Innovaciones urbanas

dic 2019

A partir de los grandes desafíos que afronta el entorno urbano, en medio de profundas transformaciones globales que se desarrollan a velocidades de vértigo, desde distintos ámbitos se están generando propuestas de innovación que prefiguran el futuro de las ciudades.

Uno de los primeros grandes reportes sobre el tema lo constituyó el Wef Top10 Emerging Urban Innovations Report, elaborado por el Consejo de la Agenda Mundial sobre el Futuro de las Ciudades, con el auspicio del Foro Económico Mundial (WEF) a finales del 2015.

Allí se destacaban “las principales innovaciones urbanas” y mostraba cómo, a lo largo del mundo, algunas ciudades van encontrando soluciones innovadoras a los desafíos que se les plantean, respuestas que son adaptables a entornos urbanos diversos y que perfilan las ciudades del futuro.

Cinco grandes desafíos

El primer reto de las ciudades del futuro es la necesidad de espacio. El mundo necesitara casi el doble de su capacidad urbana en 2050, teniendo en cuenta que su población pasara de 4.000 a casi 7.000 millones de personas. Es decir, casi la población actual del planeta. Ello implica armonizar la demanda de financiamiento y realización de nuevas infraestructuras con un mejor uso de las existentes.  Reprogramar digitalmente, por ejemplo, el cambio de su utilización instantánea, permitiendo convertir un espacio “de teatro a gimnasio, centro social o club nocturno, minimizando la huella urbana total”. Es lo que está empezando a hacer Melbourne.

En la misma dirección van las iniciativas de “ciudad compartida” que centra su acción en liberar capacidad de repuesto, a la que apuntan experiencias como Airbnb (uso de capacidad inmobiliaria) o HubCab (movilidad bajo demanda), una iniciativa reciente del MIT SENSEable City Lab en asociación con Audi y GE.

La disponibilidad de agua es un segundo gran desafío de las ciudades del futuro. Ello exigirá una gestión muy eficiente del recurso. Al crecimiento de la población, se suman las amenazas del cambio climático.  Para el 2030, se estima que la demanda de agua dulce podría superar en un 40% a su disponibilidad. Pero sólo por fugas se calcula que se pierden en la actualidad entre un 25% y 30% del agua y hay casos extremos de ciudades con pérdidas superiores al 50%.

Los avances tecnológicos en esta materia son alentadores: el MIT ha desarrollado nuevas técnicas de sensores en las tuberías del alcantarillado, que permiten recopilar y analizar información bioquímica de las aguas residuales (una verdadera “plataforma inteligente de alcantarillado”) que permite detectar de forma precoz enfermedades infecciosas, con la consiguiente prevención de pandemias y reducción de los riesgos y gastos en salud. Y en Israel, empresas como TaKaDu desarrollan soluciones basadas en la nube, para conectar las tuberías de agua a Internet de las cosas a fin de incorporar “un enfoque dinámico para controlar inundaciones y recogida de aguas pluviales, así como identificar puntos débiles o bloqueos en la red antes de que se produzcan daños importantes”.

Un tercer y enorme desafío proviene de las consecuencias del cambio climático. El IPCC prevé un incremento de fenómenos meteorológicos extremos con alto impacto en las ciudades y en especial, en las de los países en desarrollo. Huracanes, inundaciones, riadas, etc. expresan su violencia de manera creciente en los últimos años. Los ejemplos de la “gota fría” en Alicante y Murcia (España, sept.2019) con 65.000 siniestros y pérdidas por 445 millones de euros o la reciente y catastrófica inundación de Venecia (Italia, oct.2019) son prueba de ello. El enfoque dominante hasta ahora ha sido construir defensas costeras, diques y otras respuestas de ingeniería para minimizar sus efectos.

Venecia enfrenta su peor inundación en medio siglo.

Pero Melbourne y algunas otras ciudades  avanzan hacia una solución más innovadora y menos costosa: plantar más árboles. Diversos estudios muestran que un aumento del 10% de las zonas verdes de una ciudad podría compensar el aumento de temperatura provocado por el cambio climático, ya que “la vegetación ayuda a bloquear las radiaciones de onda corta, evapora agua, enfría el aire ambiente y crea microclimas más favorables, mientras el follaje y las raíces de los árboles contribuyen a reducir los flujos de agua de las tormentas”.

Melbourne, escogida desde 2011 como la mejor ciudad del mundo para vivir, mediante su Estrategia Forestal Urbana alentó a sus ciudadanos a incrementar sus zonas verdes. Hoy superan los 75.000 árboles, registrados en una base de datos central (Urban Forest Visual). Los ciudadanos pueden adoptar un árbol, darle un nombre, seguir su crecimiento, la cantidad de emisiones de carbono que compensan y compartir estos datos a través de sus redes sociales. Se espera que los árboles que hoy cubren un 22% de la superficie de la ciudad, aumente al 40% para el 2040.

Un informe de la consultora británica de estrategia y riesgos Verisk Maplecroft, que analiza los principales riesgos políticos, económicos, sociales y ambientales que afectan a los negocios e inversiones globales, advierte que los efectos del cambio climático constituyen el mayor riesgo para muchas áreas urbanas. Las mayores dificultades las soportarán aquellas que muestran mayores tasas de crecimiento. Más del 90% de esas ciudades están en Asia y África. Mega-ciudades como Lagos (Nigeria), Jakarta (Indonesia) o Kinshasa (RD del Congo) y otras 85 áreas urbanas de rápido crecimiento enfrentan –según la consultora– un “riesgo extremo” frente a las consecuencias del cambio climático.

El cuarto desafío es la generación de una nueva movilidad. La necesidad de reducir drásticamente el uso de vehículos alimentados a combustibles fósiles para mitigar las consecuencias del cambio climático, modificará el paradigma actual de ciudades construidas en función del automóvil y disparará un uso más intensivo de un transporte público no contaminante y una expansión –ya visible en algunas ciudades– de bicicletas o híbridos eléctricos inteligentes, como la rueda Copenhagen diseñada en el MIT, que transforma cualquier bicicleta en un vehículo eléctrico con 50 kms de autonomía por carga y una velocidad máxima de 25 km/hora y a la que la ciudad de Copenhague, paradigma global de la movilidad urbana sostenible, apostó hace una década. O los nuevos modelos Flyon, que sorprendieron en el Eurobike 2019.

Y un quinto desafío provendrá de la necesidad de las ciudades de contribuir a su propio abastecimiento alimentario. Las restricciones climáticas sobre las cosechas, la urgencia de una logística más sostenible, el incremento de la población urbana y las exigencias de una alimentación más saludable, impondrán formas más eficientes de cultivar y recibir alimentos y una expansión de la agricultura urbana.

"El mundo necesitara casi el doble de su capacidad urbana en 2050"

Ciudades en acción

La buena noticia es que muchas ciudades en todo el mundo, avanzan en medidas para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y adoptan políticas para potenciar el uso de energías alternativas y establecer mayores controles ambientales.

Vancouver (Canadá), por ejemplo, ya genera más del 90% de su electricidad a partir de fuentes renovables. La ciudad tiene como meta (Plan Greenest City 2020), lograr el próximo año que todos sus edificios nuevos sean neutros en carbono, así como lograr que más de un 50% de sus ciudadanos se desplacen a pie, en bicicleta o en transporte público, para lo que privilegió las inversiones en circuitos peatonales y rutas de bicicletas.

Vancouver (Canadá) genera más del 90% de su electricidad a partir de fuentes renovables.

Dado que los sistemas de refrigeración y calefacción de los edificios suponen un 60% de la energía que consumen y que funcionan, en general, en base a combustibles fósiles (84% en la UE) es imperioso limitar su contribución peligrosa al calentamiento  del Planeta. Naciones Unidas a través de su Iniciativa Global Energía Distrital en Ciudades, una iniciativa  para desbloquear el potencial de la eficiencia energética y la energía renovable, apoya a los gobiernos para la sustitución de aquellos sistemas por fuentes locales renovables. Un grupo importante de ciudades en el mundo se han sumado a esa Iniciativa.

Asimismo algunas de las grandes ciudades como París, Londres o Milán, buscan imponer una menor utilización de automóviles para reducir las emisiones. Pero, presionados por las corporaciones de la industria automotriz, establecen plazos poco acordes con las urgencias ambientales, aunque reflejen una tendencia en curso.

Un informe de C40 Cities junto al Pacto Mundial de Alcaldes por el Clima y la Energía y el New Climate Institute demuestra que mejorar los servicios y redes de transporte público y duplicar su frecuencia y  extensión significan un notable progreso en la descontaminación urbana.

En esa dirección, Shenzhen (China) se ha convertido en la primera ciudad en poner en circulación más de 16.000 autobuses públicos eléctricos. Lublin (Polonia) ha instalado células solares en el techo de los autobuses municipales para reducir el consumo de energía y hacer más ecológico el transporte público.

Tallin (Estonia) posee el sistema de transporte público gratuito más grande de Europa.

En Tallin (Estonia), las autoridades introdujeron el sistema de transporte público gratuito más grande de Europa con residentes y estudiantes que pueden viajar gratis en tranvías y autobuses, lo que ha generado  una disminución en la congestión de tráfico en el centro de la ciudad del 37,5% en cinco años. El gobierno del país báltico busca ahora extender el esquema de gratuidad al resto del país.

Luxemburgo adoptará medidas similares desde principios de 2020. Y en Vietnam, la ciudad de Ho Chi Minh lanzó un sistema de tránsito rápido de autobuses (Proyecto de Desarrollo de Transporte Verde) destinado también a reducir la congestión de automóviles.