Promesas y nuevas postergaciones

05 jun 2022

A fines de mayo pasado, los ministros de Energía y Clima del G7 se comprometieron en Berlín, a reducir la dependencia del carbón. Hasta allí, el anuncio pareciera para celebrar. La reunión de los responsables de la transición energética de los países más industrializados (EEUU, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Canadá) que excluye a China, anticipa la Cumbre de los líderes que tendrá lugar en Schloss Elmau, Alemania entre el 26 y 28 de este mes.

G7: Promesas, logo y ministro Robert Habeck, verdes. Decisiones grises…

Pero las esperanzas que despierta el anuncio se diluyen ante la serie de condicionalidades con que los países reunidos en el G7 asumieron el “compromiso”. En una nueva demostración de falta de conciencia de la urgencia ambiental y carencia de coraje para tomar las decisiones drásticas que la crisis climática requiere, el acuerdo está lleno de imprecisiones: 1. se comprometen a reducir al mínimo la dependencia del carbón, sin establecer el cero como meta, tal como recomiendan Naciones Unidas y el IPCC; 2. el compromiso está limitado al sistema eléctrico por lo que deja abierto su uso para otras finalidades como la producción de acero, la fabricación de cemento y la producción de combustibles líquidos, actividades altamente contaminantes; y 3. se fija esa reducción imprecisa y limitada para una fecha también ambigua, entre ahora y 2035.

Debe recordarse que los expertos del IPCC insisten en “terminar” con todo el carbón en esta década. Y que el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres ha señalado que la eliminación del carbón significa que, para 2030, su uso para la generación de electricidad “debe caer un 80% por debajo de niveles de los de 2010” que fue de 29,3 Gt, lo que lo lleva a casi el 100%.

Los altísimos precios del gas natural han favorecido que se retorne al carbón como sustituto para generar electricidad, lo que ha provocado un incremento del 9% para ese uso en 2021. Eso significa que en términos absolutos nunca se ha utilizado tanto carbón para producir electricidad (10.350 teravatios hora) y las estimaciones prevén que la demanda de carbón va a seguir creciendo en los tres próximos ejercicios, con especial incidencia por el consumo de China e India.

En EEUU la utilización de este combustible fósil había disminuido en los últimos años no por una preocupación por el cambio climático sino debido a la disponibilidad de gas natural barato proveniente del fracking. Sin un plan gubernamental de eliminación del carbón, su consumo se había reducido drásticamente en favor del gas natural –que emite casi de la mitad de dióxido de carbono–. A ello sumaba un lento pero constante incremento de la energía eólica, que contribuían a la desaparición del carbón.

Pero desde el año pasado y debido a la subida de los precios del gas natural, agravada por el conflicto de Ucrania, se estima que las compañías eléctricas de ese país aumenten hasta un 22% el uso de carbón para generar energía. Nada de eso está en la nueva “promesa”.

“Locura económica y moral…”

De forma perentoria, Guterres le pide a los miembros del G7 (principales economías emisoras) que en la Cumbre de junio se comprometan de manera firme a cancelar todos sus proyectos de carbón y terminar con su apoyo financiero a los combustibles fósiles. Los subsidios a estos combustibles –principales responsables de las emisiones contaminantes– insumen unos u$s 11 millones por minuto, –según un estudio del FMI.

El negocio de los combustibles fósiles está siendo alimentado con dinero público, que se extrae del bolsillo de los contribuyentes con destino a fomentar una industria que contribuye a nuestro exterminio.

Es lo que Guterres define como “una locura económica y moral…. Nuestra adicción a los combustibles fósiles está empujando a la humanidad hacia el abismo… Tenemos por delante una difícil decisión: o acabamos con ella o ella acaba con nosotros”.

Los “reyes de esos subsidios” son los países del G20 (que incluye los del G7). Solo entre 2017 y 2019, pese a sus anuncios de ‘ambiciosos compromisos climáticos’, han brindado apoyo al carbón, el petróleo, el gas y la energía de ese origen por valor de 3,3 billones de dólares (Inf. Climate Policy Factbook-Bloomberg Philanthropies y BloombergNEF). La irracionalidad es tal que a los precios actuales, esa cifra habría podido financiar 4.232 GW de nuevas plantas de energía solar, es decir casi 4 veces el tamaño de toda la red eléctrica de Estados Unidos.

Subsidios a los combustibles fósiles en los países del G-20

Fuente: BloombergNEF

Atender las contradicciones

Las contradicciones son tan flagrantes que mientras los ministros germanos Steffi Lemke (Clima y Medio Ambiente) y Robert Habeck (vicecanciller y Energía) celebraban los resultados como un “éxito” porque se habían abordado en Berlín las “tres grandes crisis del clima, la biodiversidad y la polución”, el Reino Unido se planteaba aprobar entre 2022 y 2025, 46 proyectos de petróleo y gas para producir 2.100 millones de barriles de petróleo.

El propio Habeck junto a su colega Annalena Baerbock, ministra de Asuntos Exteriores –líderes ambos del partido verde alemán– no solo han “moderado” sus posiciones sino que han pasado –obra de la real politik– del pacifismo y el “no a la guerra”, una consigna histórica de su partido, al suministro de armas para alimentar la guerra en Ucrania.

En la reunión de Berlín, el líder verde afirma ahora que ya no es posible detener el cambio climático (“ el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5°C es ya prácticamente inalcanzable”) pero es factible frenarlo y le otorga valor de éxito de la reunión a repetir compromisos viejos y ya planteados en anteriores reuniones como el ahorro en emisiones de metano, el compromiso por la descarbonización o el incentivo al uso de vehículos de emisiones cero para el transporte para 2030.

El líder verde germano, que representaba una esperanza de acción climática para sus electores, ahora subraya la importancia de eliminar de forma progresiva las subvenciones a los combustibles fósiles y aunque reconoce que es “absurdo” utilizar el dinero del contribuyente para financiar actividades dañinas para el medioambiente, afirma que es necesario reconocer la complejidad de la cuestión

El único aliento a la esperanza es su reconocimiento del absurdo de los subsidios: “El hecho de que estemos recompensando el comportamiento perjudicial para el clima con el dinero de la sociedad, es decir, con los euros ganados con tanto esfuerzo por todos, ya sea a través de subsidios directos o mediante ventajas fiscales, es absurdo. Y este absurdo debe detenerse para 2025”. Veamos si se cumple esa promesa…

Donde los ministros del G7 parecen haber acordado es en concluir un nuevo marco global para la biodiversidad antes de fin de año y en mejorar la financiación para luchar contra la extinción de especies hasta 2025, así como avanzar en un acuerdo para proteger el 30% de los océanos para 2030, en medidas a nivel nacional contra la polución por plásticos y un nuevo plan de trabajo para mejorar la eficiencia en el uso de los recursos.

Aunque en el comunicado final los ministros enfatizaron la necesidad de reducir la dependencia energética de Rusia, sobre todo en el mercado europeo, tampoco pudieron establecer fechas ni compromisos precisos. Lo único seguro ha sido el compromiso de habilitar antes de fin de año (para esto sí hay plazos perentorios) dos terminales flotantes para importar el GNL y sustituir el gas ruso por otro más caro, proveniente del fracking estadounidense, tal como reclama Washington.

Escepticismo y preocupación

Desde la ciudadanía, la reunión de Berlín no solo provocó escepticismo sino protestas como la realizada en la Puerta de Brandenburgo, porque los laxos acuerdos y ambiciones expresadas tanto en el G7 como en la Reunión Consultiva del Tratado Antártico (que se realizó simultáneamente), muestran que las decisiones de los líderes mundiales son débiles e insuficientes.

Mientras esperamos haciendo protestas, los últimos siete años han sido los más cálidos registrados desde se iniciaron las mediciones a mediados del siglo XIX; los gases de efecto invernadero acumulados en la atmósfera, alcanzaron un nuevo máximo mundial con una concentración creciente de CO2 de 416,4 partes por millón (2020), 419,05 ppm (2021) y 420,23 ppm (abril 2022); el nivel de acidificación del mar alcanza cotas que no se registraban en 26.000 años, lo que impacta en la vida de los océanos; el número y la duración de las sequías han aumentado un 29% en los últimos 20 años; en este año 2022 más de 2.300 millones de personas se enfrentarán a falta de agua suficiente; etc. (Ver en este mismo número de Más AzulEl Planeta se acerca a un punto sin retorno”)

El Secretario General de la ONU alerta que todos esos datos son la “confirmación del fracaso de la humanidad para afrontar los trastornos climáticos” y que si el mundo no actúa ahora, la situación podría ser irreversible. Y tiene razón.

Pero quizás no sea la ‘humanidad” la que muestra su fracaso sino el sistema económico de producción y consumo el responsable y Naciones Unidas marca un primer y mayor culpable: el uso de combustibles fósiles. “Son un callejón sin salida, tanto desde el punto de vista ambiental como económico”, asegura Guterres. “Hay que poner fin a este escándalo (…). “Es hora de poner en marcha la transición hacia las energías renovables antes de que sea demasiado tarde”.

9 millones de muertes anuales por contaminación del aire y envenenamiento por plomo.

Ese escándalo no es solo económico. Provoca millones de muertos por año. ¿Cuántos? 9 millones de muertes anuales desde 2015, es decir el mismo número de víctimas de la II° Guerra Mundial. Es lo que confirma un informe de The Lancet Commission on Pollution and Health, publicado en The Lancet Planetary Health: la contaminación del aire exterior y el envenenamiento por plomo han mantenido las muertes globales en 9 millones anuales desde 2015.

En este sentido, Guterres señaló como grandes responsables a los gobiernos, que subsidian desde hace años los combustibles fósiles: “Cada año, los gobiernos de todo el mundo invierten alrededor de medio billón de dólares en bajar artificialmente el precio de los combustibles fósiles, más del triple de lo que reciben las energías renovables”.

Por eso, la ciudadanía global debería preocuparse de algo que subyace en el trasfondo de lo expresado por Habeck en nombre de sus colegas: “El calentamiento global cero ya no es una opción. La única cuestión que estamos discutiendo aquí es: ¿se frenará el calentamiento global mediante una acción política decisiva en los próximos años y no en los próximos 30 años, sino en los próximos 4, 5, 8, 10 años, de tal manera que podamos entonces tener opciones para la acción?”.

Resulta preocupante que quienes deberían ser los protagonistas de las soluciones climáticas se pregunten si tienen “opciones para la acción”. Está claro que no depende de ellos y que la acción política decisiva está en otras manos. Un tema para reflexionar con urgencia y determinar si la sociedad mundial debe seguir reclamando pasivamente o asumir que su supervivencia y sus condiciones de vida en un mundo habitable dependen de lo que hagan la ciudadanía por sí misma y no intermediada por dirigencias “grises”.