07 feb 2021

Es lo que adelanta la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en un comunicado de prensa del 15 de enero pasado, donde recuerda que las temperaturas más cálidas registradas desde 1880 corresponden a los últimos seis años y el 2020 –que junto con 2016 y 2019 fueron los más calurosos– estuvo 1,2°C por encima de las temperaturas de la era preindustrial.

Para Pascal Peduzzi, director del GRID-Ginebra del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), “la velocidad a la que aumentan las temperaturas es alarmante. A este ritmo, podríamos alcanzar +1,5°C en los próximos 15 años”.

“La velocidad a la que aumentan las temperaturas es alarmante” - Pascal Peduzzi (PNUMA).

Según la OMM hay 20% de probabilidad de que el escenario sea peor y que el aumento de las temperaturas supere ese registro a partir de 2024.

Hace un par de semanas, António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, recordó que 2021 será un año crítico para el clima y reclamó una fuerte acción multilateral. Planteó que es hora de dejar de construir nuevas centrales de carbón y terminar con los subsidios a los combustibles fósiles.

“Las consecuencias de nuestra incapacidad para afrontar la emergencia climática están por todas partes: olas de calor extremo, incendios, inundaciones y sequías devastadoras. Y estos desafíos solo van a empeorar”, añadió Guterres.

Ante ese escenario, convocó a los Estados Miembros a presentar contribuciones determinadas a nivel nacional que permitan reducir las emisiones mundiales en un 45% para 2030, en comparación con los niveles de 2010.

Asimismo hizo un llamado a que bancos multilaterales de desarrollo y donantes incrementen el porcentaje de los recursos financieros destinados a la adaptación del 20% al 50% como mínimo para 2024 y que los países desarrollados cumplan su compromiso de movilizar 100.000 millones de dólares anuales para la acción climática en los países en desarrollo.

Hay que recordar que en el Acuerdo de París, los países se comprometieron a mantener el calentamiento global muy por debajo de los 2°C, preferiblemente en 1,5°C, en comparación con los niveles preindustriales. Para ello acordaron el objetivo –conocido como contribución determinada a nivel nacional (NDC) – de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030.

El Acuerdo de París, en vigor desde el 1° de enero, ha tomado en cuenta la evidencia científica acerca de los riesgos sistémicos del calentamiento global. Por ese motivo, uno de sus principales objetivos es limitar el aumento de temperatura a 1,5 y -de 2°C.

Aunque esa variación pueda parecernos insignificante, un incremento de medio grado centígrado en la temperatura global hasta 2°C, provocaría que el hielo ártico desaparezca en verano cada diez años, contra una frecuencia del mismo fenómeno cada siglo con 1,5°C, sumado a muchos otros impactos negativos sobre el Planeta.

Las consecuencias del cambio climático (sequías, inundaciones, incendios y otros eventos extremos) ya son visibles y su multiplicación empieza a ser notable. Para evitar los peores impactos del cambio climático, el aumento de temperatura debe mantenerse –según los científicos– lo más cerca posible a 1,5°C.

Las consecuencias del cambio climático (sequías, inundaciones, incendios y otros eventos extremos) ya son visibles.

Lograrlo todavía es posible pero requiere –como lo reclama el Secretario General de la ONU– acciones urgentes, decididas y enérgicas, tal como lo recomienda también el IPCC (Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático.

Para los científicos del IPCC vamos a superar esa temperatura entre 2030 y 2050, pero si logramos reducir  un 45% las emisiones actuales en 2030 y absolutamente (100%) en 2050, podríamos lograr que la temperatura global comenzara a retrocede y colocarse por debajo del objetivo en 2100. (http://report.ipcc.ch/sr15/pdf/sr15_spm_final.pdf)

De lo contrario deberemos afrontar severos efectos sobre las cosechas, la salud y la economía global. En términos económicos el cambio climático ya ha provocado pérdidas cuantiosas. En 2019, solo como consecuencia de desastres climáticos, se estima que alcanzaron un total global de 229.000 millones de dólares.

Los cálculos del Banco Mundial muestran que, si la temperatura global sigue aumentando al ritmo actual, podría acarrear unas pérdidas entre el 15 y el 25 % del PIB mundial (es decir entre 12 y 20 billones de dólares!!! a valores 2019).

Limitar la anomalía de temperatura a 1,5–2°C es posible pero requiere un cambio urgente y radical del insostenible modelo productivo y de consumo actual, en especial en su matriz energética.

El informe de PNUMA (Emissions Gap Report) señala que aún implementando todos los compromisos asumidos en el Acuerdo de París, la temperatura podría aumentar más de 3°C, lo que implica que los esfuerzos de reducción de emisiones deberían quintuplicarse en esta década, algo muy dudoso en vista de las tibias y lentas acciones de gobiernos y empresas.

Los informes de la ONU señalan que la diferencia entre la reducción de emisiones necesaria y las promesas de reducción “es alarmantemente elevada… Si dicha diferencia se mantiene para el año 2030, es extremadamente improbable que se pueda alcanzar el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 2°C de incremento”.

Las emisiones mundiales de GEI deberían bajar un 7,6 % cada año entre 2020 y 2030 para que la humanidad estuviera en camino de contener el aumento de temperaturas en 1,5°C o de 2,7% anual, para alcanzar el objetivo menos ambicioso de 2°C.

Anomalías globales de la temperatura terrestre y oceánica 1880-2020 - variación en grados Celsius (NOAA).

El gráfico refleja las anomalías de temperatura que muestran las variaciones sobre una temperatura media o de referencia. Las positivas revelan que la temperatura registrada fue más cálida que la base promedio, y las negativas muestran temperaturas más bajas.

Como puede observarse en el gráfico de NOAA, desde la década de 1980, la desviación anual de la temperatura a lo largo de todo el siglo XX ha sido siempre positiva, salvo contadas excepciones. En 2020, la anomalía de la temperatura de la superficie terrestre y oceánica se situó en 0,98° Celsius.

En el estudio del cambio climático, estas anomalías de temperatura son, en general, más importantes que la temperatura absoluta. Esto se debe a que al calcular las temperaturas absolutas promedio, factores como la ubicación y la estación pueden tener impactos críticos en las temperaturas absolutas, pero ser menos significativos en los cálculos de anomalías.

SIGUE LA “FIESTA” DE LOS CONTAMINADORES

Algunos de manera ingenua han esperado que la pandemia significara un ‘alivio’ a la actividad industrial contaminante. Pero, por el contrario, en el 2020, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera aumentó 2,57 partes por millón (ppm) hasta alcanzar 4,14 ppm en diciembre, la concentración más alta jamás registrada.

Como se sabe, el CO2 es, junto a los potentes metano y óxido nitroso, uno de los principales gases de efecto invernadero, que provocan el calentamiento global. Las concentraciones de dióxido de carbono había subido en 2019 a niveles record de 410 partes por millón. En 2020, este incremento continuó a pesar de las medidas de confinamiento que redujeron la actividad.

Las alarmas están justificadas: el CO₂ atmosférico está en niveles del Plioceno (hace 4 millones de años) y se encamina hacia los niveles del Eoceno, donde aparecieron los primeros mamíferos marinos (hace 50 millones de años), cuando las temperaturas en el Planeta fueron hasta 14°C más altas que en la era preindustrial.

Pero no fue solo el CO₂. En 2019 el CH₄ alcanzó 1877 ppb y el N₂O 332 ppb (aumentos del 260% y el 123% respectivamente sobre su nivel preindustrial). Como esos gases permanecen larguísimo tiempo en la atmósfera (CO₂ -hasta 1.000 años; N₂O – 100 años y CH₄ -10 años) tienen una marcada influencia en el calentamiento de los océanos, con graves consecuencias.

Que hacer?

La preocupación de los organismos internacionales y de la comunidad científica es creciente. La ventana de tiempo para encarar las decisiones fundamentales se agota. Por ese motivo, el calentamiento global y el cambio climático serán los temas clave de discusión en la V° sesión de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), organizada por PNUMA, que será virtual el 22 y 23 de este mes.

PNUMA, el máximo órgano mundial de toma de decisiones ambientales reunirá a representantes de los 193 Estados miembros de la ONU, líderes empresariales, sociedad civil y ambientalistas de todo el mundo. Entiende que el 2021 podría ser un año definitorio, ya que a nivel internacional pareciera fortalecerse la voluntad de salvaguardar el Planeta para las futuras generaciones.

Las soluciones, que implican difíciles e inevitables decisiones políticas orientadas a un cambio drástico del actual modelo productivo y de consumo que incluye transformaciones profundas en lo energético y financiero, podrían sintetizarse en 10 objetivos básicos:

  1. Reducción máxima de emisiones para el año 2030;
  2. Neutralidad en carbono para 2050;
  3. Reconversión energética global a través de renovables, facilitando los esquemas de electrificación local y autoconsumo;
  4. Reconciliación de las ciudades con la naturaleza (bosques urbanos, etc) y adaptación a un modelo sostenible que las aleje de su actual rol de mayores consumidoras de recursos y energía;
  5. Implementación de una agricultura global sostenible, con eliminación de agro-tóxicos;
  6.  Transporte público cero emisiones, eléctrico y autónomo;
  7. Expansión de los programas de reforestación y recuperación de suelos;
  8. Creación de infraestructuras resilientes, de fuerte adaptabilidad al cambio climático;
  9. Regulación estricta de la gestión de los residuos con obligación de recogida y reciclado de los productores de plásticos
  10. Modificación de la dieta global con disminución del consumo cárnico.

Como señala José María Baldasano Recio, profesor emérito de Ingeniería Ambiental de la Universitat Politècnica de Catalunya. “el actual cambio climático no es algo que vendrá en los años futuros, sino que ya está aquí. La fase inicial del proceso la hemos consumido, el proceso se está acelerando y los efectos se van agravar cada vez más de forma exponencial. El tiempo para posponer las decisiones ya se ha acabado. El clima no espera”.