Donaron tierras para su conservación del tamaño de Suiza

07 feb 2021

Antonio López Crespo

Director de Mas Azul

Su tarea a favor del Planeta puede ser calificada, como lo hizo el periodista chileno Roberto Farías, como la obra filantrópica conservacionista más grande del mundo”. Sin duda, es el donativo de preservación de la naturaleza más grande que se haya recibido en Latinoamérica, con cerca de 500 millones de dólares.

Las enormes extensiones de tierras que el matrimonio Tompkins compró y donó de su dinero personal, para la creación de parques naturales en el Cono Sur de la región –en especial en la Patagonia argentino-chilena–, superan el territorio de Suiza. Son más de 5 millones de hectáreas destinadas a salvaguardar algunas de las áreas naturales de mayor belleza y pureza del Planeta.

Se trata de Douglas Tompkins y Kristine McDivitt. Su obra, que hubiera merecido los más cálidos elogios y un extraordinario reconocimiento público en muchos lugares de la Tierra, en Latinoamérica no estuvo exenta de polémicas e ingratitudes.

La región padece un recalcitrante prejuicio que se fundamenta en su penosa historia de explotación colonial, que no alcanza a superar, que limita su desarrollo y refuerza su pobreza. Ciertos sectores hiper ideologizados de América latina tienen un manifiesto rechazo a la riqueza y a la “penetración extranjera”.

Se viven como si pertenecieran a una “izquierda progresista”, cuando en realidad representan los valores más duros de la “derecha retardataria”. Su visión atrasa un siglo y se compone de un pastiche de marxismo stalinista y doctrina social de la Iglesia. Los Tompkins lo padecieron. Tenían dos “defectos”, visibles para esos sectores: eran millonarios y estadounidenses.

Que fueran dos apasionados por la naturaleza, que tuvieran en claro la irracionalidad del modelo industrial de producción y consumo y que estuvieran dispuestos a apostar una parte enorme de su fortuna a generar parques naturales y recuperar especies en peligro de extinción, no era creíble para esos fanáticos. Como sostenía Nietzsche “no miente solo aquel que habla en contra de lo que sabe, sino también aquel que habla en contra de lo que no sabe”. Eso es el fanatismo, que “cuando gangrena el cerebro es incurable” (Voltaire).

Eran “gringos” que venían a apoderarse “seguramente” de vastas áreas de recursos naturales de la Patagonia argentino-chilena. No les creyeron que esas tierras iban a ser donadas a los Estados involucrados (Chile y Argentina) –como sucedió– con la condición de ser mantenidos como reservas naturales y con las medidas de protección necesarias.

La gangrena les impidió ver incluso su lucha en 2006 contra el proyecto Hidroaysén, que planteaba la construcción de cinco presas hidráulicas en la Patagonia. Y tampoco oyeron su diagnóstico de entonces: “La expresión más pura de esta sociedad tecnoindustrial que hemos creado es el cambio climático. Vivimos un ‘sobredesarrollo’. Hay que parar un minuto y pensar en ello. La inercia de este modelo económico es tan fuerte que va a llevarnos al abismo. Va a fracasar”.

Los Tompkins no dudaron en hacer campaña, viajar a Europa para advertir sobre las consecuencias ambientales de ese proyecto y recaudar fondos por las organizaciones ecologistas de esos países.

Gracias al trabajo de los Tompkins, el movimiento “Patagonia sin represas” triunfó y en 2014, el proyecto energético que hubiera modificado parte del ecosistema patagónico, fue abandonado. Un año después, Douglas, a los 72 años, murió por hipotermia al caer al río desde un kayak, una de sus pasiones. En aquella campaña había insistido hasta el cansancio sobre el valor de las aguas del Lago General Carrera, precisamente, el lugar donde encontró la muerte.

El matrimonio Tompkins, en el sur de Chile, uno de sus lugares en el mundo.

La aventura de los Tompkins

Kris y Doug tenían una visión del mundo cimentada en el amor a la naturaleza, la decisión de contribuir a sustituir el modelo de ‘sobredesarrollo’ y en la vocación de motivar a las generaciones futuras a conocer y enamorarse de la vida silvestre.

Doug, nacido en Conneaut (Ohio) y criado en Millbrook (Nueva York), era un apasionado de esa vida y de los deportes que le permitieran un intenso contacto con la naturaleza. Esquiaba, nadaba y le encantaba escalar. En 1961 había viajado a Chile por primera vez a esquiar y se enamoró de la Patagonia, de sus ríos y sus paisajes vírgenes. Entusiasta y emprendedor a los 21 años (1964) fundó The North Face para confeccionar y vender equipamiento para el aire libre. Era su modo de conjugar sus pasiones y un trabajo afín.

Más tarde proyectó un largo viaje desde EEUU hacia el sur del continente, para conocer mejor la Patagonia y escalar el Monte Fitzroy. Un viaje alocado de 29.000 kms. con un grupo de amigos –Dick Dorworth, Chris Jones, Lito Tejada-Flores y quien le presentaría a Kris, Yvon Chouinard–.

Viajaron a bordo de una furgoneta Ford Econoline a la que tuvieron que reparar hasta 15 veces y hacerle un cambio de motor durante el trayecto. La larga travesía por carretera, la hicieron surfeando las olas de Chicama (Perú), esquiando sobre dunas de arena y escalando el volcán Llaima (Chile), antes de enfrentarse al Monte Fitz Roy, en la frontera argentino-chilena.

Pese a tener una altura de 3.500 metros, la montaña tiene reputación de ser de ‘dificultad extrema’ que requiere máxima pericia técnica de los escaladores por sus enormes paredes de lajas casi verticales, pulidas y resbaladizas, con un clima inestable y de fuertes vientos.

Douglas Tompkins y sus amigos lograron coronar (1968) y convertirse en el tercer grupo en el mundo en ascender con éxito al Fitz Roy, en una de las zonas más hermosas y salvajes de la Patagonia.

Aquella aventura de seis meses a lo largo de la Panamericana se convirtió en un documental de culto  “Mountain of Storms” (Montaña de tormentas), filmado por Lito Flores-Tejada y protagonizado por el grupo de amigos.

Al regresar, fundó la empresa de ropa deportiva Esprit. Entre ambas compañías (The North Face y Esprit) su éxito comercial fue de tal magnitud que llegó a facturar más de 1.000 millones de dólares.

Paralelamente Kris McDivitt, nacida y criada en un campo del sur de California y enamorada del esquí y del mar, a los 15 años se había hecho amiga de Yvon Chouinard, ya un famoso montañista, que a la vez era fabricante de equipos para escalar (Chouinard Equipment) quien le propuso un trabajo de verano en su empresa.

Al terminar sus estudios de Historia en Idaho, Kris –que ya competía exitosamente en esquí– contribuyó con solo 22 años al desarrollo de una nueva empresa de Yvon: Patagonia, Inc. de ropa para el aire libre.  Allí trabajó durante 20 años como Directora ejecutiva. Convencida de que la fabricación de ropa causa contaminación, Kris se empeñó en hacer de la empresa, una marca modelo de responsabilidad corporativa. La transformó en una corporación ‘verde’, mitigando sus impactos ecológicos y despertando la conciencia de  sus consumidores sobre las amenazas ecológicas que se ciernen sobre la Tierra.

Los caminos de Doug y Kris comenzaban a cruzarse. Vinculados al mismo negocio, sus empresas coincidían en ser innovadoras, exitosas, marcadas por su fuerte identidad y con una precursora preocupación ambiental y de responsabilidad social corporativa. Ambos eran esquiadores de élite y conocidos surfers en las playas de California. Y tenían un amigo en común: Yvon Chouinard, con quien Doug había realizado su primera gran aventura por Sudamérica.

EL DESPERTAR

El proceso de crecimiento y desarrollo personal es único e intransferible. Cada uno tiene su propia trayectoria, que determina cuándo le llega el “despertar”. Doug, multimillonario a los 40 años, percibió a finales de la década del ’80, que estaba trabajando para una cultura del consumo en la que no creía y que era una perniciosa manifestación más de un modelo industrial que colisionaba con la naturaleza que amaba. Mientras en los años de la posguerra la gente tenía un abrigo, de pronto en los 80 tenía diez en su armario, recordaba Tompkins.

Decidió entonces vender sus empresas y utilizar su riqueza para iniciar una larga aventura de lucha a favor del Planeta.  Junto con el escritor y activista Jerry Mander, Tompkins creó la Fundación para la Ecología Profunda en 1990, en la convicción de que filantropía puede convertirse en una herramienta para acciones innovadoras dirigidas a abordar las causas profundas de la destrucción ecológica y no solo sus síntomas. Y empezó a trabajar en la recuperación de la Patagonia en Chile y Argentina.

Kristine McDivitt había conocido a Tompkins a través de Chouinard. Ella misma relata su “despertar”: “Cuando llegué a los 40 me di cuenta de que, si bien tenía mucha reputación, fama y más dinero del que había soñado, no podía seguir haciendo lo mismo infinitamente. ¡Y me dio pánico! Me desesperé por encontrar un propósito para el resto del tiempo que me quedara. En esa etapa me reencontré con Doug y me invitó a realizar una expedición en kayak de 10 días en Chile. Me terminé quedando 5 semanas. Cuando volví a Estados Unidos, le avisé a mis socios que renunciaba. Fue un salto de fe, de aventura y de amor. Cuando haces un cambio en tu vida súper fuerte, no es que renuncias a algo por otra cosa: sinceramente creo que mi vida actual me estaba empujando a vivirla, porque ya estaba en mí. El cambio hay que quererlo, necesitarlo profundamente, para hacerlo”.

En 1993, Kris se retiró de Patagonia Inc., se casó con Doug y se fue a vivir al sur de Chile. Compartían no solo su pasión por la vida al aire libre, el esquí y el alpinismo y su amor a la naturaleza salvaje. Les preocupaba que la acción humana estuviera destruyendo el Planeta y estaban decididos a trabajar con coraje por su recuperación. Hubo una palabra mágica que le dio dirección a sus esfuerzos: “rewilding”.

“Así es que, después de tres décadas de vida empresaria –confiesa Kris– nos replanteamos cuál era nuestro propósito. Y decidimos comenzar a actuar, a involucrarnos”.

La primera gran decisión fu instalarse en la Patagonia, un lugar increíble por lo intocado y bellísimo pero donde empezaban a verse el incremento de las amenazas ambientales: deforestación, represas hidroeléctricas, minería y la explotación irracional del salmón.

El Parque Nacional Pumalín Douglas Tompkins, un emblema de las primeras acciones del matrimonio en Chile.

Durante esos primeros años de la década, la pareja agrega a la acción de Deep Ecology, una nueva Fundación: Conservation Land Trust (CTL) y se concentra en la creación del Parque Pumalín, una reserva natural de 300.000 hectáreas en la Región chilena de Los Lagos, que establecieron para el acceso público.

En 1997, expertos en conservación de Argentina, les proponen conocer los esteros del Iberá, unos pantanales de enorme biodiversidad con graves problemas de explotación agropecuaria, caza furtiva y varias especies en peligro de extinción.

Con sus 13.000 kms2 de bañados, lagunas e islas, es considerado el segundo mayor humedal de Sudamérica, detrás del Pantanal brasileño, un verdadero santuario natural y una de las mayores reservas de biodiversidad de América latina.

Los Tompkins en Iberá, uno de sus grandes logros de recuperación de la naturaleza y su entorno social.

Kristine McDivitt le confiesa a Andrea del Río, en un apasionante reportaje (2018): “Cuando vinimos por primera vez a la estancia San Alonso (Iberá), en 1997, invitados por unos amigos de Doug, odié el lugar. Nunca antes había estado en un humedal. Cuando bajamos de la avioneta, sólo sentí el calor, los mosquitos y la humedad. ‘¡Vámonos de aquí cuanto antes!’ , dije. Pero Doug enseguida vio el potencial de ese territorio como hábitat para la vida silvestre. Grande fue mi sorpresa cuando, al poco tiempo, me dijo que había comprado la estancia. Era raro en él, porque siempre me comentaba sus ideas. ¡Gracias a Dios, esa vez no me prestó atención! Empezamos a venir más seguido y lo primero que tuvimos que hacer fue recorrer el área para hacer un mapa, porque no sabíamos bien dónde habíamos comprado esa propiedad. Empecé a moverme con Doug en avioneta y camioneta: fue decisivo para que me enamorara del lugar y se convirtiera en nuestro hogar en la Argentina”.

Comenzaba una nueva historia, que les contaremos en la parte II de esta nota. Pero queremos adelantarles algo de lo que los Tompkins soñaron e hicieron en favor del Planeta:

A través de Tompkins Conservation y su equipo, Douglas y su esposa Kristine invirtieron u$s 345 millones para establecer extensas áreas protegidas en Argentina y Chile. Crearon 8 Parques Nacionales: 3 en Argentina (Monte León, 2002; ampliación del Perito Moreno, 2013; e Iberá, 2018; más contribuciones al Impenetrable); y 8 Parques Nacionales en Chile (Corcovado, 2005; Yendegaia, 2013; Pumalín, Melimoyu y Patagonia, 2017; más Hornopirén, Isla Magdalena, Cerro Castillo, y Alacalufes –renombrado Kawésqar–).

En total casi 5 millones de hectáreas, una superficie mayor que Suiza, en la donación privada más grande de la historia. Y gracias a su trabajo varias de las especies en extinción se han logrado recuperar. Doug lamentablemente no está, pero su legado continúa en manos de Kris y el sueño de ambos de “producir naturaleza”, sigue vivo.

Les seguiremos contando. Hasta la próxima…