Fisuras sociales peligrosas para su paz interior y la paz del mundo.

10 jun 2022

En la reciente IX° Cumbre de las Américas realizada en Los Ángeles (California) se hizo visible un verdadero clamor de los países latinoamericanos para que EEUU atienda las deudas de la región. Días antes de la Cumbre circuló un paper elaborado por un grupo de académicos especialistas en relaciones internacionales. Que coordinaron Juan Gabriel Tokatlián y Carla Yumate (Universidad Torcuato Di Tella–Argentina), Jean Marie Chenou (Universidad de los Andes-Colombia) y Ana Covarrubias (Colegio de México) que había reseñado esas ‘deudas’.

Brotes de supremacismo blanco y neonazismo, han generado movimientos de resistencia al abuso racial .

Desde una perspectiva latinoamericana, el informe de los académicos critica la mirada de Washington sobre la región y destaca que además. “Estados Unidos tiene hoy su ‘casa en desorden’, con un franco disenso bipartidista en política exterior que le impide plantear una oferta suficientemente atractiva para la región en términos de asistencia oficial al desarrollo, inversiones en infraestructura, comercio, cooperación sanitaria y gestión migratoria”.

Para empezar a saldar esas deudas es necesario –sostienen– abordar asuntos urgentes e ineludibles como la desigualdad crónica, asistencia humanitaria y cooperación para el desarrollo y la salud. América como conjunto regional necesita afrontar asuntos estratégicos como sustentabilidad, medioambiente, transición energética, recuperación económica e infraestructura. Y acordar temas en relación a calidad democrática, respeto a los derechos humanos, justicia y fortalecimiento institucional.

El clamor desde los países latinoamericanos es de alguna manera coincidente con lo que sucede al interior de EEUU, donde se verifica en su sociedad alarmantes signos de una fractura, en lo que los especialistas llaman “animus societatis”, esa pulsión de una comunidad para vivir juntos y compartir sueños y esperanzas.

El camino de la disolución

EEUU se polarizado cada vez más en los últimos años, a niveles de los años de la guerra civil: “Tenemos que retroceder históricamente, a algo así como al período de la década de 1890, después de la Guerra Civil, para encontrar políticas en Estados Unidos que estuvieran tan polarizadas como ahora”, dice Bernard Grofman, profesor de ciencia política de la Universidad de California.

La profundización de las fisuras se puso una vez más de manifiesto, el pasado 1° de mayo, en la marcha de Nueva York liderada por Alexandria Ocasio-Cortez, donde miles de inmigrantes y activistas reclamaron por los derechos laborales de los inmigrantes y plenos derechos de ciudadanía.

Es que el tratamiento (en realidad, su ausencia) del problema de los inmigrantes ilegales revela uno de los tantos desafíos que está acumulando la sociedad estadounidenses bajo la disfunción de la gerontocracia que domina la política de estadounidense.

La crisis no es nueva. Nace en realidad, cuando Richard Nixon decreta unilateralmente en 1971, la inconvertibilidad del dólar en oro. Pero no nos iremos tan lejos. Basta con señalar que la noción del libre comercio establecida cuando existía el patrón oro, obligaba a mantener los equilibrios estructurales en el comercio. Su supresión introdujo la posibilidad de desequilibrios estructurales ya que EEUU no necesitaba oro para pagar sino que le bastaba con “imprimir” dólares.

Desde entonces el proceso cobró una mecánica vertiginosa. Para compensar el fin de los acuerdos de Breton Woods (equilibrios estructurales de balanza de pagos) EEUU disimuló el inicio de los desequilibrios con acceso al crédito a gran escala. El sector financiero parecía reemplazar los “blue jobs” provenientes de la industria, mientras destruía empleo y favorecía la producción en Asia y el incremento de las importaciones.

En términos reales los trabajadores estadounidenses no tuvieron desde entonces ningún incremento real de sus ingresos. Pero bancos, seguros, transporte marítimo e importadores lograron ganancias monumentales mientras EEUU cada vez producía menos

La primera gran fractura fue al interior del propio establishment, entre los que se beneficiaban con el nuevo régimen y aquellos que habían sido los protagonistas del viejo “sueño americano”. El complejo siderometalúrgico y minero industrial, ese viejo corazón industrial calificado como el ‘cinturón del óxido’ (rust belt), fue uno de los promotores de la política proteccionista de Trump.

Supremacistas blancos armados anti-inmigración han sido alentados por Trump.

Su “Make America Great Again” es la expresión más cabal de ese conflicto, ‘cocinado’ durante décadas y que acarreó un “impresionante proceso de financierización”, una concentración pornográfica de la riqueza, la disociación de esas élites con las clases medias y tradicionales del país, el empobrecimiento de los inmigrantes que seguían apostando al “sueño americano” y el deterioro creciente de la estructura social del país.

Un país hecho por inmigrantes

EEUU atrae casi el 20% del flujo migratorio internacional aunque solo representa menos del 5% de la población mundial. Su Instituto de Política Migratoria (MPI) estima que para el 2050, los inmigrantes significarán el 88% del incremento de población estadounidense, que rondará los 440 millones de habitantes.

En la actualidad el 15,4% de la población del país proviene de la inmigración (50 millones sobre un total de 322 millones de habitantes). Pero queda determinar la magnitud de la población ilegal o indocumentada, un cálculo que resulta difícil de estimar con precisión. Se calcula que en EEUU viven entre 10.500.000 y 12.000.000 de inmigrantes en esa situación (más del 3% de la población).

La disfunción de la política estadounidense de las últimas décadas puede causar estragos en el país. En ausencia de una legislación migratoria, las posiciones de los últimos presidentes han oscilado sin un criterio justo y eficiente. Obama buscó declarar a casi la mitad de la población ilegal a no pudiera ser deportado y que se le permitiera trabajar. Trump por su parte estableció la construcción de un muro para “cerrar” el país a los migrantes provenientes de “países de mierda”, según su calificación; no dudó en intentar disuadir a los inmigrantes separando despiadadamente a los padres de sus hijos y creando verdaderos ‘campos de concentración” en los centros de refugio; y propició todo tipo de abusos de la policía fronteriza estadounidense.

Kenneth Roth, Director ejecutivo de Human Rights Watch, en su Informe Mundial 2022, señala que “A pesar de las promesas hechas durante la campaña presidencial, el gobierno de Biden mantuvo las políticas de la era Trump que negaban el acceso al asilo en las fronteras de EEUU”.Y recuerda que al momento de redactar su informe, “la administración había llevado a cabo 753.038 expulsiones bajo el Título 42, una política ilegal para expulsar a las personas migrantes que llegan a las fronteras terrestres basándose en motivos de salud pública engañosos”.

Esas expulsiones bajo el Título 42 pusieron a miles de inmigrantes en peligro al ser expulsados a México, donde quedan expuestos a secuestros, violaciones, agresiones, extorsiones, etc, de las que existen innumerables registros.

Unos 15.000 migrantes haitianos acampados en Del Río, Texas, en septiembre pasado, tras cruzar desde Ciudad Acuña (México) fueron maltratados con látigos por agentes de inmigración a caballo, sin permitirles el derecho a solicitar asilo cuando el gobierno de Biden reconoce que las condiciones en Haití son extremadamente peligrosas. Se los deportó en avión en lo que podría ser una de las mayores y más rápidas expulsiones estadounidenses de migrantes y refugiados en décadas.

Migrantes haitianos fueron atacados con látigos por agentes de inmigración a caballo, en septiembre pasado.

Para Human Rights Watch, “las expulsiones en virtud del Título 42 discriminan a las personas migrantes que llegan a las fronteras terrestres –desproporcionadamente negras, indígenas y latinas, sobre todo de Centroamérica, África y Haití—, mientras que miles de otros viajeros pueden cruzar la frontera sin ningún tipo de control sanitario”.

La única solución para el problema fue ejercer presión diplomática de la Casa Blanca sobre México, Guatemala, El Salvador y Honduras para que detuvieran los flujos migratorios desplazando los graves abusos contra los migrantes, pero ahora ejecutados lejos de las fronteras de EEUU.

En su Informe, HRW denuncia que “EEUU sigue sin cumplir sus compromisos en materia de derechos humanos, sobre todo en el ámbito de la justicia racial, tal y como se refleja en la incapacidad del país para acabar con el racismo sistémico vinculado a los legados de la esclavitud; las estructuras abusivas de encarcelamiento, aplicación de la ley de inmigración y control social que afectan a muchas minorías raciales y étnicas; así como la brecha de riqueza entre personas blancas y negras que persiste junto a un ligero incremento general de la desigualdad económica.

Acumulación de problemas

El problema migratorio se ha sumado a un incremento del racismo sistémico que alberga ciertos sectores de la sociedad estadounidense, con brotes de supremacismo blanco y neonazismo, que –sobre todo en algunos estados republicanos ha generado un extremismo xenófobo y racista, al punto de que el gobernador de Texas Greg Abbott, llegara a sugerir la eliminación de la obligación de educar a los niños de padres indocumentados. Como contracara estados demócratas, como California y Nueva York buscan ampliar los beneficios sociales para sus residentes ilegales, ante la inoperancia del Congreso de los EEUU.

A las injusticias raciales existentes en materia de acceso a la vivienda, empleo, educación, atención sanitaria y a condiciones dignas de vida de las comunidades negras, latinas y nativas de EEUU se ha sumado el impacto arrasador de la pandemia de Covid-19, que ha sido mucho más severo que para el resto de la población.

El peligro de la ‘balcanización’

La fragmentación de la política en temas como la ampliación de derechos, la justicia social, la brecha de riqueza entre blancos y negros/latinos, el aborto, el cambio climático y la inmigración se ha trasladado peligrosamente a la vida social del país que aparece cada vez más balcanizado.

El analista geopolítico geopolítico mexicano Alfredo Jaliffe Rahme llama la atención sobre ese proceso que quizás no alcance la fractura política en estados independientes (aunque la experiencia de la URSS tampoco parecía que pudiera ocurrir pocos años antes) lo cierto es que coexisten con dificultades cada vez más severas, al menos cuatro entidades culturales: un centro-norte desde la frontera canadiense hasta Colorado, Kansas, Missouri; el oeste-al Pacífico con centro en California y sus seis estados vecinos; una veintena de estados en el este Atlántico, más próximos a la cultura europea, con New York como eje y al sur los nueve estados “latinos” con prevalencia de inmigrantes.

Las previsiones de evolución de la población de EEUU por origen étnico revela que en 2050, entre el 25 y 30% será “hispano”, cuando un siglo antes era estadísticamente indetectable, mientras que la población “anglosajona” que en 1950 era el 83% del total, a mediados de siglo se habrá reducido a la mitad y dejará de ser mayoría en el país, donde la población negra e indígena permanecerá estable y crece la inmigración asiática.

Hoy los hispano-mexicanos (sin contar los ilegales o indocumentados alcanza los 36 millones de habitantes (11% del total) que predominantemente viven en los estados del sur. Una curiosidad muy significativa es que tres gobernadores del norte de México (Baja California, Chihuahua y Tamaulipas son nacidos en EEUU con doble nacionalidad y en los territorio del sur de EEUU hay ciudades como Hialeah, con 96% de habitantes latinos, donde no se habla inglés.

El asalto al Capitolio alentado por Trump en 2021, la sucesión constante de actos racistas violentos que desde hace años azota las ciudades de EEUU –que ha generado movimientos de resistencia como Black-lives-matter bajo el lema “las vidas de las personas negras importan” – y la violencia callejera con una proliferación del consumo de drogas (ver Informe HRW) son muestras de una descomposición del cuerpo social tras décadas de políticas ajenas a los intereses de la población.

En 1858, en un EEUU dividido por la esclavitud Abraham Lincoln alertaba: “Una casa dividida contra sí misma no puede mantenerse en pie. Yo creo que un gobierno no puede aguantar permanentemente mitad esclavo y mitad libre”.

La gerontocracia que domina la estructura política de EEUU ha generado con sus errores de décadas y un pensamiento propicio al hegemonismo autocrático, las actuales fisuras que son peligrosamente riesgosas para su propia paz interior y también para la paz del mundo.