Arrasada por una sucesión de grandes incendios forestales, Argentina ha perdido unos 5 millones de hectáreas en el último lustro. Una fotografía satelital captada desde el espacio por Copernicus, el programa de observación de la Tierra de la Unión Europea, muestra los actuales estragos de los incendios de este mes en la provincia de Corrientes en el nordeste del país, en un área de gran biodiversidad y donde se encuentran los esteros del Iberá, el segundo humedal más grande de Sudamérica.
El drama de Corrientes es el último escenario de una larga crisis de incendios forestales que Argentina viene sufriendo en los últimos años. La multiplicación de incendios forestales se produce en un contexto regional de sequía, fruto de la aceleración de la crisis climática global, que se manifiesta con un incremento de la temperatura promedio y diversas alteraciones del clima.
La prolongada sequía ha tenido su ápice extremo en la región andina patagónica y en la cuenca del río Paraná, uno de los mayores ríos de Sudamérica, que bordea el oeste de la provincia de Corrientes y sirve de límite natural con las vecinas provincias de Santa Fe y Chaco y con Paraguay. Pero ha alcanzado también a una vasta proporción del territorio argentino.
Según un informe de la Red Iberoamericana de Oficinas de Cambio Climático, la sucesión de eventos vinculados a La Niña “han promovido una mayor acumulación de biomasa seca y combustibilidad de la vegetación, favoreciendo la ocurrencia y propagación de megaincendios en la región, difíciles de controlar”.
Sergio Federovisky, viceministro de Ambiente de Argentina explica que “hay que considerar que tenemos un escenario climático muy adverso que es una consecuencia del calentamiento global. Estamos atravesando una sequía muy profunda, que ya tiene casi dos años de duración… (y sobre esto, “también se montan acciones muy discutibles como la quema de pasturas”.
Como suele suceder en la Argentina y algunos otros países de Latinoamérica, la realidad desmiente la información oficial. Hace apenas un mes, el ministro de Ambiente Juan Cabandié aseguraba con relación a los incendios forestales que la situación estaba mejorando considerablemente y que en 2021 se habían incendiado solo 331.000 hectáreas contra 1.136.534 has. arrasadas en 2020, lo que era fruto de un mayor presupuesto por parte del gobierno nacional para combatir los incendios.
La sistematización de datos oficiales y su transparencia no son una característica de la administración argentina y la cuantificación de los incendios, como muchos otros temas, lo padece. En el país, el combate a los incendios es responsabilidad de las provincias y las estadísticas oficiales se basan en los reportes que las provincias hacen al gobierno nacional. Azotado el país por una gravísima crisis económica (segunda inflación a nivel mundial) y en medio de la pandemia, los reportes del año pasado ignoraron o subestimaron el problema.
Es lo que denunciaron organizaciones ambientales como la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN): “Hay limitaciones en materia de información pública ya que varias provincias no reportan cada año la totalidad de hectáreas afectadas por incendios. Así los datos oficiales no reflejan la realidad de los territorios ni se condicen con datos relevados por otras instituciones”.
¿Cuál es la explicación? Las provincias solo reportan aquellos incendios catastróficos y descontrolados, que requieren ayuda federal, pero rara vez reportan los incendios intencionales, provocados por sus agricultores y ganaderos para ampliar o limpiar tierras para su explotación.
De hecho, en 2020 y 2021 la mayor parte de los focos de incendio provinieron de las provincias de producción agrícola-ganadera (Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, San Luis, Córdoba, La Pampa, Chaco, Catamarca). Según la detección satelital del INPE de Brasil –una medición satelital que el instituto hace desde 1999– los “puntos calientes” (incendios o quemas) superan cada año los 50.000. Pero una observación de FARN es reveladora: crece a picos récord (60.000 a 75.000) en años de altos precios agrícolas internacionales.
El propio Servicio Nacional de Manejo del Fuego, ante el desarrollo a gran escala que afectó a más de la mitad de las provincias argentinas, debió reconocer que la mayoría de los incendios fueron intencionales y provocados por quemas no autorizadas para el desbrozado de campos para el ganado.
Pero la desatención del gobierno argentino de los problemas ambientales que padece el país y muy especialmente la intensa deforestación del Gran Chaco que se agudizó aprovechando la pandemia (Ver Más Azul n° 12, sept. 2020, “Avanza la deforestación en el Gran Chaco”) queda de manifiesto con un par de datos sobre el combate de los incendios.
Según la ejecución financiera del Plan Nacional de Manejo del Fuego, entre 2017 y 2019 un 20% de los fondos no se ejecutaron y en 2020 la sub-ejecución llegó al 40%. Es decir que, de forma permanente, las partidas vinculadas al manejo del fuego fueron sub-ejecutadas. Además el presupuesto 2020 para el Plan Nacional de Manejo de Fuego disponía de 467 millones de pesos para el alquiler de aviones hidrantes y solo se gastó el 15% hasta septiembre de ese año. Lo mismo sucedió con las horas de vuelo presupuestadas en la prevención y lucha contra los incendios, que solo se cubrieron en un 66% en 2019.
Quedan fuera, desde luego, aquellos otros incendios generados como consecuencia de las intensas sequías en distintas regiones de ese país, como resultado del fenómeno climático del Niño y el descenso del caudal de ríos como el Paraná y otros, que crearon las condiciones propicias para desarrollo de incendios como el que ahora enfrenta el territorio de Corrientes.
Los incendios forestales llevan dos meses esparciéndose sin control en esa provincia, en lo que constituye una verdadera tragedia ambiental. Ya se han arrasado más de 800.000 hectáreas, el equivalente casi el 10% de la superficie de esa provincia, provocando enormes daños materiales y a la producción.
La expansión del fuego ha sido atroz por su velocidad dada las condiciones meteorológicas de sequía y calor y las limitadas capacidades del país para atender el manejo de incendios. Al 15 de enero las hectáreas afectadas eran 80.406 y en apenas un mes los incendios se extendieron más de seis veces, llegando el 11 de febrero a 519.865 has., según un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), para superar las 800.000 has. diez días después (21 feb. 2022).
El fuego ha alcanzado áreas de gran biodiversidad como los esteros del Iberá, un riquísimo humedal con una riqueza extraordinaria de fauna y flora. Es penosa la imagen de innumerables animales quemados o víctimas del humo letal. La fauna afectada incluye monos caraya, yacarés, carpinchos, zorros, lobitos de río, corzuelas y diversas especies de anfibios y reptiles. Es especialmente dramática la amenaza sobre osos hormigueros, yaguaretés, ciervos de los pantanos y otras especies que la Fundación Rewilding ha estado recuperando para su reintroducción en el Parque Nacional del Iberá y en otras áreas donde ejecuta su extraordinaria labor de conservación y desarrollo sostenible (Ver Más Azul n°16, enero 2021, “Yaguareté Se consolida su recuperación en la Reserva del Iberá”, n° 17, feb 2021 “Recuperar la naturaleza, el sueño de los Tompkins” y n° 18 marzo 2021 “El muitu tras medio siglo de extinción vuelve al Iberá”).
Los Esteros del Iberá con una superficie de 1.300.000 has. constituyen un territorio de enorme valor ecológico. En Sudamérica, solo el Pantanal brasileño supera en tamaño al humedal del Iberá, donde unas 768.000 has. conforman una de las áreas protegidas más grandes del país.
Sofía Heinonen es desde 2010, la Directora general de la Fundación Rewilding Argentina dedicada entre muchos otros proyectos a salvar especies en peligro de extinción y reintroducirlas en el Parque Nacional, tras un largo y laborioso proceso de adaptación. Ello ha permitido recuperar especies en situación crítica como yaguaretés, osos hormigueros, muitúes, ciervos de los pantanos, etc.
Bióloga, con vasta experiencia en Parques nacionales, Sofía trabajó con Douglas Tompkins en su Fundación y en especial en el desarrollo del Parque nacional Iberá, gran parte de cuyas tierras fueron donadas por el filántropo y su mujer Kristine. A la muerte de Tompkins, asumió la dirección de la Fundación, que pasó a tener el nombre actual.
Su testimonio a Infobae revela la gravedad de la situación en el Iberá: “Acá se quemó todo, excepto el camping y el puerto. La situación ahora es tremenda. El núcleo del combate está ahí, en San Alonso, el corazón del Parque”, que fue donde reintrodujeron los yaguaretés y parte de los ciervos de los pantanos.
Su conocimiento profundo de la cultura lugareña le permite hacer una explicación certera de los incendios: “El Iberá es un humedal que siempre está lleno de agua. Cuando los pobladores prendían un fuego, podía ir como mucho 100 metros que el agua lo apagaba. Hoy la sequía extrema provocó que ya no haya islas, hay una continuidad de un millón de hectáreas y así el fuego avanzó y se hizo inmanejable. Aquí hay una cultura de agua, no de incendios”.
Las causas del inicio del fuego pueden ser múltiples. Sin duda, el factor decisivo ha sido la intensa sequía que afecta la región desde hace dos años, pero Sofía Heinonen amplía la mirada: “Aquí en la zona del Iberá hay pobladores rurales que viven en casitas en islas en medio del humedal y carecen de herramientas ni tecnología para subsistir. Se manejan culturalmente desde tiempos ancestrales con el fuego para manejar las pasturas de su ganado. Con la sequía se desesperan porque no hay pasto. Y quemando piensan que sus vacas pueden entrar más adentro del parque. Pero no piensan que no hay lluvias ahora. En Corrientes hay otros focos, con diferentes orígenes. Esto que explico tiene que ver con Iberá”.
Sobre la situación de los animales del Iberá, la responsable de Rewilding señala que tras el trabajo de los últimos años, especies como los carpinchos, ciervos y yacarés se reprodujeron mucho, pero padecen la falta de cuerpos de agua donde refugiarse y pueden quedar cercados por el fuego, sin poder escapar. Se estima que se verán afectados pero que podrán recuperarse sus poblaciones cuando vuelva el agua.
En cambio será necesario fortalecer las poblaciones de osos hormigueros y venados de las pampas y sobre todo, es preocupante la situación de los yaguaretés, por su todavía escaso número. Pero Heinonen mantiene las esperanzas: “Están en la isla San Alonso, con el fuego a dos kilómetros. Estamos tratando que no se queme porque ahí tienen su territorio. Detrás de la isla está el Estero Grande, que tiene agua, y es la parte más profunda. Si se ven en peligro, es probable que corran hacia ahí. El yaguareté es muy acuático y rápido”.
La última información (22.2.2022) sobre los yaguaretés era alentadora. Dos tweets de la Fundación daban cuenta de su estado: “Los incendios que continúan propagándose en el Parque Iberá no afectaron aún a los #yaguaretés liberados desde el Centro de Reintroducción (CRY) en la Isla San Alonso, en el centro del Parque. Los individuos adultos portan collares con un dispositivo VHF y otro GPS que informa su posición varias veces al día. Todos los collares indican que Juruna, Mariua, Arami y Jatobazinho se encuentran activos en diferentes sitios en torno al CRY”.
El drama de los incendios en Corrientes es un ejemplo perfecto de las consecuencias de las alteraciones provocadas por la crisis climática. No se trata solo de sequía. Las bruscas modificaciones del clima hacen difícil la adaptación. Hace 10 años atrás el clima de Corrientes era definido por los especialistas como cálido y templado, con precipitaciones incluso durante el mes más seco y con una temperatura media anual es 21,5°C. Las precipitaciones promedio eran de 1568 mm. (Climate-Data.org)
Con el cambio climático esa estabilidad ha volado por los aires. El promedio hoy es de 1200 mm pero hace dos años llegó a 1800 mm. Eso provocó que con más calor y humedad, creciera mucha más más la vegetación, lo que fue contraproducente cuando apareció la sequía, con menos de 1000 mm anuales. “La acumulación de vegetación seca –explica la Directora de Rewilding– resultó una bomba de tiempo”.