Las bases culturales del negacionismo climático

21 oct 2020

Uno de nuestros jóvenes lectores preguntaba ¿porqué la primera potencia mundial rechaza el Acuerdo de París para luchar contra el cambio climático y su gobierno cobija a un número sorprendente de negacionistas, mientras el país se muestra como profundamente religioso? Le parecía contradictoria la posición de la primera potencia, cuando está en juego la supervivencia global.

La pregunta es apasionante y merece ir al fondo: EEUU no es un país religioso. Es un país donde prospera exitosamente una seudo-religiosidad que, de manera hipócrita encubre la realidad de una temible ideología conservadora.

La gran mayoría de los evangélicos blancos en EEUU han sido cooptados por la derecha política en manos de grandes empresas y multimillonarios conservadores. Ese peligro ya lo advertía en 1981, el célebre predicador evangelista Billy Graham: “No quiero ver intolerancia religiosa en ninguna forma. Me molestaría si hubiera un matrimonio entre el fundamentalismo religioso y la derecha política. La extrema derecha no tienen ningún interés en la religión, excepto para manipularla”.

Pero ese peligroso matrimonio se consumó. Y hoy la hipocresía  es la protagonista de múltiples aspectos de la vida profunda de los Estados Unidos. Su actual gobierno (Trump) mantiene un adoctrinamiento “bíblico” todas las semanas, con Ralph Drollinger, un líder religioso ultra derechista que conduce un importante núcleo de senadores, representantes y funcionarios de Washington, bajo la tutela del vicepresidente Mark Pence.

El seudo ‘pastor’ ha sido quien recomendó a buena parte de los ‘halcones’ (Steve Bannon, Peter Navarro, Mike Pompeo, John Bolton, Robert Lightizer, Wilbur Ross, etc.) que ocuparon la Casa Blanca los últimos cuatro años.

Drollinger tiene una visión pre-diluviana del rol de la mujer: “No hay prohibición (bíblica) del liderazgo femenino en el comercio, ni del liderazgo femenino en el Estado, y no hay prohibición del liderazgo femenino sobre los hijos. Pero hay una prohibición del liderazgo femenino en el matrimonio, y del liderazgo femenino en la Iglesia. Y eso está muy claro en las Escrituras…”

Ralph Drollinger, pastor ultra derechista lidera el adoctrinamiento bíblico en el Salón Oval.

Se trata de un grupo de personajes ‘seudo religiosos’ imbuidos de una retórica proteccionista, xenófoba, supremacista y de un nacional-populismo de resonancias trágicas. Pompeo como Bolton han insistido decenas de veces en que un bombardeo intensivo es la forma de terminar con los problemas que plantean Irán y Corea del Norte.

Trump, en febrero de 2019, celebró la vuelta obligatoria de la Biblia a las aulas de EEUU, en clases de alfabetización bíblica, tras su aprobación para las escuelas públicas de Kentucky, Florida, Indiana, Missouri, Dakota del Norte, Virginia y Virginia Occidental, estados que han decidido interpretar de forma ‘flexible’ la Primera Enmienda de la Constitución y reintroducir las enseñanzas del Antiguo y el Nuevo Testamento en las escuelas.

Ambas cosas las hace un presidente conocido por sus relaciones con prostitutas y actrices porno y que se vanagloria del manoseo forzado que ha ejercido sobre las mujeres.

Eso no impide que su gobierno cite la Biblia para justificar la separación de niños y padres indocumentados en EEUU como hizo el Fiscal General Jeff Sessions que apeló al pasaje “Obedeced las leyes del gobierno porque Dios ha ordenado al gobierno para sus propósitos” y aclaró “Les citaría al apóstol Pablo y su claro y sabio mandamiento de Romanos 13 de obedecer las leyes del gobierno porque Dios ha ordenado al gobierno para que haya orden”. Un pensamiento de manual teocrático de talibanes afganos…

Esa hipocresía seudo-religiosa se expresa en diversas conductas estadounidenses no siempre muy conocidas. Una de ellas: el matrimonio infantil está ‘silenciado’ ´por un formidable aparato de dominio cultural que ha quitado del foco de la atención un fenómeno aberrante pero del que parte de los estadounidenses prefieren no hablar.

MATRIMONIO INFANTIL EN EEUU

En EEUU –donde se critica la “barbarie” de ciertas costumbres musulmanas– está legalizado el matrimonio infantil. Solo dos de los 50 estados del país prohíben sin excepciones el matrimonio con menores pero lo han hecho muy recientemente (Delaware, primer estado en prohibir completamente el matrimonio infantil -mayo 2018- y Nueva Jersey –junio 2018).

Más de 13.000 menores son casadas ‘legalmente’ cada año muchas veces con sus propios  violadores. Unchained At Last (Al fin sin cadenas), una organización que lucha contra el matrimonio infantil en EEUU estima que en los últimos 20 años se han celebrado en este país unos 240.000 matrimonios en los que una de las partes era menor de edad.

En los últimos 20 años se celebraron en EEUU unos 240.000 matrimonios que incluían un menor de edad.

Se trata del resabio aberrante de una cultura patriarcal que goza de buena salud en la primera potencia del mundo, donde por chocante que parezca, en la mayoría de sus Estados, gracias a excepciones legales, es posible desposar a un menor sin límite de edad alguno.

Las leyes de esos Estados pertenecientes al país que pretende liderar el “mundo libre” son más propicias al matrimonio infantil que las normas de países como Afganistán o Malawi (que dato aparte, ha prohibido recientemente el matrimonio infantil).

De acuerdo con los números ofrecidos por 38 Estados (los restantes no brindan esa información) entre 2000 y 2018 se registraron 167.000 enlaces de este tipo. De los casos detectados seis niñas tenían 12 años cuando se casaron; 51 tenían 13; y 985, 14 e incluso hubo casos de “bodas” con niñas de 10 años de edad.

El programa Frontline (PBS TV), reveló en 2016 que en Alaska, Luisiana y Carolina del Sur se han otorgado certificados de matrimonio a niñas de 12 años de edad, y otros 14 estados han dado luz verde a casamientos de niñas de 13 años. Del total de menores que contraen matrimonio en EEUU el 34% tiene 16 años o menos.

Miles de niñas y menores de edad son obligadas a casarse cada año en EEUU para evitar situaciones que sus padres –en general, de sectores muy religiosos y conservadores– no están dispuestos a asumir ni a consentir, como el tener hijos fuera del matrimonio, o el aborto.

Fue el caso de Dawn Tyree, dado a conocer en su momento por el The New York Times. Violada a los 13 años por un amigo de su familia del que quedó embarazada, sus padres la obligaron a casarse con su violador, de 33 años.

Una legislación anacrónica y perversa permite que miles de niñas estadounidenses sean forzadas a casarse con adultos en el país que presume ser ‘desarrollado’ y ‘muy religioso’.

En mayo pasado, la organización CHILD USA, publicó un “Panorama nacional de los datos y la legislación sobre el matrimonio infantil” donde revela el origen de esa legislación: “Las leyes matrimoniales de EEUU fueron moldeadas en gran parte por el derecho consuetudinario inglés, y produjeron un sistema en el que los impedimentos legales al matrimonio giraban en torno a los consentimientos en contraposición a la edad mínima estricta para contraer matrimonio”.

De esa manera existe una marcada facilidad para contraer matrimonios “legalmente válidos”, si existe consentimiento de las partes ya que no hay impedimentos ni formalidades legales. El consentimiento del menor está delegado a la tutela de los padres.

Aunque de forma ‘hipócrita’ la norma general señale que se requieren 18 años de edad para contraer matrimonio, el vetusto derecho consuetudinario inglés sigue vigente en el sistema legal estadounidense y las leyes matrimoniales dan a los padres la capacidad de consentir explícitamente los matrimonios de menores.

De hecho, casi todos los estados admiten excepciones que hacen posibles estas uniones, en lugar de aumentar la protección infantil. Tener permiso de los padres, una autorización judicial, o que la menor esté embarazada son algunas de las excepciones aceptadas.

Este último caso es el que propicia en EEUU que las violaciones a menores de edad acaben convirtiéndose en matrimonios infantiles legales, o la paradoja que siendo ilegal en el país mantener relaciones sexuales con un menor, esas relaciones pueden quedar amparadas por la ley si se produjeron dentro del matrimonio.

La respuesta de muchos padres ultra religiosos conservadores ante una violación seguida de embarazo es precipitar un “matrimonio infantil” para ocultar el escándalo.

En 23 estados no existe una edad mínima para casarse mientras en New Hampshire, una ley de 1907 permite el matrimonio a niñas de 13 años (o niños de 14) y en Massachusetts a los 12 años, en ambos casos con autorización judicial y el permiso de uno de los padres. En el estado de Nueva York, los niños de 14 años pueden casarse con el consentimiento de sus padres y de los jueces. Sólo en este Estado, 3.850 niños fueron víctimas de matrimonio infantil en la década pasada, según Human Rights Watch.

Fraidy Reiss, directora de Unchained at Last, describe la situación como ‘terrorífica’: “Mucha gente tiende a asumir que estos tipos de matrimonios, infantiles y forzados, solo ocurren en otros países, como los del sur de Asia y África, y que no pasan en Estados Unidos”.

Reiis llama la atención acerca de la especial desprotección de las niñas inmigrantes. En una entrevista para la BBC, advierte del riesgo que supone que la sola autorización paterna pueda ser suficiente para la celebración legal de un matrimonio infantil.

Por otra parte, hay un manifiesto relajamiento de la supervisión judicial. Los ‘matrimonios infantiles” se han extendido y los jueces han relajado cada vez más los requisitos de prueba. En el estado de New Jersey, la ong ha verificado el matrimonio de una niña de 12 años con un hombre de 30 y de un niño de 10 años con una mujer de 18, sin ninguna observación judicial, como tampoco las hubo en otros 178 matrimonios de niñas entre 10 y 15 años, que requerían autorización de un juez.

Hoy una de las mayores activistas en contra del matrimonio infantil en EEUU es Sherry Johnson, una mujer de Florida que fue obligada a casarse en marzo de 1971, a los 11 años. Había sido violada por primera vez a los ocho años, por un diácono de su iglesia. A los 10 quedó embarazada. Para tapar el escándalo, su madre la obligó a dar a luz y  contraer matrimonio con su violador.

Todo fue “legal” para el Estado de Florida. No pudo separarse de su violador hasta los 17, cuando ya tenía cinco hijos. Para encubrir la vergüenza familiar y evitar una investigación criminal por la violación de una menor, “en lugar de arrestarle y encerrarle, me pusieron las esposas y me encarcelaron a mí en aquel matrimonio”, confiesa Sherry.

Las víctimas del matrimonio infantil en EEUU denuncian el abandono que el sistema hace de su dramática situación. Un testimonio vale por todos: “¿Por qué mis profesores no le preguntaron a mi madre por qué no había vuelto a la escuela? ¿Por qué el juez que nos casó no advirtió que era menor, estaba embarazada y solo traía un permiso para casarme firmado por mi padre? ¿Por qué los funcionarios de la aduana que revisaron mi pasaporte cuando mi ex marido me sacó del país no vieron que era menor de edad y viajaba con alguien que no era mi familia?”. Cuando su ex marido la sacó del país, solamente se había celebrado una ceremonia religiosa. ¿Por qué la doctora que me trató el embarazo no me preguntó nunca como me sentía, si estaba bien? Creo que a ella le hubiera podido contar lo que me pasaba. Era el único momento en que me dejaban sola”.

La aprobación de una ley podría terminar con el matrimonio infantil en EEUU pero sus legisladores consideran que ‘podría afectar la libertad religiosa en ciertas comunidades’ y porque creen que es ‘la mejor solución para el embarazo adolescente’, ambos argumentos vetustos y profundamente reaccionarios.

A nivel internacional, se reconoce cada vez más que el matrimonio infantil es una violación de los derechos humanos y un grave impedimento para el desarrollo social, educativo y económico de las víctimas.

“La gente no tiene ni idea de que estas cosas pasan aquí, en EEUU… Mantener estas excepciones es anacrónico… Pero sin embargo, estas excepciones siguen sin tocarse. Nadie quiere ser el primero en prohibir el matrimonio infantil completamente. Es absurdo”, explica Reiss, ella misma víctima de un matrimonio arreglado por su madre en el seno de una comunidad judía ultraortodoxa.

ESCLAVITUD INFANTIL

Inmerso en una cultura seudo-religiosa, donde sus líderes ‘rezan’ y cumplen con rituales vacíos en los que no creen, la hipocresía del “país de la libertad”, permite que miles de niños migrantes sean víctimas de esclavitud.

Un reporte de este mes de la organización Polaris Project registra 6.000 casos de esclavitud infantil en EEUU sobre menores procedentes de El Salvador, Honduras, Guatemala y México, pero estima que el número puede ser mucho mayor.

Hay que tener en cuenta en los últimos 10 años, EEUU recibió a casi medio millón (460.000) niños que viajaron solos desde esos países, fruto de la crisis migratoria que está asolando esa región. El año pasado, el éxodo de niños que viajan solos alcanzó su máximo histórico: 76.038 casos que pasaron la frontera, con la connivencia de las autoridades estadounidenses.

Su desprotección es absoluta: indocumentados, obligados a trabajar, víctimas de servidumbre o de trata sexual.

La mayoría de esos menores inmigrantes han sido sometidos a trabajos forzados, prostitución y explotación infantil y su presencia es habitual en trabajos forzados en distintos sectores (campo, fábricas y restaurantes). En general son traídos ilegalmente para aprovecharse de ellos y no se les paga nada, alegando el “dinero” invertido en el ‘coyote’ (traficante de personas) que los trajo hasta la frontera y en las autoridades aduaneras.

Su desprotección es absoluta: son niños indocumentados, víctimas de servidumbre, obligados a trabajar para pagar las deudas que les imponen los coyotes. Pero no tienen el menor estatus ni protección legal como víctimas de trata sexual o trabajo infantil.

 “Muchos niños sobrevivientes de la trata laboral sufren agresión sexual, contacto sexual abusivo o incluso violación por parte de sus traficantes”, denuncia Freedom Network USA.

TRABAJADORES ‘ILEGALES’ O ‘ESENCIALES’?

En estos niños, se reproduce de manera aún más drámatica, otro aspecto de la ‘hipocresía estadounidense que, con la pandemia, terminó considerando “trabajadores esenciales” a las mismas personas que meses atrás eran considerados “ilegales” por el gobierno, acorralados por la detención y la deportación.

Pero había que abastecer de alimentos a la población y en medio de la pandemia del coronavirus alguien debía hacer el trabajo… Cientos de miles de migrantes mexicanos y centroamericanos pasaron de repente de “ilegales” a “esenciales” por el gobierno federal.

El Departamento de Seguridad Nacional de EEUU que en el pasado los deportaba, ahora los califica como trabajadores “críticos para la cadena de suministro de alimentos” pero eso no les garantiza no ser deportados cuando ya no haya necesidad de ellos.

Para el Departamento de Agricultura de EEUU, más de un millón de trabajadores indocumentados (casi el 50%) están en esa condición. Para los productores agrícolas y contratistas ronda el 75%.

Fiel a su “evangelismo hipócrita”, EEUU quiere que alguien haga el trabajo riesgoso, pero sin dejar de  satanizar a los inmigrantes que indocumentados que lo realizan. Trump lo tiene claro: “¿Por qué tenemos a toda esta gente de países de mierda viniendo aquí?…  Preferiría recibir más inmigrantes de Noruega en lugar de los de esas naciones…” Con su exquisitez habitual, Trump se refería a El Salvador, Haití y varios países africanos en enero 2018.

Verónica Escobar, legisladora demócrata por Texas lo expresa con claridad: “La hipocresía en EEUU es que queremos el fruto de su labor como indocumentados, pero no queremos darles nada a cambio”.

LA BIBLIA DE LA DOBLE MORAL

Trump simboliza esa doble moral de manera rutilante. Es la antítesis de los postulados de la “ética moral evangélica”. Basta recordar que no hay un solo registro o testimonio de que Trump haya sido miembro o practicado su “fe cristiana” durante su vida adulta. Pero que sí utilizaba los servicios de prostitutas mientras su tercera esposa, estaba embarazada de su hijo.

Mentiroso serial, narcisista, manipulador, racista, autoritario, arrogante, prepotente, machista, lujurioso abusador de mujeres, intolerante, agresivo, fanático. Así lo describen los psicólogos.

Encarna como nadie los peores defectos de EEUU y su legado histórico habrá sido abrirle las puertas a “los grupos religiosos que quieren librar una guerra política contra las normas e instituciones democráticas estadounidenses basándose en mandatos bíblicos”, como advierte la periodista Katherin Stewart en su nuevo libro ‘Los poderosos adoradores: Adentro del peligroso aumento del nacionalismo religioso’.

Stewart es una experta en las estrategias de los grupos seudo-cristianos ultra conservadores de su país, para hacerse con el poder total. Consideran que los derechos y libertades democráticas pretenden “sacar a Dios de la vida de los estadounidenses” como afirma el congresista republicano Dan Hall: “Parece que hay un movimiento contra la fe en el país, por suprimir cualquier cosa que sea religiosa y eliminar a Dios del gobierno. Estoy aquí para decirles que necesitamos devolver el respeto a Dios a nuestro país”.

Trump ratifica ese discurso cuando atribuyó los atentados contra monumentos de esclavistas a un propósito de la izquierda radical: “Vienen a terminar con Jesucristo”.

La ultra derecha cristiano-evangélica surge en la política estadounidense como sucesora del macartismo y otros grupos conservadores de la posguerra, cegados por la paranoia ideológica que pasó del bolcheviquismo a un más amplio número de “enemigos peligrosos”.

Ciertas políticas liberales fueron identificadas como causantes de la descomposición de la familia, la sociedad, la religión y la moralidad tradicional. En un fenomenal pastiche unieron la prohibición de la lectura de la Biblia y la oración en las escuelas públicas y la propagación de los valores laicos –que buscaba respetar la libertad religiosa– con la permisividad sexual, las drogas, el aborto, el materialismo y el ‘humanismo que niega la existencia de Dios’.

Ese discurso de una sociedad estadounidense camino del abismo prendió en especial en el llamado “cinturón bíblico”, quizás la parte más atrasada e ignorante de EEUU, donde el mensaje ultra evangélico cobró mayor fuerza.

Esa tendencia fue captada por la élite dirigencial que vio la posibilidad de hacerse del poder permanente en EEUU a partir de un adoctrinamiento religioso intensivo.

UNA BIBLIA FALSA

El movimiento de extrema derecha religiosa busca reemplazar el conservadurismo obsoleto de los ‘republicanos globalizadores’ por un nacionalismo autoritario sin complejos. Sus ‘teóricos’ son Kevin MacDonald, Jared Taylor, Greg Johnson y Richard Spencer. Son el equivalente de los intelectuales orgánicos del fascismo y el nacional-socialismo (Marinetti con Mussolini y Rosenberg, Heidegger y Carl Schmitt con Hitler).

Milicias armadas de ultraderecha de EEUU en un servicio religioso de grupos evangélicos conservadores.

Detrás de una falsa Biblia se esconde la doble moral e hipocresía que consolidan los grupos evangélicos ‘blancos’ que llevaron al poder a Trump, a quien votaron en 2016, el 80% de los evangélicos.

La élite dirigencial que ha “inventado” a los teóricos y fortalecido con donaciones la multiplicación “bíblica”, acumula una capacidad económica, política, militar, cultural, única. Cree en el uso indiscriminado de la fuerza bruta, tanto en política internacional como en represión policial. Y su impunidad y doble moral son cada vez más absolutas.

Los nombramientos de los ultraconservadores Brett Kavanaugh y Amy Barrett como miembros de la Corte Suprema es un paso decisivo para lograr el control real de EEUU.

  • Se presentan como líderes de la civilización ‘cristiana’ pero abandonan todos los mecanismos civilizados que la humanidad ha logrado construir para vivir en paz. Se retiran del Acuerdo del Cambio Climático de París, desfinancian y amagan con irse de Naciones Unidas, rechazan la Corte Penal Internacional (CPI) o los fallos de la OMC. Se retiran del Acuerdo con Irán que las potencias mundiales habían alcanzado con enormes esfuerzos. En medio de la pandemia abandonan la OMS.
  • Hablan de democracia y libertad pero reivindican todas las intervenciones que su país hace y ha hecho en el mundo violando los principios básicos de no-injerencia entre Estados. Defienden las libertades civiles, pero las cercenan con el Acta Patriótica y no dudan en espiar hasta las conversaciones de sus aliados (Merkel, por ejemplo)
  • Reclaman que los demás países respeten los derechos humanos pero admiten el matrimonio infantil, la reducción a esclavitud de niños inmigrantes y no dudan en separar infantes de sus padres y alojarlos en celdas durante meses.
  • Exigen una lucha frontal contra el narcotráfico, cuando su población es la principal consumidora a escala planetaria y sus órganos de seguridad la utilizan como un arma de control social.
  • Cuestionan de palabra las dictaduras pero imponen una vigilancia sobre su población que resulta inconcebible en cualquier régimen democrático, al punto que pedir un libro ‘sospechoso’ en cualquier biblioteca pública (un Corán, por ejemplo) obliga al bibliotecario a hacer la denuncia ante las autoridades.
  • Convocan a una “cruzada’ universal contra el terrorismo”, cuando parte de ese fenómeno es de su propia creación (Al Qaeda por ejemplo).
  • Hablan de transparencia democrática y se atribuyen el rol de árbitros de los procesos de elección en todo el mundo, mientras sostienen un sistema de colegios electorales proclive a contradecir la voluntad popular además de tener probados, escandalosos fraudes en muchas de sus elecciones.
  • Declaman por la no-proliferación de armas nucleares mientras mantienen la mitad del arsenal atómico del mundo (6.000 misiles intercontinentales de los 12.000 existentes.
  • Y cuando una potencia como China les compite en el mercado internacional de las comunicaciones, desatan una “nueva guerra fría” para poder seguir manteniendo el dominio de la manipulación de la opinión pública. Hay que tener en cuenta que a través de esa industria manejan el 85% de los mensajes audiovisuales en Occidente.

No es religión, ni es Biblia, ni es cristianismo. Es el asalto al poder de la primera potencia mundial de un peligroso movimiento de extrema derecha.

Esa es la base cultural del negacionismo climático. No nos engañemos…