Soluciones para combatir el cambio climático

feb 2020

“Si bien no hay una bala de plata, hay perdigones de plata”, dice Chip Comins, fundador, presidente y CEO del American Renewable Energy Institute (AREI). La frase es brillante y revela el camino: “La respuesta es que todas las opciones de energía renovable trabajen juntas y colaboren como asociaciones estratégicas”.

Con distintos grados de desarrollo y disponibilidad hay una serie de soluciones para combatir el cambio climático, más allá incluso de las energías renovables. Reforestación, control de las fugas de metano en el fracking, desarrollo del hidrógeno, prohibición de subsidios a los combustibles fósiles y la pesca industrial, apoyo a los avances tecnológicos en captura de CO2, acumulación de energía solar, automóviles eléctricos, etc.

Solo la suma de las dos primeras soluciones permitiría reducir más del 50% del calentamiento global, con mínimos costos. Pero los líderes globales se muestran incapaces de decisiones que afecten los intereses de quienes pretenden seguir vendiendo la soga con la que van a ser ahorcados.

Reforestación

Las últimas investigaciones científicas confirman que una reforestación masiva podría contribuir a lograr revertir el calentamiento global hasta en un 37%. Se trata de “soluciones naturales y de bajo coste”.

Un árbol puede almacenar una media de 22 kilos de CO2 en un año. El cálculo de la capacidad de grandes bosques, para almacenar y contrarrestar la emisión demuestra que podría compensar la contaminación. Reforestando de forma masiva una superficie importante del planeta se podría secuestrar dos terceras partes del dióxido de carbono que se genera en el mundo.

Es lo que sostiene Thomas Crowther y su equipo de la Escuela Politécnica Federal (ETH) de Zúrich, un trabajo científico publicado en Science, del que hemos dado cuenta en Más Azul (nov.2019). Allí se revela que una reforestación masiva podría tener un gran impacto en la lucha contra el cambio climático, capturando una parte importante de las emisiones de carbono generada por el hombre y reducir sus niveles en la atmósfera.

Crowther, principal asesor de la Campaña Trillion Tree de la ONU y Jean-François Bastin, su coequiper, quien además colabora con la NASA-JPL en la evaluación de las reservas de carbono de los bosques tropicales, no dudan de la solución que representar reforestar “Es abrumadoramente la mejor (…) Pensé que la restauración estaría en el top 10, pero es abrumadoramente más poderosa que todas las otras soluciones propuestas para el cambio climático”.

Los cálculos actuales muestran que la Tierra posee hoy unos tres billones de árboles. Para combatir el cambio climático hay que plantar al menos 1 billón más. La deforestación por la tala industrial y el avance de las tierras para agricultura arrasan unos 15.000 millones de árboles cada año en todo el planeta. Los países con mayor número de árboles son Rusia (642.000 millones); Canadá (318.000 millones); Brasil (302.000 millones); EEUU (228.000 millones) y China (140.000 millones).

Los descubrimientos del equipo de la Escuela Politécnica Federal (ETH) de Zúrich han hecho que Naciones Unidas ampliara su campaña de reforestación y se planteara como propio, el objetivo de 1 billón de árboles (Trillion Tree Campaign).

Control de las fugas de metano en el fracking

En nuestro número de noviembre publicamos una nota (El fracking contribuye al calentamiento global) donde dábamos cuenta de una investigación de la Universidad Cornell, realizada por el prestigioso científico de la Tierra, Robert Howarth, que revelaba que a medida que aumentan las concentraciones de metano en la atmósfera, las huellas dactilares químicas apuntan precisamente al petróleo y el gas de esquisto bituminoso.

La investigación demostraba que el uso de fracturas hidráulicas (fracking), había liberado más metano a la atmósfera y que alrededor de dos tercios de toda la producción de gas nuevo en la última década provenía del gas de esquisto en EEUU y Canadá.

Los niveles de metano atmosférico que habían aumentado durante las últimas dos décadas del siglo XX, se habían comenzado a equilibrar en los primeros años de este siglo, pero entre 2008 y 2014 los niveles atmosféricos de metano volvieron a  aumentar dramáticamente, producto –entre otros– del fracking.

El uso de fracturas hidráulicas se señalaba desde Cornell, es el causante de que las emisiones globales de metano pasaran en los últimos 11 años, de unos 570 teragramos (570.000 millones de toneladas) anuales a unos 595 teragramos (595.000 millones de toneladas).

En el número de Más Azul de enero 2020, volvimos sobre el tema (Actuar ya: Frenar las fugas de metano del fracking) ya que lo que sostenía Howarth sobre la fuga de metano, acababa de comprobarse de manera flagrante: dos periodistas de The New York Times, dotados de una cámara infrarroja y un importante equipo científico, sobrevolaron instalaciones de gas y petróleo esparcidas en la Cuenca Pérmica, cuna del fracking estadounidense, y detectaron extraordinarias fugas de emisiones de metano, a las que Tim Doty, un alto ex funcionario ambiental de Texas, calificó como una cantidad inaudita de emisiones”.

Esas fugas significan una contundente prueba de cómo el fracking está contribuyendo a calentar el planeta a una velocidad alarmante. Como ya señalamos, el metano es uno de los más potentes gases de efecto invernadero. Si no se quema cuando se desprende, puede calentar el Planeta 80 veces más que el dióxido de carbono en 20 años.

Como propone Howarth, “reducir ahora el metano puede proporcionar una forma instantánea de frenar el calentamiento global (…) Si podemos dejar de verter metano a la atmósfera, éste se disipará. Desaparece bastante rápido, en comparación con el dióxido de carbono. Es lo que tenemos más mano para frenar ya el calentamiento global”.

Hidrógeno

El hidrógeno reaparece como una herramienta poderosa para resolver los desafíos del cambio climático y algunos expertos lo ven como la “energía verde del futuro”.

El papel de hidrógeno como fuente de alimentación de los requerimientos energéticos del mundo fue el tema central de la XVI° Cumbre de la Energía renovable en el pasado mes de agosto en Colorado (EEUU).

Japón y Australia así como el Instituto Americano de Energía Renovable están poniendo el foco nuevamente en el hidrógeno, porque como señala Comins “el hidrógeno es la única fuente de energía que puede proporcionar una carga de una manera predecible, confiable, resistente y entregable a la frecuencia requerida, como lo hicieran el carbón, petróleo y gas”.

En esa dirección, Japón ha fabricado el primer barco del mundo para transportar hidrógeno líquido criogenizado a -253 grados centígrados en diciembre de 2019. Fue botado por la empresa Kawasaki en el puerto de Kobe. El barco será utilizado para importar hidrógeno líquido desde Australia.

El desarrollo está vinculado a los avances de Australia para construir una mega planta de energía híbrida para generar hidrógeno verde, de 5GW, que llevan a cabo Hydrogen Renewables Australia (HRA) y  Siemens. Paralelamente Asia Renewable Energy Hub está construyendo una planta de 15 GW.

En ambos casos, el objetivo es estructurar la industria local del hidrógeno verde para atender los mercados energéticos del país más Japón y Corea del Sur.

Evidentemente, no es casualidad que la mayoría de los proyectos de producción de hidrógeno a partir de la energía eólica y fotovoltaica se concentren en Australia Occidental que tiene una óptima ubicación para la combinación de energía solar y eólica. Queda pendiente, sin embargo, obtener un acuerdo sobre el uso de las tierras indígenas que debería concluirse a lo largo de este año.

Los partidarios del hidrógeno sostienen que la dependencia de los combustibles fósiles no ha variado en las últimas décadas y solo el 20% de la electricidad del mundo proviene de energías renovables. El horizonte es que la demanda de energía continuará creciendo y que en 2050 será un 30-40% más alta que la actual, aún haciéndonos más eficientes en materia energética.

En tanto, el hidrógeno es el elemento más abundante en el universo y tiene el contenido de energía más alto de todos los combustibles, es considerado el combustible del futuro.

Para la Agencia Internacional de Energía (AIE) “el hidrógeno ofrece una solución al estrés ambiental que está experimentando el planeta”. Se destaca que de las 26 áreas de innovación bajas en carbono, solo 3 son comercialmente competitivas y capaces de cumplir los objetivos climáticos del Acuerdo de parís (2015): la energía solar fotovoltaica-eólica en tierra, el almacenamiento de energía y los vehículos eléctricos.

Otras alternativas

A esos tres grandes “perdigones de plata”  hay que sumar la necesidad de lograr avances efectivos en la prohibición de subsidios a los combustibles fósiles y la pesca industrial, cuya acción tiene impactos negativos en la lucha contra el cambio climático y que, en lugar de retroceder, están incrementándose en los últimos años, pese al “discurso pro Planeta” de buena parte de la dirigencia política global.

El otro gran esfuerzo pendiente es la necesidad de un mayor apoyo y financiamiento a los avances científicos y tecnológicos en la captura de CO2, la acumulación de energía solar, el desarrollo de automoción eléctrica, etc. a fin de obtener resultados más rápidos y generales.

Quizás sea cierto que, como señalaba Comins, no hayauna bala de plata” en la lucha contra el cambio climático… o quizás nuestra “bala de plata” sea la capacidad genial de sumar ya todas esas alternativas en una sola acción conjunta, solidaria y global.