Se quiebra el lobby de los gigantes del petróleo

MAY 2020

Ya no se trata solo de la creciente presión ciudadana en la lucha contra el cambio climático. También se van sumando inversores de la talla de BlackRock, el mayor fondo mundial de administración de inversiones, con casi 7 billones de dólares de activos bajo su control, que decidió retirarse de las empresas cuyos ingresos provengan en un 25% o más de los combustibles fósiles contaminantes.

Para Larry Fink, CEO de BlackRock, los inversores están cada vez siendo más conscientes de las consecuencias del cambio climático cuando evalúan las perspectivas a largo plazo de las empresas en las que invertir: “La industria de los combustibles fósiles está impulsando la crisis climática y es responsable de una emergencia de salud pública”.

“La industria de los combustibles fósiles está impulsando la crisis climática” – Larry Fink  (BlackRock).

Los sectores bancario y de seguros también se están viendo obligados a enfrentar los peligros que plantea el cambio climático. Personalidades relevantes como Mark Carney, gobernador saliente del Banco de Inglaterra, acusó al sector de los servicios financieros de haber sido demasiado lento a la hora de recortar las inversiones en combustibles fósiles.

La publicación en enero pasado de “El cisne verde” por parte del Banco de Pagos Internacionales (BIS), muestra el pánico que se está instalando en el mundo financiero ante la crisis climática. El documento del BIS señala que los eventos y catástrofes climáticas pueden ser extremadamente perjudiciales desde el punto de vista económico y generar la próxima crisis financiera sistémica. Es lo que los riesgos de un “cisne verde”.

Muchos inversores comienzan a retirar sus fondos de empresas de combustibles fósiles y mineras. Incluso el Banco de Inglaterra ha sido el primero del mundo en introducir recientemente una ‘prueba de estrés’ sobre el análisis financiero.

“E pur si muove”

Como parte de esa creciente conciencia mundial de la gravedad de la emergencia climática, muchas organizaciones comienzan a retirar sus fondos de inversión de la industria petrolera y minera, principales responsables de la crisis climática.

Una organización tan tradicional como el Real Colegio de Psiquiatras del Reino Unido, anunció casi en simultáneo con el informe del BIS, un retiro gradual de sus inversiones en empresas de minería y combustibles fósiles con sede en EEUU.

Esa institución profesional de médicos británicos que tiene fondos en los mercados bursátiles mundiales por valor de u$s 65 millones de dólares, hizo público que en los próximos tres años retirará todas las inversiones en empresas del sector que no estén alineadas con los objetivos del Acuerdo de París.

Para los médicos británicos parece haber llegado la hora de reconocer el daño que está causando a la salud humana la industria de los combustibles fósiles, principal factor de la crisis climática.

También la Iglesia Católica se suma a esta bienvenida ola de conciencia planetaria. El papa Francisco exhortó a los directivos petroleros a apurar la transición energética: “Es necesaria una transición energética radical para salvar nuestra casa común”, para que “nuestros hijos no tengan que pagar el coste de la irresponsabilidad de nuestra generación”.

Treinta años por detrás de las advertencias de los científicos, Francisco avisa que la actual crisis ecológica y en especial el cambio climático amenazan el futuro de toda la familia humana” y que  “durante mucho tiempo se han ignorado, colectivamente, los frutos de los análisis científicos y las previsiones catastrofistas, que ahora no se pueden mirar con desprecio o ironía”.

“E pur si muove” (‘y, sin embargo, se mueve’) diría Galileo, como lo hiciera, según la tradición, al abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante la Santa Inquisición. La conciencia planetaria mueve montañas y es para celebrarlo: “No podemos –dice Francisco– permitirnos el lujo de esperar que otros lo hagan o dar prioridad a las ventajas económicas a corto plazo. La crisis climática nos pide una acción determinada aquí y ahora”.

“Las previsiones catastrofistas, ahora no se pueden mirar con desprecio o ironía” – Papa Francisco.

Es que, como señala Tim Buckley, director de Estudios de Finanzas Energéticas en el IEEFA, quizás se haya alcanzado un punto de inflexión para el futuro de los combustibles fósiles: “El mundo podría mirar hacia atrás al 2019 como el punto de inflexión: el momento en que los mercados mundiales de capital aceptaron la inevitabilidad impulsada por la tecnología de un cruce de carbón térmico contaminante y una mayor absorción de energía sostenible, limpia y renovable”.

Los mercados financieros en 2019 rebajaron de manera drástica el valor a las compañías de energía convencional. Las fuertes caídas del valor de sus acciones han destruido –dice Buckley– «cantidades asombrosas» de riqueza para los accionistas.

El hecho forma parte de una tendencia global que está creciendo de manera sorprendente y que provoca el retiro de  muchos inversores de la industria de los combustibles fósiles.

El número de inversores institucionales que se comprometieron a disminuir en sus carteras las acciones vinculadas con los combustibles fósiles pasó de 180 en 2014 a más de 1.100 en 2019, mientras los activistas ambientales presionan cada vez con más fuerza a gobiernos y empresas.

Un grupo de once inversores institucionales y accionistas de Barclays Bank –uno de los mayores financiadores de los combustibles fósiles en Europa– reclaman que el banco abandone progresivamente la prestación de servicios financieros a empresas que no estén comprometidas con el acuerdo climático de París. Los que reclaman tiene peso: gestionan colectivamente unos 171.000 millones de dólares.

Hasta ahora, la presión de los inversores se había centrado en las grandes empresas de hidrocarburos pero ahora se extiende a los bancos que los financian. La presión sobre el Barclays coincide con las alarmas encendidas en los inversores de todo el mundo, acerca de los peligros que concita el cambio climático para sus intereses, a lo que se suma la creciente inquietud de la ciudadanía, que reclama urgentes medidas en la lucha contra el calentamiento global.

Por su parte, el Banco Europeo de Inversiones también se plantea eliminar gradualmente el apoyo a los proyectos energéticos que “dependían de los combustibles fósiles: producción de petróleo y gas, infraestructura principalmente dedicada al gas natural, generación de energía o calor basado en combustibles fósiles”.

A la tendencia de los grandes inversores de desinvertir y alejarse de exploración y producción de combustibles fósiles, se suma Norwegian Oil Fund y el propio gobierno de Noruega, que ha ordenado a Norges Bank que su relación con las grandes petroleras esté dirigida a garantizar que inviertan en energías renovables y aceleren la transición de la energía limpia.

Noruega, que es el mayor productor de petróleo de Europa, se propuso reducir al menos un 50% de sus emisiones en los próximos 10 años. Es uno de los primeros países en revisar su NDC y el primero entre los industrializados en presentar metas para 2030, donde la reducción alcanzaría el 55%.

Por su parte, en febrero pasado, el alcalde Bill de Blasio anunció la prohibición de todos los nuevos proyectos de combustibles fósiles en la ciudad de Nueva York, en lo que consiste en la mayor prohibición municipal de ese tipo. 

Lo cierto es que se está entrando en una nueva fase del movimiento climático. Como reseña un informe de 350.org, una ong que promueve la desinversión, en 2014, los inversores que habían acordado deshacerse de sus activos de combustibles fósiles sumaban unos u$s 52.000 millones en activos. Hoy inversores representan más de 11 billones de dólares. Algo se mueve…

El lobby negacionista se derrumba

Ante la presión creciente de ciudadanos e inversores, los lobbies negacionistas más virulentos están perdiendo apoyo y algunas de las grandes petroleras abandonan el barco.

Organizaciones como Western Energy Alliance (WEA), Western States Petroleum Association (WSPA) y American Fuel and Petrochemical Manufacturers (AFPM) han venido aportando millones de dólares de las mayores corporaciones del petróleo mundial para presionar a los gobiernos y contradecir las conclusiones de los científicos y de Naciones Unidas acerca del impacto de los combustibles fósiles en el cambio climático.

Junto con otras asociaciones como American Petroleum Institute (API) y la intersectorial US Chamber of Commerce (USCC), igualmente refractarias a los controles ambientales y negadoras del cambio climático, han sido decisivas en el programa desregulador de Donald Trump para favorecer industrias contaminantes como la del carbón, el petróleo, el gas y la minería, y para levantar los controles ambientales que se habían establecido durante la administración Obama.

AFPM se opone por ejemplo, a los subsidios para el desarrollo de vehículos eléctricos y hace campañas publicitarias en redes sociales contra las regulaciones ambientales.

Ahora grandes petroleras como Shell, Total y BP rompen el lobby y abandonan esas organizaciones de EEUU por “mantener diferencias” respecto del calentamiento global

Total y Shell han hecho públicas sus desavenencias con esas asociaciones y se han comprometido a abandonarlas si esas diferencias persisten. BP anunció también que se retira de los lobbies WEA y WSPA y AFPM.

Bernard Looney, el CEO de BP muestra los niveles actuales de fractura en el lobby petrolero: “Cuando nuestras opiniones y las de una asociación no pueden conciliarse, entonces reconocemos que podría ser mejor si BP retirara su membresía”.

Los motivos centrales de la ruptura se basan en la falta de alineación de WEA con la regulación federal de metano en EEUU y la falta coincidencias con WSPA y AFPM respecto a los precios del carbono. Desde las asociaciones estadounidenses se quejan de las contradicciones de BP entre sus declaraciones públicas y las conversaciones ‘reservadas’.

Mientras tanto, desde Shell se explicó que su posición sobre el cambio climático no estaba en línea con casi la mitad de las 30 asociaciones comerciales de las que forma parte, y que el desacuerdo con la AFPM es tan grave que motivó su abandono de esa asociación.

La ruptura del lobby petrolero puede tener importantes consecuencias ya que las Big Fives (ExxonMobil, Royal Dutch Shell, Chevron, BP y Total) han sido los mayores aportantes a las asociaciones del lobby negacionista y han invertido mil millones de dólares en operaciones sobre gobiernos y políticos en los últimos años.

Hasta ahora, cuando una asociación hacía presión/lobby lo hacía en nombre de toda la industria, lo que potenciaba su exigencia. Hacía el trabajo sucio ante gobiernos y organismos internacionales para  retrasar sine díe las regulaciones por el clima.

Pero la ruptura del lobby no significa que las petroleras europeas hayan decidido luchar contra el cambio climático sino que pretenden ocultar un poco mejor sus intenciones, ante una ciudadanía mucho más activa que la estadounidense, donde la ola conservadora de Trump mantiene su fuerza. Tratan de desvincular sus marcas de las asociaciones más retardatarias de EEUU pero en ningún caso, renunciar a la presión para lograr seguir retrasando la transición energética.

Como los reclamos de las asociaciones de EEUU han sido cada vez más virulentos y negacionistas, las empresas europeas temen que eso provoque la reacción ciudadana en sus países de origen.

Demandar a las petroleras!

El temor empieza a cobrar sentido. Una tendencia se manifiesta en diversas partes del mundo: demandar a las petroleras por los daños causados al clima. Tanto en Europa como en EEUU diversas organizaciones ambientales se plantean empujar a sus gobiernos a iniciar acciones legales por el deterioro provocado por los combustibles fósiles a nivel planetario, con graves consecuencias sobre el clima y la salud humana.

Las petroleras en el centro de la presión ciudadana por la crisis climática.

Una encuesta de la Universidad de Yale, publicada en “Environment”, mostró que el 57% de los estadounidenses apoya la idea de que las corporaciones petroleras paguen parte de los daños ocasionados a las comunidades locales ​​por el calentamiento global. Y que el 50% estaría dispuesto a apoyar a los funcionarios que presenten una demanda contra esas empresas cuya producción contribuye al cambio climático mientras un 66% desconfía de las compañías de combustibles fósiles.

Ciudades como Baltimore (Maryland), Oakland (California), Boulder (Colorado) y Nueva York, han iniciado demandas contra compañías de petróleo y gas, como ExxonMobil, BP y Chevron, por provocar intencionadamente “daños a la propiedad y económicos e impactos en la salud pública causados ​​por el cambio climático y el aumento del nivel del mar”.

La encuesta revela la predisposición a demandar a empresas petroleras por pérdidas y daños generados por el cambio climático, siguiendo una tendencia que se expande lentamente por el mundo desarrollado y que debería replicarse en todos los países.