, la forma más segura y rápida de salir de este desastre –de hecho, la única forma de salir de este desastre– “es que esta guerra termine, y que termine ya. Hasta que llegue ese momento, los ataques en zonas civiles y contra las infraestructuras civiles deben cesar porque esas acciones dejan a millones de niños en las zonas de conflicto”.

La guerra debe continuar

Sin embargo y aunque Rusia y Ucrania parecen intentar un rápido acuerdo de paz, desde Estados Unidos se multiplican las voces de los magnates del complejo militar-industrial que presionan al gobierno de Biden para extender el mayor tiempo posible un conflicto, que a su juicio, tendría dos efectos “convenientes”: debilitar la economía de Rusia y continuar con la venta de armamento a Ucrania. De hecho, el Congreso votó por amplia mayoría el mayor presupuesto militar desde la II Guerra, en un clarísimo consenso en torno al fortalecimiento del enorme complejo militar industrial del país.

El interés de Biden en Ucrania no es nuevo. Su hijo Hunter, dado de baja de la Marina a principios de 2013 por consumo de drogas, recibió más de 3 millones de dólares por integrar el directorio de Burisma Holdings, la principal compañía de gas y petróleo de Ucrania entre 2014-2019, mientras su padre era vicepresidente de EEUU (2009-2017). Hunter como abogado fue siempre un lobbista, aprovechando las conexiones de su padre.

Sin experiencia previa en Ucrania ni en el sector energético, fue contratado por Burisma, acusada de maniobras fraudulentas, para ‘lavar’ la imagen de corrupción de la empresa y de su dueño, el oligarca ucraniano Mykola Zlochevski. “Utilizando las capacidades políticas de su familia, actuó como un amortiguador de rescate entre Burisma y las agencias policiales ucranianas y estadounidenses”, según Igor Egorov, presidente del Frente Empresarial Anticorrupción de Ucrania, un país donde la corrupción es crónica.

El grupo que llevó al poder al presidente Zelensky, ahora considerado “héroe” por la prensa occidental, es parte nodal de esa corrupción estructural. Su padrino político y quien le ayudó a formar el emporio de productoras televisivas (tanto en Rusia como en Ucrania), con las que Zelensky se enriqueció, fue el oligarca ucraniano-israelí Igor Kolomoisky, el octavo hombre más rico del mundo (Forbes), acusado en EEUU por lavado de dinero por unos u$s 5.500 millones.

Su padrino Kolomoisky lo llevó al consejo directivo de su conglomerado mediático y el actual “héroe”  estuvo a cargo de la programación para Rusia con el aval del Kremlin. El grupo planificó la toma del poder en Ucrania a través de una exitosa campaña publicitaria a través del desarrollo de una comedia televisiva “El servidor del pueblo” donde agitaba un mensaje tóxico y demagógico –presente también en otros países– de la lucha de un ciudadano de a pie contra el establishment que puede llegar a presidente.

Pocos recuerdan que “el ciudadano común Zelensky” amasó con ello una enorme fortuna. Ha sido acusado de fugar 41 millones de dólares a paraísos fiscales. Pero la “fiesta comunicacional” construye un relato oscuro a espaldas de la verdad y de los pueblos.

Los ciudadanos comunes sufren

La fantasía del mensaje “redentor” del hombre común que asciende al poder choca brutalmente con la realidad. El coste psicológico del bombardeo, las sirenas y las muertes, han llevado a que miles y miles de familias desamparadas huyan del conflicto, dejando toda su vida atrás.

Cuando hablamos con algunas de las familias que se marchaban, era extremadamente claro el nivel de miedo y trauma”, afirma Ghedini-Williams de ACNUR, desde la frontera de Moldavia con Ucrania, donde había una interminable fila de coches “hasta donde alcanzaba la vista…”.

La guerra en Ucrania supone una amenaza inmediata para los niños y niñas –UNICEF.

Un tsunami migratorio

Las autoridades ucranianas han cerrado el espacio aéreo a vuelos civiles, por lo que la mayoría de las salidas están siendo por tierra hacia Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumanía, países comunitarios que comparten frontera con Ucrania. El gobierno de Zelensky ha prohibido los corredores humanitarios hacia Rusia, pese a la disposición de este país de aceptar a los refugiados.

ACNUR, ha solicitado a los gobiernos que mantengan sus fronteras abiertas a los refugiados; la mayoría han asegurado su disponibilidad para acoger a los huidos, con la excepción de Hungría, que repite su actitud frente a la ola migratoria a lo largo del conflicto en Siria.

Lo cierto es que pese a que las advertencias sobre un posible conflicto bélico eran notables, Europa enredada en su burocracia, ha sido lenta en la puesta en marcha de una planificación consistente frente a la previsible ola migratoria.

Solo con el conflicto en desarrollo y millones de personas empezando a desplazarse en los primeros días de la guerra, empezó a actuar. La política sueca Ylva Johansson, que es la Comisaría europea de Asuntos de Interior desde 2019, había advertido que “la UE podía verse tomada por sorpresa o superada [por la oleada]”.

Las imprevisiones fueron enormes. Paweł Szefernaker desde el gobierno polaco insistía en que “tenemos que estar preparados, las primeras 24 horas serán clave”. El viceministro de Interior polaco, Maciej Wasik decía: “Debemos prepararnos para hasta un millón de refugiados [huyendo de Ucrania]”. La realidad suplicó esa cifra.

Confirmando la tradicional posición anti-rusa de Polonia, Andrzej Dera, secretario de estado aseguró que “por supuesto que Polonia aceptará a tantos refugiados como pueda”, aunque no dejó de encender las alarmas: “Pero no seremos capaces de acoger a todo el mundo”.

Polonia ya acoge a entre uno y dos millones de ucranianos, aunque las cifras reales son difíciles de cuantificar ya que los ucranianos no necesitan visas para entrar en la UE y tanto el clima de conflicto con Rusia como la difícil situación económica del país ha alimentando el flujo de ucranianos tanto hacia Europa central como hacia Rusia.

El tsunami migratorio masivo actual amenaza la capacidad europea de absorber el caudal de refugiados en especial sobre los países más afectados, como Polonia, Rumanía, Eslovaquia, Hungría, República Checa o Moldavia, algunos de los cuales tienen serias dificultades para hacer frente a esta crisis.

En casos como el de Moldavia, pese a la posición de su presidenta, Maia Sandu que planteó: “Nuestras fronteras están abiertas para los ciudadanos ucranianos que necesiten un paso seguro o quedarse”, las buenas intenciones pueden chocar con dificultades serias a corto plazo.

Una crisis migratoria de semejante magnitud plantea dudas acerca de si el sistema europeo será capaz de acoger y gestionar millones de ucranianos que podrían llegar a su territorio o poner en riesgo el actual equilibrio inestable de los socios comunitarios. Ya han comenzado a oírse algunas voces que advierten grietas subterráneas. El ministro de Defensa eslovaco, Jaroslav Nad, ha asegurado que el país “abrirá sus puertas a refugiados de guerra ucranianos, pero no a refugiados económicos o migrantes”.

El flujo de refugiados ucranianos no se limitará solo a los países limítrofes. Como no necesitan de visado para acceder a la UE, una vez dentro del área Schengen podrán solicitar asilo en cualquier país de la Comunidad. El escenario futuro es preocupante ya que la migración ucraniana se perfila como la más grande en Europa desde la Segunda Guerra Mundial

“El número de refugiados crece exponencialmente hora a hora. Hasta que no se detenga el conflicto, los ucranianos van a seguir huyendo”, aseveró el Alto Comisionado Filippo Grandi de ACNUR.

La guerra en Siria provocó desde 2011, unos 6,5 millones de personas que abandonaron su país. Según los registros de ACNUR, más de la mitad (3,7 millones) se asentaron en Turquía y entre Alemania y Suecia albergaron 1,2 millones más.

Las cifras de Ucrania se aproximan peligrosamente a menos de un mes de iniciación de la guerra.