Es 28 veces más contaminante que el CO2

7 ago 2020

El metano (CH4), el segundo gas de efecto invernadero (GEI) más importante producido por el hombre después del dióxido de carbono (CO2), es responsable de una parte significativa del cambio climático. Aunque el metano se queda en la atmósfera por un periodo de tiempo más corto que el CO2, su capacidad para atrapar el calor en la atmósfera, el llamado “potencial de calentamiento global”, es hasta 25 veces mayor que el dióxido de carbono.

Un nuevo estudio alerta que crece el metano presente en la atmósfera y que sus nocivas emisiones son responsables de casi el 20% del calentamiento global. Su origen tiene cinco fuentes principales: el fracking, la ganadería, los vertederos de basura a cielo abierto, el derretimiento de los suelos congelados de los polos (el permafrost al descongelarse, libera metano) y las emisiones de los automóviles.

El estudio, publicado por Global Carbon Project, señala que está aumentando la cantidad de metano en la atmósfera y que las emisiones globales de este peligroso gas de efecto invernadero alcanzaron 576 millones de toneladas métricas por año, entre 2008-2017, con un incremento del 9% en relación a la década anterior. Cabe señalar que para otras investigaciones esa cifra se eleva aún más hasta los 595 millones de Tm anuales.

La información surge de la última actualización del Presupuesto Global de Metano (PGM), una colaboración internacional que estima las fuentes y sumideros de metano en todo el mundo. El PGM es una iniciativa del Global Carbon Project (GCP), un programa de investigación internacional que busca desde 2001 proporcionar una actualización anual sobre las emisiones globales de carbono.

El PGM busca rastrear de dónde provienen las emisiones de metano, cuánto se absorbe a través de los ‘sumideros’ y cuánto permanece en la atmósfera. Como en el caso del gas metano “es un poco más complicado” –según explica Marielle Saunois, profesora asistente de la Universidad de Versalles Saint Quentin (Francia) y líder del PGM éste se actualiza cada dos o tres años. 

El actual Informe es su tercera versión tras las publicaciones de 2013 y 2016. El documento técnico completo está en Earth System Science Data y en un documento adjunto en Environmental Research Letters.

Los investigadores señalan que más de la mitad del metano presente en la atmósfera es generado por la actividad humana y que el incremento alcanza a la mayor parte del Planeta. Sin embargo, para muchos investigadores se hace notable el predominio del incremento en el hemisferio norte donde las actividades de los combustibles fósiles son más intensas.

FRACKING

Aunque el estudio no lo destaca, la contaminación atmosférica provocada por el fracking es la más grave debido a las intensas fugas de metano que la actividad de la industria del gas y el petróleo genera. Según la NASA, la actividad de ese sector es responsable por el incremento mundial de las emisiones de metano, superando incluso a los vertederos y a la producción ganadera.

El aumento de las emisiones de metano y su concentración ha sido constante en el último siglo, salvo un leve descenso en el período 2000-2006. Sus actuales niveles de concentración alcanzan 1875 partes por millón, lo que lo hace responsable de un 25% del calentamiento global.

El metano (CH4) es un gas inoloro, incoloro e inflamable, presente en la atmósfera con un alto poder de provocar calentamiento global, ya que tiene 28 veces más poder de efecto invernadero que el CO2. Proviene del material orgánico degradado que produce la ganadería, el cultivo de arroz, los vertederos de basura y las explotaciones petrolíferas y gasíferas.

Pero, tal como demostrara en sus investigaciones el científico Bob Howarth, profesor de la Universidad Cornell (Ver Más Azul n° 2, nov 2019 y n° 4, enero 2020), en estudios anteriores erróneamente se había concluido que las fuentes biológicas eran la causa del aumento del metano (vacas y humedales).

Se trata de un dato decisivo: el metano de fuentes biológicas tiene un bajo contenido de carbono 13, en comparación con el metano de la mayoría de los combustibles fósiles. Robert Howarth demostró que, desde el uso de fracturas hidráulicas de alto volumen (fracking), se ha liberado más metano a la atmósfera y la responsabilidad mayor es de EEUU y Canadá.

El incremento de la explotación por fracking coincide con el aumento del metano en la atmósfera.

De hecho, el incremento se hace más intenso a partir de 2007, coincidiendo con su expansión en EEUU. El fracking, entre otros, es el causante según Howarth de que las emisiones globales de metano pasaran en los últimos 11 años, de unos 570 teragramos (570.000 millones de toneladas) anuales a unos 595 teragramos (595.000 millones de toneladas).

Las fugas de metano del fracking quedaron demostradas de manera flagrante, por dos periodistas de The New York Times, que dotados de una cámara infrarroja y un importante equipo científico, volaron la Cuenca Pérmica –cuna del fracking estadounidense– y mostraron en diciembre de 2019, seis plantas de fracking liberando emisiones de metano extraordinariamente altas.

Las instalaciones identificadas por el NYT pertenecen a empresas de la industria petrolera y de energía de las más grandes del mundo, que se oponen a regulaciones que los obliguen a corregir esas emisiones contaminantes. Y que cuentan con la complicidad del gobierno de Donald Trump para permitir emisiones contaminantes sin sanción alguna.

“Inmensas cantidades de metano escapan de los sitios de petróleo y gas en todo el país, empeorando el calentamiento global, mientras la administración Trump debilita las restricciones a los delincuentes”, señalaron los autores de la investigación de NYT. De hecho, según los registros regulatorios sólo de Texas, revelan que tuvieron a lo largo del 2019, 250 casos de emisiones graves, que no fueron sancionadas. 

Esas investigaciones confirman lo señalado por Howarth y explican los crecientes niveles de metano en la atmósfera desde 2007, momento en el que se acelera la producción de gas natural por fracturación hidráulica.

Las fugas de metano se han multiplicado durante la pandemia, según los equipos de GHGSat y del SRON.

GANADERIA

Si bien las concentraciones atmosféricas de metano han aumentado desde ese año, la composición de carbono del metano también ha cambiado. El metano de fuentes biológicas como las vacas y los humedales tiene un bajo contenido de carbono 13, en comparación con el metano de la mayoría de los combustibles fósiles. 

La investigación de la Universidad de Cornell, publicada en Biogeosciences, explica que este metano tiene menos carbono 13 –en relación con el carbono 12– que el metano del gas natural convencional y otros combustibles fósiles como el carbón.

El metano, por su origen biológico es muy pobre en carbono-13, a diferencia del CO2. Sus valores son muy negativos en la materia orgánica, tanto continental como marina. Los niveles de metano atmosférico que habían aumentado durante las últimas dos décadas del siglo XX, se habían comenzado a equilibrar en los primeros años de este siglo, pero entre 2008 y 2014 los niveles atmosféricos de metano volvieron a  aumentar dramáticamente, por causa del fracking.

Es indudable que la ganadería y también la agricultura son actividades que aportan metano a la atmósfera. Todos los años se calcula que varios millones de toneladas de metano provienen de microbios que viven en condiciones anaeróbicas, degradando la materia orgánica. Ello sucede tanto en un rumiante o en un estercolero como en un campo inundado para el cultivo de arroz o en el fondo de una marisma.

Se estima que la producción agroganadera es responsable de un 12% de las emisiones de GEI (7% la producción cárnica y 5% la actividad agraria). El cultivo del arroz sobre enormes extensiones encharcadas, por ejemplo, favorece la emisión de metano desde las tierras inundadas.

El extraordinario aumento de la cabaña mundial de rumiantes, empujado por el consumo humano de carne es insostenible: solo la población bovina alcanza los 1.500 millones de ejemplares, para satisfacer nuestra demanda de leche, carne, queso, etc.

Cada rumiante  expulsa unos 200 gramos de metano al día y eso equivale a 5 kgs. de CO2. Para FAO, esos rumiantes en todo el planeta liberan a la atmósfera 100 millones de toneladas de metano (equivalente a 2.500 millones de toneladas de CO2). A ello habría que sumarle una cantidad semejante en emisiones (ya no de metano) por el transporte de animales, el mantenimiento de cabañas, abonos, piensos, etc.

La ‘mala fama’ del ganado bovino se instaló a partir del 2006, tras un informe de FAO que le atribuía a la  ganadería un 18% de las emisiones de GEI de todo el planeta. Aunque las conclusiones del estudio fueron rectificadas tiempo después y se reconoció que los datos no eran correctos, la información se sigue repitiendo.

Pero aunque su impacto no sea de ese volumen, es necesario reducir y gestionar mejor las emisiones de vertederos, del estiércol y de otras fuentes vinculadas a la agricultura y ganadería industrial. La UE ha demostrado que con políticas activas se puede lograrlo. Se requieren acciones concretas en esa dirección  e incorporar la promoción en la población, de dietas más sanas y diversificadas. Un menor consumo de carnes rojas y mayor incorporación a la alimentación humana de verduras, aves y pescados, permite menores emisiones de metano.

Emisión de gases de efecto invernadero por sector y tipo

Greenhouse Gas by Sector.png, CC BY-SA 3.0.

VERTEDEROS Y AUTOMOVILES

Los vertederos de basura son la tercera fuente antropogénica más grande de metano en el mundo. Son responsables de un 11% de sus emisiones mundiales. El sector de la gestión de los residuos representa en torno al 4% de las emisiones globales de efecto invernadero y, de ellas, el 75% –es decir, el 3% de las emisiones globales– proceden del metano desprendido en los vertederos.

Otra fuente poco atendida es la del metano proveniente del proceso de combustión de los automóviles. Los motores emiten varios tipos de contaminantes: hidrocarburos, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, partículas, bióxido de carbono, bióxido de azufre, plomo (cuando las gasolinas lo contienen), amoniaco y metano.

EL PERMAFROST POLAR

Esta es la preocupación que desvela a los científicos del clima. Se trata de la capa permanente de suelo congelado –aunque no siempre cubierto de hielo o nieve– que puede encontrarse en áreas circumpolares del norte (Canadá, Alaska, Siberia, Noruega) como del sur antártico y en regiones como el Tibet.

Durante cientos de miles de años, el permafrost de las regiones circumpolares ha acumulado grandes reservas de carbono orgánico (estimadas entre 1,4 y 1,85 billones de toneladas métricas). Debido al cambio climático, los científicos alertan sobre la necesidad de reducir las emisiones que provocan ese calentamiento para evitar que el permafrost tanto del Ártico como de la Antártida se descongele.

Permafrost en Svalbard, Noruega.

La posibilidad de que se liberase parte del colosal depósito de metano que retiene, constituiría una catástrofe ambiental de consecuencias imprevisibles. Según el informe de Global Carbon Project no existiría aún ninguna evidencia que indique una mayor liberación de metano del Ártico.

Sin embargo, debe tenerse en cuenta que tanto en el Ártico como en la Antártida se han registrado temperaturas récord que han provocado un importante incremento en el descongelamiento de los suelos, lo que enciende las alarmas sobre el permafrost y que se han registrado indicios de liberación de metano en la Antártida.

El propio informe señala que, si se empezaran a liberar de forma importante, los depósitos de metano resguardados en el suelo circumpolar, la aceleración del calentamiento global podría dispararse más allá de 1,5°C y 2°C, considerados los límites soportables.

Las mediciones de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EEUU muestran que el metano atmosférico aumentó en 8,5ppb (2018) y 10,7ppb (2019) y que son dos de los mayores incrementos anuales en lo que va de este siglo.

Esos datos son altamente “preocupantes”, afirman los autores del PGM, ya que se corresponden a proyecciones de “aumentos de temperatura por encima de los 3° C a finales de este siglo… Esta trayectoria implica que se necesitan grandes reducciones de las emisiones de metano para cumplir el objetivo 1,5-2°C del Acuerdo de París”. El camino de los 3°C es el camino que no podemos recorrer.

UNA SOLUCION ESPERANZADORA

El estudio de Cornell destaca que el dióxido de carbono y el metano son gases de efecto invernadero críticos, pero se comportan de manera bastante diferente en la atmósfera. El dióxido de carbono emitido en la actualidad seguirá influyendo en el clima durante los siglos venideros, ya que el clima responde lentamente a la disminución de las cantidades de ese gas.

En cambio, a diferencia de su lenta respuesta al dióxido de carbono, la atmósfera responde rápidamente a los cambios en las emisiones de metano. Por eso, Robert Howarth plantea una solución esperanzadora: reducir el metano ahora puede proporcionar una forma instantánea de frenar el calentamiento global y cumplir con el objetivo de las Naciones Unidas de mantener el planeta muy por debajo de un aumento promedio de 2°C”.

E insiste en una recomendación: “Si podemos dejar de verter metano a la atmósfera, éste se disipará. Desaparece bastante rápido, en comparación con el dióxido de carbono. Es lo que tenemos más mano para frenar ya el calentamiento global”.