Espacio, agua, movilidad y cambio climático

oct 2019

En los albores de la revolución digital comenzó a especularse con lo que la británica Frances Caincross llamó “La muerte de la distancia”: la interactuación de las personas en el ciberespacio restaría importancia a la localización geográfica de las personas. La talentosa ex rectora del Exeter College de Oxford, tenía en parte razón.

Sin embargo, tres décadas más tarde aquella “distancia” conjuga con un intenso fenómeno: la creciente urbanización. Los seres humanos siguen fluyendo hacia los centros urbanos y Naciones Unidas prevé que, en 2050, la población urbana será igual a la población mundial total existente en 2002.

Mientras el mundo marcha hacia transformaciones revolucionarias, cabe preguntarse con urgencia, ¿cómo serán las ciudades del mañana? O mejor, ¿qué ciudades necesitaremos en el futuro?

Es indudable que las oportunidades sociales, económicas y creativas, que brindan las ciudades, resultan un poderoso un imán para las personas. La creciente importancia económica de los bienes intangibles ha consolidado un proceso por el que las grandes ciudades resultan más productivas que las zonas rurales. Allí es donde se generan más patentes, se vinculan innovación e inversión y se logran los mayores avances científicos y tecnológicos.

Sergio Andrés Moreno señala “las industrias basadas en el conocimiento intensivo tales como la tecnología, las finanzas y los servicios creativos se ven altamente beneficiadas cuando están aglomeradas. Cuando estas industrias tienen la posibilidad de compartir ideas y experiencias, es allí donde ocurre la innovación. Por esto las ciudades resultan tan atractivas para quienes ven en ellas un cúmulo de industrias y experiencias, nuevas oportunidades y medios para mejorar su calidad de vida”.

Un trabajo de la consultora McKinsey (2011) sobre “El poder económico de las ciudades”, estimaba que, para el 2025, las 100 ciudades más grandes del mundo generarán el 35% del PIB mundial y que un grupo de 600 ciudades, aportarán más del 60% del crecimiento global. Y preveía que “el centro de gravedad del mundo urbano se movería hacia el sur y, aún más decisivamente, hacia el este”.

Pero el proceso de creciente urbanización y relevancia de las ciudades no está exento de grandes desafíos. Las de mayor y más rápido crecimiento muestran severos problemas de adaptación al crecimiento y la industrialización, con los consiguientes costos de contaminación, congestión y pobreza.

Las ciudades abarcan menos del 2% de la superficie de la Tierra pero representan hoy, uno de los factores que más contribuyen al cambio climático, tanto por el volumen de energía que consumen (78% de la energía mundial) como por las emisiones de gases de efecto invernadero que generan (más del 60%), según consigna un trabajo de ONU-Habitat.

Según estudios y previsiones de diversos organismos internacionales vinculados a la evolución de las ciudades, en la actualidad la población urbana total ronda los 4.000 millones de personas (54% del total) y todos los pronósticos anticipan que éstas albergarán dos tercios de la población mundial en 2050. Hace apenas un siglo la población urbana no alcanzaba el 20%.

Naciones Unidas advierte que, en 2050, residirán en áreas urbanas unos 2.500 millones de personas más que en la actualidad, de las cuales casi el 90% vivirán en ciudades de Asia y África.

Como señala con acierto Myriam Heredia, miembro de la International Cooperation in Sustainable Design y secretaria académica de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo (Argentina), ese crecimiento urbano debe ser puesto en su real contexto: de los 4.000 millones que habitan hoy en las ciudades, 1.000 millones viven debajo de la línea de la pobreza y se prevé que cuando en 2030 alcancen los 5.000 millones, serán unos 2.000 millones de urbanitas, los que aún permanecerán debajo de la línea de pobreza, si no hacemos lo necesario para revertir la situación. Es lo que ONU ha llamado el proceso de “tugurización de las ciudades”.

Repensar las ciudades

Según un informe de expertos de la UN Environment, la demanda urbana de recursos podría aumentar en un 125% para 2050 y anticipa que se construirán al menos unas 200 nuevas ciudades en Asia en los próximos 30 años. Ello significa, según los expertos, “una oportunidad única para cambiar la urbanización esperada hacia un camino ambientalmente más sostenible y socialmente justo”. Los modelos de urbanización, uso del suelo e infraestructura crítica y la dirección de las inversiones necesarias, determinarán si las ciudades estarán preparadas para el futuro o se volverán insostenibles.

Agora Garden Tower o Tao Zhu Yin Yuan, ubicado en Taipéi (Taiwán, China) edificio residencial ecológico de lujo, capaz de absorber 130 toneladas de dióxido de carbono al año.

Para Marina Otto, una reconocida experta internacional, Jefa de la Unidad que lidera el trabajo de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente en las ciudades “estamos en un punto de inflexión…” porque si bien se ven a nivel de los gobiernos subnacionales y locales cómo se asumen compromisos enérgicos, en esa dirección, “la falta de capacidad de planificación urbana es crítica, en muchos lugares”.

Para la funcionaria de Naciones Unidas, se necesita una “revolución de planificación” que implique  ciudades estructuradas estratégicamente, compactas, con edificios de uso mixto y con especial énfasis en sistemas urbanos integrados. La “revolución” con la que sueña Otto, implica profusión de techos y paredes verdes, corredores de biodiversidad; sistemas de energía descentralizados, alimentados por energías renovables complementando las redes y un mejor uso de la capacidad de reserva a través de una economía compartida.

Maximizar la cantidad de espacios verdes para producir oxígeno, eficiencia energética en el transporte, aprovechamiento de los recursos de la zona para abastecerse y la reutilización y reciclado de residuos son algunas de las pistas para pensar las ciudades del futuro.