Su precio fluctuará como hacen el petróleo, el oro o el trigo

01 dic 2020

Antonio Lopez Crespo

Director de Mas Azul

El agua, un recurso esencial y base de la vida en el Planeta, comenzó a partir del 7 de este mes, a cotizarse en el mercado de futuros en Wall Street como una materia prima más. Por tanto, su precio entrará n la lógica del petróleo, el oro, el cobre, el trigo o la soja.

El agua no es una mercancía. Es un derecho humano básico.

Se trata de una muestra más de la irracionalidad del sistema en el que estamos inmersos. Ante la certidumbre de que el mundo nos depara un futuro próximo de aguda escasez de agua, los mercados responden con la lógica de la codicia.

Para ello se ha creado el índice Nasdaq Veles California Water Index, que evalúa el precio del agua basado en los precios de los futuros del agua en California que cotiza actualmente a unos u$s 486,53 por acre-pie, una medida de volumen utilizada en EEUU que equivale a 1.233 m3.

Estos ‘contratos de futuros’ no requieren entrega física de agua y ponen al agua en el campo de la especulación financiera. El precio del agua en California se ha duplicado en el último año según este indicador y la mayor escasez global de este bien, junto al aire –otro bien clave para la vida– arroja al mercado de materias primas –uno de los grandes focos de la especulación económica mundial– bienes imprescindibles para la vida humana.

No es algo que les importe a los operadores de Wall Street. Según sus expertos, el nuevo índice, basado en el precio semanal promediado entre las cinco principales cuencas de California hasta 2022, permitirá una ‘mejor gestión del riesgo futuro’ del agua al no depender de estimaciones a ojode su precio, que a partir de ahora dependerá de las expectativas de los principales actores de este mercado e incluso ser usado como referencia para el resto del mundo.

Es lo que sostienen desde el Chicago Mercantile Exchange (CME Group), donde consideran que los nuevos contratos permitirán una mejor gestión del riesgo asociado a la escasez del agua y realizar una mejor correlación entre oferta y demanda en los mercados: “Agricultores, fondos o municipios podrán protegerse o especular ante los cambios en el precio del agua… Los futuros de Veles California Water Index (NQH2O) están aquí, la primera herramienta de su tipo para ayudar a los participantes del mercado a administrar el suministro de agua y el riesgo de la demanda”.

ESCASEZ Y ESPECULACION

La explotación excesiva del agua por el sector primario (70%), la industria (20%) y el consumo humano (10%), así como el cambio climático, han llevado a que este bien sea cada vez más escaso.

Aunque desde comienzos del siglo XX, la población mundial se ha duplicado, como resultado de la intensificación de la producción industrial y del consumo, los requerimientos de agua se han sextuplicado.

En la actualidad, un 40% de los seres humanos enfrentan problemas de escasez de agua y se prevé que superará el 47% de la población mundial para el 2030. Teniendo en cuenta que a nivel global las existencias son iguales o menores que hace 2.000 años a lo que se suma que muchas fuentes están contaminadas y sufren los efectos del cambio climático, se estima que dos tercios de la población mundial asentada en África y Asia Occidental tendrán severas restricciones de agua para 2025.

Muchos medios occidentales, asociados a una campaña necia de EEUU que busca el desprestigio de China, ante la evidencia de su ascenso como potencia mundial, repiten como loros que China es el mayor consumidor de agua y el mayor contaminador del mundo. Pero omiten analizar los datos reales y su valoración de acuerdo al tamaño de su población.

La realidad queda reflejada en el siguiente gráfico de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE):

Países que consumen más agua consumen per cápita en el mundo

Fuente: OCDE Water Freshwater Abstractions, OECD Environment Statistics Database 2016 - Los datos incluyen extracciones para el abastecimiento urbano, regadíos, usos industriales y energéticos.

Según recomienda la OMS, la cantidad de agua utilizada por cada persona del mundo no debería sobrepasar los 50 litros diarios. Con esta cantidad, una persona debería tener agua suficiente para abastecer todas sus necesidades alimenticias, sanitarias, higiénicas, etc. A estos 50 litros por habitante, debe agregarse todo el consumo de agua que se utiliza en en el resto de actividades humanas: industria, agricultura, etc.

Como puede observarse en el gráfico de la OCDE que reúne a los países más desarrollados, EEUU es por lejos el mayor consumidor mundial, que triplica el consumo de Europa y de Asia-Oceanía. China entre 2016 y 2020 mantiene un consumo anual de agua siempre por debajo de 670.000 millones de m3, aproximadamente un tercio del consumo estadounidense.

Para ello,  China ha adoptado una serie de regulaciones estrictas para gestionar sus recursos hídricos y una mayor eficiencia del consumo, desarrollando infraestructuras de las tierras agrícolas, eficiencia de riego, etc. En línea con su objetivo de “civilización ecológica” su gobierno se plantea hacer que todo el país sea una sociedad de ahorro de agua para 2035.

DESMONTAR UN FALSO DISCURSO

La decisión de cotizar el agua en Wall Street responde a la pretensión de apoderarse de un bien  estratégico escaso y que agudizará los conflictos en un futuro próximo. Se hace necesario revisar la concepción instalada por los países más desarrollados y reiterada por algunos organismos internacionales de ‘recursos naturales’, como equivalente a ‘frutos de la tierra’.

Se hace urgente y necesario entender que existen “bienes comunes de la humanidad” que no pueden ser equiparables a materias primas, commodities o recursos de naturaleza económica.

Se busca una ‘capitalización de la naturaleza’, convertirla en un activo financiero.

La mayor conciencia desde finales del siglo XX de los riesgos climático-ecológicos que amenazan la existencia misma de la humanidad y de la naturaleza que integra y de la que vive, han impactado en el concepto de lo que consideramos “recursos naturales”.

El Planeta ya no se reproduce. No logra reponer lo que un uso desenfrenado e irracional consume. La huella ecológica global muestra que serían necesarios tres Planetas para sustentar el actual modelo de producción y consumo.

La irrupción de enormes países como China, India y buena parte de las economías de Asia-Pacífico, con requerimientos de materiales y combustibles para impulsar su desarrollo, ponen en el escenario del poder, la puja por el dominio de su “capital natural”.

Es en ese marco, donde se genera esta ‘capitalización de la naturaleza’ que pretende convertirla en un activo financiero, regido por las reglas de la mercantilización. Está claro que este contexto ha marcado un creciente camino –en las últimas décadas– hacia una ‘privatización de la naturaleza’.

No es de extrañar entonces que debamos repensar si la idea misma de los recursos naturales y el rol de los estados nacionales, no se contraponen a un tiempo de decisiones que le corresponden a la humanidad en su conjunto, ya que está en juego su propia supervivencia.

La discusión es compleja y confusa, que requiere un intenso y apremiante trabajo de reelaboración conceptual. Instituciones internacionales como el Banco Mundial (BM) –promotor de la mercantilización de la tierra– hacen una defensa de la “sustentabilidad”, pero introducen en el debate elementos contradictorios como “acceso abierto” y “gobernanza mundial”, para lo que denominan “bienes y entornos comunes”, en los que incluyen el agua, la biodiversidad y la tierra.

El primer interrogante surge de porqué a esos tres bienes no se incorpora el petróleo, otro bien –hoy por hoy– tan valioso e imprescindible como los otros. El segundo nace de una “gobernanza mundial” que implica acuerdos y regulaciones precisas de países que conciertan, mientras que el “acceso abierto” abre una puerta a la discrecionalidad privada.

Es necesario salir de la errónea concepción en boga en las instituciones multilaterales de una “propiedad privada colectiva” y recuperar la noción ancestral de “bienes comunes”, que reconstruye la pertenencia de todos a una “casa común”: el Planeta.

El tema es particularmente relevante para América Latina, África y ciertos países de Asia que tienen una dinámica económica que se sustenta en la producción y exportación de materias primas y que, por tanto, la decisión acerca de sus bienes naturales cobra una dimensión estratégica.

En especial, teniendo en cuenta la histórica y agresiva política de EEUU que se considera con derechos a todos aquellos recursos que juzgue indispensables para su “seguridad nacional”, principio que orienta su pretensión hegemónica –hoy debilitada– de preeminencia energética, comercial, científica, cultural y militar (“Acceso a los bienes comunes”- Estrategia Nacional de Seguridad de EEUU, 2010).

Esa posición abusiva fue compartida por las potencias europeas en su etapa de colonialismo expreso, que hoy se manifiesta en una versión soft, al definir como recursos naturales críticos” a aquellos minerales y metales cuya falta pondría en grave peligro toda la economía comunitaria (“Materias primas críticas para la UE”-Comisión Europea 2010. Enmarcar su acceso en una estrategia de seguridad para asegurar el abastecimiento, pone a los europeos con frecuencia en colisión con su proclamada voluntad de defensa ambiental.

La irrupción de dos gigantes como China e India que consumen en conjunto casi la mitad de los minerales del Planeta agrega una complicación más al tema: ambos requieren asegurarse la estabilidad de las fuentes de provisión y las rutas de transporte.

La dificultad de los países más desarrollados para fluctuar entre la ‘imposición’ estadounidense y la ‘negociación’ europea, ha llevado a favorecer el acceso irrestricto a los recursos pero otorgando a las materias primas el carácter de “cuestión estratégica de Estado” que ya no puede dejar solo en manos de las fuerzas del mercado su control y suministro.

La escasez de agua dispara ahora esta pretensión de EEUU a través de Wall Street, de establecer el precio de referencia de ese bien, como lo ha hecho históricamente sobre el petróleo y los productos agrícolas y minerales.

La libre explotación privada de los recursos debe compatibilizarse con el “interés nacional” de los países más poderosos, en el contexto de una naturaleza que no alcanza para la subsistencia y ocupa dramáticamente el centro de las preocupaciones globales.

Desde la ciudadanía global es imprescindible, por tanto, repensar nuestra visión de los “frutos de la Tierra” y re-conceptualizarlos fuera de la perspectiva mercantil. No se trata de bienes económicos –aunque se los hayan apropiado bajo ese concepto–. El agua, el suelo, el subsuelo mineral, el glaciar, no son “recursos naturales” sino “bienes comunes”.

El término bienes naturales comunes” confronta la concepción utilitarista de los bienes de la naturaleza como mercancía, visión que implica el desconocimiento del resto de sus atributos, simbólicos y existenciales, no representables por un precio de mercado. Exceden la noción de recursos naturales, ya que consideran también los servicios ambientales de una naturaleza que no está como objeto de apropiación sino que pertenecemos a ella y dependemos de ella para nuestra supervivencia.