oct 2019

Los astronautas siempre hablan de la Tierra como “el Planeta Azul”, porque así se ve desde su privilegiado mirador. Las fotos captadas desde el espacio lo demuestran: nuestro Planeta es azul. Y nosotros elegimos ese nombre para nuestra propuesta periodística y le incorporamos nuestro propio desafío: hacerlo más azul.

Son dos componentes externos a la corteza terrestre –los océanos y los gases de la atmósfera– los responsables de que tenga ese color. Las gigantescas masas de agua de los océanos, cubren casi las tres cuartas partes de la superficie terrestre. Si en el hemisferio norte, las aguas ocupan unos 154 millones de kms2, frente a los 100 de las tierras emergidas, en el hemisferio sur los mares son los grandes reyes: ocupan 206 millones de kms2, frente a sólo 48 millones de kms2 de tierra firme.

Si a esa inmensidad de agua del “planeta azul”, se incorpora la disponible en ríos, lagos, glaciares y corrientes subterráneas, se calcula que en la Tierra hay un volumen de unos 1.400 millones de kms3 de agua. Sin embargo, solo una pequeña parte es dulce. El 1% es potable, el 97% es agua salada, y el 2% restante se encuentra congelada en glaciares y casquetes polares.

Por una serie de factores el agua se está transformando en un recurso natural cada vez más escaso. El cambio climático, el incremento de la población, la explosión de las grandes urbes, enfrenta a muchos países al problema de escasez de agua, que hoy ya afecta al 40% de la población global.

A ello debe agregarse que, en algunas regiones, la disponibilidad de agua dulce de calidad se ve mermada de manera severa, por la contaminación producida por la actividad humana y sus industrias.

Además, el reparto de este recurso es desigual y diverso. Las diferencias en la distribución de las precipitaciones, hace que no todas las regiones tengan la misma disponibilidad. Mientras los países del norte de Europa disponen una media de agua disponible de 70.000 mpor persona/año, algunos países de la península de Arabia no alcanzan siquiera a satisfacer las necesidades básicas de agua. La media de agua dulce renovable del que se dispone a nivel mundial ronda los 7.000 m3 por persona/año, volumen del que solo la agricultura consume entre un 60% y 70% de los recursos hídricos disponibles.

Boca do Inferno, Bruno Luz.

Los números de Naciones Unidas son demoledores:

El Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos, “No dejar a nadie atrás” (marzo 2019), analiza las causas de esta situación, explora las formas de reducir las desigualdades y revisa la promesa central de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, de garantizar la disponibilidad, la gestión del agua y el saneamiento para todos antes de ese año.

Cada vez hay más consumidores de agua en el mundo y cada vez menos las fuentes para abastecerlos. Los desequilibrios entre la disponibilidad y la demanda y la degradación de la calidad de las aguas imponen despertar conciencia sobre la utilización del agua dulce para el presente y para el futuro. Y propiciar políticas de orden global para su aprovechamiento.

La mitad del vaso lleno

Una vez más en las nuevas tecnologías y en la innovación puede estar la respuesta. Un revelador workshop organizado por Fabiana Machado y Luisa Mimmi, dos destacadas expertas del BID, sobre el futuro de los servicios de infraestructura, en particular en los sectores de energía y agua en el horizonte 2030, puso de manifiesto un hecho fundamental: la innovación está cambiando rápida e inevitablemente la forma en que pensamos y brindamos servicios de infraestructura.

Como señalan las expertas, los sistemas de gestión de agua a gran escala y centralizados que aún prevalecen son un legado de los siglos XIX y XX y reflejan una era en la que las capacidades de tratamiento de agua eran mínimas y no estaban optimizadas para promover la reutilización del agua, ni la recuperación de recursos.

Es evidente que se hace necesario cambiar nuestro enfoque de la gestión del agua si pretendemos abordar los desafíos que plantean el incremento de la población, la rápida urbanización y la creciente disminución del recurso.

Los aportes de diversas tecnologías e innovaciones muestran el camino para la solución de uno de los problemas ambientales de mayor gravedad global. No es nuevo. La rueda hidráulica de eje vertical (Vitrubio), el tornillo hidráulico para trasladar el agua cuesta arriba (Arquímedes), los acueductos romanos, son pruebas de la larga lucha de la humanidad por manejar su recurso más preciado por medio de la tecnología.

Ahora, con la población mundial superando los 7.700 millones y una demanda de agua sin precedentes (llevamos consumidos en lo que va del año 6,25 billones de litros), las nuevas tecnologías vuelven a ser la apuesta para hacer un uso más inteligente de un recurso vital. Según el Banco Mundial, perdemos unos 50.000 millones de mts3 de agua al año por fugas y explosiones generadas por la ignición de algunos gases acumulados en el interior de las redes.

Desde el punto de vista tecnológico, el sector del agua parece estar listo para cambiar hacia un enfoque más responsable, sostenible y transparente de para la gestión del agua. Desde su aprovechamiento máximo en todos sus estados (agua subterránea, agua de lluvia, agua potable o usada) y su mejor distribución, hasta la utilización de sistemas de Infraestructura de medición avanzada (AMI) para recopilar, procesar y analizar datos en tiempo real sobre la presión, el flujo y la calidad del agua, que permite –gracias a la información obtenida a partir de esos datos– predecir y tratar de manera más rápida y eficiente incidentes como tuberías corroídas, fugas o incluso contaminaciones. La digitalización incluso puede convertirse en la herramienta para involucrar a los consumidores finales en comportamientos sostenibles que los hagan conscientes de los patrones de consumo de agua individuales.

TaKaDu, una empresa israelí con sede en Yehud, fundada por Amir Peleg, su actual CEO, es líder mundial en monitoreo de redes de agua, por medio de un software de análisis de datos instalado en la nube. Procesa los datos proporcionados por sensores y medidores repartidos por la red de suministro de agua del proveedora y los combina con información, como patrones de consumo de agua para uso doméstico e industrial y el clima, con lo que compone un cuadro altamente sofisticado del comportamiento de la red de agua.

Moshe Tamir, vicepresidente de la empresa, lo resume de manera simple: “Convertimos los datos en bruto en conocimiento… Construimos un algoritmo muy inteligente que puede detectar anomalías en el comportamiento de la red, desde una pequeña fuga a una explosión de agua, permitiendo a los servicios de agua planificar y reaccionar mucho más rápido que antes. Y cuando se guarda agua, se ahorra energía”. Y revela la eficacia del sistema: “un cliente de Portugal se ahorró más de un millón de dólares en 2012 después de que el software de TaKaDu le ayudó a reducir la pérdida de agua por fugas (índice NRW) del  25,2% al 17,2% en un año”.

Las pérdidas de las redes ineficientes con muchas fugas o mala supervisión pueden elevarse hasta un 50% y aún las eficientes tienen márgenes del 10%. Existen casos extremos de pérdidas superiores al 75% como en el caso del Canal Pomona en la Patagonia argentina que abastece la población de San Antonio Oeste y una importante explotación de mineral de hierro.

“Con nuevos medidores que transmiten datos de forma inalámbrica, impulsados por turbinas dentro de las tuberías de agua, se pueden ahorrar millones de dólares”, adelanta Tamir. Algo en lo que coincide Sensus, una consultora del sector, que estima que las últimas redes inteligentes de agua permitirían ahorrar a la industria hasta u$s 12.500 millones anuales.

China por su parte, avanza en convertir 16 grandes áreas urbanas propensas a inundaciones en “ciudades de esponja”, con tecnologías para absorber y reutilizar un 70% del agua de lluvia para 2020, un estímulo para regiones ricas en agua –como puede suceder en grandes zonas de América Latina y el Caribe– para afrontar desde otra perspectiva sus sistemas de gestión del agua.

A diferencia de las fuentes de energía, el problema con el agua es que no hay un recurso alternativo para sustituirlo. Por otra parte, como señala Ian Elkins, editor de Global Water Intelligence (GWI), las dificultades de su transporte, los costos de su extracción y tratamiento a partir de agua salada, implica el uso de intensas grandes cantidades de energía, lo que ha llevado a que las apuestas de inversión en tecnología hayan quedado rezagadas en este sector.

En relación al proceso de desalación destacan algunos proyectos innovadores. Desde la búsqueda de nuevas configuraciones basadas en la tecnología de ósmosis inversa con un menor consumo de energía o la generación de energía a partir de salmueras (Desalenrgy), hasta una desalación de alta eficiencia en el uso de recursos, que a partir del agua de mar, obtiene agua desalada y además otros productos valiosos para la industria (LifeDreamer) pasando por proyectos como el ReWaCEM, financiado por la UE y coordinado por Fraunhofer ISE, que usa tecnologías de desalación no solo a partir de agua de mar, sino también para el tratamiento de desechos en procesos industriales, con lo que se podría obtener agua limpia, agregando valor a los residuos, lo que se enmarca en el concepto de economía circular.

Lo cierto es que en la medida en que el problema del agua se vuelva aún más agónico, se requerirán inversiones crecientes en tecnología, si esperamos que ésta sea quien nos ayude a resolver los graves problemas de escasez de agua en el mundo.