08 abr 2022

Antonio López Crespo

Director

Año tras año, hemos leído y escuchado cuánto tiempo nos quedaba para salvar el Planeta. En octubre de 2018, Naciones Unidas advertía a los ciudadanos de la necesidad de tomar medidas drásticas contra el cambio climático para revertir la situación que enfrentamos. “Quedan 12 años para evitar el desastre climático”.

La Tierra ya se encuentra en riesgo: las concentraciones de CO2 son las mayores en dos millones de años.

Un año más tarde, en octubre de 2019, un informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) señalaba que para evitar que el aumento en la temperatura del planeta supere 1,5°C respecto a la era preindustrial, era necesario reducir las emisiones globales de CO2 en un 45% para 2030 y que los pasos decisivos para ese recorte debían tomarse antes de finales del 2020. La idea de que 2020 era una fecha decisiva ya había sido mencionada en 2017.

El último informe del IPCC afirma que la Tierra ya se encuentra en riesgo inminente: las olas de calor marinas se han duplicado en 40 años; las concentraciones atmosféricas de CO2 alcanzaron en 2019 los niveles más altos de los últimos dos millones de años; y las concentraciones de metano y óxido nitroso, fueron más altas que en los últimos 800.000 años.

A diferencia de anteriores informes, el IPCC afirma de manera concluyente que “es inequívoco que los humanos han causado la crisis climática y que ya se han producido cambios generalizados y rápidos”, algunos de ellos irreversibles.

Desde Más Azul hemos criticado reiteradamente las posturas ‘catastrofistas’ de determinados grupos activistas y medios, porque contribuyen con esa prédica al miedo y la inacción. Se trata de una visión profundamente reaccionaria que desalienta la decisión y la necesidad de actuar ya.

Desde nuestro nacimiento hace casi tres años, hemos remarcado que “enfrentamos enormes desafíos ya no como pueblos o naciones sino como especie” y que éramos un grupo de profesionales que cree que para enfrentarlos, se requiere escapar de los facilismos y del catastrofismo paralizante. Es necesario construir la salida y ello requiere ciencia, creatividad y una información de calidad.

Ese fue y es el compromiso que asumimos quienes integramos Más Azul: contribuir desde una publicación con visión global y mirada iberoamericana, a mostrar con el máximo rigor los graves desafíos que enfrentamos y también los avances que, en todo el Planeta, se están realizado para encontrar las soluciones. Decíamos al nacer: “Creemos en la solidaridad y en la cooperación. Son tiempos para fortalecer la esperanza y debilitar los egoísmos”.

Año cero: Se acabó el tiempo

Cuando padecemos una dolencia grave no le pedimos al médico que se lamente con nosotros sino que haga un diagnóstico preciso y nos plantee las posibilidades de curación. No nos sirve la queja sino la acción.

Hoy el máximo rigor informativo exige tomar en cuenta la conclusión de Michael E. Mann, uno de los máximos expertos globales en cambio climático, responsable principal del informe IPCC 2001 y autor de libros decisivos como The New Climate War (2021), The Madhouse Effect (2016) y otros: “Nos queda cero años para evitar un cambio climático peligroso, porque ya está aquí”.

La voracidad de los intereses económicos, la irresponsabilidad y criminalidad de ciertas conductas corporativas, la complicidad y cobardía de políticos y gobernantes en todo el mundo y en especial, en aquellos países que por su relevancia en la contaminación global tenían en sus manos torcer el rumbo y desde luego, cierta parte de la ciudadanía mundial que ‘enganchados’ a la droga consumista, poco hizo para presionar a líderes mundiales y empresas, para que asumieran un cambio drástico en el modelo de producción y consumo.

Como señala Mann, el cambio climático provocado por los seres humanos, ya está aquí y se expresa en olas de calor, incendios forestales, sequías e inundaciones debidas al incremento de 1,2°C de la temperatura media del Planeta. Solo medio grado más provocará graves consecuencias, como desajuste en el régimen de lluvias, alteración del clima sobre cosechas, deshielos masivos, desarrollo de nuevas enfermedades.

Michael Byrne, climatólogo de la Universidad de Oxford coincide: “Sabíamos lo que venía y ahora está aquí… Los efectos del calentamiento global ya no están en un futuro lejano ni en rincones remotos del mundo”.

Voces en el desierto

El Secretario General y los principales funcionarios de Naciones Unidas, como la Directora General del PNUMA, no cesan –muchas veces en solitario– en alertar sobre la necesidad de cambios drásticos en el rumbo.

Guterres había calificado el primer informe IPCC de agosto pasado como un “código rojo para la humanidad”, y llamó a que “aunemos fuerzas ahora, para evitar la catástrofe climática”.

En el segundo informe (marzo 2022) el IPCC revela que los fenómenos extremos relacionados con el calentamiento global tendrán consecuencias nefastas e irreversibles, ya que no se han tomado las medidas suficientes por parte de los gobiernos para mitigar los gases de efecto invernadero.

La opinión de Guterres sobre el último informe es igualmente demoledora: es un atlas del sufrimiento humano y una acusación que apunta al fallido liderazgo en materia climática(Ver en este mismo número de Más AzulLos líderes mundiales han fracasado en su batalla contra el cambio climático”).

El Secretario General no duda en afirmar que las personas y el Planeta están siendo “machacados” por el cambio climático y recuerda que de momento: “Casi la mitad de la población vive en zonas de peligro, que muchos ecosistemas han alcanzado el punto de no retorno y que la contaminación por emisiones de carbono sin control empuja a la población más vulnerable del mundo a un camino de destrucción”.

Guterres destaca que son los mayores contaminadores del mundo los culpables de incendiar el único hogar que tenemos.

Pero su voz no mueve los corazones ni los bolsillos de los líderes corporativos ni de los gobiernos del G20, que siguen soslayando las medidas necesarias para enfrentar la crisis climática y postergan cada vez sus compromisos ya de por sí insuficientes.

La evidencia científica muestra que el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C, requeriría que el mundo reduzca un 45% las emisiones para 2030 y alcance las emisiones netas cero para 2050, pero como afirma Guterres “a la luz de los compromisos actuales, las emisiones mundiales aumentarán casi un 14% en la década actual. Eso supondrá una catástrofe. Destruirá cualquier posibilidad de mantener vivo el objetivo de los 1,5°C”.

Es más: nos estamos encaminando hacia un escenario de 2°C a 2,4°C lo que sería de consecuencias ruinosas impredecibles.

Un punto importante del informe del IPCC de octubre 2018 era que las emisiones globales de CO2 debían llegar a un tope máximo y comenzar a bajar para 2020. Solo de esa forma podría mantenerse el aumento de temperatura por debajo de 1,5°C, el límite necesario para evitar los efectos más catastróficos del cambio climático, según el IPCC.

No solo no se cumplió sino que se están incrementando y batiendo récords de emisiones. Los débiles compromisos actuales de los gobiernos, lejos de garantizar aquel límite seguro, conducirán según los científicos a un incremento que podría llegar hasta 3°C para fin de siglo.

¿Qué hacer?

La hoja de ruta es clara. Una de las afirmaciones fundamentales del informe IPCC es que es imprescindible terminar con el carbón y otros combustibles fósiles. El Secretario de la ONU explica que estos combustibles “están asfixiando a la humanidad” por lo que pidió a todos los gobiernos del G20 que cumplan sus acuerdos de dejar de financiar la energía basada en el carbón tanto en el extranjero como en sus propios países, y que desmantelen las instalaciones que operan con carbón.

Guterres señaló la responsabilidad de los gigantes del petróleo y el gas: “No se puede pretender ser ecológico mientras se tienen planes y proyectos que socavan el objetivo de lograr emisiones netas de valor cero para 2050 y que ignoran las importantes reducciones de emisiones que deben producirse durante esta década. El público no se dejará engañar por esa cortina de humo”.

Es imprescindible terminar con el carbón y otros combustibles fósiles y generar un cambio de sistema.

Según Naciones Unidas, a lo largo de la última década, los cuatro emisores principales China, EEUU, la UE, el Reino Unido y la India produjeron el 55% de las emisiones totales. Si le sumamos Rusia, Japón y el transporte internacional representan el 65% de las emisiones y si consideramos los 20 miembros del G20, la contaminación que provocan es el 78%, es decir la casi totalidad.

La irresponsabilidad criminal de las corporaciones implicadas y de los líderes de los países más importantes del mundo se manifiesta de manera cruel y contundente en la actual guerra en Ucrania, donde gas y petróleo son los protagonistas del conflicto (Nord Stream II vs Fracking de EEUU) sepultando con armas y sufrimiento humano, las esperanzas mundiales de resolver la crisis climática.

La hoja de ruta no pasa por frenar la descarbonización de la economía mundial sino por acelerar la transición energética a un futuro de energías renovables. Guterres advierte que los combustibles fósiles son un callejón sin salida para nuestro planeta, para la humanidad y también para las economíasy reclama a “los países desarrollados, los bancos multilaterales de desarrollo, los agentes financieros privados y otras partes interesadas para que formen coaliciones con el objetivo de facilitar que las principales economías emergentes puedan dejar de utilizar el carbón”.

No nos engañemos: la Tierra se está calentando más rápido de lo vaticinado y la ventana de tiempo para evitar “resultados catastróficos” se está cerrando. El calentamiento global se ha anticipado a todos los pronósticos por la inacción de gobiernos y empresas.

“Este informe es una grave advertencia sobre las consecuencias de no haber tomado medidas”, asegura Hoesung Lee, presidente del IPCC. Sus científicos insisten en advertir los “múltiples riesgos climáticos inevitables” que se enfrentará el mundo en los próximos 20 años debido al calentamiento global, como el colapso de los ecosistemas, letales olas de calor, sequías, inundaciones, deterioro de las cosechas de alimentos, extinción de las especies, etc.

Si no hay cambios sustanciales para mitigar la crisis climática y gobiernos y corporaciones no cumplen las metas del Acuerdo de París para limitar el calentamiento global a menos de 2°C, quienes sufrirán las peores consecuencias no serán los líderes actuales sino aquellos niños que han nacido bajo su mandato irresponsable, vacilante y genocida. Como señala el Informe Lancet Countdown (2019) el impacto de la falta de acción actual lo soportarán nuestros hijos y nietos: “Los seres humanos que nazcan ahora sufrirán daños a su salud en cada etapa de vida que atraviesen… En todo el mundo, los niños estarán  entre los más afectados por el cambio climático”.

“Si no le ponemos remedio –advierte Nick Watts, director ejecutivo de The Lancet Countdown– el cambio climático definirá la salud de toda una generación”. (Hay que tener en cuenta) que los daños en la salud durante la primera infancia son persistentes y generalizados, y sus repercusiones sanitarias duran toda una vida”.

A ello se agregarán la reducción del rendimiento de las cosechas de alimentos básicos, el empeoramiento de la contaminación del aire y la zozobra de vivir en un mundo azotado por catástrofes atmosféricas-cada vez más frecuentes e intensas.

Cambio y esperanza

Ya no hay más plazos, ni más tiempo para postergaciones y dilaciones engañosas. Debemos precipitar el cambio profundo que reiteradamente reclama Inger Andersen, la Directora Ejecutiva del PNUMA. Allí reside nuestra esperanza y hacia allí deben dirigirse nuestros esfuerzos y nuestra acción.

Michael Mann, en una entrevista con Jeff Goodell para Rolling Stone, afirma que “la revolución de la energía limpia y la estabilización del clima son posibles con la tecnología actual. Todo lo que necesitamos son políticas que incentiven el cambio necesario”.

Mann en su extraordinario libro The New Climate War explica cómo las fuerzas del negacionismo climático han retrasado los cambios y frenado la acción. Cómo las empresas de combustibles fósiles, los partidarios de la derecha global y sus medios de comunicación, y los gobiernos y políticos financiados por el petróleo, han utilizado todo tipo de desviaciones para derrotar las políticas ambientales que no les convienen a sus negocios.

Las corporaciones petroleras han frenado las políticas ambientales porque no les convenían a sus negocios.

Con gran lucidez señala una estrategia habitual y reiterada hasta el cansancio: la culpa es individual y de cada uno de nosotros. El cambio climático “es TU culpa… Se trata de una estrategia para mantener la conversación en torno a la responsabilidad individual, no al cambio sistémico o a la culpabilidad corporativa”, dice Mann.

Es frecuente encontrar en múltiples páginas de empresas y medios, esa estrategia. Y lo que es peor, a veces, está presente también en algún artículo de organismos internacionales. En el titular de un informe de una consultora ‘ambiental’ europea puede leerse “La sociedad es el principal responsable del calentamiento global”. Falacia evidente que oculta las enormes diferencias de responsabilidad entre Exxon Mobil y la pequeña compra en el supermercado de un ciudadano de Honduras.

En la página oficial de un organismo internacional se recomiendan 10 acciones para luchar contra el cambio climático. “Sabemos que tenemos que actuar ya –afirma–, pero ¿qué podemos, cada uno de nosotros, hacer para salvar los océanos?” Y recomienda entre otras acciones: “No bebas agua embotellada; No tires las colillas de cigarrillos en la calle; Elige mejor los pescados que consumes; No utilices vasos, cubiertos y pajitas de plástico desechables; Organiza la limpieza de alguna playa”, etc, etc.

Con eso, los océanos que han recibido 14 millones de toneladas de microplásticos más millones de otros residuos, estarían salvados… según ese organismo, para el cual Coca Cola, Pepsico, Exxon, BP, Danone, P&G y muchos otros no tienen nada que decir… Soberana estupidez, pero como afirmó Albert Einstein: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”.

En su hoja de ruta, Mann aboga por una serie de acciones: poner precio a las emisiones de carbono, prohibir el fracking, bloquear la construcción de oleoductos, otorgar incentivos a las energías renovables y eliminar los subsidios a los combustibles fósiles.

En el capítulo “La solución sin solución” de su último libro, Mann alerta sobre las “falsas soluciones”: el gas natural, la captura de carbono y la geoingeniería a las que considera inadecuadas, y califica de “promesas vacías” algunas de las propuestas de los que se oponen a la acción climática y que empresas y gobiernos disfrazan como “soluciones verdes” (combustibles puente, carbón limpio, adaptación y resiliencia).

El reconocido climatólogo sostiene que las acciones individuales (comer menos carne, viajar menos y reciclar) pueden ser beneficiosas pero son insuficientes. Lo que hay que lograr es descarbonizar la economía y eso pasa por terminar con el petróleo y los demás combustibles fósiles. Y no distraerse de ese objetivo.

Mann señala que es cautelosamente optimista y lo asienta en dos razones: el activismo juvenil y el rápido desarrollo de las tecnologías verdes. En su libro no ahorra críticas a algunos ecologistas por exagerar las amenazas y fortalecer el miedo, que como hemos señalado en Más Azul es paralizante y concluye que para “Enfrentar el desafío” (Meeting the Challenge) no hay que hacerle caso a los agoreros, hay que “educar, educar, educar” y entender que el cambio que se requiere es sistémico.

Y ese cambio de sistema es la esperanza y el único camino. Habrá que cambiar porque sino “está garantizado que las cosas empeorarán”. Y como afirma la coautora del informe IPCC, Linda Mearns, científica senior del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de EEUU “no hay lugar para huir, no hay lugar para esconderse”.

No es una exageración. La Agencia Internacional de Energía advertía en 2019 que las emisiones de carbono humano “están en camino de aumentar en 1.500 millones de toneladas en 2021, el segundo aumento más grande en la historia”, como efectivamente sucedió.

Los líderes mundiales deben reducir las emisiones de GEI ahora, antes de que los extremos climáticos mortales y costosos se agraven aún más. Y decidirse a invertir cada año: alrededor del 2,5% del PIB mundial durante los próximos 20 años.

“Los cambios recientes en el clima son generalizados, rápidos e intensos, sin precedentes en miles de años”, afirma Ko Barrett, vicepresidente del IPCC, quien cree que aún es posible prevenir los impactos más graves con una condición: “Realmente ello requiere un cambio transformacional sin precedentes, una reducción rápida e inmediata de las emisiones de gases de efecto invernadero a cero para el año 2050… La idea de que todavía hay un camino a seguir es un punto que debería darnos algo de esperanza”.

Seamos claros. Un cambio sin precedentes en un tiempo muy breve solo nos evitará las consecuencias más graves. En ese punto estamos. Y debe ser los que nos motorice a la acción más decidida y a la mayor presión sobre gobiernos y empresas.

Oigamos a Hans J. Schellnhuber, director emérito del Instituto Potsdam del Clima (Alemania): “El mundo no puede ser sanado en pocos años, pero podría estar fatalmente herido de negligencia” si no actuamos.

Antonio Guterres aseguró en una de sus presentaciones que sentía admiración por aquellos que luchan con soluciones en la primera línea de la crisis climática, y dijo ser consciente de lo enfadada e inquieta que está la gente en el mundo: “Yo también lo estoy. Ahora es el momento de convertir la rabia en acción. Cada fracción de grado importa. Cada voz puede marcar la diferencia. Y cada segundo cuenta”.