Inician acciones para recuperar zonas degradadas y destruidas del Planeta

07 nov 2020

El 1° de enero de 2021, comienza el Decenio para la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), que Naciones Unidas ha establecido para recuperar las zonas degradadas y destruidas del Planeta.

La iniciativa –que tuvo al pequeño El Salvador a la vanguardia de la propuesta en marzo de 2019– fue acompañada por más de 70 países, en el ámbito de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) tienen la tarea de dirigir la implementación de esta iniciativa que conjuga con los esfuerzos del último decenio de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

El impulso político para la acción que adquirió la propuesta, sumado a la mayor conciencia ciudadana planetaria en materia de cambio climático y otros desafíos ambientales, más una serie de estudios científicos que destacan el potencial de la restauración en la lucha contra el calentamiento global, han hecho que muchos países decidieran no esperar hasta el 2021 y se pusieran manos a la obra.

DIEZ PAISES A LA CABEZA

En un reporte divulgado el pasado 12 de octubre por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), su Directora, la danesa Inger Andersen, destacó que un grupo de países ya desarrollan programas de reforestación y otras iniciativas de restauración de ecosistemas, lo que les permite enfrentar consecuencias sociales y económicas de la pandemia, crear empleo y abrir nuevas oportunidades en comunidades rurales.

Al menos diez países integran un lote de avanzada que ya estará en marcha cuando, a comienzos de 2021, se inicie el Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas, con el fin de recuperar las zonas degradadas del planeta.

Según Andersen “algunos países ya están diseñando paquetes de estímulo que incluyen acciones en favor de bosques, humedales, suelos y ciudades verdes”. Pero recomienda “intensificar las medidas a gran escala para restaurar nuestros ecosistemas degradados”.

Los países que ya han puesto en marcha proyectos que dan respuesta al cambio climático y la pérdida de biodiversidad son Pakistán, Etiopía, Colombia, Kenia, Francia, Nueva Zelanda, Finlandia, Islandia, Irlanda y Gran Bretaña.

Pakistán contrató a decenas de miles de personas que perdieron sus trabajos durante los confinamientos por Covid-19 para sembrar plántulas, incluidas moreras y acacias. El gobierno pakistaní que ya había lanzado en 2018 el programa 10 Billion Trees Tsunami, eximió de algunas restricciones vigentes de la iniciativa en razón de la pandemia.

El primer ministro Imran Khan, quien puso en marcha la iniciativa de reforestar su país con 10.000 millones de árboles para contrarrestar los efectos del cambio climático, decidió hacer de esta iniciativa también un instrumento para ayudar a combatir los efectos sociales y económicos del virus en su población.

El proyecto 10 Billion Trees Tsunami tiene por objeto plantar 10.000 millones de árboles de 42 especies diferentes, en el paisaje desértico de Pakistán en solo cinco años.

Pakistán ocupa el quinto lugar entre los países más afectados por el calentamiento global en los últimos veinte años, según el Índice de Riesgo Climático Mundial de 2020. Registro entre 1999 y 2018, más de 150 fenómenos meteorológicos extremos (olas de calor, sequías, inundaciones, etc.), situación que se incrementará, según las proyecciones, si la situación climática mundial se agrava.

Etiopía tiene como objetivo sembrar 5.000 millones de árboles como parte de un esfuerzo nacional para duplicar su cobertura forestal antes de 2030.

En julio de 2019, Etiopía capturó la atención mundial tras plantar más de 350 millones de árboles en menos de un solo día –un récord global– pero que no constituyó un esfuerzo aislado sino que es parte de un ambicioso programa para combatir la degradación de tierras y reducir el impacto de la crisis climática, que es una iniciativa del primer ministro Abiy Ahmed.

Margaret Oduk, coordinadora de programa de PNUMA ante la Comisión Económica para África y Etiopía recuerda que “el cambio climático ha afectado enormemente a Etiopía, con inundaciones, sequías e inseguridad alimentaria… Por un lado, las áreas de tierras bajas están experimentando mayores temperaturas y sequías prolongadas que afectan la cría de ganado. Por otro lado, las zonas montañosas están experimentando precipitaciones más intensas o irregulares, que junto con las altas temperaturas provocan una disminución de la producción agrícola. Solo en 2017, el país perdió más de 2 millones de animales debido a la sequía”.

Etiopía tiene como objetivo sembrar 5.000 millones de árboles para duplicar su cobertura forestal antes de 2030.

Para hacer frente a una serie de desafíos ambientales como degradación del suelo, el aumento en el uso de la tierra, prácticas agrícolas insostenibles, el pastoreo indiscriminado y deforestación, el país se ha propuesto una estrategia de reforestación y restauración de ecosistemas.

Para ello cuenta con una población enorme y muy joven: el 69% de sus 104 millones de habitantes tiene menos de 29 años y es la generación a la que el primer ministro, Abiy Ahmed ha convocado como voluntarios.

En Colombia, el plan de recuperación incluye la restauración de ecosistemas y el apoyo a la agricultura sostenible. Para revertir la deforestación y combatir el cambio climático, el país apunta a plantar 180 millones de árboles, de los cuales una cuarta parte deberían estar sembrados antes de finalizar 2020.

En los últimos años, Colombia ha sido uno de los cinco países con mayor deforestación, junto con Brasil, Indonesia, República Democrática del Congo y Bolivia. La tala ilegal ha afectado especialmente a la región de la Amazonía.

Por ese motivo, las autoridades han comenzado a implementar programas pro-reforestación propiciando acciones para incentivar la siembra de árboles y reforestación de tierras así como restaurar los servicios eco-sistémicos en las áreas que han sido degradadas.

Los 180 millones de árboles serán nativos y servirán para la restauración de 1.400.000 hectáreas donde implementar proyectos económicos de agricultura y ganadería alternativa en toda Colombia, como cultivos silvo-pastoriles y otras estrategias de restauración sostenible.

Países como Alemania, Noruega y Reino Unido anunciaron su aporte de 366 millones de dólares para respaldar los esfuerzos de Colombia en la reducción de la deforestación.

En Kenia, el gobierno contrató a familias que vivían en la indigencia para limpiar parques y vías fluviales, con lo que logró retirar 1.200 toneladas de basura y permitir que el río Nairobi esté recuperando su fauna.

Asimismo está impulsando iniciativas innovadoras para la conservación y la restauración de manglares en la costa del país, como es el caso del Proyecto de Bosques de Vanga Blue, apoyado por PNUMA, el Servicio Forestal de Kenia y el Instituto de Investigaciones Marinas y Pesqueras de Kenia.

El proyecto conservará y restaurará más de 4.000 hectáreas de manglares en el condado de Kwale y apoyará los medios de vida de las comunidades pesqueras, mostrando que la restauración de ecosistemas contribuye reducir la pobreza y a desarrollar la capacidad de recuperación económica de las comunidades en una solución “ganar-ganar”.

Otro proyecto de restauración ha sido el de los Pantanos de Yala protegiendo al mismo tiempo la diversidad biológica y los servicios eco-sistémicos que proporciona el lugar. Se trata de un total de 8.404 has. de áreas conservadas por la comunidad, dentro de las cuales 443,8 has. son áreas degradadas. A través del “Yala Swamp Ecosytem Site Support Group” 300 hectáreas degradadas fueron plantadas con papiros.

El objetivo era asegurar el futuro de Yala como fuente de productos y trabajo agrícola, y un hogar para una extremadamente amplia variedad de plantas y animales (muchos de ellos amenazados mundialmente) y como proveedor de servicios eco-sistémicos como el almacenamiento de carbón.

Francia por su parte, destinó un tercio de su paquete de recuperación de 120.000 millones de dólares, a acelerar el reverdecimiento de la economía, con inversiones en edificios limpios, industria, transporte y la “transición agroecológica”, que incluye apoyo a la agricultura orgánica y cientos de kilómetros de cercas vivas.

Nueva Zelanda, tras décadas de negación de sus graves problemas ambientales y de presentarse como “Pure New Zealand”, la llegada al poder de la laborista Jacinda Ardern –la jefa de gobierno más joven del mundo con 37 años–, cambió el rumbo y puso en agenda la restauración de sus ecosistemas ante la pérdida catastrófica de biodiversidad, vías navegables contaminadas, auge destructivo de la industria láctea y expansión urbana.

El gobierno de Ardern, reelegido este mes de octubre por una aplastante mayoría, ha destinado 750 millones de dólares para crear 11.000 “empleos ambientales”, en áreas como restauración de humedales, protección de riberas y reforestación. Ademán se han establecido fondos para controlar especies depredadoras, como ratas y armiños que han diezmado las poblaciones de aves nativas, así como para especies invasoras de coníferas.

Ardern destinó u$s 750 millones para crear 11.000 empleos ambientales, restauración de ecosistemas y reforestación.

Finlandia es sin duda un modelo global de protección ambiental. Una sostenida política de cuidado medioambiental y la alta conciencia de sus ciudadanos se ha visto acompañada por una naturaleza que permanece bastante intacta, una baja densidad poblacional y una provisión de fondos públicos suficientes, para la protección de sus bosques, ríos y lagos.

A ello debe agregarse una política ambiental sostenible en la agricultura, el transporte y el manejo de los centros urbanos, aunque persisten problemas en el control de las emisiones de las plantas industriales.

Los esfuerzos actuales de Finlandia pasan por invertir u$s 80 millones en recuperación de ecosistemas (unos 64 millones en áreas de recreación, servicios de agua y conservación de bosques y otros 16 millones para la rehabilitación de hábitats, incluyendo los bosques y desarrollo del turismo de naturaleza).

Islandia por su parte, asignó un fondo estatal como estímulo a proyectos de captura natural de carbono, expansión de  bosques de abedules nativos y restauración de humedales. Además incluyó planes para la prohibición de venta de plásticos de un solo uso a fin de combatir la contaminación de los ecosistemas marinos.

Irlanda se ha convertido en el segundo país del mundo junto a Reino Unido, en declararse en emergencia climática (mayo 2019). Para combatir la extrema deforestación a la que está sometido el país y como parte de su Plan de Acción Climática, destinará 8.000 hectáreas a la reforestación de 22 millones de árboles cada año durante las dos próximas décadas, lo que implicará plantar 440 millones de árboles hasta 2040, con el objetivo de incrementar la capacidad de captura y almacenamiento de dióxido de carbono en bosques y humedales, sumideros naturales de CO2.

El Plan Climático irlandés también incluye mejorar la eficiencia energética de los hogares (50.000 al año) e incentivar la penetración de los vehículos eléctricos (100.000 unidades al año hasta alcanzar 1 millón de e-coches en 2030). Se espera completar un total de 440 millones de árboles para el año 2040.

Irlanda destinará 8.000 hectáreas para reforestación lo que implicará plantar 440 millones de árboles hasta 2040.

A su vez, el país destinó u$s 18 millones para acelerar un programa de rehabilitación de 33.000 hectáreas de humedales degradados por el desarrollo industrial y urbano donde habitan especies en peligro de extinción, como la perdiz pardilla y la mariposa doncella de ondas rojas.

Gran Bretaña, por último, además de declararse en emergencia climática decidió invertir 52 millones de dólares en el fondo denominado Green Recovery Challenge (Desafío de la Recuperación Verde), que ayudará a los grupos ambientalistas y las autoridades a crear o salvaguardar hasta 5.000 puestos de trabajo en la conservación y restauración de la naturaleza, con especial atención a la plantación de árboles, rehabilitación de humedales y diversas tareas de conservación de la naturaleza.

UNA RECUPERACION URGENTE

Nunca como ahora ha sido más urgente la necesidad de restaurar los ecosistemas dañados. La restauración de los ecosistemas es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, principalmente los relativos al cambio climático, la erradicación de la pobreza, la seguridad alimentaria, el agua y la conservación de la diversidad biológica.

Ese es el propósito fundamental del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas a fin de prevenir, detener y revertir la degradación de los mismos a nivel mundial.

El desafío es colosal y sólo podrá superarse si todos –señala PNUMA– incluidos los Estados miembros, gobiernos locales, el sector privado, el mundo académico y la sociedad civil, “nos unimos para encontrar soluciones viables y duraderas”.

Debemos comprender que la restauración de los ecosistemas dañados es una forma eficiente y rentable de encarar una economía con la naturaleza y no contra ella.

Ecosistemas sanos significan sumideros de carbono absorbiendo las emisiones de CO2 y salvar al millón de especies animales y plantas que están actualmente amenazados de extinción. Suelos sanos almacenarán más nutrientes y producirán más alimentos y de mayor calidad. La restauración de 350 millones de hectáreas degradadas antes del 2030 podrá generar u$s 9 billones en servicios eco-sistémicos, lo que supondrá beneficios económicos y sociales (como aliviar la pobreza), además de eliminar de la atmósfera entre 13 y 26 gigatoneladas adicionales de gases de efecto invernadero.

REFORESTAR NO ES RESTAURAR

Los países que aún no han iniciado ese camino deben advertir que no basta con sembrar. La restauración va mucho más allá de reforestar. Se trata de enfrentar décadas de cuidados si se quieren obtener resultados.

Un buen recordatorio de la tarea que supone recuperar y restaurar ecosistemas degradados es repasar la historia de Jadav Payeng  (Ver Más Azul n° 11, ago 2020 “El hombre que inventó un bosque”) que a lo largo de 40 años creó con su trabajo diario un bosque de 550 has. que es ahora un paraíso de biodiversidad, con tigres, elefantes  y buitres de Bengala a orillas del río Brahmaputra y donde está desarrollando un nuevo bosque de 2.000 hectáreas (cuatro veces mayor que el actual).