Solo dos de los 20 países más contaminantes presentaron planes ambiciosos de recorte

01 mar 2021

En 2020, todos los firmantes del Acuerdo de París –casi 200 países– debían presentar antes del 31 de diciembre pasado, ajustes a sus planes nacionales para un mayor recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero (o NDC). Pero al finalizar el año, solo 75 de ellos habían presentado revisiones o nuevos planes ante la ONU.

Para que finalmente se lograra firmar, en el Acuerdo de París (2015) se estableció que los países proponían metas de recortes voluntarios, con el objetivo “declarado” de limitar el calentamiento global pero sabiendo que, en verdad, esas propuestas eran insuficientes. En jerga futbolera de trataba de “una jugada para la tribuna”.

Por eso se estableció que para el 2020, se haría una revisión de las metas más cercanas a las verdaderas necesidades para limitar el calentamiento global. Los resultados han sido penosos. Solo 75 de los 197 firmantes presentaron nuevas propuestas y, en general, han sido tan lamentables que las emisiones de gases de efecto invernadero del conjunto de la humanidad apenas se reducirán un 0,5% para el 2030 (respecto a las de 2010).

Se necesitan reducciones del 45% y los recortes presentados apenas llegan al 0,5%.

Naciones Unidas denuncia esa falta de voluntad de avanzar. Un informe del organismo señala que “las reducciones estimadas están muy por debajo de lo que se requiere”. Y que la suma de todos los programas de recorte (75 naciones y el resto) es completamente insuficiente para evitar que el aumento de la temperatura supere los límites que la ciencia estima necesarios para evitar una catástrofe.

Pareciera que no se termina de entender que “simplemente, se nos acaba el tiempo”, como ha alertado Patricia Espinosa, Secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, al presentar su informe hace algunos días, a finales de febrero.

El Acuerdo de París establece que el aumento de la temperatura media del Planeta no debe superar los 2°C, respecto a los niveles preindustriales a finales del presente siglo y que, en lo posible, debería evitarse superar 1,5°C grados. En la actualidad el Planeta ya soporta un calentamiento de algo más de 1°C.

Los científicos señalan que para lograrlo, la reducción de las emisiones mundiales debe caer un 25% en 2030 (respecto a niveles 2010) para la meta de 2°C, pero un 45% si se quiere lograr el objetivo de 1,5°C ese mismo año. Pero la suma de todos los esfuerzos prometidos hasta ahora solo supondrá un recorte de las emisiones del 0,5% en 2030!!!.

Parece asombroso que todavía muchos gobiernos, políticos y empresarios parezcan sorprendidos por los reclamos de la ciudadanía o por las acusaciones de Greta Thunberg cuando les imputa una manifiesta inoperancia e irresponsabilidad. El propio António Guterres, Secretario general de la ONU, ha definido este último Informe como una “una alerta roja para nuestro Planeta”.

La economista franco-argelina Laurence Tubiana, presidenta de la European Climate Foundation y una de los artífices del Acuerdo, comparte esa preocupación: “Los informes de la comunidad científica apuntan a que los escenarios más pesimistas están ocurriendo. La evolución es mucho más preocupante de lo que se pensaba cinco años atrás”.

En un reportaje brindado a El País de España, advertía: “Frente a los pocos países que han actualizado sus planes para esta próxima década, más de un centenar se han comprometido a alcanzar en 2050 lo que se denomina la neutralidad de carbono: que las emisiones sean iguales a la capacidad de absorción de esos gases de los sumideros (por ejemplo, los bosques).

La economista, que fuera representante de Francia ante la COP 21, considera riesgoso que los Gobiernos prometan resultados a largo plazo mientras evitan las NDC, que fijan objetivos a corto y medio plazo: “Por eso hay que presionar ahora para que (…) presenten lo que van a hacer de inmediato. Es una condición absolutamente necesaria. No valen las metas para 2050 si no hay un plan para ir hasta ahí. Y el plan empieza ahora, no dentro de 10 años ni de 20. Los planes para los próximos cinco y diez años son muy importantes”.

En el actual escenario es alarmante que “muchas naciones sigan actuando como siempre”.

Aunque la ONU reconoce que la pandemia puede haber influido en el retraso de la presentación de los nuevos planes de recorte, espera que en los primeros meses de este año más países, entre ellos los dos mayores contaminadores EEUU y China, presenten sus planes de recorte de emisiones. Juntos suponen casi el 40% de todas las emisiones. Entre los 75 países que han cumplido con las presentaciones de nuevos planes a fines de 2020 se encuentran los 27 miembros de la Unión Europea y el Reino Unido que representan menos del 10% de las emisiones mundiales.

Patricia Espinosa recuerda que lamentablemente “la emergencia del cambio climático no se ha detenido por la pandemia. El mundo está esperando acciones y respuestas”.

Respuestas que tendrán que salir de la Cumbre contra el cambio climático de Glasgow, en noviembre, porque no hay más tiempo.

En este contexto, el mundo científico y la ciudadanía global celebran que EEUU con Biden vuelva al Acuerdo de París. Pero debe advertirse que ya no queda tiempo siquiera para festejos porque “la crisis climática se está agravando” (L. Tubiana) y en Glasgow debería alcanzarse el compromiso global de reducir al menos un 50% sus emisiones de gases de efecto invernadero para 2030.

ALERTA ROJA

Los datos corroboran las alertas de ONU. La década pasada fue la más caliente en la historia de la humanidad. El 2020 figura entre los tres años más calurosos registrados. La pandemia es una señal de nuestra ruptura con la naturaleza. La velocidad de la extinción de especies marinas y de fauna y flora terrestre solo es comparable con las grandes extinciones planetarias. Los acontecimientos climáticos catastróficos se multiplican en todo el Planeta.

En ese escenario es alarmante –como señala Espinosa– que “muchas naciones sigan actuando como siempre“. De hecho son los países más pequeños y que menos inciden en la crisis climática los que más han cumplido con las presentaciones previstas en el Acuerdo de París. “Necesitamos que los mayores emisores den un paso adelante”.

Pero la realidad es que, hasta ahora, solo 2 de las 18 economías más contaminantes han revisado sus planes proponiéndose recortes ambiciosos: la Unión Europea elevó del 40% al 55% su objetivo de reducción de emisiones en 2030, y el Reino Unido, que pasó del 53% al 68%.

Aunque satisfactorio y ejemplificado, ambas economías representan una décima parte de las emisiones de GEI, por lo que sus revisiones al alza tienen un alcance limitado.

Países como Australia y Rusia han presentado nuevos planes pero que no significan un recorte frente a sus  anteriores objetivos. El gobierno de Brasil, bajo el liderazgo de Jair Bolsonaro, un negacionista del cambio climático, presentó un plan que carece de objetivos para reducir las emisiones en 2030 o frenar la deforestación del Amazonas.

Gobiernos como el de Brasil contribuyen con la destrucción del Amazonas y su inoperancia a la crisis climática global.

El tiempo se acaba y será necesario un mayor coraje y decisión para frenar un avance descontrolado del clima. Si se sobrepasara en 2050/60 el límite de los 2°C, los científicos prevén que la escalada del calentamiento global podría ponernos ante un escenario de 5°C para finales de siglo, lo que alteraría cualquier forma conocida de vida en el Planeta.

Pero las decisiones políticas no terminan de acoplarse a la evidencia científica. Todavía se oyen voces que “declaman” que tenemos que dejarle a las generaciones futuras un Planeta mejor, como si el problema no fuera una perentoria cuestión del presente.

Mientras tanto, se acumulan las evidencias, año tras año, de que los daños de las alteraciones climáticas (inundaciones, huracanes, incendios, sequías, deterioro de cosechas, etc) no son absorbibles por el sistema.

La magnitud económica creciente de esos daños demuestra que resulta mucho más beneficioso asumir el coste de la reducción de emisiones y la transformación del actual modelo de producción y consumo que seguir esperando para actuar.