INUNDACIONES, OLAS DE CALOR, SEQUIAS

07 jul 2021

Julio es un mes que está en el origen de nuestro calendario. Fue Julio César quien encargó al astrónomo Sosígenes en el año 46 aC. que conciliara los meses al ciclo real del sol, algo que los egipcios habían medido con exactitud. El astrónomo ajustó la duración de días y meses y estableció que cada cuatro años febrero tuviera un día más para ajustarse al sol. Y en su homenaje llamó Julio al mes en que había nacido el emperador romano.

Pero el actual julio ya no es ‘ajustable’ sino impredecible y amenazante. Un domo de calor o cúpula azota las regiones occidentales de Canadá y EEUU con un calor asfixiante que ha provocado casi un millar de muertos. Y a la vez, sorprendió a países de Europa (Alemania, Bélgica y Países Bajos) con las peores inundaciones en décadas, causando centenares de muertos y desaparecidos .

Y mientras buena parte de Europa quedaba bajo el agua, en el Amazonas brasileño se registraba una grave sequía –la peor en casi un siglo– que afecta al centro y sur del país.

La dramática secuencia tiene una respuesta: ¡Bienvenidos al cambio climático!. Los expertos sostienen que esas catastróficas señales son parte de la crónica de un desastre anunciado: la llegada del cambio climático.

Ola de calor provoca 700 muertos: Las Vegas (47,2°C), Seattle, Portland y otras ciudades más de 46°C.

DOMO DE CALOR

Gracias al “domo”, en el noroccidente de América del Norte se registraron por primera vez temperaturas extraordinarias. En la pequeña localidad de Lytton, a 260 kilómetros de Vancouver (Canadá), que tiene una temperatura media anual de 8°C y en pleno julio no supera los 25/28°C, el termómetro registró 49,5°C. Un día después, la tormenta eléctrica que sobrevino, provocó un incendio que arrasó el pueblo en horas.

Más de 700 personas fallecieron en EEUU y Canadá por las altas temperaturas y otras miles debieron abandonar sus casas debido a los numerosos incendios. La ola de calor en EEUU podría batir nuevos récords de temperatura, en una amplia área del oeste (gran parte de la costa del Pacífico hasta el límite interior de las Montañas Rocosas). Más de 30 millones de estadounidenses están bajo esa intensa ola de calor.

Las Vegas alcanzó su máximo histórico (47,2°C), una temperatura que solo se había registrado una vez en 1942. Seattle, Portland y muchas otras ciudades rompieron sus récords, con temperaturas por encima de los 46°C. Y en el Parque Nacional Death Valley, en California, la temperatura alcanzó el récord de 54°C.

Las temperaturas rompieron todos los máximos durante una impiadosa ola de calor en Oregon, Washington y la Columbia Británica canadiense. El fenómeno está vinculado al Jetstream, un flujo de vientos muy fuertes en la alta atmósfera que cruza todo el continente, del Pacífico al Atlántico. La ola de calor fue causada por lo que los meteorólogos llaman “domo o cúpula” de alta presión por el cual el calor atrapado y se calienta aún más en su descenso hacia la tierra.  Su gráfica tiene la forma de U invertida, por se habla de cúpula. Funciona como una tapa sobre una olla. El intenso calor acumula tormentas que generan rayos y provocan incendios.

Christophe Cassou, Director de Investigación en el CNIC de la Universidad Paul Sabatier (Toulouse, Francia) es uno de los principales autores del último informe del GIECC, Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Especialista en clima explica que estos domos de calor se repetirán en un futuro: “No sabemos con qué frecuencia se van a dar, pero lo que sí sabemos es que cuando se producen, el impacto es mucho mayor debido al cambio climático.”

Un estudio de The World Weather Attribution explica que el calentamiento global multiplica por 15 las probabilidades de estas olas de calor extremo en altas regiones como el norte de Europa, China, Japón, etc.. “Sentimos que no entendemos las olas de calor como creíamos”, confiesa Geert Jan van Oldenborgh, un experto en predicibilidad del clima, profesor invitado en la Universidad de Oxford y unos de los coautores del estudio. Y anticipa que debemos prepararnos para la adaptación a temperaturas muy superiores a las registradas hasta ahora.

Inundaciones

De igual manera, los expertos sostienen que las catastróficas inundaciones en Europa, aunque respondan a un desastre anunciado por la evolución del cambio climático, no se pueden pronosticar con precisión

Lo que experimentaron varios países europeos a mediados de julio fueron las peores inundaciones en décadas. Lluvias torrenciales desbordaron los ríos, provocando la destrucción total de algunos pueblos, innumerables daños materiales y cientos de víctimas entre muertos y desaparecidos.

Las señales de la tragedia están por todas partes. En la ciudad de Sinzig, un tercio (12) de los ancianos discapacitados de un hogar especializado murieron mientras dormían, al impactar la riada de agua en su edificio.

Schuld, un pequeño pueblo de 700 habitantes, ubicado en el noroeste del Ahrweiler y a unos 50 kms de la frontera con Bélgica, quedó casi completamente destruido. Hay decenas de desaparecidos. “Todo está roto, ha sido arrasado, es una catástrofe”, dicen sus vecinos. La inundación destrozó edificios y destruyó vehículos dejando un paisaje desolado.

Algunos especialistas aseguran que, aunque se dieron las alarmas meteorológicas, nadie podía calcular que fueran de semejante magnitud. Y adelantan que una atmósfera más caliente a causa del cambio climático aumentará la aparición de lluvias extremas como las que azotaron a Alemania, Bélgica y Países Bajos.

El Planeta ya se ha calentado alrededor de 1,2°C desde el comienzo de la era industrial y es necesario acelerar los recortes drásticos en las emisiones de CO2, medidas que los gobiernos de todo el mundo siguen postergando década a década, mientras las temperaturas siguen aumentando hasta volverse irreversibles.

Ursula Heinen-Esser, ministra de medioambiente de Renania del Norte-Westfalia, una de las zonas más afectadas, coincide en que la principal causa detrás del desastre es el cambio climático: “El desafío es que a veces tenemos que lidiar con sequías extremas y, en ocasiones, con lluvias extremadamente intensas… (El suelo) apenas pudo absorber más agua debido a la sequía de años anteriores y las lluvias de las últimas semanas. Ante esta situación es prácticamente imposible reaccionar en el corto plazo”.

El Ministro de Interior alemán también atribuyó las inundaciones devastadoras a la crisis climática.

Lo que queda en evidencia es el costo en daños y muertes que la imprevisión de los gobiernos y su resistencia a enfrentar a los contaminadores con medidas drásticas para no pagar costos políticos, le acarrea a la población.

Durante las últimas décadas, miles de científicos de todo el mundo vienen pronosticando que las lluvias, inundaciones, olas de calor y grandes eventos extremos, serán cada vez más catastróficos debido al cambio climático.

La función de los políticos es proteger a los ciudadanos y generar las condiciones para un crecimiento económico sostenible. Pero salvo excepciones, se han preocupado de “cuidar sus sillas” y no tener roces con las grandes corporaciones y en muchos casos, convertirse en verdaderos lobbistas de esos conglomerados a los que deberían controlar.

Como señala Hannah Cloke, profesora de hidrología en la Universidad de Reading (Reino Unido), los acontecimientos meteorológicos extremos, como el domo de calor en América del Norte y las inundaciones en Europa pudieron morigerarse. Para ella, los meteorólogos emitieron alertas con tiempo pero las advertencias no se tomaron lo suficientemente en serio y los preparativos fueron inadecuados.

“Las muertes y la destrucción en Europa como resultado de las inundaciones es una tragedia que debería haberse evitado –insiste Cloke El hecho de que otras partes del hemisferio norte estén sufriendo olas de calor e incendios sin precedentes debería servir como recordatorio de cuánto más peligroso podría volverse nuestro clima en un mundo cada vez más cálido”.

Las peores inundaciones europeas en décadas, con innumerables daños materiales y cientos de víctimas.

En el Reino Unido, donde también hubo importantes inundaciones el lunes, el Comité asesor de cambio climático del gobierno evaluó en una reunión ministerial que el país está peor preparado para el clima extremo que hace cinco años y que el gobierno de Boris Johnson solo estaba cumpliendo un 20% de sus promesas para reducir las emisiones.

El admirador y adlátere de Trump recomendó no reducir los vuelos porque la tecnología va a terminar resolviendo el problema de las emisiones: una soberana estupidez, llena de ignorancia e intereses.

Como contracara, tras el impacto de lo sucedido, las dos máximas autoridades de Alemania, la canciller Angela Merkel y el presidente Frank Walter Steinmeier, hicieron un llamado a la acción frente al cambio climático: “Sólo si emprendemos la lucha contra el cambio climático de manera decisiva podremos mantener bajo control las condiciones climáticas extremas como las que estamos experimentando ahora”.

También el mes de julio trajo lluvias torrenciales en China, en la provincia central de Henan. En su capital, Zhengzhou, el gobierno decretó alerta máxima y debió evacuar a más de 10.000 personas. .

Según la agencia oficial Xinhua, unas 150.000 personas se vieron afectadas por las tormentas, que en solo 24 hs. dejaron 457 mms de agua en la capital, un récord histórico. Daños e inconvenientes se registraron en el metro, en el suministro de electricidad y obligó a la cancelación de 260 vuelos en el aeropuerto local. Las fuertes inundaciones provocaron la parálisis del tráfico rodado en la ciudad donde más de 80 líneas de autobús se suspendieron.

Quizás cuando los efectos del cambio climático se estrellan en las puertas de los principales países del mundo y no en las lejanas puertas de centroamericanos o africanos, algunos empiecen a prestar atención, descubran que no podrán escapar de las consecuencias y adviertan que el tiempo para detenerlas se está acabando…

SEQUIAS

En Brasil, la mayor sequía en casi un siglo, que afecta al centro y sur del país, está produciendo dos consecuencias gravísimas: 1. Un clima mucho más seco de lo habitual está afectando zonas de producción de importantes cultivos del país, como el maíz, la caña de azúcar el café y las naranjas; y 2. la grave sequía está poniendo en crisis toda cuenca del río Paraná, que alberga diversas presas hidroeléctricas y embalses claves para el suministro de energía de toda la región.

Imágenes satelitales de la NASA ponen de manifiesto la gravedad de la situación. Reflejan el impacto de la falta de lluvia en la vegetación y las condiciones de cinco embalses que registraron niveles de agua inferiores en más de 2 metros al promedio 1993-2002.

Las imágenes de la NASA son contundentes. Muestran la preocupante situación de buena parte del territorio fértil de Brasil. Revelan que “gran parte de la vegetación estresada está ubicada en estados agrícolas clave, incluido Minas Gerais, Goiás, Mato Grosso do Sul, Sao Paulo y Paraná”. Se trata, como se sabe, de un área decisiva para la producción global de alimentos.

El caudaloso río Iguazú, que alimenta las famosas Cataratas entre Brasil y Argentina, en su peor nivel en 90 años.

Por su parte, los niveles de agua en el río Paraná están casi 8,5 metros por debajo del promedio cerca de la frontera de Brasil con Paraguay. Ese nivel está teniendo impacto sobre el tráfico de barcos de carga que hacen transporte de mercancías de Brasil, Bolivia, Paraguay y Argentina a través de la Hidrovía.

La Hidrovía del Paraná es de una importancia geoestratégica fundamental ya que se trata de un canal navegable por los ríos Paraguay y Paraná que permite la navegación de gran calado durante todo el año, trasladando minerales, combustible y productos agrícolas de esos cuatro países.

Por la sequía en Brasil, la bajante actual del Paraná es tan aguda que el Instituto Nacional del Agua (INA) de Argentina anunció a comienzos de julio que el río podría alcanzar los 40 cms. por debajo del cero antes de fin de mes.

Los expertos aseguran que la situación no mejorará en los próximos meses debido a la falta de lluvias en la región, algo que dificulta la circulación de barcos de carga y preocupa por la extracción de agua potable.

El río Paraná tiene actualmente una altura de -10 cms. (por debajo de la altura sobre nivel del mar), lejos del límite de aguas bajas, situado en 2,30 mts. Aquel nivel extremo solo fue registrado una vez hace casi un siglo y medio (1884).

El Ministerio de Energía de Brasil busca –ante la persistencia de la sequía–ajustar los niveles de agua de las represas hidroeléctricas del país para evitar posibles cortes de energía.

Estudios realizados para el monitoreo meteorológico en Brasil advierten que las perspectivas climáticas 2021/2022 en la mayor parte de la región central del país, ratifican escasas precipitaciones en la mayor parte de la cuenca del Paraná, como ya sucede en los últimos dos años.

Según la NASA, los bajos niveles del agua son muy evidentes en diferentes lagos de la cuenca del Paraná, que alberga diversas presas hidroeléctricas y embalses, fundamentales para el suministro de energía en la región.

De las 14 reservas principales ya son 7 las que muestran su nivel más bajo de la última década y se teme que pueda llevar a la necesidad de un cierto racionamiento de energía.

Aunque algunos especialistas atribuyen las restricciones pluviales al fenómeno de La Niña, que incide en las temperaturas y el régimen de lluvias y tormentas, la mayoría cree –como Yuri B. Salmona, doctor en Geociencias y Ciencias Forestales de la Universidad de Brasilia– que “es una argumentación simplista atribuir la variación en los embalses simplemente a El Niño o La Niña”.

En los últimos años, la mayor parte de los científicos vinculan el descenso de las precipitaciones y el aumento de las sequías a la deforestación del Amazonas. La tala indiscriminada provoca que los bosques dejen de embeber agua en la atmósfera reduciendo las lluvias.

En especial se pone el acento en lo ocurrido en el Cerrado, la sabana brasileña que es el mayor ecosistema del país después de la selva amazónica y que ha sido arrasada para abrir nuevas tierras para la agro-ganadería industrial.

Bienvenidos al cambio climático

Los científicos acuerdan que las olas de calor, sequías, inundaciones y fenómenos climáticos extremos están vinculados al cambio climático y su intensidad y frecuencia aumenta con la emisión de GEI.

Cuando en 2019 una ola de calor azotó a Europa, los investigadores del clima señalaron que el fenómeno se hizo 100 veces más probable por el dióxido de carbono acumulado en la atmósfera. Y lo mismo sucede ahora, en este julio que no da tregua.

Debemos comprender que los eventos extremos se incrementan con el cambio climático y que han alcanzado sus efectos destructivos con temperaturas globales que solo están 1,2°C por encima de la época preindustrial.

Aunque el objetivo deseado por el Acuerdo de París y recomendado por el IPCC es mantenernos no más allá de los 1,5°C, todo indica que la inacción de los gobiernos, la resistencia de las grandes corporaciones y la indiferencia de parte de la ciudadanía global nos arrastrarán a un nivel de de 2°C, y aún más alto en poco tiempo.

Informes científicos advierten de que debemos mantenernos por debajo de 1,5°C. Si la temperatura aumentara 2°C, el hielo del Ártico desaparecería por completo en uno de cada diez veranos, y no en uno de cada cien como sucedería con 1,5°C. Los arrecifes de coral desaparecerán por completo. Las áreas arrasadas por incendios aumentarán un 62% en comparación con la situación actual. El riesgo de inundaciones pasará del 100% (1,5°C) a 170% con 2°C. Se triplicara el riesgo de olas de calor extremo.

La cadena de acontecimientos debería despertar una gran alarma e inducir a gobiernos, empresas y ciudadanos a poner en marcha acciones decisivas para reducir las emisiones. Pero hasta hoy ha prevalecido la declamatoria seguida de una inmovilidad (salvo algunas acciones timoratas) como viene ocurriendo hace 40 o 50 años, desde las primeras advertencias de los científicos.

Se siguen construyendo nuevas centrales eléctricas de carbón y el G7 no plantea eliminarlas. Buena parte de los países siguen perforando nuevos pozos para obtener más petróleo y gas e incluso dando permisos para futuras exploraciones. Las plantas de producción de plásticos prevén incrementar un 40% su producción en los próximos 20 años.

Para algunos científicos, el sistema climático pasó un umbral y la cantidad adicional de calor lleva más rápidamente las temperaturas a niveles extremadamente más altos que los observados hasta ahora. Y las consecuencias climáticas son cada vez menos reversibles.

¿Qué necedad hace que sigamos convencidos de que los efectos del cambio climático no nos afectarán?