Una propuesta para desarrollar ciudades sanas

07 oct 2020

Las ciudades ocupan menos del 3% de la superficie terrestre mundial, pero sin embargo aportan 78% de las emisiones de carbono, consumen 60% del uso de agua residencial y albergan el 56% de la población mundial, un porcentaje que podría elevarse al 60% en 2030.

Consumen el 75% de los recursos naturales del Planeta y generan más de la mitad de los residuos globales.La expansión de población urbana está convirtiendo las ciudades en verdaderas “junglas de cemento”.

Sao Paulo, una jungla de cemento.

Las previsiones de Naciones Unidas estiman que la población mundial llegará a 9.700 millones en 2050. Para entonces, casi dos tercios vivirá en ciudades y consumirá el 91% de los recursos mundiales. El creciente proceso de urbanización incrementará el número de mega-ciudades que superarán las 40 en la próxima década.

Ese escenario hace imperioso repensar las ciudades del futuro desde varias ópticas: la gestión del agua y los demás recursos naturales; el manejo de los residuos y la recuperación de la naturaleza en el entono urbano para hacer ciudades más sanas.

RETORNAR A LA NATURALEZA

La urbanización acelerada mundial, sumada al cambio climático, amenaza la capacidad de las ciudades de satisfacer las necesidades de sus habitantes. La OMS señala que se requiere un promedio de 10 m2 verdes por habitante y advierte de que la contaminación del aire se convertirá en la principal causa ambiental de mortalidad prematura en el mundo.

Se estima que hacia 2050, el número de muertes derivadas de la exposición a partículas suspendidas aumentará a más del doble y que esa contaminación ambiental tendrá consecuencias sobre la salud del planeta y el calentamiento global.

En septiembre, Más Azul advertía (Ver “Ciudades y Pandemia”) como la alta densidad y concentración, los sistemas de movilidad utilizados, la desvinculación de la mayoría de las grandes urbes con la naturaleza y la preponderancia de los coches frente a los ciudadanos en el modelo imperante, contribuyen a conformar ciudades que enferman.

La ONU previene que el crecimiento explosivo de las ciudades no solo amenaza la sostenibilidad sino también la calidad de vida de las personas y su salud y que “el cambio climático supone un nuevo desafío para el urbanismo”.

FAO en un estudio (‘El estado de los bosques del mundo’, 2019) llamó a que los planificadores incorporaran árboles y bosques de las ciudades, como forma de eliminar la contaminación y proporcionar beneficios para la salud de los ciudadanos: Una ciudad necesita de los bosques urbanos para estar sana”.

Bosques urbanos y periurbanos, planificados y gestionados adecuadamente pueden ser una herramienta valiosa de transformación de las ciudades hacia un modelo sostenible.

El Foro Económico Mundial (WEF) de este año, en su Informe sobre los riesgos globales destaca que los mayores riesgos para la economía mundial provienen de los desafíos ambientales. Entre diversas propuestas para luchar contra el cambio climático, recuerda la necesidad de implantar pequeños bosques para transformar nuestras ciudades.

“Los bosques urbanos son elementos que eliminan la contaminación, brindan sombra, y proporcionan numerosos beneficios para la salud”, insiste FAO. “Esta vegetación es fundamental para el bienestar de cualquier ciudad… Su diseño, planificación y gestión deberían integrarse plenamente en la planificación urbana” para diseñar las ciudades del futuro.

La incorporación de bosques urbanos debe integrarse en la planificación de las ciudades del futuro.

Los bosques urbanos como reguladores del calor y de la calidad del aire más sus beneficios en términos de salud mental son factores que exigen su incorporación a las políticas públicas de adaptación y mitigación de los efectos del calentamiento global.

Y teniendo en cuenta la velocidad del incremento urbano y el cambio climático, estos espacios de bosque deberían incorporarse en la planificación urbana de forma rápida y prioritaria.

JAULAS DE HORMIGON

Las alteraciones climáticas están ejerciendo una profunda presión sobre los entornos urbanos. Fenómenos como olas de calor, sequías e inundaciones son una seria amenaza para las ciudades e impactan sobre su infraestructura y la salud de sus habitantes. Basta recordar las secuelas mortales de recientes olas de calor en Europa, Asia y América latina.

Se estima que los centros urbanos son más calientes que sus entornos periurbanos como consecuencia directa de la concentración de edificios, la expansión de cemento y asfalto y una menor presencia de vegetación que permita revertir la acumulación de calor.

Es importante tener en cuenta, que el concreto u hormigón es el material de construcción más utilizado en el mundo. Según el World Business Council for Sustainable Development, se producen cerca de 11.000 millones de metros cúbicos en todo el mundo.

Ese enorme volumen implica emisiones de CO2. El proceso de fabricación de cemento, transforma el carbonato de calcio en CO2 y cal. Para lograrlo requiere quemar combustibles fósiles, lo que aumenta sus emisiones. Esta industria produce el 7% de todas las emisiones mundiales de (CO2).

Como resultado de la extracción de rocas para la producción del cemento portland y los áridos para el concreto, se liberan unas 55 gigatoneladas de carbono anuales, en comparación con las 9 gigatoneladas de carbono liberadas por la quema de combustibles fósiles.

Aunque hay innovaciones tecnológicas para reducir ese impacto (Ver Más Azul n° 6, marzo 20, “Avances tecnológicos permitirían frenar el cambio climático”), los fabricantes líderes en cemento y la mayor parte de las constructoras parecen poco dispuestas a asumir alternativas más verdes, como las planteadas por Brent Constantz con la tecnología Blue Planet, que permite eliminar la piedra caliza y sustituirla por una combinación de CO2 capturado y hormigón reciclado, a través de un proceso de mineralización de carbono.

El flujo creciente de población hacia las ciudades, la ausencia de planificación urbana y la especulación inmobiliaria han acarreado una suma de fenómenos distorsivos sobre las ciudades: la expansión descontrolada de slums o villas miserias; la construcción de enormes moles de cemento para rentabilizar el suelo; la destrucción de los sistemas agrarios periurbanos y la instalación de un modelo disgregador que remite la vivienda a zonas alejadas de los centros comerciales y de trabajo.

CIUDADES SANAS

Pero las ciudades pueden ser diferentes. Y es necesario que lo sean. Se requiere incorporar nuevas estrategias y tecnologías que permitan aprovechar las soluciones que aporta la naturaleza. Repensar las ciudades para hacerlas más sanas, seguras y bellas.

Parque en Helsinki: Repensar nuestras ciudades para hacerlas más sanas, seguras y bellas.

Las experiencias de Japón, Corea del Sur y Finlandia pueden servir de ejemplo.

Japón, tras décadas de apostar a la competitividad y la dedicación compulsiva al trabajo, tuvo secuelas: altas tasas de suicidio y muerte por estrés laboral (karoshi). El gobierno nipón, basándose en su ‘medicina tradicional’ optó en 1982 por desarrollar cien forest theraphy sites, bosques especialmente cuidados para que sus ciudadanos practicaran el Shinrin-Yoku (“baños de bosque”), caminatas terapéuticas de dos horas para dejar que la naturaleza entre por los cinco sentidos.

Cada año entre 2,5 y 5 millones de japoneses, acuden a las sesiones de “terapia del bosque” en alguno de los centros oficiales certificados por la Shinrin Therapy Society y la Agencia Forestal de Japón.

Se trata de una práctica popular en el Extremo Oriente. El equipo de Yoshifumi Miyazaki, vicedirector de Chiba University’s Center for Environment, Health and Field Sciences, demostró con estudios fisiológicos y psicológicos los efectos benéficos para la salud humana en diversas patologías (obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, etc), así como en la reducción de procesos de tensión, ira, ansiedad, depresión e insomnio.

Es que –explica Miyazaki– “durante nuestra evolución hemos estado el 99,9 % de nuestro tiempo en entornos naturales. Nuestras funciones fisiológicas están todavía adaptadas a ese medio. Por eso, los sentimientos de bienestar y confort que experimentamos están casi siempre relacionados con estos entornos”.

El inmunólogo Qing Li, de la Escuela de Medicina de Tokio, demostró que un paseo por el bosque aumenta significativamente la concentración de células NK en sangre, un tipo de glóbulo blanco que contribuye a la lucha contra las infecciones y contra el cáncer.

Corea del Sur no estuvo exenta de las distorsiones provocadas por el crecimiento y la especulación urbana, a partir de la década de los ’70. Su rápida industrialización provocó además deforestación y una intensa destrucción de los ecosistemas. Pero sus autoridades percibieron rápidamente sus consecuencias y trazaron un plan quinquenal de ‘crecimiento verde’.

La estrategia económica basada en la ecología significó una revisión completa de la economía surcoreana. Utilizando casi el 2% del PIB nacional, se impulsó el uso de la energía solar y eólica, la construcción de una red nacional de ciclismo y se invirtieron más de 140 millones de dólares en un National Forest Therapy Center, con el objetivo de favorecer los “baños de bosque”.

Ante problemas con la calidad del aire y del agua, la ciudad de Seúl realizó obras para garantizar la potabilidad del agua de acceso público y realizó la restauración del parque Cheonggyecheon, en el centro urbano que había sido degradado por el paso de una autopista.

Parque Cheonggyecheon, en el centro de Seúl, restaurado para paseos urbanos en la naturaleza.

Los bosques son la característica natural más importante de Finlandia, tanto desde el punto de vista socio-económico como ambiental y cultural. Es uno de los países con mayor densidad forestal del mundo: más de 4 hectáreas de bosque por persona, es decir diez veces más que el conjunto de Europa occidental.

Si bien el 60% de los bosques son de propiedad privada, una ley establece el acceso libre y gratuito a la naturaleza y al disfrute recreativo de las áreas naturales, teniendo en cuenta el impacto positivo que los árboles y las plantas tienen en nuestra salud física y psicológica.

Cada vez se reconoce en mayor medida los beneficios que aporta a la salud el acceso con fines recreativos a los bosques, en particular los urbanos. Estudios realizados en 2019 por la Universidad de Míchigan (EEUU), ratifican que realizar al menos 20 minutos al día para pasear o sentarse en un lugar en contacto con la naturaleza reduce significativamente los niveles de hormonas del estrés.

Rachel y Stephen Kaplan, investigadores de esa Universidad repararon en que la mayor parte de las actividades de la vida diaria, requieren una atención directa y focalizada, como chequear los mensajes en el celular, trabajar frente a un ordenador o encontrar estacionamiento para el coche. Y se preguntaron: “¿Cómo descansar nuestras mentes de esta función?”

La respuesta: tomar contacto con la naturaleza. Pero ¿cómo hacerlo en una ciudad de hormigón que ha renunciado a la naturaleza y privilegiado a los automóviles por encima de sus ciudadanos?

Experimentaciones realizadas por los Kaplan y otros, demostraron que pequeños paseos por áreas verdes o jardines urbanos hacen que las personas reduzcan su estrés, respondan mucho mejor en los test cognitivos, se sientan más felices y sean menos irritables.

Ello requiere cambios en la planificación urbana como propone el Programa FAO “Tree Cities of the world”, para que las ciudades inviertan en soluciones basadas en los bosques, que les permita acercarse a un modelo de desarrollo urbano más sostenible y resiliente.

Simone Borelli, del Departamento Forestal de FAO, señala las enormes ventajas de los bosques urbanos: “Al ofrecer sombra y enfriar el aire, los árboles y bosques urbanos pueden reducir las temperaturas extremas y mitigar los efectos del cambio climático”.

Algo que ratifica, Hivy Ortiz Chour, Oficial Forestal para América Latina y el Caribe de FAO en Chile: “los espacios verdes dentro de una ciudad y la ubicación estratégica de los árboles en áreas urbanas pueden enfriar el aire hasta en 8°C, reduciendo la necesidad de aire acondicionado en un 30%”.

Diversas ciudades en el mundo (Auckland, Barcelona, Beijing, Estrasburgo, Londres, Los Ángeles, Medellín, Melbourne, México DF, Múnich, Nueva York, Oporto, Roma, Santiago, Seúl, Singapur, Tokio, Toronto, Varsovia, Zurich) avanzan en multiplicar el contacto de sus habitantes con la naturaleza.

En América Latina, el municipio de Independencia (Lima-Perú) desarrollo un proyecto de forestación en una zona con peligro de deslizamientos de tierra, declarada de alto riesgo. En un área de 14 hectáreas –equivalente a cinco campos de fútbol– se plantaron 23.000 árboles nativos, con un sistema de riego por goteo con aguas residuales tratadas. El nuevo parque incluye senderos, miradores y espacios de recreación familiar.

Campo de São Bento Niteroi- Brasil.

Otro ejemplo es Niterói (Brasil), una ciudad de casi 500.000 habitantes cercana a Rio de Janeiro, que amplió su sistema de parques locales, creando 2.657 hectáreas de áreas protegidas para complementar las áreas verdes existentes, que incluían un importante parque estatal de casi 3.500 hectáreas. El resultado ha sido que el 45,9% del territorio de la ciudad está protegido, con 123,2 m2 de bosque por cada habitante.

Guadalajara (México), a la Red de Bosques Urbanos creada para la rehabilitación y mantenimiento de 11 parques urbanos, ha sumado en junio pasado una interesante experiencia: la creación de jardines polinizadores en distintos puntos de la ciudad, para mitigar los efectos del cambio climático y crear nuevos ecosistemas en la ciudad.