Reabre centrales de carbón, alimenta la guerra y se opone a terminar con los motores a combustión

08 mar 2023

Hasta hace unos meses, Alemania se presentaba en sus páginas oficiales como “pionera en política climática”, donde la protección del clima tenía la más alta prioridad y uno de sus principales objetivos centrales a nivel nacional e internacional era el desarrollo de energías limpias y renovables.

El país pretendía alcanzar la neutralidad climática en el 2045 y convertir a la República Federal en un pionero de la lucha climática para lo que era clave lograr una rápida transición energética, reemplazando las energías fósiles. 

Alemania parecía apostar por abandonar los combustibles fósiles y acelerar la transición energética.

Parecía apostar por abandonar la energía nuclear y la proveniente de centrales de carbón e incrementar las instalaciones renovables para abandonar paulatinamente también la importación de energía fósil.

En mayo de 2021, Alemania sancionó una ley para la protección del clima que preveía reducir las emisiones de GEI un 65% para 2030 (en relación a 1990) y un 88% para 2040, para alcanzar la neutralidad en 2045.

Gracias a la pandemia había reducido sus emisiones casi un 40% (762 millones de toneladas) y prometía para 2030 disminuirlas a 438 millones de toneladas.

Pragmatismo, el nombre de la traición

Mientras tanto, EEUU favorecía un golpe de estado en Ucrania (Victoria Nuland, Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, mediante) y el genocidio de la población prorrusa del este de ese país, con el fin de llevar la frontera de la OTAN hasta las mismas barbas de Moscú. Imaginemos a Putin poniendo arsenales nucleares en la frontera mexicana, para entender cómo se encendió la mecha. 

Nuland no es novata en esa tarea. Es una diplomática de carrera, lobbista de las principales empresas productoras de armamentos de su país (General Dynamics, Northrop Grumman y otras) cuyos beneficios van de la mano del belicismo de la política exterior de Washington. Está casada con Robert Kagan, un extremista neoconservador que exalta en sus libros el supremacismo estadounidense en los asuntos mundiales. El matrimonio Kagan-Nuland tiene una importante responsabilidad en las incursiones bélicas de EEUU en Irak, Siria y Afganistán.

La estrategia de EEUU en Ucrania tuvo al menos tres intereses inmediatos y confluyentes: 1. Dañar la economía rusa, 2. Obligar a Europa de “deshacerse” de la dependencia del gas y el petróleo de Moscú para quedarse con ese colosal negocio (hoy le vende el gas a la UE un 40% más caro que Rusia) y como consecuencia, limitar su bonanza económica y su competitividad y 3. Detener cualquier signo de cierta autonomía europea (como se había manifestado con el acuerdo UE-China y el gasoducto Nord Stream 2) para recomponer su alicaído hegemonismo global.

La exigencia estadounidense de un acuerdo transatlántico duro contra Rusia y un compromiso financiero y militar en Ucrania hubiera requerido líderes europeos con cierta cuota de coraje y fortaleza moral. Pero el vasallaje y los ‘compromisos’ espúreos pudieron más y concertaron la traición en nombre del pragmatismo político.

Detrás del Planeta, las víctimas de esa traición son múltiples. Algunas especialmente dolorosas, como la desilusión de los seguidores más jóvenes de Los Verdes en Alemania y de los líderes ecologistas que se sienten defraudados.

“Die Grüne” o Los Verdes son parte de la coalición que llevó al poder en 2021 al canciller socialdemócrata Olaf Scholz, y que también integran los liberales. Los Verdes se quedaron con dos ministerios clave para concretar su programa: el Ministerio de Economía y Protección del Clima junto con la Vicecancillería a cargo de Robert Habeck y el Ministerio de Asuntos Exteriores, a cargo de Annalena Baerbock, ambos principales dirigentes verdes.

De Habeck y Baerbock se esperaba algo más que el verde como fondo de pantalla.

La sucesión de traiciones del actual gobierno alemán a la lucha climática son de calado mayúsculo. La primera fue consentir la exigencia de EEUU de terminar con el consumo de gas y petróleo ruso, que permitía a Europa una energía barata y una transición potente hacia las energías renovables. Se hizo en nombre de “terminar con la dependencia rusa” y consolidó la dependencia energética de EEUU más cara, distante y volátil.

La segunda, alimentar con fondos y armas una guerra en territorio europeo que pone en riesgo –como bien saben los alemanes por su historia en el siglo XX– a su propia población y compromete los destinos de la humanidad en tanto rompe con un equilibrio de armas nucleares fatigosamente conseguido.

La tercera es haber reabierto las contaminantes centrales de carbón en nombre de la crisis energética que ellos mismos crearon al renunciar al abastecimiento ruso, por presión y exigencia de EEUU. Un duro ejemplo de ello fue la aprobación en octubre de 2022, hecha por Habeck y su colega verde de Renania del Norte-Westfalia, para permitir que la mina a cielo abierto de Garzweiler se expanda y extraiga el carbón debajo de Lützerath, lo que condujo a la demolición de ese pueblo 

Los ‘grandes popes verdes’ del partido dieron la sorpresa de aprobar sin chistar el regreso del carbón, frente al rechazo del ala juvenil que se siente traicionada y que, junto a los activistas climáticos, recuerdan que la explotación de carbón es la mejor forma de aumentar las emisiones de CO₂ y avanzar hacia la catástrofe climática.

El pasado 13 de enero, mientras rechazaban la minería de carbón y trataban de evitar la demolición de Lützerath, la policía germana no dudó en desalojar por la fuerza a Greta Thunberg y a su colaboradora Luisa Neubauer, una de las principales organizadoras de la ‎Juventud por el Clima. Muchos simpatizantes “verdes” se sienten consternados, tras la esperanza que se había despertado el año pasado, cuando sus principales dirigentes asumieron la conducción de la economía, el cambio climático y las relaciones exteriores del país. ¿El partido de protección del clima vota ahora por la recuperación de la minería del carbón?

El pueblo de Lützerath ha sido engullido por la mina de carbón "Garzweiler", propiedad de la alemana RWE.

Promesas electorales vacías

Ante esa situación, 2.000 integrantes de los Verdes enviaron una dura carta abierta a Habeck: “El acuerdo alcanzado para explotar el carbón amenaza con romper con los principios de nuestro partido… También estamos rompiendo con el acuerdo climático de París, el pacto de coalición del gobierno y estamos perdiendo la última pizca de confianza del movimiento por la justicia climática”.

Pero todavía quedaba una traición más: a comienzos de este mes de marzo, Scholz ha hecho saber al resto de la UE que no está dispuesto su gobierno a cumplir con la norma europea que establece eliminar a partir de 2035 los vehículos con motor de combustión interna en toda la Unión Europea, una medida considerada clave en la lucha frente a la crisis climática.

El documento, tras largas negociaciones entre los países del bloque y el Parlamento Europeo, fue aprobado formalmente a mediados de febrero por los eurodiputados, por lo que ya no puede ser modificado. Pese a ello, Alemania exige ahora a la Comisión Europea (presidencia de la UE) que genere una propuesta que permita mantener vehículos que funcionan con combustibles sintéticos, incluso después de 2035, postergando una vez más el final de los combustibles fósiles.

Se trata de una tecnología, aún en desarrollo, que supondría –de tener éxito– en producir combustible a partir del CO2, utilizando electricidad baja en carbono. Es decir, contaminante pero menos…  De hecho, el propio director general de Audi (grupo Volkswagen), Markus Duesmann, reconoció en una entrevista que aún su mostraran utilidad, los combustibles sintéticos “no jugarán un papel significativo a medio plazo en el segmento de los coches de turismo”.

La actitud de Scholtz pone en riesgo el conjunto del Pacto Verde europeo y parece responder a la presión de las grandes corporaciones petroleras y de los principales fabricantes alemanes de automóviles que parecen no poder competir con los extraordinarios avances de la movilidad eléctrica en China.

En última instancia la posición alemana pone en cuestión la forma en que se toman las decisiones en la UE en un momento delicado donde comienzan a advertirse fracturas (Italia, Hungría, etc) y suma nuevas tensiones al interior de los partidos de la coalición gobernante en Alemania entre socialdemócratas, verdes y liberales. Estos últimos han sido los voceros de las corporaciones en el rechazo alemán al fin de los motores de combustión.

La pandemia de la estupidez

En la secuencia de traiciones, algunos observadores políticos recuerdan la flagrante contradicción a finales de los ‘90, del “verde” Joschka Fischer, entonces ministro de Relaciones Exteriores que forzó a su partido, pacifista por tradición, a apoyar la intervención alemana en Kosovo, lo que provocó la deserción de muchos militantes. Y también la decepcionante conducta de los socialdemócratas en 2003, cuando hicieron una reforma laboral favorable a las empresas. Esa “traición” es considerada por muchos como la causa de su caída electoral durante casi 20 años.

Pero otros analistas europeos amplían el foco atendiendo a las visibles falencias del liderazgo político en toda Europa. Juan Antonio Aguilar, militar y analista político, director del Instituto Español de Geopolítica, define el perfil de los líderes políticos europeos que debieron resolver la posición de la UE frente al conflicto ruso-ucraniano y la estrategia geopolítica estadounidense: “No son ignorantes ni locos –que no lo son– simplemente son unos traidores. Ya está, no hay que darle más vueltas, que nadie busque más explicaciones. Trabajan para una potencia extranjera, para otros intereses que no son los de los pueblos que los han votado. Y trabajan con el riesgo de meternos en una guerra… Parar la guerra ahora mismo es lo más importante porque nos va la vida, el futuro y la libertad. Y además si les logramos parar en esto les podemos parar en otras cosas que también van a afectar a nuestra libertad, a nuestro futuro, a nuestro bienestar… Aquí estamos viendo mucha trastienda totalitaria. Nos pretenden hacer creer que ésta es la lucha de las democracias contra las autocracias, como suelta alguno… Y nuestra democracia cada vez se deteriora más… Ahora la libertad de expresión se defiende con más censura, la paz con más con armas y lo que realmente estamos viendo es que no hay soberanía. Y no hay soberanía porque las castas políticas son traidoras. Es así. Lo lamento mucho y lo siento si con esto alguien se ofende. Y no lo digo por ideología porque esto va más allá de la ideología. No es una cuestión de derecha ni de izquierda ni de arriba ni de abajo. Se trata de que no sirven a los intereses de los pueblos que les han votado y si acabamos en una guerra, esto ya es el colmo”.

Quizás habría que –remedando al notable Arturo Pérez Reverte– ampliar aún más el foco y ver si no estamos ante una “pandemia de estupidez”.