Sus próximos pasos serán decisivos para cambiar el rumbo climático

22 dic 2022

Se trata de uno de los países más contaminantes del Planeta que vive una tensa y contradictoria situación: mientras invierte fuertemente en energías renovables, expande el uso intensivo del carbón.

Nueva Delhi bajo los efectos de la contaminación atmosférica proveniente de los combustibles fósiles.

Su lucha se resume en el reiterado conflicto entre desarrollo y supervivencia. Pugna por convertirse en una potencia verde mientras avanza en el desarrollo energético a partir del carbón, el más contaminante de los combustibles fósiles. Casi las tres cuartas partes de su electricidad provienen de esa fuente y tiene en construcción otras 39 nuevas centrales eléctricas de carbón, mientras las energías renovables solo representan el 12% de su matriz.

En las últimas conferencias climáticas ha sido el ‘país aguafiestas’ como mayor defensor del carbón a nivel internacional, bloqueando –con el respaldo de China– los esfuerzos para eliminar el combustible más peligroso para el calentamiento global.

¿Mienten sus dirigentes cuando se plantean ser los futuros líderes de las energías limpias? La respuesta es más compleja. Transitar el camino desde su situación actual como uno de los mayores contaminadores a ser uno de los líderes en la descarbonización del sistema energético global implica un desafío colosal.

Sus dirigentes –el primer ministro Narendra Modi a la cabeza– se muestran como acérrimos defensores de las energías limpias. En la última reunión del G20, Modi reiteró que “India está comprometida con la energía limpia y el medio ambiente”. Pero no ocultan que los requerimientos de su desarrollo y su lucha por reducir la pobreza, les obligan a un camino contradictorio y cuestionable. La pregunta es si hay tiempo para “respuestas nacionales” por más justos que sean los motivos.

Pese al extraordinario crecimiento económico de los últimos años, que lo coloca como la quinta economía del mundo, India es un país diverso, caótico y con una sociedad empobrecida. Con 1.400 millones de habitantes, es el segundo país más poblado del mundo, detrás de China, a quien superará en población antes del 2030.

La pobreza afecta a una cuarta parte de la población india. Según datos de FAO, un 20% vive con menos de u$s2 al día. Unos 230 millones de personas son dalit o intocables, que viven condiciones gravísimas de marginalidad y miseria. El gobierno indio –como ya ha logrado China– espera que su actual crecimiento económico le permita terminar con la pobreza extrema para 2030.

Para ello –insisten– necesitarán carbón y el resto de los combustibles fósiles durante las próximas décadas, mientras aceleran en simultáneo su transición a las energías renovables para alcanzar la meta que se proponen: cero neto en 2070. Es decir, 10 años más tarde que China y 20 años después de la fecha propuesta por Naciones Unidas.

Por su tamaño, por su vertiginoso crecimiento (será la tercera economía mundial en 2027 duplicando su PIB en 10 años, según Morgan Stanley) y por el volumen de su contaminación, no cabe duda que el éxito de una transición energética limpia de orden global pasará por las decisiones que tome India y la velocidad con que logre avanzar no solo en prosperidad y desarrollo sino en la transformación de su sector energético.

El informe India Energy Outlook 2021, que publicó la AIE, reitera la importancia del país para construir un mundo bajo en emisiones. Hay que tener en cuenta que las previsiones estiman que solo China e India, constituirán en los próximos años, más de la mitad del aumento de potencia renovable –solar fotovoltaica y eólica– instalada en el Planeta.

No todo está claro

Pese a las reiteradas afirmaciones de Modi en favor de la lucha contra el calentamiento global y de su ministro de Medio Ambiente, Bhupender Yadav, en la Cop27, donde denunció a las naciones desarrolladas por “volver a los combustibles fósiles” en cuanto aparecen signos de crisis energética, la realidad es que en el seno del gobierno indio persisten contradicciones profundas, alentadas por ‘nacionalistas’ extremos e incluso por ‘negacionistas’ más o menos solapados.

Los principales funcionarios indios coinciden en que el país en rápido desarrollo se ve obligado a ser el segundo mayor importador de carbón del mundo, por lo que se hace necesario aprovechar sus vastas reservas de carbón –las cuartas a nivel mundial– para lograr la autosuficiencia y la seguridad energética.

Tras el COVID, la demanda de electricidad de India se disparó y debido a la inflación y la guerra en Ucrania, los precios del carbón se incrementaron a niveles récord lo que significó para la India una erogación dramática. Por ese motivo, los planes gubernamentales se disponen a aumentar la producción de carbón hasta los 1.000 millones de toneladas al año, lo que implica un verdadero desastre en términos ambientales.

Argumentan además, que siendo India un emisor de carbono históricamente bajo en comparación con los países desarrollados de Occidente, sería injusto imponerle ahora decisiones económicas contrarias a su desarrollo en nombre de la salud planetaria.

Por otra parte, el crecimiento vertiginoso de India ha incrementado su factura combinada de importación de combustibles fósiles, que se estima se triplicará en las próximas dos décadas, sobre todo por el petróleo, lo que explica sus actuales acuerdos con Rusia, pese a las presiones de EEUU.

A ello se agrega la necesidad urgente de electrificar el país para mejorar las condiciones de vida de su población, la calidad del aire y terminar con el uso de leña para cocinar que utilizan todavía unos 660 millones de indios, lo que implica un deterioro de su cubierta forestal.

El reclamo de India insiste en la injusticia de poner el foco en el carbón (utilizado por su país así como por China y otros países en desarrollo), mientras que los países occidentales siguen usando intensivamente otros combustibles fósiles e incluso reabren las centrales de carbón ante la crisis energética actual.

“Es difícil criticar los planes de India para el nuevo carbón cuando Europa está buscando acumular mucho más gas nuevo”, afirma el indio Ashish Fernandes, CEO de Climate Risk Horizons. Es cierto que “Occidente no cumplió con sus compromisos de emprender reducciones importantes de emisiones”. Y es cierto que EEUU recibe casi el 84% de su energía de los combustibles fósiles, tanto para transporte, industria y uso doméstico. Y que el 77% de las necesidades energéticas de Europa se cubren con petróleo, gas y carbón, mientras las fuentes de energía renovables solo aportan el 9% y la energía nuclear el 14% restante.

Pero la discusión acerca de la justicia o injusticia de la situación parece obsoleta frente al desafío climático de la humanidad como un todo. El problema es si habrá futuro planetario y por tanto, ‘prosperidades nacionales’, si seguimos contribuyendo a un posible colapso climático que haga –como advierte el Secretario General de Naciones Unidas– que el mundo “sea inhabitable”.

La campaña de India a favor de una mayor producción de carbón no solo parece desorbitada, sino que amenaza con convertir al país en un futuro exportador de carbón y desde luego, parece incompatible con la drástica reducción global de las emisiones de CO2 que el futuro del mundo necesita y que es una responsabilidad de todos.

India se debate entre el carbón y las energías limpias, mientras se acaba el tiempo.

India está subastando más de 140 nuevas minas de carbón que se suman a casi 1.000 sitios asignados para explotación desde 2020, cuando privatizó la industria del carbón. Más de la mitad de esas minas se encuentran en tierras vírgenes, en áreas de bosques que constituyen la mayor riqueza ecológica de la India o en comunidades tribales que soportarían graves riesgos.

Prosperidad, futuro y energía limpia

Es necesario entender que el único camino para una prosperidad sostenible que no comprometa el futuro pasa por un cambio audaz y drástico de la matriz energética global y terminar a cortísimo plazo con los combustibles fósiles.

La prosperidad futura de India dependerá de cómo afronte ese desafío y el país tiene enormes oportunidades de negocios y empleo en las propias energías limpias, ya que el margen de crecimiento de la demanda energética del país es gigantesco y el requerimiento de nuevas infraestructuras es enorme. Hay que tener en cuenta que el uso, consumo de energía y emisiones, en términos per cápita, son menos de la mitad de la media mundial.

Como señala un informe de la AIE, en los últimos años India ha impulsado de manera considerable la extensión y modernización de su sistema eléctrico para llevar energía a cientos de millones de sus ciudadanos y promovido la iluminación LED para mejorar la eficiencia de su consumo.

El uso de la energía se ha duplicado en el país en los últimos 20 años pero el 80% sigue proviniendo de los combustibles fósiles.

A lo largo de 2021, India adelantó sus planes de cuadruplicar la producción de electricidad renovable para 2030 y más que duplicar la participación del gas natural en el mix energético, así como mejorar la eficiencia energética y las infraestructuras de transporte, reducir la dependencia de las importaciones de combustibles fósiles e incrementar la producción nacional de carbón.

Avanza de forma consistente hacia los 450GW de potencia instalada en energías renovables para antes de 2030. Este año ya alcanzó los 175GW de parque eólico y solar. Por otra parte, progresa en la producción de biocombustibles, mercado en el que aspira a ser el tercer productor mundial, tras EEUU y Brasil. Y asegura que su potencia renovable crecerá al 20% anual.

Si bien históricamente la contribución de India a las emisiones de gases de efecto invernadero acumuladas en el mundo ha sido escasa, en los últimos años se ha convertido en uno de los mayores contaminadores, por lo que su aporte en el contexto actual de crisis climática resulta decisivo.

La expansión de su población es otro factor importante. Su población urbana es del 36% (el doble que en 1960). Aunque sigue siendo un país muy rural con una tasa de urbanización relativamente baja, la velocidad de su actual desarrollo hace prever que en los próximos 20 años, unos 300 millones de personas podrían sumarse a la vida de las ciudades, lo que supone que para atender el crecimiento de la demanda eléctrica en las próxima dos décadas, India deberá incorporar un sistema eléctrico equivalente al que tiene actualmente la Unión Europea.

El dinamismo económico de la India y su tamaño componen un cuadro similar al que tuvo la expansión china. Su tasa de demanda de energía ya es tres veces superior a la media mundial, con un uso creciente de recursos (acero, cemento, etc) y construcción de infraestructuras, como sucediera con su vecino, quien también afrontó un proceso complejo de urbanización acelerada.

Para no reproducir los errores que la propia China reconoce en ese camino de desarrollo hacia la prosperidad (Ver “La deuda verde de China”, Pan Yue, Viceministro de Protección Ambiental de China, 2006) India deberá trazar un futuro renovable.

 

Pavagada Solar Park, en India, es el tercer parque solar fotovoltaico más grande del mundo.

Quizás sea conveniente echar una mirada hacia las enseñanzas del responsable chino de medioambiente: “Es imperativo que los factores ambientales –escribía Yue– figuren en la planificación macroeconómica de una manera real. Esto requiere que se dibuje una estrategia más racional en la planificación de los principales proyectos industriales y las empresas hambrientas de energía. Es necesario realizar estudios cuidadosos para determinar la energía, la tierra, los minerales y los recursos biológicos disponibles antes de avanzar con los proyectos. Debe examinarse la planificación de la tierra, deben desarticularse los monopolios industriales y deben fijarse los objetivos de desarrollo de acuerdo con la población, el volumen de recursos y la capacidad de absorber la contaminación”.

Yue advertía hace casi dos décadas que “el carbón es una de las mayores amenazas para el clima global… la energía limpia será la única manera de generar crecimiento económico sin causar un daño ambiental irreparable”. Y formulaba recomendaciones que deberían tomar los gobiernos que enfrentan el dilema entre desarrollo y crisis climática: “Esto sólo se puede lograr introduciendo mecanismos legales para recompensar a quienes protegen el medio ambiente, mientras se les hace pagar a los contaminadores, y ayudar a unificar a los vigilantes ambientales diseminados en diferentes sectores. Sobre todo, es necesario establecer un sistema para controlar el desempeño de las autoridades en términos ambientales y económicos”.

Modi pretende construir una red nacional de energía verde en solo ocho años, un objetivo que requeriría inversiones por u$s 500.000 millones (u$s 30.000 millones cada año), según una evaluación de BNEF, lo que parece una quimera. China, que poseía una fuerte industria de equipos de energías renovables y una economía planificada que derivaba enormes recursos hacia los objetivos gubernamentales tardó seis años en aumentar su capacidad solar de 44GW a 300GW y once años en incrementar su energía eólica de 50GW a 330GW.

Sin embargo, la energía renovable muestra en India un dinamismo sorprendente: la capacidad de generación solar se multiplicó por 50 entre 2012-2021 (50 GW) y otros 8GW este año. Y la capacidad de las nuevas plantas solares, eólicas e hidroeléctricas sumadas que se construyeron en 2021, casi duplicaron a las nuevas plantas a carbón.

Hay un factor que empuja a la India en la dirección correcta: su gasto en importaciones de combustibles fósiles el año pasado superó el 4% de su PIB, algo insostenible para un país con un déficit persistente.

La encrucijada es evidente y el desafío indio, colosal. La crisis climática se cierne sobre la humanidad y una revolución verde en la India sería una extraordinaria noticia.