El metano irrumpe en la Cumbre del clima con una alarmante revelación

01 nov 2021

Hace veinte años, parecía haberse logrado una primera victoria en la lucha por frenar el cambio climático: el nivel de metano en la atmósfera había dejado de aumentar. Pero desde 2007, la concentración comenzó a aumentar nuevamente, coincidiendo con la expansión estadounidense de la explotación de petróleo vía fracking y no ha dejado de crecer desde entonces.

Guerra al metano: 80 veces más potente que el CO2 para capturar calor y aumentar la temperatura del Planeta.

El metano (CH4) es el tercer gas de efecto invernadero (GEI) más importante presente en la atmósfera tras el vapor de agua y el dióxido de carbono  (CO2). Es uno de los más potentes, 20 a 28 veces más peligroso que el CO2 y entre 72 y 86 veces más potente que éste para capturar calor y contribuir al aumento de la temperatura del Planeta.

Este gas invisible, inodoro e incoloro, difícil de detectar, que atrapa la luz solar y la irradia a la Tierra, por lo que constituye un importante factor de calentamiento global, ya que favorece las temperaturas más altas. Se calcula que un cuarto del calentamiento global se debe a su impacto en la atmósfera.

MENOS ANUNCIOS, MÁS COMPROMISOS CONCRETOS

La Cumbre del G20 en Roma y el actual desarrollo de la COP 26 en Glasgow han centrado su labor en los combustibles fósiles, que son el corazón del deterioro del clima global. Las constantes dilaciones de los líderes mundiales por afrontar de manera decidida el problema de los combustibles fósiles, con promesas que nunca se convierten en ‘acciones directas’ mientras siguen subsidiando estas fuentes de energía que arrastran a la humanidad a una catástrofe climática, los llevan ahora a encontrar el “camino” del metano, como una forma de reducir las emisiones relativamente más fácil y menos costosa que terminar con el carbón y el petróleo.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden advierte que “alrededor de la mitad del calor que experimentamos proviene de las emisiones de metano, y anuncia en la COP 26, un acuerdo con la Unión Europea para reducir durante esta década en 30% las emisiones de este gas natural, uno de los responsables del efecto invernadero.

Pero el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, insiste en advertir que es momento de los compromisos concretos: “Es el momento de decir basta. Basta de brutalizar la biodiversidad, basta de matarnos a nosotros mismos con carbono, basta de tratar a la naturaleza como si fuera un retrete… Estamos cavando nuestra propia tumba”.

Guterres llamó a poner fin a “nuestra adicción a los combustibles fósiles, que está llevando a la humanidad al límite” y advirtió que aunque “algunos anuncios climáticos pueden dar la impresión de que estamos dándole la vuelta, esto es una ilusión, porque las palabras no pueden quedarse solo en eso”.

La influencia del metano en el cambio climático fue infravalorada durante mucho tiempo. Un estudio de la Universidad de Rochester del año pasado, descubrió que los cálculos científicos de la cantidad de metano emitido por los combustibles fósiles estaban equivocados y que un cuarto del calentamiento global se debe a su impacto en la atmósfera y que la concentración de metano está aumentando a una enorme velocidad (Ver Más Azul n° 12 sept.2020,  “Metano el enemigo silencioso”).

EL METANO Y EL FRACKING

En noviembre 2020, publicamos una nota (“El fracking contribuye al calentamiento global”) donde dábamos cuenta de una investigación del prestigioso científico de la Tierra, Robert Howarth (Universidad Cornell, EEUU) que revelaba que el aumento de las concentraciones de metano en la atmósfera estaba directamente relacionado con la explotación del petróleo y el gas de esquisto bituminoso.

Allí demostraba que el aumento del gas de esquisto en la producción mundial de gas natural, a través del uso de fracturas hidráulicas de alto volumen (fracking) ha liberado más metano a la atmósfera. La gravedad  del hecho es casi dos tercios de toda la producción de gas nuevo en los últimos 10 años proviene del gas de esquisto producido en EEUU y Canadá. (Ver Más Azul n°  4 enero 2020, “Actuar ya. Frenar las fugas de metano del fracking”)

Para Howarth en estudios anteriores se había concluido de forma errónea que las fuentes biológicas eran la causa del aumento del metano (vacas y humedales). El dato nuevo y decisivo es que si bien desde 2008 las concentraciones atmosféricas de metano han aumentado, el metano de fuentes biológicas tiene un bajo contenido de carbono 13, en comparación con el metano de la mayoría de los combustibles fósiles.

En los primeros años de este siglo, los niveles de metano atmosférico que habían aumentado durante las últimas dos décadas del siglo XX, se habían comenzado a equilibrar. Pero comenzaron a aumentar dramáticamente entre 2008 y 2014 coincidiendo con la expansión del fracking.

Este modo de extracción de gas es el causante de que las emisiones globales de metano pasaran en los últimos 11 años, de unos 570 teragramos (570.000 millones de toneladas) anuales a unos 595 teragramos (595.000 millones de toneladas).

Un importante equipo científico con dos periodistas de The New York Times, verificaron las fugas de metano en la Cuenca Pérmica –cuna del fracking– ratificando la investigación de Howarth. Tim Doty, un alto ex funcionario de la Comisión de Calidad Ambiental de Texas participó en la detección de fugas y denunció que se trata de “una cantidad inaudita de emisiones”.

El metano es uno de los más potentes gases de efecto invernadero. Si no se quema al desprenderse, puede calentar el Planeta 80 veces más que el CO2. Las fugas extraordinariamente altas de metano como las detectadas por el NYT,  confirma además las poco estrictas regulaciones sobre el metano, consecuencia de las constantes actividades de lobby de los propietarios de la industria de la energía, que contribuyendo a calentar el Planeta a una velocidad alarmante.

La propia Agencia de Protección Ambiental (EPA) de EEUU, advirtió que esa disminución de los controles y regulaciones podría provocar un aumento de las emisiones de metano en 370.000 toneladas para 2025!!!.

Si bien el CO2 y el metano son gases de efecto invernadero críticos, Howarth destaca que se comportan de manera bastante diferente en la atmósfera. Mientras el CO2 emitido seguirá influyendo en el clima durante siglos, porque el clima responde lentamente a su disminución, la atmósfera responde rápidamente a los cambios en las emisiones de metano.

Por eso el profesor de Cornell señala una oportunidad: “Reducir el metano ahora puede proporcionar una forma instantánea de frenar el calentamiento global… Si podemos dejar de verter metano a la atmósfera, éste se disipará. Desaparece bastante rápido, en comparación con el dióxido de carbono. Es lo que tenemos más mano para frenar ya el calentamiento global”.

METANO Y PERMAFROST

Por su parte, el ritmo del deshielo en Groenlandia ha pasado de 33.000 millones de toneladas anuales en la década de 1990 a 254.000 millones de toneladas anuales año en la última década. Lo que significa que se ha acelerado más de siete veces en casi tres décadas. (Ver Más Azul, “El hielo de Groenlandia se derrite a velocidades récord”, n° 4 enero 2020)

La degradación del permafrost en el Ártico permite la liberación de metano, 28 veces más peligroso que el CO2.

Las altas temperaturas que se registran en los últimos veranos en el círculo polar ártico pueden conducir a la creciente degradación del permafrost y la erosión costera. La reducción en la extensión del hielo marino y la degradación del permafrost en la tundra permite que se libere metano, un gas muy peligroso.

Katey Walter Anthony, profesora de la Universidad de Alaska Fairbanks recuerda que “el metano que escapa de los sitios de deshielo del permafrost ingresa a la atmósfera y circula por todo el mundo… El metano que se origina en el Ártico no se queda en el Ártico. Tiene ramificaciones globales”.

Ello constituye un peligro que los científicos vienen alertando desde hace años: cualquier alteración severa del hielo ártico liberará el metano atrapado en el hielo y el calentamiento global entrará en un proceso de aceleración descomunal. Siberia está dando algunos indicios de que esa pesadilla podría estar comenzando… Investigadores rusos han detectado recientemente concentraciones de metano en el agua, 100 veces por encima de lo considerado normal. Las columnas de gas metano procedentes del fondo marino son visibles en la superficie en forma de burbujas que liberan el gas.

La NASA afirma haber encontrado 2 millones de puntos de liberación de metano localizados en el Ártico.

Solo la plataforma siberiana puede contener 1.400 billones de toneladas de metano, que proviene del material orgánico que integra el permafrost ártico y que permanece atrapado en la capa de hielo que ha estado congelada por milenios.

Los suelos incendiados o resecos por las altas temperaturas también producen fugas de metano a la atmósfera. Ambos fenómenos son el resultado del permafrost que se está derritiendo, por la sucesión de olas de calor que registra el Ártico en la última década. Si se descongelara totalmente provocaría una catástrofe climática de enorme magnitud

La importancia de reducir las emisiones de metano surge claramente de las investigaciones de Howarth en Cornell. Pero ahora la Unión Europea y EEUU  que presentaron una iniciativa en septiembre, para reducir esta década un 30% las emisiones de metano, aprovechan la COP 26 para lograr la adhesión de un centenar de países.

Manfredi Caltagirone, director en funciones del nuevo Observatorio Internacional de Emisiones de Metano (IMEO) hace tres aclaraciones muy pertinentes acerca de esa iniciativa. Por un lado señala que “es fantástica, pero es solo un compromiso: hay que empezar a implementarlo para que países y compañías puedan mitigar emisiones de forma creíble”. En segundo lugar, destaca que “el interés en reducir las emisiones de metano, nos permite ir ganando tiempo para descarbonizar las sociedades, lo que daría un margen precioso para actuar en la transformación radical del sistema productivo”.

Como los sectores que producen más metano son los combustibles fósiles, sumado a los residuos y la agricultura, es importante recordar –como surge de la investigación de Howarth– el error de estudios anteriores que atribuían a las fuentes biológicas el aumento del metano (vacas y humedales), cuando en realidad, el metano de fuentes biológicas tiene un bajo contenido de carbono 13, y son los combustibles fósiles los mayores responsables del creciente aumento de metano en la atmósfera.

Por ese motivo, Caltagirone recuerda en tercer lugar que “la acción sobre el metano no exonera a las compañías de gas y petróleo de empezar a trabajar también en la descarbonización y en modificar su modelo de negocio”… Esto es sólo el comienzo del desafío del metano, no el final”.

Recordemos que el dióxido de carbono (CO2) producto de la quema de combustibles fósiles y la deforestación representan alrededor de tres cuartas partes de todo el calentamiento global y que el metano, tanto de fuentes naturales como artificiales, es responsable del 16%. El metano biológico se libera desde humedales no perturbados, vertederos, campos de arroz y también desde el ganado.

Pero un estudio de la Universidad de Rochester en 2020 (publicado en la revista Nature) descubrió que los cálculos científicos sobre la cantidad de metano emitido por los combustibles fósiles estaba subvalorada. Las emisiones de metano eran entre 25% y 40% más altas de lo que se creía hasta ahora.

Se ha subestimando la cantidad de metano que se está emitiendo a la atmósfera a través de los combustibles fósiles.

“Los científicos han estado subestimando enormemente la cantidad de metano que los humanos están emitiendo a la atmósfera a través de los combustibles fósiles”, destacaron los investigadores de Rochester.

Ello obliga a reevaluar el papel que la industria de los combustibles fósiles está desempeñando en el cambio climático. Como señala Dave Reay, director ejecutivo del Centro de Innovación del Carbono de Edimburgo, “el estudio hace un agujero considerable en el presupuesto del metano natural y en su lugar señala con firmeza la actividad humana, específicamente la extracción y distribución de combustibles fósiles”.

“Sabíamos que la extracción de combustibles fósiles –incluyendo el fracking– era una parte importante de las emisiones globales de metano, pero este impresionante estudio sugiere que es un culpable mucho más grande del cambio climático inducido por el hombre de lo que habíamos pensado. Si es correcto, la extracción y distribución de gas, carbón y petróleo en todo el mundo es responsable de casi la mitad de todas las emisiones de metano inducidas por el hombre”, dice Reay.

Debe tenerse en cuenta, por tanto, que el gas natural, al que se le atribuye ser menos intensivo en carbono que el petróleo y el carbón, impulsa el aumento de la demanda mundial de energía, tal como lo reconoce la Agencia Internacional de la Energía.

Reducir bruscamente las emisiones de metano –como plantea Howard– puede resultar un herramienta muy rápida “para frenar el calentamiento global”, lo que sería extraordinariamente positivo. Pero la ciudadanía global debe vigilar que el interés por reducir las emisiones de metano, no se transforme en un nuevo pretexto para “ganar tiempo” para que las petroleras logren nuevos plazos para seguir sosteniendo su tóxico modelo de negocio. Es necesario avanzar como reclama PNUMA en una transformación radical del sistema productivo.