El lado oscuro de la telefonía móvil

ABR 2020

El mundo de la telefonía móvil y en especial, el de los smartphones avanza a ritmo avasallante. El número de usuarios de teléfonos inteligentes pasó de 1.600 millones en 2014 a 2.700 millones en 2019, un crecimiento exponencial.

Con una población mundial de 7.400 millones de personas, el mundo tiene actualmente 7.700 millones de teléfonos móviles, es decir, hay más aparatos de este tipo que habitantes.

Cada día se venden en el mundo más de 4,14 millones de móviles y las compañías del sector siguen estimulando con innovaciones, para que aumente el número de usuarios y que la renovación de equipos se multiplique. Para ello, tratan de adelantarse a sus competidores sorprendiendo al público con nuevas funcionalidades y avances tecnológicos.

Las empresas presionan con nuevos dispositivos, a que los usuarios renueven sus equipos.

Las empresas están empujando con nuevos dispositivos, a que los usuarios renueven sus equipos cada vez en plazos más cortos. Algunas tendencias son reveladoras. Se percibe que los consumidores valorizan de manera muy significativa el aspecto fotográfico de sus unidades (en especial, los modos super zoom y noche o la lente ultra macro).

Asimismo están apostando a seducir con la llegada de los teléfonos flexibles o la conectividad 5G, que van a predominar en el mercado mundial este año. Otro de los estímulos para multiplicar sus ventas proviene de los servicios propios (por ej. Huawei Video o Apple TV Plus) que las marcas empiezan a ofrecer dentro de sus dispositivos y que no están ligados al mundo de los smartphones

En paralelo a la aparición del Internet de las cosas (IoT), las empresas comienzan a desplegar un marketing más intensivo, para expandir la tendencia a que la población dé a su smartphone, cada vez más, el uso de un centro de control, que le permita configurar y controlar el funcionamiento de su hogar desde su equipo.

Consecuencias ambientales

Hasta aquí lo que propician los vendedores y reclaman o consumen los usuarios. Pero te has preguntado por las consecuencias?

“Detrás de cada mensaje de texto que enviamos, de cada llamada telefónica, de cada vídeo que descargamos, hay un centro de datos haciendo que esto sea posible. Las redes de telecomunicación consumen un montón de energía, se alimentan de electricidad que aún sigue generándose por la quema de combustibles fósiles. Es un consumo energético invisible para nosotros”, explica Lotfi Belkhir, Ph.D. en física, experto en el campo de la Gestión Total Sostenible, y académico de la Mc Master University.

Desentrañemos que hay detrás del uso de nuestro móvil. Como explica Belkhir, detrás de cada pulso hay una intervención de centros de datos, que son la columna vertebral de la información de un mundo cada vez más digitalizado. Para mantener el ritmo creciente de redes sociales, videos, software y aplicaciones móviles, la demanda hacia esos centros en la última década se ha disparado.

De un estudio publicado el mes pasado en la revista Science (“Recalibrating global data center energy-use estimates”, de Eric Masanet, Arman Shehabi, Sarah Smith y otros) surgen sin embargo, algunas buenas noticias.

Los autores recuerdan que “dado que los centros de datos son empresas intensivas en energía, que se estima representan alrededor del 1% del uso mundial de electricidad, estas tendencias tienen implicaciones claras para la demanda mundial de energía y deben ser analizadas rigurosamente”.

Es cierto que la demanda de sus servicios ha aumentado rápidamente y que el avance de tecnologías intensivas en datos (inteligencia artificial, sistemas de energía inteligentes y conectados, sistemas de fabricación distribuida y vehículos autónomos) prometen multiplicarla. 

Los centros de datos han mejorado su eficiencia energética pese al descomunal incremento de la demanda.

En 2010, los centros de datos de todo el mundo consumieron unos 194 teravatios-hora de energía (1% del uso mundial de electricidad). Y si bien, para 2018, la capacidad de cómputo de los centros de datos se multiplicó por 6, el tráfico de Internet se multiplicó por 10 y la capacidad de almacenamiento por 25, el uso de energía solo creció solo un 6%, unos 205 tWh .

La buena noticia es que ello se logró gracias a grandes mejoras, que han pasado por desarrollar un hardware con mayor eficiencia energética y sistemas de refrigeración mejorados. Algunos sistemas más avanzados de enfriamiento incluyen sumergir los centros de datos bajo el agua o construirlos en el Ártico.

Pero el estudio advierte, a la vez, que no hay garantía de que esa eficiencia continúe ante las nuevas tecnologías como el 5G o la IA. “Estas tendencias podrían no ser capaces de mantener la reciente meseta en el uso de energía más allá de la próxima duplicación de la demanda, lo que probablemente ocurrirá en los próximos cinco años”, dice Eric Masanet, uno de los autores y profesor de Sistemas de Energía y Recursos en la Northwestern University.

El lado oscuro

Si dejamos atrás los centros de datos y avanzamos sobre la producción y comercialización de celulares y smartphones vamos a entrar en el lado oscuro de este sector industrial. Recordemos: cada día se venden en el mundo más de 4,14 millones de móviles y las compañías siguen estimulando con innovaciones no solo para que aumente el número de usuarios sino para que la renovación de equipos se multiplique.

Las continuas innovaciones tecnológicas hacen que los teléfonos celulares tengan una vida extremadamente corta. Todos los meses aparecen nuevos modelos que incitan al reemplazo de los teléfonos en uso por otro con más funciones. La rotación es por eso, extremadamente alta, a lo que se agrega la obsolescencia programada por las empresas para que sus aparatos acorten su vida útil.

La huella de carbono de los teléfonos móviles es inquietante: para producir un móvil de 80 gramos se consumen 44,4 kilogramos de recursos naturales, muchos de ellos minerales escasos como el tántalo y con costosos procesos de extracción como el coltán, el oro y el tugnsteno. Para elaborar un Smartphone se necesitan 12 litros de agua y se generan 30 kgs. de CO2. Y un solo Smartphone produce 95 kgs. de CO2 en su vida útil, que se estima en dos años.

Multipliquemos esas cifras por los más de 4 millones de móviles que se venden por día y podremos comprender en grave impacto negativo que su fabricación tiene sobre el medioambiente.

A ello hay que sumar el consumo de energía de su fabricación y el transporte de los materiales hasta las fábricas y de los dispositivos terminados hasta los centros de venta. Energía y transporte que todavía utiliza combustibles fósiles para esas actividades.

Cada usuario que haya cambiado de móvil con la frecuencia de un par de años, habrá gastado lo largo de su vida adulta más de una tonelada de recursos solo para acceder a dispositivos de última generación.

Uno de los factores negativos es el alto consumo de energía, en especial los teléfonos inteligentes. La energía no solo es necesaria para la recarga de la batería sino para todas las operaciones del teléfono (llamadas, envío de mensajes de texto, transmisión de datos, etc).

Los teléfonos móviles contaminan el medio ambiente de manera indirecta, en la fase de producción (procesos, maquinarias, petróleo para la elaboración de los plásticos, minerales –oro, plata y otros–, estaño para sus circuitos, ácidos y bases para la fabricación de las pilas). Y de manera directa, en la fase de desechado, ya que sus componentes de plástico, demoran cientos de años en degradarse y sus componentes minerales constituyen residuos peligrosos por los compuestos tóxicos que contienen.

Residuos peligrosos

Esto constituye el tercer aspecto a analizar. Miles y miles de teléfonos móviles son tirados cada día a la basura. Buena parte de ellos sin ser tratados ni considerar que sus componentes metálicos, baterías, etc. son nocivas para el medio ambiente. Una sola batería de teléfono móvil puede contaminar 600.000 litros de agua.

Las previsiones más preocupantes muestran que la huella de carbono de estos dispositivos en el mundo podría alcanzar un 14% del total en los próximos 20 años, una cifra similar a lo que hoy contamina la industria del transporte.

Pero el problema no termina allí. Concluida su vida útil, los teléfonos móviles pasan a alimentar la enorme masa de basura electrónica global, que constituye unos de los más graves problemas ambientales. Cada smartphone contiene unos 40 materiales tóxicos, como plomo, mercurio, arsénico, zinc, cadmio, etc.

La colosal generación de residuos contaminantes es la cara oculta de la telefonía móvil.

Según cálculos de la Agencia Europea del Medio Ambiente, la acumulación actual de baterías en desuso alcanza casi los 40 millones de toneladas métricas. Y señalan que si se pudiese cargar en camiones de basura todo ese volumen, se formaría una hilera que uniría Colombia con Japón.

La colosal generación de residuos contaminantes es la cara oculta de la telefonía móvil. Unos aparatos que han revolucionado nuestras vidas y se han vuelto imprescindibles, pero que exigen repensar su utilización de manera sostenible.

No mandar el viejo celular a la basura es un importante aporte al medioambiente. Venderlo para su retorno al circuito y comprar uno de segunda mano son caminos para reducir el enorme volumen de nuevos aparatos cada día.

La apuesta por los móviles reacondicionados o de segunda mano pareciera estar en crecimiento. La consultora alemana GFK sostiene que se percibe un cambio de tendencia en los consumidores, menos entusiasmados con la novedad permanente, que implica desembolsos constantes de dinero en nuevos aparatos.

En el mismo sentido, la empresa europea Back Market, dedicada a los reacondicionados, cree que hay un nuevo consumidor que se resiste al bombardeo comercial y a la obsolescencia programada.

Está claro que dejar de usar la tecnología no es una alternativa realista. Internet o el teléfono móvil son avances extraordinarios no solo para nuestras comunicaciones sino para el desarrollo de nuestro conocimiento. Por tanto es imprescindible buscar caminos para un uso sostenible de estas tecnologías.

Belkhir sugiere algunos: “Los centros de datos podrían empezar a funcionar con energías renovables… La buena noticia es que grandes compañías como Facebook o Google ya han anunciado que realizarán esta transición en sus centros de datos. Pero es necesario que exista una legislación que obligue a todos a hacerlo”.

Desde el campo de los usuarios también hay mucho para aportar: comprar dispositivos que se fabriquen con criterios medioambientales.

Queda claro que la producción de teléfonos no es una industria ética ni sostenible. Desde los trabajadores que extraen los materiales, hasta el personal en la línea de producción, la fabricación electrónica moderna está repleta problemas.

Pero si necesitas tener un teléfono celular completamente nuevo, varios modelos ya reúnen unas condiciones amigables con el medio ambiente, según sus fabricantes.

Pero un consumidor con conciencia ambiental tiene algunas (todavía pocas) alternativas. Una de ellas es Fairphone, una empresa holandesa cuya misión es desarrollar teléfonos inteligentes diseñados y producidos con el mínimo impacto negativo posible para las personas y el Planeta.

Sus desarrolladores plantean un proceso de producción centrado en el clima, el ecosistema y los derechos humanos. Intentan para ello, controlar todos los pasos de la producción, desde la extracción de las materias primas en las minas hasta el ensamblaje de sus piezas.

Además, desarrollaron un teléfono modular de piezas recambiables, por lo que no se necesita, ante una falla, cambiar el aparato. Ello permite alargar su vida útil del dispositivo y reducir su huella ecológica.

Se trata por tanto de buscar alternativas que permitan caminar también en esta materia hacia un futuro sostenible.