Petróleo y gas se disparan y proyectan un incremento del 16% en exploración y producción

01 dic 2022

Antonio López Crespo

Director

Las preocupaciones ambientales no cesan. Llegamos al final de un nuevo año no solo con la confirmación del fracaso de una nueva COP sino, lo que es más grave, con líderes mundiales incapaces de tomar decisiones ante a los riesgos climáticos que enfrenta la humanidad.

Solo la Secretaría General de Naciones Unidas junto a algunos de los principales responsables de las organizaciones que integran el Sistema de la ONU, han dado muestras de coraje y comprensión de las exigencias de la hora, como lo ha hecho también buena parte de la comunidad científica mundial.

Se dispara el consumo de combustibles fósiles y se frena la transición verde - Unsplash/Karsten Würth.

Un año marcado por la estupidez

Con la guerra desatada en Ucrania los problemas han escalado. El conflicto tiene un trasfondo: la adicción belicista de EEUU, que no duda en poner al mundo al borde de la tragedia nuclear en su búsqueda enfermiza de hegemonía global, arruinando a dos de sus principales competidores (Rusia y UE) para poder enfrentar en mejores condiciones a su principal enemigo, China.

El exacerbado nacionalismo ruso de Putin y la pobreza conceptual estratégica de los actuales líderes europeos (se extraña la lucidez de Merkel, su entente con Francia y su clarividente NordStream 2) han llevado a Europa a “comprar” el falaz argumento de Washington de “la dependencia energética de Rusia”, basada en la lógica obsoleta de la guerra fría. Decisión que olvidaba que en esa ‘dependencia’ de energía barata rusa se asentaba el secreto de la bonanza europea de las últimas décadas, que permitía contar con los recursos para iniciar la transición hacia una energía limpia.

Los líderes de la UE parecen no haber advertido la jugada de EEUU para quedarse con el negocio ruso de provisión energética ni el precio que su adhesión ‘ideológica’ a Washington iba a tener en sus cuentas. Pero como la inocencia no es un don presente en Bruselas ni en la política mundial, cabe sospechar que semejante torpeza estratégica ha sido generosamente “untada” y muchos bolsillos han sido generosamente receptivos.

El resultado es el descarrilamiento del proceso de transición energética en el que estaba la UE y que marcaba la tendencia general. Sin Ucrania, las inversiones en petróleo y gas no tendrían el incremento actual y la participación de las energías verdes en el gasto energético mundial sería mayor. La guerra significa una clara involución en la perentoria transición energética global.

Europa, que pretendía marcar el rumbo en la lucha contra la crisis climática, ha postergado dramáticamente ese objetivo para ponerse a buscar nuevos suministros de combustibles fósiles a precios ruinosos para su economía y la de sus ciudadanos y garantizar una ‘seguridad energética’ que solo perdió por involucrarse en las sanciones OTAN/EEUU.

El conflicto ruso-ucraniano ha disparado el precio del gas y el petróleo y ‘enloquecido’ las facturas que deben afrontar los hogares europeos, mientras las grandes petroleras, EEUU y la Federación Rusa recibían ganancias espectaculares. La imprevista consecuencia sobre las arcas rusas dio paso al siguiente disparate económico: pretender “topar” el precio desde la demanda. La OPEP+ ya reveló la inconsistencia de semejante estupidez. La primera operación tras la fecha de inicio del “tope”(5.12.22) fue de u$s 79 el barril, un tercio por encima de las pretensiones de los socios del G7.

Una COP de los combustibles fósiles

El recuperado protagonismo de la industria de los combustibles fósiles fue visible en la reciente Cumbre climática COP27 donde las grandes empresas del sector fueron invitadas a participar en el programa oficial de eventos y acreditaron casi 700 ‘cabilderos’ u operadores, al punto que “parecía una feria comercial de la industria de combustibles fósiles”, como irónicamente la definió Rachel Rose Jackson, directora de investigación climática en Corporate Accountability.

Los representantes de empresas de combustibles fósiles superaban en número a las delegaciones combinadas de los diez países más afectados por el cambio climático, con desastres tan lacerantes como Pakistán, Bangladesh, etc.

Patrocinados por Coca Cola –el principal contaminador plástico del mundo– su participación les permitió realizar eventos, donde presentaron sus falsas ‘soluciones limpias’ como la captura de carbono, el hidrógeno y otras tecnologías basadas en combustibles fósiles, tal como denunciaron diversas organizaciones ambientales.

Acorde con la decisión del poder mundial, la COP27 fue un pretexto para hacer una fuerte defensa del gas en la transición energética. La COP27 fue una gran oportunidad para defender el gas en la transición energética”, definieron algunos integrantes del Foro de Países Exportadores de Gas, una alianza de 17 grandes productores de gas al que pertenece Egipto, el país anfitrión, que no se destaca precisamente por su lucha climática.

Esa ofensiva a favor del gas consolida la posición de los combustibles fósiles que están –como define Antonio Guterres– “cavando nuestra tumba”. Desde inicios de la guerra en Ucrania, se han anunciado casi una treintena de nuevas terminales de importación de gas natural licuado (GNL) en Europa. La UE ha firmado acuerdos con Egipto e Israel para apoyar la extracción de gas en el Mar Mediterráneo Oriental.

Simultáneamente buscan consolidar nuevos proyectos de gas con naciones africanas, en lo que el dirigente nigeriano Nnimmo Bassey, coordinador de Oilwatch International, calificó como nuevo colonialismo y alentó a los gobiernos africanos a no ser cómplices de un “ecocidio y crimen intergeneracional”.

La propia AIE reconoce que para lograr el cero neto, no puede haber nuevas explotaciones de gas y petróleo.

Como cualquiera de esos acuerdos y construcciones llevan años para su plena ejecución, la realidad es que Europa cubrirá la brecha de suministro de los próximos años con GNL proveniente de EEUU, Australia y Qatar.

Para asegurarse el suministro de largo plazo, China en un golpe sorpresa, firmó a través de su empresa Sinopec, un ambicioso acuerdo con QatarEnergy para abastecerse de gas natural licuado (GNL) por 27 años, es decir exactamente hasta el 2050, fecha límite del Acuerdo de París.

Todos esos acuerdos constituyen la sentencia de muerte para el objetivo mundial de limitar el calentamiento global a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales. La propia Agencia Internacional de Energía reconoce que, para alcanzar los objetivos de cero neto, no puede haber nuevos campos de gas o petróleo y que la demanda de gas debe reducirse drásticamente.

El secretario general de la ONU, António Guterres, ha advertido que “estamos en una autopista hacia el infierno climático con el pie en el acelerador” y que las energías renovables son “el único camino creíble” para lograr una verdadera seguridad energética, precios estables de la energía y oportunidades de empleo sostenibles. “La proporción de energías renovables en la generación mundial de electricidad debe aumentar de casi el 30% actual a más del 60% en 2030, y al 90% en 2050”, reclamó Guterres.

Para el máximo responsable de la ONU “los líderes de las empresas y de los gobiernos deben dejar de pensar en las energías renovables como un lejano proyecto de futuro, porque sin renovables, no puede haber futuro”. Y destacó que invertir en la producción de petróleo o gas es “delirante”.

Inacción criminal y vergonzosa

Como demostró el informe presentado por Climate Action Tracker en la COP 27, la inacción climática es vergonzosa. Con las actuales políticas de las naciones se producirá un calentamiento global de entre 2,2°C y 3,4°C para finales de siglo, lo que nos remite a un horizonte climático de consecuencias imprevisibles. Los líderes de gobiernos y empresas han incumplido los compromisos contraídos en Glasgow 2021, dirigidos a endurecer los objetivos nacionales. Han suspendido (¿?)a lo largo de 2022, los compromisos contraídos para salir del carbón . Y en la COP27, los países más ricos han vuelto a incumplir sus promesas de financiar la transición energética de los más desfavorecidos. Como siempre, han postergado sus decisiones para la COP28 (2023) que se realizará en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), otro país clave de los intereses petroleros, y alejado de cualquier vocación “verde”.

Las consecuencias de semejante inacción es que el gasto mundial en energía este año alcanzará el récord de 2,1 billones de dólares, según la investigación de Rystad Energy. El aumento de los precios globales de la energía repercute además sobre los precios de otros materiales, los costos laborales y las tarifas de transporte.

Un efecto colateral impacta sobre las energías renovables, ya que materiales estratégicos como el litio, el níquel, el cobre y el polisilicio, importantes en la fabricación de baterías y energía solar fotovoltaica, han aumentado y repercuten sobre los costos de los proyectos de energías limpias, contribuyendo a frenar la transición energética.

Solo el gasto en petróleo upstream que domina el panorama energético, ha supuesto u$s 658.000 millones. El gasto en gas y GNL también experimentó un fuerte crecimiento (15%) sumado a un aumento de la producción a 396 millones de pies cúbicos por día.

Otra consecuencia es que el 2022 batirá un nuevo récord de emisiones de CO2 de origen fósil (petróleo, gas y carbón). Los informes producidos por Global Carbon Project revelan que las emisiones totales de gas de efecto invernadero, incluyendo las procedentes de la deforestación, alcanzarán 40.600 millones de toneladas

 

Solo hay un camino: para conseguir que el Planeta sea habitable: abandonar los combustibles fósiles Unsplash/Cameron Venti.

Según el equipo del Global Carbon project, que reúne a más de 100 científicos de 80 instituciones, y calcula cada año las emisiones de CO2, el aumento se ve motivado principalmente por más consumo de petróleo (2,2%) y de carbón (1%), a lo que debemos sumar la contribución derivada del conflicto en Ucrania.

A ese ritmo, la posibilidad de cumplir con los objetivos del Acuerdo de París y las recomendaciones científicas para 2030 se ha vuelto una quimera. Allí se estimaba que las emisiones de gases de efecto invernadero deberían reducirse un 45% antes de 2030 para cumplir con el objetivo principal de limitar la subida de la temperatura a 1,5°C respecto a la era preindustrial. Pero no solo no hemos reducido sino que hemos incrementado las emisiones y llevado el calentamiento a más de 1,2°C, lo que proyecta para fin de siglo duplicar el objetivo de 1,5°C (2,8 a 3,2°C).

Además, el calentamiento ya producido está impactando en los pozos de carbono naturales, que desempeñan un papel fundamental para su atenuación. Los sumideros terrestres que absorben CO2 se han reducido un 17% y los océanos un 4% en la última década 2012.

“El mundo se quema –ha escrito Antonio Guterres– Necesitamos una revolución de renovables. Solo hay un camino cierto para lograr la seguridad energética, estabilizar los precios de la electricidad, alcanzar la prosperidad y conseguir que el planeta sea habitable: abandonar los combustibles fósiles contaminantes y acelerar la transición energética basada en las energías renovables”.

Las catástrofes climáticas que estamos afrontando y que se multiplican en todo el mundo (olas de calor, sequías, inundaciones, incendios forestales) preanuncian el escenario que estamos levantando para las futuras generaciones.