Amazonas y el Congo han superado su capacidad de retener dióxido de carbono.

ABR 2020

Selvas tropicales como la amazónica y la centroafricana, aún no arrasadas en los años 90, permitían retirar de la atmósfera, unos 46.000 millones de toneladas de CO2. Hoy han reducido ese aporte a la mitad: 25.000 millones.

La diferencia es descomunal en términos comparativos. Equivale a una década de emisiones de los combustibles fósiles de Alemania, Francia, el Reino Unido y Canadá juntos. Los antiguos bosques, que eran capaces de recoger en los 90, el 17% de todas las emisiones antropogénicas de CO2, todo lo que a diario arrojan a la atmósfera chimeneas, automóviles, etc. Ahora solo alcanzan el 6% y parecen estar superando su límite de tolerancia.

Los bosques tropicales tienen un papel crucial contra el cambio climático.

Es lo que sostiene un estudio realizado por Wannes Hubau, ecólogo forestal en el Museo de África en Bruselas y Simon Lewis, ecologista de la Universidad de Leeds en Inglaterra y publicado en marzo en la revista Nature.

El nuevo estudio, en el que han colaborado casi 100 instituciones de todo el mundo, combina el trabajo de investigadores y asistentes de campo que estudiaron 135.625 árboles en 244 parcelas africanas en 11 países con datos que, en algunos casos, se remontan a la década de 1960. 

El trabajo concluye que, en promedio, los árboles africanos absorbieron la misma cantidad de dióxido de carbono durante dos décadas hasta 2014. Pero que un grupo de árboles comenzó a perder su capacidad de absorber carbono a partir de 2010.

Los bosques tropicales tienen un papel crucial contra el cambio climático. Actúan como sumideros globales de carbono, eliminando el CO2 de la atmósfera y almacenándolo en la biomasa de los árboles. Hasta ahora, los científicos han elaborado los modelos climáticos bajo la premisa de que este proceso, conocido como secuestro o captura de carbono, se mantendría estable.

Pero la sorpresa es que la capacidad de los bosques tropicales del mundo para neutralizar el carbono está disminuyendo, tras analizar el comportamiento de 565 bosques tropicales a lo largo de los últimos 30 años y hacer un seguimiento de la evolución y/o desaparición de 300.000 árboles en África y en el Amazonas desde 1983.

El nuevo estudio revela la absorción global de carbono en los bosques tropicales vírgenes del planeta alcanzó su capacidad máxima en la década de los 90 y que, llegado el año 2010, ya había disminuido un tercio.

Las causas provienen de una combinación dramática: mientras la superficie forestal disminuía 19% en ese periodo, las emisiones mundiales aumentaban un 46%.

“El CO2 adicional en la atmósfera impulsa el crecimiento de los árboles. Pero, cada año, ese efecto se ve contrarrestado, cada vez más, por los impactos negativos de las temperaturas más altas y las sequías, que ralentizan el crecimiento y pueden matar a los árboles”, explica Hubau.

Los bosques tropicales están pasando de ser sumidero a convertirse en una fuente más de CO2.

El peligro que pone de manifiesto el estudio es que, los bosques tropicales inmersos en un cambio de ciclo por el cambio climático, están pasando de ser sumidero a convertirse en una fuente más de CO2.

A la deforestación se agrega, que los que sobreviven crecen más rápidamente, se desarrollan más grandes gracias a que hay más CO2, y expuestos al aumento de la temperatura y la sequía, mueren antes. La posibilidad de que las dos selvas tropicales más grandes del mundo puedan no solo no aliviar sino contribuir a aumentar el calentamiento global, es alarmante.

La capacidad de los bosques tropicales de retirar de la atmósfera el dióxido de carbono (CO2) generado por los humanos se está acabando. La cantidad del gas que cientos de miles de árboles de las selvas amazónicas y centroafricanas retienen en sus troncos, ramas y hojas en forma de carbono orgánico es cada vez menor.

Los investigadores predicen que la jungla africana absorberá en el 2030, un 14% menos de dióxido de carbono que hace 10 o 15 años y que los árboles amazónicos en 2035 habrán dejado de absorber totalmente dióxido de carbono. Y para 2050, los bosques tropicales de África y Sudamérica que aún perduren, liberarán más dióxido de carbono del que absorben: el “sumidero” de carbono se habrá convertido en una enorme fuente de CO2.

“Los bosques tropicales se sumarán al problema del cambio climático, en lugar de mitigarlo… La Tierra es más sensible a las emisiones de dióxido de carbono de lo que pensábamos”, advierte Lewis. Por eso es imprescindible que los gobiernos aceleren los esfuerzos para contrarrestar el cambio climático o las temperaturas aumentarán aún más rápido de lo previsto. 

A pie, en canoa y en moto

La investigación de la cuenca del Congo ha sido compleja y llevó más de una década. Viajaron a pie, en canoas y en moto por algunas de las selvas más inaccesibles del mundo midiendo a mano decenas de miles de árboles. “Ha sido un gran esfuerzo”, reconoce Hubau.

Los orígenes de este importante trabajo surgen en 2005, cuando Lewis comenzó a armar una red de parcelas forestales en África que no habían sido degradadas por la tala para rastrear la cantidad de carbono que los árboles absorben cada año.

Logró recuperar los datos de un estudio previo que investigadores alemanes habían realizado entre 1979 y fines de los 80 en Liberia, de donde tuvieron que huir ante la guerra civil de ese país. Los registros se habían destruido pero Lewis descubrió una base de datos con mediciones forestales en una computadora  en los Países Bajos y terminado el conflicto logró recuperar el censo original. 

En 2013, se unió a Hubau para expandir la red y buscar datos en otros sitios. Ambos pretendían tener lotes con información  diseminados por todo África central, lo más lejos posible de la influencia humana. No fue fácil. El entorno del África central es complejo, con pocas carreteras, constantes conflictos tribales, pocos recursos humanos locales especializados y escaso financiamiento.

Hubau finalmente se internó en el Congo en motocicleta, trepó a casi 400 árboles y monitoreó su evolución. Verificó que al igual que en el Amazonas, los bosques africanos crecen más rápidamente a medida que se incrementa la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, pero las altas temperaturas y las reiteradas sequías, fruto del cambio climático, terminan por erosionar su crecimiento.

El dióxido de carbono de más estaría acelerando el ciclo vital del árbol y, por tanto, la llegada de su muerte y la devolución a la atmósfera del carbono.

Lewis, Hubau y una larga lista de colegas utilizaron los registros africanos, combinados con un conjunto comparable ya disponible en la Amazonía, para descubrir los factores que influyen en la salud del sumidero de carbono tropical y predecir su futuro.

Desde hace años, un grupo de investigadores de diversas universidades recorren las selvas más aisladas de África para verificar cómo crecen sus árboles: calibran el diámetro del tronco de los árboles, los etiquetan y regresan tiempo después a registrar su evolución. Lo hacen en casi 250 lugares de las selvas africanas, desde Gambia hasta Tanzania.

Lo mismo han hecho en 321 puntos de la selva amazónica. En total, llevan censados más de 300.000 árboles y extrapolando los datos al conjunto de las dos regiones han logrado saber cuánto dióxido de carbono están albergando y cuánto han dejado de albergar.

En 2015, los científicos habían publicado también en Nature, que la selva intacta del Amazonas absorbía un 30%o menos de carbono en la década de 2000 que en la de 1990. Ahora verifican que el mismo proceso se da en África con 10 o 20 años de atraso debido que los bosques de África central son más fríos que los de la Amazonía y ello retarda el impacto del aumento de las temperaturas.

Investigadores también analizaron la acumulación de CO2 en la selva amazónica.

Foto: J. Fragoso, Stanford Lab.

En realidad, la ciencia contaba con ese efecto ‘fertilizante’ provocado por el exceso del CO2 serviría para combatir el cambio climático, al acelerar el crecimiento de las plantas. Es que, como señala, Aida Cuní Sánchez, Ph.D de la Universidad de York y coautora del estudio: “Todos los modelos climáticos sugerían que las plantas continuarían tomando más CO2 durante varias décadas… La tasa de fotosíntesis es más rápida pero tiene un límite fisiológico y este límite es el que estamos superando. En la selva amazónica se alcanzó hace 15 años y en la africana ya lo alcanzamos en 2012”.

Esto indica que los bosques no pueden más y que su trabajo como gigantesco sumidero de dióxido de carbono se está agotando y concluirá mucho antes de lo previsto en el más pesimista de los modelos climáticos.

Los bosques amazónicos y centroafricanos como sumideros de carbono alcanzaron su pico en los años 90. En la Amazonía llegaban en esa década a capturar 1 tonelada de carbono por hectárea/año. En el Congo, 0,66 toneladas. En la actualidad, la selva amazónica sólo absorbe 0,2-0,3 toneladas por hectárea/año, mientras la selva congoleña aún ronda las 0,6 tns. por ha/año.

Las previsiones apuntan a que a lo largo del 2030, los bosques africanas reducirán un 14% su absorción de  carbono y en la Amazonía se habrá alcanzado la saturación y no podrá retirar más CO2 del que emiten.

“Nuestro modelo muestra un futuro descenso del sumidero africano –advierte Hubau– mientras que el sumidero amazónico seguirá debilitándose con rapidez, con lo que predecimos que se convertirá en una fuente de carbono para mediados de los años 30, décadas antes de lo que habían predicho los modelos climáticos”.

Queda una solución: reducir drásticamente las emisiones en el tiempo más breve posible. No hay margen para más dilaciones.