EL RETORNO A LA NATURALEZA

nov 2019

Nadie puede asegurar qué nos depara el porvenir, pero tal como señalábamos en “El futuro de las ciudades” (I), avanzar en la definición del entorno urbano en el que quisiéramos vivir en los próximos años, es una tarea acuciante. A lo largo del siglo XX se hizo presente un proceso de creciente ruptura de las ciudades con la naturaleza. Construidas bajo el paradigma tutelar del automóvil, condensaron problemas de contaminación, congestión, inseguridad y un paulatino alejamiento del bienestar de sus habitantes como eje de su desarrollo. Y hoy la realidad exige que nuestros espacios urbanos deban reinventarse.

Una de esas tendencias llamadas a revolucionar el entorno urbano ha sido definida por el arquitecto italiano Carlo Ratti, como la necesidad de alcanzar una convivencia armónica “entre el verde y el gris”. Con un “deadline” tan perentorio como el 2030 –apenas una década– habrá 5.000 millones de personas viviendo en megalópolis, lo que implica un gigantesco desafío para diseñar las ciudades del futuro.

Ratti, uno de los diseñadores urbanos más influyentes –considerado una de “las 50 personas que cambiarán el mundo” por el Wired Magazine (2012)– dirige el Senseable City Lab, en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde con su grupo de investigación explora las oportunidades que las nuevas tecnologías pueden brindar para cambiar el diseño y la vida en las ciudades. Para él, el mayor reto es la búsqueda de un vínculo armónico entre el espacio urbano y la naturaleza: “Soy un defensor del verde agrícola en las ciudades. Gracias a las nuevas tecnologías, podemos hacer que el campo regrese a la ciudad a través de los cultivos hidropónicos, las granjas verticales o los huertos urbanos”.

Granja restaurante Riverpark en 29th St. y 1st Ave. en Manhattan.

La ciudad se apartó de la naturaleza y hoy necesita imperiosamente recuperarla. Se trata de una verdadera revancha de la naturaleza. Cinco mil millones de personas vivirán en ciudades en los próximos 10 años y casi 7.000 millones en el 2050. Para atender su acceso a la alimentación será necesario replantearse todo el sistema mundial de producción de alimentos, que hoy es escandalosamente dilapidador.

Alrededor de un tercio de los alimentos producidos en el mundo para el consumo humano (1.300 millones de toneladas anuales aprox.) se pierde, se tira o se desperdicia, lo que representa unos 1.000 millones de dólares por año (u$s 680.000 millones en los países industrializados y u$s 310.000 millones en los países en desarrollo) tirados a la basura. Ambos grupos malgastan más o menos la misma cantidad de alimentos (670 y 630 millones de toneladas, respectivamente).

Se trata de dotar a las ciudades de un cinturón verde que no solo reponga la naturaleza en el entorno sino que aporte, a través de una agricultura urbana, los medios para generar alimentos a la población. Hay innovaciones como las desarrolladas por Aero Farms, que permiten apilar varias bandejas de hortalizas, para producir hasta cien veces más por m2 que las explotaciones tradicionales o la implantación de sistemas acuapónicos, como el utilizado por Sky Greens, que aprovechan los residuos de las granjas piscícolas para fertilizar sus huertas de vegetales.

Todo ello es parte de una verdadera explosión de innovación científica que se está aplicando a la producción de alimentos. La Universidad de Wageningen en los Países Bajos es el epicentro de esa revolución que incorpora tecnología digital, genética e inteligencia artificial para resolver los problemas alimentarios mundiales.

Es conocida como el “Silicon Valley de los Alimentos”, en referencia a la innovación que genera y a la gran cantidad de start up y firmas de capital riesgo que está atrayendo y se lo considera uno de los centros de investigación líder mundial en tecnología alimentaria, junto con las Universidades de California-Davis y Cornell (EEUU).

Dado que el cambio climático y la contaminación ambiental están degradando la tierra y limitando el acceso al agua, mientras la población mundial se encamina hacia los casi 10.000 millones de habitantes para el 2050, la apuesta es que la tecnología alimentaria contribuya a mitigar el problema.

Esa producción de alimentos a partir de laboratorios también remite a las ciudades y su desarrollo. La reputación de innovación de la Universidad de Wageningen ha atraído a casi 200 compañías en un radio de 10 kms., desde pequeñas start up y empresas especializadas en genética alimentaria como Keygene hasta grandes compañías como Kraft Heinz.

París será más bella y sostenible: la alcaldesa Anne Hidalgo planea agregar 100 hectáreas de espacios verdes y huertos urbanos el próximo 2020.

“Si queremos evitar el colapso –señala Ratti– debemos encarar soluciones innovadoras y originales” y plantea la necesidad de incorporar “el verde” a los entornos urbanos para mejorar el bienestar de sus habitantes. Por eso prefiere el concepto de senseable city en lugar de smart city, ya que éste alude sólo al ámbito tecnológico sin tomar en cuenta “la capacidad de sentir” las ciudades.

En esa dirección, un grupo de 26 ciudades entre las que se cuentan las latinoamericanas Medellín, Quito y México DF., adhirieron al compromiso de generar “calles más verdes y saludables”. Para los responsables de esas ciudades en el  futuro, “la mayoría de las personas se moverán caminando, en bicicleta y utilizando formas de transporte compartido. Con el aumento de zonas reservadas para peatones y bicicletas, más gente dedicará tiempo a caminar, jugar y disfrutar de los espacios al aire libre. Esto a su vez tendrá como consecuencia que haya menos vehículos, menos congestión y menos contaminación. La transición hacia una movilidad con cero emisiones tendrá como resultado que las calles estén menos congestionadas y el aire que respiramos sea más limpio”.

Diseño de Carlo Ratti Associati y Bjarke Ingels Group de un rascacielos de 280 mts. de altura, en el 88 Market Street del distrito financiero de Singapur, con parques verticales incorporados.

Las ciudades tienen problemas agudos. Pero en cada rincón del Planeta hoy se verifican esfuerzos dirigidos a poner el acento en mejorar la vida de sus habitantes, fomentando la sostenibilidad y haciendo un uso más eficiente de sus recursos naturales. Más espacios verdes, reducción del consumo energético de los edificios, promoción de medios de transporte que reduzcan la contaminación ambiental. Como señala el Informe de la WEF 2015: “Si el futuro de las ciudades no puede ser una expansión insostenible, debe ser al menos un futuro de innovación incansable”

Ethic, nuestro colega en la búsqueda de soluciones reales para los desafíos sociales y medioambientales globales, desde el ejercicio de un periodismo para el cambio, ha repasado diez ciudades que marchan por ese camino.

1. Copenhague (Dinamarca): más de la mitad de sus habitantes se desplazan en bicicleta por una ciudad con más de 2.200 has. verdes de acceso público y que se propone ser la primera ciudad libre de emisiones de carbono en 2025;

2. Ámsterdam (Países Bajos): más bicicletas que habitantes, desarrollo de un plan para generar 50.000 m2 de techos verdes y potenciar los sistemas de recogida del agua de lluvia para su reutilización;

3. Estocolmo (Suecia): posee uno de los mejores sistemas de transporte público del mundo y plantea ser la primera urbe completamente libre de combustibles fósiles antes de 2050;

4. Berlín (Alemania): verde por excelencia con parques y jardines en el área urbana), supera a cualquier otra ciudad europea. Con un creciente número de tejados verdes a los que alimenta con aguas “grises”, plantea reducir en un 85% sus emisiones de CO2  antes del año 2050, tarea en la que está empeñada desde 1990 habiendo logrado la disminución de más de un 30% desde entonces;

5. San Francisco (EEUU): una de las ciudades más verdes del país con innovadoras políticas medio-ambientales, como sus programas de conservación del agua, reutilización del agua de la lluvia y el empleo de aguas grises;

6. Portland (EEUU): con más de 37.000 has. de espacios verdes y casi 120 kms. de senderos, es una de las ciudades más verdes de su país, habiendo logrado reducir desde 2006, sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 46%;

7. Vancouver (Canadá): caracterizada por su fuerte orientación hacia la defensa del medio ambiente desde hace décadas, es la ciudad con menos emisiones de CO2 de América. Lleva adelante un novedoso Plan de Acción de la Ciudad Más Verde, que potencia su vocación de sostenibilidad urbana, con 200 espacios verdes a los que suma el Stanley Park, de 400 hectáreas, uno de los tres parques urbanos más grande de América del Norte;

8. Helsinki (Finlandia) es una de las ciudades más limpia, segura y ordenada del mundo con un transporte público ejemplar y un intensivo uso de la movilidad en bicicleta. En la ciudad como en el resto del país rige el derecho de acceso público y gratuito a la naturaleza;

9. Reykjavik (Islandia) posee una extensa red de autobuses de hidrógeno y el agua caliente, la calefacción y la electricidad provienen en su totalidad de fuentes geotérmicas renovables y de la energía geoeléctrica procedente de las numerosas fuentes naturales del territorio islandés. Su propuesta de eliminación del uso de todo tipo de combustible fósil para 2050, ya casi lo han alcanzado ya que sólo el 0,1% de la electricidad utilizada proviene de combustibles fósiles;

10. Ciudad del Cabo (Sudáfrica): Está a la cabeza de las ciudades africanas en cuanto al cuidado del entorno. Posee un sistema de transporte eficiente, senderos urbanos para bicicletas y comenzado a utilizar energía eólica para su consumo.