Se agudiza el impacto climático en los grupos más vulnerables

21 may 2021

A la desesperación de huir de los conflictos armados, la pobreza y la falta de oportunidades para alcanzar un lugar en la Tierra donde lograr una vida mejor, se suman en los últimos años, los desastres ambientales como motor de nuevos y crecientes desplazamientos.

Un informe de Naciones Unidas estima que las últimas tendencias en migración internacional refleja un incremento en la última década. América del Norte y la UE aparecen como las regiones hacia las que se desplaza el mayor número de migrantes, provenientes en general de países de su entorno.

El número de migrantes internacionales a nivel global ronda los 272 millones, unos 50 millones más que una década atrás. Si bien el número total todavía representa una parte pequeña de la población total, su número ha crecido más rápidamente que la población mundial.

Los vaticinios no son alentadores para la estabilidad mundial. ACNUR calcula que sólo por causas climáticas en los próximos 50 años podrían estar migrando entre 250 y 1.000 millones de personas. Y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) alerta que en las últimas tres décadas, esos desplazamientos han sido mayores que los provocados por las guerras. La causa: se han triplicado las sequías, inundaciones y catástrofes, motivadas por los cambios en el clima.

El informe “Impacto del cambio climático en la población vulnerable en los países en desarrollo” que acaba de ser aprobado en la Comisión de Desarrollo de la UE y que deberá ser ratificado en el pleno del Parlamento Europeo el próximo 17 de mayo, plantea si no ha llegado la hora de “un visado climático europeo”.

Se busca que desde Bruselas, se atienda de manera previsora, un problema que irá en aumento: el impacto del calentamiento global en las poblaciones más vulnerables de los países en desarrollo.

La innovadora propuesta aboga por prever programas financiados para mitigación, adaptación, pérdidas y daños asociados al cambio climático. Asimismo, aumentar el apoyo financiero para el riesgo de desastres vulnerabilidades específicas, así como generar un fondo económico para apoyar a los países más perjudicados por el cambio climático.

Ante la perspectiva planteada por ACNUR y la OIM, el grupo de diputados europeos que lidera la ponencia, plantea poner en marcha un visado climático como medida de protección temporal para las víctimas de desastres e incluir el riesgo para la vida, por la amenaza del calentamiento global.

La eurodiputada española Mónica González, advirtió: “debemos anticiparnos y conseguir que el riesgo de la vida amenazada por este fenómeno figure explícitamente entre los criterios de elegibilidad para la protección humanitaria, siguiendo la resolución del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas… el visado debe ser una ‘medida de protección temporal’ que asegure vías migratorias legales y seguras para las personas necesitadas de protección por ser víctimas de desastres”.

La propuesta tiende a cubrir una laguna legal ya que el concepto de refugiado climático no existe, como sí sucede con los refugiados políticos o por conflictos bélicos.

En realidad el desinterés en establecerlo ha sido manifiesto. La Agenda Europea sobre Migración en 2015 tuvo la oportunidad y terminó por no tratar el tema, que desde el 2016 permanece archivado. En el nuevo Pacto de Migración y Asilo en elaboración, solo hay alguna referencia al cambio climático, pero sin establecer pautas ni protecciones concretas.

La situación es particularmente imperiosa para migrantes como los de Vanuatu, una nación insular del Pacífico, de 272.000 personas que vive del turismo, a la que el paso del ciclón Harold de categoría 5, destruyó buena parte de su infraestructura, con consecuencias gravísimas sobre la mitad de la población.

Vanuatu, con sus 83 islas y una población de 272.000 almas, es el lugar más amenazado del planeta.

Además Vanuatu, como la mayor parte de las islas del Pacífico Sur, integra el grupo de los primeros países que están en peligro de desaparecer bajo el agua, como resultado del cambio climático.

La isla de Taro, en el noroeste del archipiélago, puede ser la primera capital de provincia del mundo en ser abandonada debido al calentamiento global.

La república de Kiribati es muy probable que desaparezca a causa del cambio climático. Ninguna parte de su territorio se eleva a más de 2 metros sobre el nivel del mar, razón por cual el actual crecimiento del nivel del mar se torna una amenaza que puede ser devastadora.

Ya han desaparecido por completo dos de las islas que integraban el archipiélago y los científicos prevén que en tan solo dos o tres décadas, las demás que componen su territorio actual, podrían seguir el mismo camino.

Como señalara su ex presidente Anote Tong, “un cambio de los patrones climáticos que nos empuje hacia el cinturón de huracanes, podría borrarnos del mapa”.

El país, de poco más de 100.000 habitantes –ante la posibilidad cierta de que las islas que lo componen desaparezcan– ha iniciado una doble estrategia internacional: encontrar una patria de adopción para sus ciudadanos, en lo que ya avanzó con el gobierno de Nueva Zelanda; y comprar tierras en Fiyi para trasladar a toda la población, ante el creciente aumento del nivel del mar y la mayor frecuencia de huracanes y otros desastres naturales.

Los efectos del cambio climático podrán parecer distantes para algunos distraídos, pero estos paraísos – considerados entre los lugares más bellos del Planeta– como Nauru, Maldivas, Samoa, Marshall, Salomón, etc. enfrentan el mismo peligro.

CENTROAMERICA EN CUESTION

Aunque en otro contexto, varios países de América Latina también muestran también las duras consecuencias de un cambio climático en pleno desarrollo. Desastres climáticos están provocando pérdidas de cosechas, problemas de abastecimiento de alimento y agua y un deterioro general de las condiciones de vida de sus poblaciones.

En países como El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, sequía y huracanes se han sumado a la pandemia para poner a miles de familias en situación de hambre. En los últimos dos años, la inseguridad alimentaria en Centroamérica se ha multiplicado por cuatro, 8 millones de personas no tienen garantizada la comida y más de un millón y medio requieren ayudas para subsistir.

En los últimos dos años, la inseguridad alimentaria en Centroamérica se ha multiplicado por cuatro.

En enero pasado, el Programa Mundial de Alimentos (WFP) de Naciones Unidas, estimó que la incidencia de las dificultades para alimentarse en la decisión de migrar se había duplicado (del 8 al 15%). El hambre por tanto, es otro elemento más ligado a la migración en esa región.

En el “Informe mundial sobre las crisis alimentarias”, publicado por WFP a comienzos de este mes de mayo, se advierte que la inseguridad alimentaria aguda alcanza su nivel más alto en cinco años y está aumentando de forma incesante desde 2017. 

David Beasley, Director del WFP, en su visita a Honduras y Guatemala, donde se reunió con familias afectadas, pudo comprobar cómo el cambio climático es uno de los factores que impulsan la migración desde Centroamérica. 

Quizás valga la pena recordar sus palabras al recibir el año pasado el Premio Nobel de la Paz:Nos encontramos en lo que puede ser el momento más irónico de la historia moderna. Por un lado, después de un siglo de grandes avances en la eliminación de la pobreza extrema, hoy 270 millones de nuestros vecinos están al borde de la inanición. Eso es más que toda la población de Europa Occidental. Por otro lado, hoy hay 400 billones de dólares de riqueza en nuestro mundo. Incluso en el apogeo de la pandemia, en solo 90 días se crearon 2,7 billones de dólares adicionales de riqueza. Pero solo necesitamos 5.000 millones de dólares para salvar 30 millones de vidas de la hambruna… Si no se abordan sus necesidades, se producirá una pandemia de hambre que empequeñecerá el impacto de la COVID”.

Caravana de migrantes hondureños en Guatemala, empujados por el hambre.

Pero estamos tratando la migración con criterios administrativos o como problema de seguridad. Se enfrenta a los migrantes con represión militar o policial y con exigencias fronterizas y se omite atenderlo como un gigantesco problema humanitario que día a día se irá multiplicando.

Pero no es extraño: con la pandemia hemos hecho lo mismo. Mientras poblaciones en India y muchos otros países en desarrollo, suplicaban por vacunas, en los países más desarrollados se acumulan por encima de sus necesidades.