Las emisiones baten nuevos récords

07 jul 2021

Las principales impulsoras del cambio climático son las emisiones humanas de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Constituyen uno de los desafíos más perentorios y dramáticos que afrontamos a nivel global.

Si bien, con alguna ingenuidad se quiso creer que la pandemia traería cierto alivio en la situación ambiental por la menor actividad económica del aislamiento y la retracción económica, las noticias no son alentadoras.

RECORD DE CO2

En mayo pasado, la concentración de CO2 alcanzó un nuevo récord, llegando a niveles que el Planeta no soportaba desde hace 4 millones de años!!!.

Para el Observatorio de Mauna Loa, Hawaii (NOAA) la concentración de CO2 no deja de crecer.

Son los contundentes datos que aporta el Observatorio de Referencia Atmosférica de Mauna Loa (Hawaii) perteneciente a la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EEUU que reportó un máximo histórico en las emisiones de CO2, con un promedio mensual de 419,1 partes por millón (ppm). En 2020, el promedio había sido de 417 ppm en el mismo mes.

Los datos son coincidentes con las mediciones realizadas por otras instituciones científicas como la Scripps Institution of Oceanography de la Universidad de California San Diego, que reportaron  mensual de 418,9 ppm.

Esos volúmenes suponen el nivel más alto en 63 años, desde que comenzaron las mediciones. De acuerdo con el NOAA, ello significa estar agregando unas 40.000 millones de toneladas métricas de emisiones de CO2 a la atmósfera al año.

Pieter Tans, doctor en ciencias de la Tierra de la Universidad de Groningen (Holanda) y científico senior del Laboratorio de Monitoreo Global de la NOAA advierte el peligro de ese volumen de emisiones: “Estamos agregando aproximadamente 40.000 millones de toneladas métricas de contaminación de CO2 a la atmósfera por año. Esa es una montaña de carbono que extraemos de la Tierra, quemamos y liberamos a la atmósfera en forma de CO2, año tras año. Si queremos evitar un cambio climático catastrófico, la máxima prioridad debe ser reducir la contaminación por CO2 a cero lo antes posible”.

Lo preocupante es que la tendencia es al alza y se estima que en 2021 el dióxido de carbono en la atmósfera alcanzará niveles un 50% más que antes de la revolución industrial (278 ppm a fines del siglo XVIII cuando se generalizó la actividad industrial).

La acumulación de CO2 en la atmósfera se está acelerando.

La contaminación por CO2 es generada por las emisiones de los combustibles fósiles basados en el carbono. Provienen de diversas actividades industriales como la generación de electricidad, la fabricación de cemento, el transporte, la deforestación, la agricultura, etc.

Su efecto –junto al de otros gases de efecto invernadero– no deja escapar el calor saliente de la superficie de la Tierra, lo que provoca un calentamiento constante de la atmósfera planetaria.

Desde el comienzo de la era industrial tuvieron que pasar más de 200 años para que la concentración de CO2 se elevara un 25%, pero en los últimos 30 años nos acercamos a un peligroso incremento del 50%.

Como se sabe, el CO2 permanece en la atmósfera por largo tiempo, por lo sus emisiones se acumulan año tras año, lo que provoca un aumento constante de CO2 en la atmósfera. Según las previsiones de Mauna Loa, la acumulación de CO2 en la atmósfera superará el 50% este 2021.

La concentración actual en la atmósfera, superior a 400 ppm, es equiparable a la de la Tierra hace 4 millones de años, señala el informe de la NOAA, cuando el nivel del mar era 20 mts.mas alto y el Ártico era un gran bosque.

Evitar una catástrofe climática implica no solo reducir sino detener las emisiones para llevarlas a cero, lo que debe suceder no más allá de las próximos dos décadas.

TERMINAR CON LOS COMBUSTIBLES FOSILES

Para lograrlo es necesario terminar con los combustibles fósiles, los mayores responsables de la contaminación global.

En especial, con el carbón, el combustible fósil que más contribuye al cambio climático. Las centrales térmicas de carbón son las mayores emisoras de CO2. Pero el carbón aún representa casi una cuarta parte de la energía primaria mundial que se necesita y genera el 41% de la electricidad del mundo.

El 41% de la electricidad del mundo se genera en base a carbón, el más contaminante de los combustibles fósiles.

Detrás de las constantes declamaciones sobre la necesidad de luchar contra el cambio climático, los líderes políticos y corporativos de las grandes potencias siguen subordinados a los intereses del carbón. De hecho para este año, se prevé que las emisiones de CO2 subirán un 4,8 % a causa del incremento del consumo de carbón.

“Las emisiones globales de carbono crecerán 1.500 millones de toneladas este año impulsadas por el uso de carbón en el sector eléctrico. Es una advertencia terrible de que la recuperación económica de la crisis de la Covid es cualquier cosa menos sostenible para nuestro clima”, advierte Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE)

Consumo de carbón en miles de toneladas cortas

1. China  4.503.771

4. Rusia          242.156

7. Corea del Sur  143.373

2. India      978.482

5. Japón         207.114

8. Turquía            140.527

3. EEUU     588.414

6. Alemania   189.361

9. Polonia            137.254

La celebrada reducción de emisiones en plena pandemia ya fue anulada y este año amenaza con alcanzar el récord de consumo de 2019. China e India son los países que lideran el crecimiento de carbón, como parte de un impulso a las actividades industriales y la necesidad de abastecer sus crecientes clases medias y el desarrollo de sus infraestructuras. A la vez, ambos países son los que lideran los avances en energías renovables, cuya expansión en el sector eléctrico permitirá alcanzar casi el 30% de la producción eléctrica este año.

Estados Unidos es el tercer consumidor mundial de carbón. Durante la Administración Trump esa industria recibió todo tipo de estímulos para continuar contaminando. El país tiene 235 plantas de carbón de las que el 72% ya no son rentables frente a las renovables (Informe Energy Innovation) por lo que el gobierno Biden prevé que se cerrarán en un plazo de cinco años.

La Unión Europea, que se asume como líder de la política ambiental global, tiene en materia de carbón una conducta ambivalente. Por un lado, la mayoría de países europeos han reducido notablemente su consumo en la última década y asumido el compromiso de terminar su uso para 2030. Bélgica, Austria y Suecia ya son países libres de carbón, mientras que Portugal, Francia, Reino Unido, España, Hungría, Italia e Irlanda plantean eliminarlo en 2025.

 Pero también subsisten países que dependen del carbón para cubrir alrededor de un tercio de sus necesidades de energía. Algunos como Alemania plantean recién terminar con el carbón en 2038, pese a ser responsable del 20% de las emisiones de carbono del país. Otros como Polonia, Bulgaria, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia y Rumania, aún se niegan a asumir un compromiso concreto.

La quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo o gas) representa el 60% de las toneladas de CO₂ que se emiten en Europa cada año.

Que en el contexto de contracción de la economía mundial que impuso la pandemia, los niveles de CO2 sigan aumentando, es la prueba más palpable que la acumulación ha llegado a su límite y se requieren recortes drásticos para sanear una atmósfera enferma.

Es indudable que ese “frenazo” tendrá duras implicancias para la economía global y que los gobiernos de las grandes potencias no quieren pagar ese costo. Pero como señalan Naciones Unidas y los Informes del IPCC, si no se avanza en esa dirección, los costos a pagar se multiplicarán por miles en desastres climáticos y vidas humanas.

Recientemente desde Aceros Mittal se quejaban de que su conversión a hidrógeno verde como fuente de energía les costará millones de dólares. No contabilizan el costo que la humanidad, los gobiernos y los ciudadanos de los países en los que operan, han “pagado” en “externalidades”, por los daños provocados al Planeta que nunca afrontaron… Ni tampoco lo que les costarán los fenómenos climáticos extremos en materia de infraestructuras, logística, etc.

PASOS ALENTADORES

Casi simultáneamente con la noticia del incremento de las emisiones de CO2, el 26 de mayo de pasado, el Tribunal de La Haya ordenó a la petrolera Shell a reducir un 45% las emisiones para fines de 2030, respecto del nivel que generó en 2019.

La sentencia extendió esa obligación a toda su cartera de energía y a todas las actividades del grupo. El tribunal consideró que Shell es uno de los mayores productores de combustibles fósiles del mundo, y que sus emisiones y la de su red de proveedores y clientes, es altamente contaminante, incluso por encima de un importante número de países. 

El proceso, que había sido iniciado por siete asociaciones y más de 17.000 demandantes, abre la puerta a demandas similares contra otras petroleras y coloca el interés público por encima del mercado.

La otra buena noticia es que las energías renovables, en especial eólica y solar, ya son más baratas que los combustibles fósiles y pueden abastecer las escalas demandadas.

Si el grueso de los países apuesta a su implantación, se favorece el financiamiento para que aquellos países pobres o en desarrollo puedan desplegarlo y se alientan las múltiples innovaciones tecnológicas en curso, quizás podamos obrar el ‘milagro’ de evitar el colapso climático.