10 ago 2022

Como reiteradamente han señalado los informes del IPCC, los océanos y el clima del Planeta mantienen una relación esencial. Están estrechamente interconectados entre sí de múltiples modos. Y aunque aún se desconocen todos los efectos que el cambio climático provoca en los océanos, estudios recientes aseguran que las alteraciones en el clima están provocando cambios decisivos en el aumento del nivel del mar, de las temperaturas del agua y en la química de los océanos.

Arrecife del Mar Rojo, uno de los arrecifes vivos más largos del mundo – Unsplash-Francesco Ungaro.

A medida que la crisis climática representa una amenaza existencial creciente y que caminamos –como advierte el Secretario General de Naciones Unidas– “hacia un mundo inhabitable”, aparecen algunas alteraciones clave que los científicos vigilan de cerca.

Alteraciones peligrosas

Según el último informe sobre el cambio climático de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el aumento medio anual del nivel del mar en todo el mundo fue de 4,5 mm entre 2013 y 2021, fenómeno que se produjo por el creciente derretimiento de las capas de hielo del Planeta.

Los océanos absorben casi la cuarta parte del CO2 generado por las actividades humanas. Su acumulación produce reacciones químicas que acidifican el agua del mar, lo que constituye un peligro para los ecosistemas marinos ya que, a mayor acidez del agua, menor es la capacidad de absorción de CO2. Por eso, muchos expertos advierten que el mar podría dejar de cumplir sus funciones de sumidero de carbono y por el contrario, comenzar a ser un emisor.

Samuel Collins, director de proyectos de la Fundación Océano Azul, recuerda que Los océanos representan un elemento básico para el clima. Albergan el 94% del espacio vital del Planeta”. Las estadísticas en tono a ellos son impactantes:

– Más del 50% del oxígeno que respiramos es producido por el océano (EarthSky Communications)

– La dieta diaria de 3.000 millones de personas (40% de la población mundial) se basa en alimentos de origen marino (Oceano Azul Foundation)

– Anualmente, se capturan 80 millones de toneladas de pescado en todo el mundo (FAO)

– En 2025, habrá una tonelada de residuos plásticos en el océano por cada tres toneladas de pescado (The Guardian).

– Más del 90% del comercio internacional se transporta por mar (Portugal eo Mar)

– Más del 93% de todo el calor que han añadido al planeta las actividades humanas se ha almacenado, durante las últimas décadas, en el océano, con un costo que empezamos a ver (ONU).

– Cada año arrojamos ocho millones de toneladas de plástico al océano (National Geographic)

Desde 1800 hasta la actualidad la cantidad de carbono almacenada en el océano es de 147,5 gigatoneladas, pero solo en los últimos treinta años, la cantidad media anual de carbono ha aumentado en 2 gigatoneladas por año.

Los océanos han absorbido diligentemente el 93% del calentamiento generado por los seres humanos desde 1970. El CO2 es un gas soluble, o sea que se disuelve en el agua del océano, mientras exista una diferencia de concentración entre el aire y el agua. Si hay poco CO2 disuelto en el océano superficial, éste lo absorbe de la atmósfera hasta alcanzar el equilibrio.

Los científicos tienen hoy la casi absoluta certeza de que los océanos se han calentado a nivel global sin pausa desde 1970, absorbiendo más del 90% del calor extra generado por la actividad humana. El problema es que la velocidad e intensidad a la que ha incorporado ese calor se duplicó desde 1993.

Desde Más Azul advertimos (Ver n°7, abril 2020, El enorme desafío de salvar los océanos”) que los océanos han recibido en los últimos 25 años, un calor similar a 3.600 millones de explosiones de bombas atómicas como la de Hiroshima!!!.

No se trata de un error tipográfico. Se trata de la demencial situación actual de los mares del Planeta. Lijing Cheng, profesor del Centro Internacional de Ciencias del Clima y el Medio Ambiente de China y autor principal de esa investigación, lo describe de manera contundente: “La cantidad de calor que hemos puesto en los océanos del mundo en los últimos 25 años equivale a 3.600 millones de explosiones de bombas atómicas de Hiroshima”. En términos técnicos eso es 228.000.000.000.000.000.000.000 Julios de calor. “Son muchos ceros, y para que sea más fácil de entender, lo comparamos con Hiroshima…”.

Si ese calor hubiera entrado en la atmósfera, las temperaturas medias globales habrían aumentado en casi 56°C.

Relaciones entre los océanos y el clima

En la actualidad, los científicos de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) están utilizando técnicas nucleares e isotópicas muy eficaces para estudiar el ciclo del carbono y la acidificación de los océanos, que están permitiendo saber más acerca de las condiciones presentes y pasadas de los océanos y prever los efectos del cambio climático.

Isla de basura plástica del Pacífico.

Las técnicas nucleares e isotópicas utilizadas por la OIEA para estudiar la acidificación de los océanos han contribuido a la comprensión tanto en lo que respecta a los cambios en la acidez de los océanos en el pasado como a los efectos de la acidificación oceánica en los organismos marinos, en procesos biológicos como la calcificación. Un mayor conocimiento científico de los cambios en los océanos permitirá desarrollar medidas de adaptación y vigilancia del cambio climático en los ecosistemas marinos.

Audrey Azoulay, directora ejecutiva de UNESCO, que lidera el Programa “Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible” de la ONU, asegura que la inversión en investigación oceánica es insuficiente: “En promedio, los países invierten menos del 2% de sus presupuestos de investigación en temas del océano. Esto no es suficiente, porque en paralelo, el calentamiento, la acidificación, la desoxigenación y el agotamiento de la biodiversidad están llegando a un punto sin retorno”.

La absorción por los océanos del dióxido de carbono (CO2) que se emite a la atmósfera procedente de actividades humanas, altera la química de los carbonatos y la acidez del agua de mar en un proceso denominado acidificación de los océanos. Si bien esto reduce el dióxido de carbono de la atmósfera y mitiga el cambio climático, la acidificación de los océanos, a la vez tiene la capacidad de afectar a los organismos marinos y los ciclos biogeoquímicos.

Aunque se ha detectado un descenso del pH (medida de la acidez o alcalinidad) de la superficie del océano, todavía se desconocen todas las consecuencias de la acidificación de los océanos en la biota marina y los niveles de resiliencia y adaptabilidad de las distintas especies.

Más del 50% del oxígeno que respiramos es producido por el océano Unsplash - Hiroko Yoshii.

Sí se sabe –explican los científicos de los Laboratorios del OIEA para el Medio Ambiente– que “por debajo de un determinado pH y de la correspondiente concentración de carbonatos, las condiciones ambientales se vuelven corrosivas para el carbonato de calcio, que muchos organismos emplean para fabricar conchas y esqueletos. Algunos corales, pterópodos, moluscos bivalvos y fitoplancton calcificador pueden ser especialmente vulnerables a los cambios de la química del agua de mar”.

Varios estudios han demostrado que ciertos arrecifes de coral que albergan algunos de los ecosistemas más diversos del Planeta son vulnerables a las variaciones en su entorno. Y debido a los posibles efectos en los medios y ecosistemas marinos, también se investigan las consecuencias económicas de la acidificación de los océanos en la pesca.

Pero la investigación científica cobra una trascendencia decisiva en los estudios sobre el ciclo global del carbono. Los investigadores de la OIEA señalan que “los océanos son un importante sumidero de dióxido de carbono de la atmósfera y desempeñan un papel fundamental en la regulación del clima. Absorben el dióxido de carbono, que puede ser arrastrado y transportado por masas de agua o captado durante la fotosíntesis y convertido en materia orgánica. Gran parte de esta materia orgánica se recicla en la superficie del océano al servir de alimento a zooplancton y microbios y ser descompuesto por ellos. No obstante, una parte pequeña pero importante de este material se hunde en las profundidades oceánicas, donde queda aislado de la atmósfera durante siglos”.

“Este torrente de materia orgánica –concluyen los estudios de la OIEA– que se hunde es una importante fuente de energía para los organismos marinos en un eslabón superior de la cadena alimentaria. El equilibrio entre el carbono que se encuentra en la atmósfera y en los océanos se regula por la frecuencia de estos procesos físicos y biológicos, que puede alterarse debido a cambios en la temperatura o la química de los océanos, lo que se traduce en variaciones del equilibrio global del carbono”.

Isabella Lövin es una política sueca, perteneciente al Partido Verde. Preside actualmente la Junta Directiva del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, ha sido ministra de Medio Ambiente y Clima y viceprimera ministra de Suecia. Sus advertencias sobre el impacto del cambio climático en nuestros océanos contribuyen a la reflexión y la acción: “Es una de las muchas cuestiones que exigen atención inmediata… Aunque el océano es el hábitat más grande de nuestro planeta y es un sistema que está intrínsecamente ligado a la supervivencia humana, el impacto del cambio climático y del aumento de las emisiones de dióxido de carbono en los océanos se ha visto relegado en gran medida a un segundo plano en los debates sobre el cambio climático. Los océanos, que producen la mitad de todo el oxígeno que respiramos, regulan el clima y la temperatura de la Tierra, nos proporcionan comida y agua y son el hogar de cientos de miles de especies, han sido durante mucho tiempo nuestros mejores aliados en los esfuerzos por frenar el cambio climático.

“(Ese impacto) ya no puede describirse en historias individuales e aisladas sobre la decoloración de los arrecifes de coral; implica cambios fundamentales en los ecosistemas y en la vida marina a una escala que apenas estamos empezando a imaginar. Debemos actuar ahora y hacer que los océanos ocupen un lugar central en la lucha contra el cambio climático”.