BlackRock, el fondo de inversión más grande del mundo cuestiona a las petroleras

jul 2020

Algo imposible es algo que no puede suceder, o que no existe. Usamos esa expresión para señalar algo que es muy difícil de lograr o está fuera de nuestro alcance. Pero Pablo Picasso, desde su genial maestría, ampliaba el campo de nuestras expectativas y enseñaba que “todo lo que puedas imaginar es real”. Y por tanto sucede o sucederá.

El comentario viene a cuento de lo que está ocurriendo en el mundo financiero global en relación al cambio climático. Para muchos era imposible que sucediera. Para otros, como los que integramos Más Azul, alimentábamos la esperanza de que pudiera suceder porque estaba en nuestros mejores sueños…

En el mundo financiero se está librando una dura batalla entre los que –como Exxon Mobil y otros– no quieren poner la variable climática en sus análisis y decisiones, y los que ven graves peligros si los mercados financieros no reevalúan los riesgos provenientes del clima.

A fines de mayo, Larry Fink, CEO de BlackRock, puso una enorme presión sobre Exxon Mobil, la petrolera estadounidense, al votar en contra de la reelección de los miembros de la junta directiva Angela Braly y Kenneth Frazier, claves en el equipo de liderazgo de la corporación, demostrando que está dispuesto a cumplir sus amenazas. El año pasado, recordó Fink, BlackRock votó en contra o retuvo los votos de 4.800 directores de 2.700 compañías diferentes.

Fink había anticipado que en Exxon, los progresos en informes sostenibles eran insuficientes, que existía una notoria falta de habilidades y una manifiesta incapacidad para evaluar los riesgos materiales del negocio ante los desafíos ambientales. Votó además a favor de una estructura de liderazgo independiente más robusta, encabezada por un nuevo presidente independiente, en contra de las recomendaciones de la junta de la empresa.

Larry Fink es uno de los protagonistas de la dura batalla que se está librando en el mundo financiero por el clima.

La medida fue particularmente dura para Exxon, ya que BlackRock es su segundo mayor accionista y posee el 5% del negocio en nombre de inversores institucionales de todo el mundo. Para tener una idea de lo que significa el monto de su cartera –7 billones de dólares– hay que entender que sólo dos países tienen un tamaño económico (PIB) superior: Estados Unidos y China. 

BlackRock acusó a la petrolera de falta de un gobierno corporativo efectivo: “Continuamos viendo una brecha en la divulgación y acción de la compañía con respecto a varios componentes de su gestión de riesgo climático. Vemos esto como un problema de gobierno corporativo que tiene el potencial de socavar la sostenibilidad financiera a largo plazo de la compañía”.

La decisión de BlacRock fue acompañada por representantes de varios fondos de pensiones del Reino Unido, incluido David Hickey, administrador de Lothian Pension Fund, quien celebró el paso dado por Larry Fink: “Si bien el administrador de activos más grande del mundo definitivamente llega tarde a la fiesta, están aquí ahora, ¡y las cosas están a punto de comenzar!”

BlackRock, parte de la solución?

La reiterada posición de Larry Fink, transmitida a los diversos CEO de las empresas en las que tiene inversiones, parece mostrar que su actitud hacia las políticas ambientales va en serio. Ya en el último Davos había solicitado condenas para las empresas que no entendieran que debían contribuir a la lucha contra el cambio climático.

No es para menos: un informe del Instituto para el Análisis Económico y Financiero de la Energía (IEEFA) reveló que BlackRock perdió unos u$s 90.000 millones en la última década por seguir invirtiendo en compañías de petróleo y combustibles fósiles que estaban perdiendo valor a medida que el mundo reclamaba un ambiente más bajo en carbono. Chevron, Shell, BP fueron las principales responsables de la mayor parte de esas pérdidas.

Esas compañías integran la lista negra global de las cinco empresas más contaminantes ya que superan los 8 millones de toneladas de carbono al año cada una.

 En el pasado, Larry Fink había recibido críticas porque sus fondos votaban en contra de buena parte de las resoluciones relacionadas con el clima. Pero desde el año pasado, Fink parece haber comprendido los riesgos que plantea el cambio climático para los negocios globales y ahora presiona a las empresas para que aborden el calentamiento global como una prioridad.

Fink considera que la ‘inversión sostenible’ es el “cimiento más sólido” para los negocios y advierte sobre los peligros de que los mercados financieros no evalúen los riesgos relacionados con el clima. Por ese motivo anticipó que, en este año, BlackRock dejará de invertir en corporaciones que generen más de un cuarto de sus ingresos a partir de la producción de carbón térmico.

No es por cierto la solución. Pero es algo que está sucediendo en un sector que parecía imposible, pero no lo era. Y debe alimentar nuestra esperanza. Aunque los fondos de BlackRock sigan siendo propietarios de acciones y bonos de compañías contaminantes de petróleo y gas, algo ha comenzado a moverse….

El cambio es sorprendente si tenemos en cuenta que Fink plantea que está dispuesto a ir contra aquellas compañías que, como Exxon Mobil, no estén haciendo lo suficiente. La petrolera estadounidense se había negado a tomar en cuenta el cambio climático y el calentamiento global como variables de riesgo para sus negocios.

Las petroleras Exxon, BP y Chevron están entre las cinco empresas más contaminantes del mundo.

Los planetas se alinean

Lo llamativo es que la conciencia global no solo empuja a Fink sino a muchos decisores políticos y económicos hacia un cambio que parecía imposible. El gigantesco Fondo de Inversión de Pensiones del gobierno de Japón –uno de los clientes de BlackRock– comparte ese camino para hacer del pandémico 2020 un punto de inflexión.

En una carta abierta del 27 de mayo pasado, la Iglesia de Inglaterra (su fondo de jubilación es de £ 2,8 mil millones) y el Fondo de Retiro Común del Estado de Nueva York, accionistas de ExxonMobil, recordaron a sus socios en la empresa, que “este no es un momento para perder de vista los desafíos a largo plazo para la industria del petróleo y el gas. Las circunstancias actuales muestran lo vital que es que las empresas de petróleo y gas estén listas para un futuro cada vez más incierto… (ya que) es probable que la competencia por la participación en el mercado sea feroz en una industria que enfrenta una disminución a largo plazo de la demanda de sus productos ”. 

En esa carta reflejan su “profunda insatisfacción con el enfoque de ExxonMobil sobre los riesgos del cambio climático y las fallas de gobernanza que lo sustentan… dada la creciente resolución del mundo sobre el cambio climático, las empresas asociadas con altas emisiones de carbono deben reducir estas emisiones en toda su cadena de valor, de acuerdo con el objetivo del Acuerdo de París…”

Esa “creciente resolución del mundo”  ha resultado decisiva para que también el mayor fondo de riqueza soberana mundial, el Government Pension Fund Global (GPFG) de Noruega, haya anunciado la exclusión de 11 empresas de su cartera por razones medioambientales y vendido participaciones en Recursos Naturales de Canadá, Cenovus Energy, Suncor Energy e Imperial Oil, por ser empresas con “emisiones inaceptables de gases de efecto invernadero” en su producción de arenas petrolíferas. Es la primera vez que el fondo excluye a empresas por estos motivos.

Asimismo eliminó a la empresa estatal brasileña Eletrobras, la mayor empresa de servicios públicos de América Latina, por violaciones a los derechos humanos en el desarrollo energético en el norte de Brasil y excluyó de sus inversiones al gigante minero brasileño Vale y al grupo energético egipcio Elsewedy Electric Co. debido al “riesgo de contribución a daños ambientales severos”.

También descartó a un grupo de compañías (Sasol, RWE, Glencore, AGL Energy y Anglo American) debido a su participación en la producción de carbón y puso en observación a BHP Group, Vistra Energy, Enel y Uniper por el mismo motivo.

Una curiosidad: también Amnistía Internacional, la mayor organización de derechos humanos, resolvió  dejar de invertir  en las empresas de los combustibles fósiles, como venía haciendo hasta ahora. Publicó un comunicado de su presidenta Mwikali Muthiani: “queremos enviar un mensaje claro de que la continuidad de la inversión en empresas de carbón, petróleo y gas natural es contraria a los derechos humanos, dada la relación directa entre las actividades de estas empresas y el desastre climático”. Tarde, muy tarde, pero mejor así…

A la “creciente conciencia” parece sumarse ahora el FMI que ha advertido a los inversores de capital sobre el riesgo climático, a los que recomienda considerar cada vez más los impactos físicos del cambio climático en sus carteras.

En un informe del 29 de mayo pasado, señala el costo directo de eventos climáticos severos como inundaciones, incendios forestales y tsunamis y ‘descubre’ ahora que los eventos climáticos  severos causan daños directos por un valor promedio de u$s 1,3 billones al año. Y adelanta que es probable que esos fenómenos aumenten en frecuencia y gravedad a medida que empeore el cambio climático.

Los eventos climáticos severos han causado daños directos por u$s 1,3 billones al año en EEUU.

Ya en su Informe de Estabilidad Financiera Global había anticipado que los inversores podrían no estar valorando adecuadamente los riesgos climáticos y que las valoraciones en diferentes países no reflejaban ningún escenario de calentamiento global o incidencia de riesgos de ese origen: “Esta aparente falta de atención podría ser una fuente significativa de riesgo de mercado en el futuro”.

Como estimar el impacto de fenómenos climáticos no es algo a lo que estén acostumbrados algunos inversores, no sorprende que solo el 21% de los gestores de fondos encuestados por Climate Change Collaboration, reconozca que tiene una política que enfrentar esos escenarios, mientras el 46% no los tiene en absoluto.

Tampoco llama la atención que el 57% de las compañías petroleras admitieran que no han evaluado ninguna respuesta para el caso de no cumplir con los objetivos de descarbonización.

El FMI recomienda establecer estándares de divulgación del riesgo físico de cambio climático obligatorios a nivel mundial, de modo que prestamistas, aseguradores e inversores puedan evaluar mejor esos riesgos.  Pero reconoce que la verdadera solución es la reducción de los gases de efecto invernadero y abordar las causas del calentamiento global, cuyos beneficios van más allá de la estabilidad financiera.

En la misma línea de alerta y preocupación del mundo financiero acerca de las consecuencias que sobre su sector puede tener el cambio climático, se anotan personajes relevantes como el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, quien con el gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau y el presidente de la Red para Ecologizar los Servicios Financieros, Frank Elderson, quienes expresaron en una carta el pasado abril, que es necesaria una reasignación masiva de capital para lograr el objetivo de cero emisiones netas de carbono para 2050.

En consonancia con el informe “El cisne verde” del Banco de Pagos Internacionales (BIS) alertando sobre la posibilidad de que el cambio climático arrastrara al sistema a una crisis global, Glenn Rudebusch, vicepresidente ejecutivo de la Fed de San Francisco, reconoció que el clima podrían afectar la economía global y que “si algunas empresas e industrias no se ajustan a este nuevo mundo, dejarán de existir”.

Rostin Behnam, representante gubernamental en la Comisión de Comercio de Futuros de Productos Básicos de EEUU advirtió que los impactos del cambio climático afectan ya todos los aspectos de la economía de su país “desde la agricultura de producción hasta la fabricación comercial y la financiación de cada paso en cada proceso… Se requiere acción ahora, y cada paso, ya sea grande o pequeño, es un paso positivo para abordar estos riesgos”.

Bob Litterman, socio del fondo de cobertura Kepos Capital y presidente del panel de esa Comisión para estudiar los riesgos climáticos reconoce que “hoy en día los incentivos en todo el mundo van en la dirección equivocada, y esto tiene que cambiar”.

La ceguera de los necios

Las advertencias han sido reiteradas y rotundas. Bancos centrales, reguladores, decisores financieros de primer nivel empiezan a coincidir con lo que el mundo científico viene señalando desde hace años: las consecuencias del cambio climático pueden ser severas e incontrolables.

El sistema financiero mundial parece empezar a enfrentar la realidad: los riesgos del cambio climático pueden ser graves y potencialmente catastróficos para su supervivencia. Numerosos estudios señalan que fenómenos climáticos agudos, podrían reducir sustancialmente el valor de los activos, pulverizar las inversiones e incrementar de manera drástica las pérdidas.

La FED imprime un billón de dólares por día para favorecer a los grandes bancos “amigos” y aprovechar la pandemia.

Sin embargo Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de EEUU (FED) y una de las personas más influyentes en el mundo financiero, no lo alcanza a ver. Frente a los que adoptan un planteo apremiante sobre el cambio climático y advierten su impacto directo en los mercados financieros, él considera que los riesgos relacionados con el clima no se ajustan a los parámetros que tiene la Fed para evaluar la estabilidad financiera.

“Esperamos mejorar nuestra comprensión y medición de tales riesgos de largo plazo o difíciles de cuantificar”.  Esa fue su respuesta a una carta que le enviaran 20 senadores de su país donde reseñaban los 238 desastres climáticos sufridos por EEUU y que le costaron más de 1,5 billones de dólares.

Para lo que sí ha mejorado “su comprensión” es para imprimir cerca de mil millones de dólares (un billón de dólares en EEUU) por día. O sea unos 60 millones de dólares impresos por minuto. Dinero del que la gente normal sólo verá una diminuta fracción, ya que está destinado a los grandes bancos a tasas prácticamente nulas. Lo que les permitirá a sus “amigos” comprar negocios y empresas a precio de ganga en medio de las dificultades de la pandemia.

Los necios insisten en seguir lucrando al borde del precipicio. Vendernos la soga de su propia horca…

Por suerte, una mayor conciencia pública sobre el cambio climático resuena cada vez más entre los inversores e inspira algunos avances. Como enseñaba Víctor Hugo, “el futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”.