Más consumo de carbón y petróleo, principales fuentes de contaminación de CO2

22 feb 2023

Nos siguen mintiendo. Gobiernos y corporaciones intentan hacernos creer que les preocupa la crisis climática en la que nos han metido con un sistema de producción y consumo absolutamente irracional y cuya única verdad es la búsqueda desenfrenada de ganancias. Lo encubrieron durante décadas con el argumento del “mercado” y en los últimos años, con las declamaciones “verdes”.

En 2022, se usó más carbón que nunca: más de 8.000 millones Tns, el mayor consumo histórico registrado.

Una tonelada por cada habitante del Planeta

El último informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE), publicado a mediados de diciembre pasado, revela que durante 2022, se usó más carbón que nunca: más de 8.000 millones de toneladas. Una cifra récord que constituye el mayor consumo histórico del que se tenga registro.

Ese colosal volumen del combustible fósil más contaminante no lo quemó “la humanidad” –como repiten algunas desinformaciones– sino un grupo de corporaciones y gobiernos, que son los mismos que nos han arrastrado a una guerra demencial en Ucrania, donde “los intereses de los combustibles fósiles están ahora usando cínicamente la guerra en Ucrania para frenar la transición a una economía baja en emisiones y asegurar un futuro alto en carbono”, tal como denunciara el Secretario General de Naciones Unidas.

Las emisiones mundiales de dióxido de carbono relacionadas con la energía siguen creciendo. Ya en 2021 habían aumentado un 6% (36.300 millones T, su nivel más alto de la historia). La guerra ruso-ucraniana no hizo más que multiplicar el uso de combustibles fósiles, incluida la reapertura de las plantas de carbón.

Tampoco se ha quedado atrás el consumo de petróleo. Se estima que en 2022 se consumieron más de 100,23 millones de barriles diarios de petróleo, una cifra mayor que en2021 y muy por encima de los niveles de 2019 (98,27 mb/d), lo que implica un gravísimo impacto para el medio ambiente global, ya que petróleo y carbón constituyen las dos fuentes de energía más contaminantes.

La información de la AIE revela la mentira repetida al infinito sobre los presuntos esfuerzos que los principales gobiernos y corporaciones dicen realizar para reducir el calentamiento global. La quema de carbón como el consumo de petróleo, constituyen más del 80% de la contaminación mundial de dióxido de carbono, causante de la crisis del cambio climático, que nos arroja a un “mundo inhabitable”, tal como lo definiera Antonio Guterres.

Los líderes mundiales por complicidad se muestran incapaces de reemplazar los combustibles fósiles.

En plena pandemia en 2020, algunos celebraban con ingenuidad o falacia, los ‘avances’ logrados por la reducción del consumo, un fenómeno temporal que les impuso a las corporaciones la limitación de sus actividades y de sus ganancias. Ilusionarse con que –tras la pandemia– estas fuentes de energía contaminante iban a ser reemplazadas por otras más limpias, rozaba la estupidez y acaba de ser demolida por los datos de la AIE: nunca en la historia se usó tanto carbón.

Hay que entender que 8.025 millones de toneladas significan una tonelada de carbón por habitante del Planeta, una verdadera monstruosidad en términos ambientales. El informe de la AIE estima que el consumo de carbón seguirá creciendo en los próximos dos años, considera que a partir de 2025 debería estabilizarse y empezar su reducción, algo que ya había pronosticado años atrás y que no se cumplió.

Pese al clamor de los científicos y de Naciones Unidas señalando que son los combustibles fósiles la principal causa del cambio climático y reclamando la necesidad de terminar con ellos, la OTAN –vocero bélico de los intereses de EEUU– considera en sus documentos que la seguridad energética está atada al petróleo y al gas, y para garantizarla se requiere un mayor compromiso militar de sus socios ya que se trata de “recursos energéticos escasos”.

El argumento está en línea con la histórica simbiosis entre Washington y su industria petrolera: la seguridad energética de EEUU requiere la apropiación global de esos recursos. Con su torpeza habitual Trump lo había reconocido en Siria: “las fuerzas estadounidenses siempre permanecerán donde hay petróleo”.

Para los líderes occidentales que responden a esa estrategia, reemplazar los combustibles baratos provenientes de Rusia por gas y petróleo más caros de EEUU y otros lugares, incluyó el ‘ecocidio’ de volver a poner en marcha las plantas de carbón que habían cerrado o estaban en proceso de cierre.

Como advierte Naciones Unidas, el conflicto ruso-ucraniano alentado por EEUU y sus socios de la UE, posterga de manera criminal la acción climática en un Planeta que ya no tiene tiempo.

Promesas, promesas, promesas

En reiteradas oportunidades las promesas de terminar con el carbón fueron parte de un ‘circo mediático’ como sucedió cuando en julio de 2021, la UE presentó su paquete de políticas climáticas donde planteaba reducir el 55% de emisiones (‘Fit for 55’).

En Glasgow (nov. 2021), al cierre de la COP 26, el secretario de Empresa y Energía del gobierno británico, Kwasi Kwarteng prometía “el fin del carbón está a la vista”.

Durante la cita de Glasgow, 46 países se habían ‘comprometido’ (pero no los más contaminantes) a reducir su producción de energía a base de carbón, llevando a los negociadores internacionales a afirmar que el mundo estaba cada vez más encaminado a “hacer que el carbón sea historia”.

Pero las verdaderas intenciones habían quedado de manifiesto pocos días antes en la reunión del G20  en Roma, donde los líderes de las economías más grandes habían pactado dejar de financiar solo la construcción de plantas de carbón en otros países, en lo que se juzgó un compromiso muy poco ambicioso, frente a Glasgow.

El consumo revelado por la AIE ha demolido todas las promesas y esperanzas. Las puertas del Infierno del Dante anticipaban “Quien entre aquí, abandone toda esperanza”. Las reuniones en el salón Oval de la Casa Blanca, en el G7/G20, en Downing Street 10 o en el Parlamento Europeo, deberían tener la misma consigna.

Las lábiles ‘explicaciones’ difundidas por las ‘repetidoras mediáticas’ atribuyeron el aumento del uso de combustibles fósiles a dos causas concurrentes: la salida de la pandemia y la guerra en Ucrania. A más actividad, más uso de combustibles fósiles, sería la bobalicona conclusión. La oportunidad de la pandemia podría haber abierto el grifo a mayores inversiones en energías y limpias y en una aceptación pública de sacrificios y restricciones temporales para acelerar la transición energética.

De hecho, tras la pandemia, Bloomberg Intelligence estimaba que las inversiones que se preparaban para enfrentar al cambio climático alcanzaban los 35 billones de dólares, con perspectivas de acaparar hasta un capital bursátil de 50 billones de dólares en 2025. La urgencia que imponía la crisis energética surgida en otoño 2021 era un enorme atractivo para una transición rápida y los inversores habían visto la oportunidad.

Pero predominó la insensatez de la lógica del poder hegemónico y los nacionalismos ruinosos. La decisión de una guerra anacrónica demolió esa oportunidad para las inversiones verdes. La estrategia funcionó. Laith Khalaf de la plataforma de inversión británica AL Bell Investments, reveló que la guerra situó las inversiones ESG (sostenibles) al último lugar: “Continuar con el uso del carbón, algo impensable hace meses, está ahora en la agenda oficial europea lo que, unido al incremento del precio del gas y del petróleo, puede persuadir a ciertos inversores ESG a buscar beneficios alternativos y elevar su exposición en esos sectores”.

Es que la opción limpia hubiera limitado las fantásticas ganancias que deparaba una salida fulgurante de la pandemia a la que se sumara una “guerra” que elevara los precios y el consumo. Y eso fue lo que sucedió. Como señalamos en su momento (Ver Más Azul n° 37, oct 2022, “Ucrania la guerra de los combustibles fósiles” y n° 35, ago 2022 “Impuestos a las petroleras por sus ganancias excesivas”) las ganancias de las petroleras y otras corporaciones energéticas alcanzó niveles históricos, con incrementos entre 200 y 300% en el segundo semestre de 2022, lo que motivó que el Secretario General de Naciones Unidas denunciara:“Es inmoral que las empresas de petróleo y gas obtengan beneficios récord de la crisis de energía, la grotesca avidez de riqueza castiga a más gente y destruye el planeta”.

 

Vertederos de coches: otro símbolo de la demencia del modelo de producción y consumo del último siglo y medio.

Pese a revelar que el uso del carbón ha alcanzado espantosos niveles de uso, la AIE –quizás para no olvidar la vocación generalizada por las “promesas– pretende mostrar cierto optimismo sobre el futuro: “El mundo está cerca de alcanzar un pico en el uso de combustibles fósiles, y el carbón será el primero en disminuir, pero aún no hemos llegado a ese punto”.

La frase pertenece a Keisuke Sadamori, director de Mercados Energéticos y Seguridad de la AIE, quien no duda en agregar que si bien “hay muchas señales de que la crisis actual está acelerando el despliegue de energías renovables, eficiencia energética y bombas de calor, esto moderará la demanda de carbón en los próximos años” (sic!!!). Y recuerda en lenguaje tecnocrático que: “La demanda de carbón es obstinada y probablemente alcanzará un máximo histórico este año, lo que aumentará las emisiones globales”.

No, la demanda de carbón no es obstinada. Son ustedes los obstinados en continuar y tolerar su uso, en seguir aumentando las emisiones contaminantes y en llevarnos a todos hacia el precipicio de la crisis climática. Si han logrado ser impunes, al menos en el lenguaje háganse cargo de sus crímenes.