21 mar 2022

A menudo silenciada, la producción de neumáticos y la industria del caucho en general constituyen una importante fuente de contaminación ambiental. Como siempre, contra toda la evidencia científica, las grandes fábricas de neumáticos se niegan a reconocer públicamente su responsabilidad en los daños ambientales que provocan.

Los residuos de neumáticos alcanzan cifras alarmantes a nivel mundial.

Gavin Whitmore, representante de Tire Industry Project, un grupo industrial de investigación que incluye a 11 grandes fabricantes de neumáticos sostiene que “no existe una definición de “microplásticos” aceptada a nivel internacional. (Nuestros) estudios han determinado que es improbable [que las partículas procedentes del desgaste de los neumáticos y las carreteras] afecten negativamente a la salud humana y al medio ambiente”.

Bajo la lupa

Cobra significado que, por tanto, pongamos bajo la lupa la realidad de la industria del caucho y los neumáticos y veamos cuál es su verdad.

Ya en 2013, un informe realizado en Canadá, por Cornelia Andreea Badila, “Scrap Tire Weight and characteristics study Passenger Light Truck (PLT), determinó que los neumáticos para turismos y furgonetas perdían casi 1,1 kgs. de caucho a lo largo de su vida útil (una media de 6,33 años).

En 2017, Pieter Jan Kole junto a Ansje J Löhr y otros (Universidad Abierta-Países Bajos) publicó “Wear and Tear of Tyres: A Stealthy Source of Microplastics in the Environment” donde demostró que los neumáticos representan hasta un 10% de los microplásticos presentes en los océanos. Un informe casi simultáneo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) elevaba ese 10% hasta un 28%.

Kole y su grupo recordaban además que “el desgaste de los neumáticos es una fuente sigilosa de microplásticos en el medio ambiente… y que en el aire, se estima que entre 3% y 7% de las partículas (PM2.5) provienen del desgaste de los neumáticos, lo que indica que pueden contribuir a la carga mundial de contaminación del aire para la salud”.

Las conclusiones del estudio publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health, ratificadas en 2019, establecen que el desgaste de los neumáticos contribuye significativamente al flujo de (micro) plásticos al medio ambiente”. El estudio avanza en las características de desgaste de los neumáticos, la cantidad de partículas emitidas, las vías en el medio ambiente y los posibles efectos en los humanos y establece que “la emisión per cápita estimada oscila entre 0,23 y 4,7 kg/año, con un promedio mundial de 0,81 kg/año”.

El estudio de Kohl determinó que los estadounidenses producen el mayor desgaste de neumáticos per cápita con un total de unas 1,8 toneladas de microplásticos al año. Y comprobó que las emisiones de los neumáticos de automóviles son las más altas fuentes de microplásticos, por encima del césped artificial., el desgaste de frenos o los neumáticos de avión.

Esas minúsculas partículas oscilan entre el tamaño de un virus y el de una pequeña hormiga. Difíciles de filtrar, recoger y detectar, acaban en los estómagos de peces, pájaros o crustáceos, causando daños ambientales y constituyendo un riesgo para la salud humana.

Según ONU Frontiers, inundan playas y mares y se las puede encontrar en lagos y ríos del Himalaya o los mares de todo el mundo. Se estima que cada kilómetro cuadrado del océano en promedio contiene unos 63.320 microfragmentos, flotando en su superficie, aunque en aguas del este asiático las concentraciones pueden ser hasta 27 veces mayores.

Para los investigadores de la Open University de Países Bajos, las micropartículas del desgaste de los neumáticos entran nuestra cadena alimentaria y constituyen un riesgo para nuestra salud por lo que plantean “la búsqueda de soluciones técnicas creativas y un esfuerzo global de todas las partes interesadas; consumidores, reguladores, industria e investigadores por igual”.

Datos duros

Cuando hablamos del impacto ambiental de la producción de neumáticos y de la industria del caucho en general, hay tres escenarios diversos para analizar: 1. la fase de producción (tanto del caucho natural y sintético, como la de la elaboración de los neumáticos); 2. la fase de utilización (el impacto ambiental a lo largo de su vida útil) y 3. la fase de residuo o desperdicio.

Las tres fases son igualmente preocupantes desde el punto de vista ambiental. Aunque pueda parecer que la producción y el residuo representen los procesos que más afectan a la salud del Planeta, no debe descartarse el importante impacto ambiental de los neumáticos en su fase de utilización (Ver Más Azul n° 11, ago 2020,  “Caucho y neumáticos Contaminación ambiental con poca prensa”).

Los neumáticos, además de metal y otros materiales, están hechos de caucho natural (19%) y caucho sintético (24%) que es un polímero plástico. En la fabricación del caucho sintético y en el proceso de ensamblaje se utilizan combustibles fósiles (la principal causa de contaminación planetaria). Cada neumático insume entre 30 litros (automóviles) y 100 litros de petróleo (camiones). Como la producción mundial anual de coches es de 95 millones de unidades y cada vehículo tiene cinco neumáticos (475 millones), el volumen de petróleo utilizado alcanza los 14.250 millones de litros.

Es decir que cada neumático nuevo fabricado lleva implícito el consumo de enormes volúmenes de recursos naturales limitados.

Pero la producción de neumáticos agrega además otras graves consecuencias medioambientales, como la deforestación continua para habilitar tierras para la plantación de árboles de caucho, en especial en las regiones de mayor implantación como el Sudeste Asiático, China y África Occidental.

La producción mundial anual de caucho natural ronda los 13 millones de toneladas (FAO-Naciones Unidas) y de caucho sintético unos 14 millones de toneladas anuales (Statista), ambos con tendencia creciente en la última década.

El uso del caucho natural se puede segmentar básicamente en 1. Neumáticos y otras partes automotrices (por su resistencia al desgarro y baja acumulación del calor); y 2. Otros múltiples productos (desde guantes, cintas transportadoras, calzado, tubos de caucho a cimientos antisísmicos, etc).

Se trata por tanto de un material estratégico tal como lo considera la Unión Europea expresamente.

Su enorme demanda hizo que se requiriera algún material sustituto. En 1909, un químico de Bayer, Fritz Hofmann, inventó el primer caucho sintético comercial y un año después se aplicó a los neumáticos. El proceso se completó cuando en 1931, la empresa estadounidense DuPont llevó la fabricación del caucho sintético a niveles masivos.

Impacto ambiental

El impacto ambiental del caucho y los neumáticos en su fase de residuo o desperdicio es conocido, pero en sus fases de producción y utilización, es algo que no ha tenido la suficiente repercusión pública. El desarrollo del neumático con cámara –invento de John Boyd Dunlop en 1887– y la extraordinaria expansión del automóvil, determinaron que el consumo de caucho y neumáticos se disparara, hasta constituirse hoy en uno de los productos que generan mayores problemas ambientales en todo el mundo.

La fuerte demanda acompañada de un aumento de los precios del caucho impulsó a varios países asiáticos a una generalizada conversión de tierra en monocultivos de caucho. La producción de caucho natural aumentó más del 50% desde 2000 y la voracidad de los inversores llevó con frecuencia a la ocupación de tierras significativas para la conservación de la biodiversidad y el equilibrio de los ecosistemas. Más de 2.500 kms2 de bosques naturales y 610 kms2 de áreas protegidas fueron convertidas en plantaciones de caucho, solo entre 2005 y 2010.

Más de 3.000 kms2 de bosques y áreas protegidas convertidas en plantaciones de caucho, solo entre 2005 y 2010.

Cuando un neumático tiene determinado rodaje y desgaste debe ser sustituido por otro y pasa a ser NFU (neumático fuera de uso). Debido a la expansión global del automóvil, la cantidad de NFU, que se generan a nivel mundial, alcanza cifras alarmantes. Según estimaciones de la industria y de la OMS, la demanda mundial requiere unos 3.000 millones de neumáticos por año (peso medio 8 kgs) y se calcula que alrededor de 1.000 millones terminan anualmente como desperdicio, tras su ciclo de vida útil de 5 a 6 años.

La acumulación de éstos en vertederos de basura de forma incontrolada en todas las regiones del mundo constituye una fuente de contaminación de graves consecuencias para el medio ambiente y la salud ciudadana al liberar sustancias químicas al aire, al suelo y al agua.

En los vertederos son frecuentes los incendios (en general provocados) ya que el caucho de neumáticos es un material altamente inflamable. La acumulación de NFU en cantidad en un lugar agrava los incendios ya que los neumáticos enteros atrapan gas metano y no así cuando son fragmentados. Además al quemarse generan gases tóxicos altamente contaminantes. Los neumáticos contienen altos niveles de zinc y cloro, que si se queman sin control, sus consecuencias pueden ser desastrosas.

Por otra parte, los neumáticos no son biodegradables y por su composición con caucho sintético, pueden permanecer durante cientos de años. Esa permanencia los hace nido ideal en los vertederos para roedores, plagas y enfermedades. En especial, los mosquitos se reproducen allí y generan enfermedades graves como dengue, chikungunya, encefalitis, fiebre amarilla o el virus del Nilo Occidental.

Pero su mayor peligro proviene de los que sucede durante su vida útil ya que los neumáticos están diseñados para mejorar su agarre durante la conducción y en especial, en las frenadas. La abrasión resultante hace que se desprendan pequeños fragmentos de caucho, que dependiendo de la carretera, la lluvia y el alcantarillado los trasladan a los cursos de agua y de allí al mar.

 

De manera irracional, los fondos marinos alojan verdaderos “cementerios de neumáticos”.

Pero muchas veces no se trata solo de partículas de caucho o microplásticos sino incluso de verdaderos “cementerios” de neumáticos arrojados al mar, con consecuencias ambientales desastrosas.

Una investigación de la Universidad de Plymouth (Reino Unido) confirma que las partículas liberadas por los neumáticos de los vehículos son una fuente importante y no atendida de microplásticos, en el medio marino.

La sola consideración de los millones de vehículos que recorren cada día el Planeta permite imaginar los miles de millones de partículas de neumáticos que se liberan a la atmósfera y los cauces de agua.

Pero la industria, tal como señaláramos al comienzo de esta nota “considera “improbable [que las partículas procedentes del desgaste de los neumáticos y las carreteras] afecten negativamente a la salud humana y al medio ambiente”.

Ver parte II en el número de abril 2022