Innovaciones textiles que cambiarán la industria de la moda

jul 2020

Danu Bianchi

Tal como les prometimos, Más Azul, sigue explorando para sus lectores, las innovaciones textiles más notables que buscan cambiar la industria de la moda para hacerla más sostenible.

La necesidad de morigerar el impacto ambiental está obligando a la industria textil –una de las más contaminantes– a buscar alternativas sostenibles y explorar cambios en la producción de telas y prendas de vestir que no perjudiquen el medioambiente.

La industria textil contamina en todas las fases de su producción (materiales utilizados, consumo de agua y energía, producción de residuos, utilización de productos químicos, riesgos para la salud de trabajadores y consumidores, vínculos laborales, transporte, etc).

Aunque cada paso en la cadena textil puede ser analizado desde la óptica de la sostenibilidad (y algunos de ellos los trataremos en notas posteriores), los materiales utilizados van a determinar no solo determinan la cadena de valor y suministro, sino también las posibilidades de reciclaje. Por tanto, la sostenibilidad comienza con el diseño del producto.

El reciclaje será más difícil en tanto los materiales y productos químicos utilizados sean más intensivos. El proceso de innovación en materia textil pasa no solo por optimizar el consumo de recursos, sino por desarrollar productos que conserven los recursos por sí mismos y que permitan sucesivas utilizaciones hasta su final.

Al uso del café, el ananá y el banano que vimos en Más Azul n° 9 (“Fibras sostenibles I”-junio 20), le sumaremos otras tres fibras super interesantes: cáñamo, ortiga y. loto.

Fibras de cáñamo

Se trata de una de las fibras naturales más adaptables. Las telas que puede obtenerse de ella son antibacterianas, resistentes, frescas y duraderas.

Por sus virtudes, esta planta acompañó al ser humano a lo largo de casi toda su historia. Existen referencias en China acerca de su uso hace 8.000 años. En excavaciones arqueológicas se hallaron diversas prendas y tejidos, así como sandalias y vestimentas rituales. Por su versatilidad y resistencia en algunas culturas fue considerada una planta sagrada.

Navegantes y pescadores la han usado en forma de velas y cuerdas desde el siglo V a.C. hasta finales del siglo XIX por su gran resistencia a la humedad y a las variaciones climáticas. El velamen de las carabelas de Colón era de cáñamo.

Es poco entendible que el cáñamo, que es una planta de rápido crecimiento que consume muy poca agua y no requiere herbicidas, pesticidas, fertilizantes sintéticos para desarrollarse y mucho más amigable con el ambiente que la producción de algodón, no tenga un uso más extendido.

En parte ello podría deberse a que, por su vinculación familiar con la cannabis sativa, que se utiliza como droga recreativa. Esto ha dificultado la producción y el uso del cáñamo a nivel industrial, pese a que el cáñamo tiene concentraciones más bajas de THC, el componente psicoactivo de la marihuana.

Como fibra textil de origen vegetal es antimicrobiana, muy durable y tan suave como el algodón.

China, un país que nunca prohibió el uso industrial de la planta, representa más del 50% de la producción mundial de cáñamo, lidera la exportación global y posee más de la mitad de las 600 patentes internacionales de fibra de cáñamo y producción textil.

En Europa producen cáñamo, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, Holanda, Hungría y Polonia. Y en Asia, además de China so productores Japón y Corea del Norte.

El cáñamo podría resulta una interesante alternativa no solo para la industria textil sino también para la papelera, disminuyendo los problemas de deforestación. Crece rápidamente, se reproduce anualmente y genera un enorme gran tonelaje anual de celulosa, fibras y aceites.

Una hectárea de cáñamo puede producir el doble de fibra que una de algodón, y su fibra requiere escasos químicos durante su procesado. Por otra parte, su cultivo mejora los suelos y no requiere el intenso uso de pesticidas que demanda el algodón, con graves consecuencias ambientales.

Como fibra textil de origen vegetal es más larga, suave y resistente que otras y puede ser –según se la trate– tan suave como el algodón. Se encuentra en el interior del tallo y puede llegar a medir desde 80 cm hasta los 4 mts de largo. Puede ser de color blanco crema, pero también café, gris, negro o verde.

El procedimiento para obtenerla es idéntico al del lino. Los textiles realizados con sus fibras se fusionan fácilmente con los tintes y no se decoloran tras múltiples lavados.

Otro factor que incide en la escasez de su uso actual es la propia inercia de una industria que muchas veces se resiste a innovar. Los productos de cáñamo están asociados a baja calidad con precios muchas veces poco competitivos, sin explorar el extraordinario potencial de este recurso vegetal.

Ante un mundo que ve reducir sus recursos rápidamente, que afronta un deterioro pronunciado de los suelos y un uso cada vez más intensivo de químicos contaminantes para atender cultivos y procesos, el cáñamo aparece como una alternativa sostenible para aventurarse en nuevas fibras y tejidos.

Aunque la imagen convencional de la tela de cáñamo nos evoca a una lona rústica, hay una enorme variedad de tejidos delicados que pueden producirse a partir de su fibra. Tejidos de alta calidad y duraderos, solo en base a cáñamo o combinado con otras fibras naturales como el lino o la seda.

Por otra parte, las fibras de cáñamo también son especialmente apropiadas para diversos tipos de tela cruzada (franela, vaquera, espiguilla, etc). Su resultado puede ser tan ligero y suave como el algodón, es muy absorbente y perfecta para personas con piel sensible, además de arrugarse menos que el lino.

Combinado con seda, permite producir telas complejas tejidas en jacquard como el damasco y el brocado.

Combinado con seda, permite producir un tipo de satén brillante como el charmeuse o telas complejas tejidas en jacquard como el damasco y el brocado.

Un derivado industrial de alto potencial es el de pañales de tela (cáñamo y algodón) de gran suavidad pero de una absorción y durabilidad superior al algodón y con propiedades antibacterianas y antimicrobianas, que permiten prevenir la dermatitis en el bebé y las enfermedades de la piel.

La empresa The Hempest, que produce ropa de cáñamo en Boston (EEUU) ha aprovechado los avances logrados por China en su elaboración: “Hemos visto que las variaciones y cualidades de los textiles chinos de cáñamo son muy superiores en fuerza, suavidad y portabilidad… Las fábricas chinas pasan por una investigación meticulosa para determinar el mejor tejido para cada uso, y la forma más respetuosa de producción respecto al medio ambiente para lograr una prenda acabada sin productos químicos tóxicos ni metales pesados”.

Eso ha decidido a grandes corporaciones y diseñadores de renombre a adoptar el cáñamo. Nike y Adidas fabrican zapatillas deportivas aprovechando sus propiedades antibacterianas, su resistencia al agua y su aireación.

Woolrich, Cannabeings Designs, Hemp Authority, Quiksilver y Patagonia han incluido prendas de vestir y accesorios de cáñamo en sus catálogos, y diseñadores de moda tan famosos como Ralph Lauren, Donatella Versace, Donna Karan o Isabel Toledo lo han incorporado a sus colecciones.

La necesidad de encontrar cultivos textiles de bajo impacto ambiental es probable que empuje a la industria a devolver al cáñamo su antiguo esplendor.

Fibras de ortiga

La ortiga común (Urtica dioica), es considerada por la ignorancia como una de las “malas hierbas”, por sus cualidades urticantes, pese a ser una de las plantas que más aplicaciones medicinales posee. Y pocos conocen la existencia de la tela de ortiga, un cultivo económico, sin pestes ni plagas (lo que reduce los costos de su cultivo) y cuya cosecha permite múltiples aplicaciones medicinales y nutritivas.

Aunque crece mejor en zonas boscosas situadas a alturas considerables, donde no prosperan otros cultivos es una planta ampliamente expandida por el mundo. Un ejemplo de ello es el Himalaya (Nepal) donde se desarrolla una especie salvaje muy demandada para textiles de calidad.

Por su rusticidad es muy fácil de cultivar. Alcanza entre 50 y 150 centímetros. Las fibras procedentes de la ortiga son utilizas para la confección de textiles de alta gama. Es una fibra que ayuda a reducir el uso de materias primas, contribuye a la conservación de los suelos y a la sostenibilidad de las comunidades locales que trabajan en ellas.

Es una planta polifuncional: medicinal, comestible, insecticida natural y abono ecológico, también se utiliza en diferentes procesos industriales para fabricar telas, hilo, tintes y hasta pasta de papel, puesto que su fibra contiene un 85% de celulosa.

Semejante a las fibras de cáñamo, las de ortiga son versátiles y de gran capacidad térmica (calientes en invierno y frescas en verano). Requieren mucha menos agua que el algodón y no necesitan pesticidas. En el proceso extractivo se utilizan unos 75 litros de agua por kilo de fibra –agua para lavar que es reciclada varias veces– mientras un kilo de algodón exige entre 10 y 20 veces ese volumen.

El algodón tiene además otros problemas: aunque representa solo el 3% del área cultivada en el mundo,  consume el 25% de todos los insecticidas, el 11% de todos los pesticidas y el 90% de su oferta mundial es genéticamente modificada. Problemas que no tienen ni el cáñamo ni la ortiga, ni el bambú.

Para la producción de las fibras, las ortigas se cosechan en el verano y los tallos se secan bien para eliminar su efecto urticante. Después del secado, los tallos se rompen para separar las partes leñosas, la planta es cepillada para separar las fibras, que más tarde se hilan húmedas y se enlazan para aumentar su resistencia y finalmente se secan.

De ese proceso se obtiene un 17% de fibra de la masa total de la ortiga y el hilo que se consigue es resistente a la tensión, que alcanzan una buena longitud para hilarlas de hasta cuatro metros.

Las telas de ortiga son versátiles, de gran capacidad térmica y necesitan mucha menos agua que el algodón.

La ortiga en comparación con el cáñamo, no posee ninguna restricción legal para su cultivo. A través de especies híbridas y nuevas técnicas de hilado, se logran plantas con un alto contenido de fibras, fuertes y flexibles.

Su utilización textil tiene siglos, lo mismo que su uso medicinal. Es citada en los tratados medievales por sus efectos curativos y en India, Irak e Irán era tradicional la fabricación de una tela de ortiga, tipo  muselina, poco tupida, suave y absorbente.

En restos arqueológicos del neolítico en Dinamarca y Gran Bretaña se encontraron cuerdas y paños de ortiga. En China y Birmania fue apreciada desde la antigüedad por su suavidad, resistencia y semejanza con la seda vegetal. Su uso habitual por siglos en los países nórdicos y Escocia hicieron que se la conociera en el Reino Unido como tela escosesa.

Su uso habitual por siglos en los países nórdicos y Escocia hicieron que se la conociera “tela escocesa”.

Ante las dificultades de seguir utilizando telas provenientes de combustibles fósiles y las limitaciones del algodón por sus requerimientos de pesticidas y abundante agua, la industria empieza a explorar la recuperación de recursos utilizados antiguamente.

En la actualidad, los diseñadores británicos Vin+Omi –marca que han usado Michelle Obama, Beyonce y Lady Gaga– han incluido en su más reciente colección, ropa hecha con ortigas, lana de alpaca y rábano picante. Lo mismo sucede con G- Star y Etro que utilizan la fibra textil de ortiga en sus prendas. Algo habitual en los fabricantes asiáticos.

Seguramente la ortiga irá a desempeñar un papel cada vez más importante en relación a otras fibras naturales en la próxima década por su versatilidad y su potencial en textiles de alta gama.

Fibras de loto

Aunque el uso de fibras y tejidos de loto puede sonar exótico en los países occidentales, en naciones como Tailandia y Myanmar, las fibras de loto se han utilizado para prendas suntuosas durante siglos.

En India y China es considerada una planta sagrada como lo había sido en el Antiguo Egipto. Por eso no sorprende que de su fabricación se obtenga una tela lujosa como la seda, pero extremadamente ligera, suave, transpirable y muy resistente a las manchas.

Un asombroso ‘mar de lotos rojos’ en Tailandia de donde se extraen los tallos para la tela.

Después de cosechar los tallos de loto, éstos se cortan a lo largo para extraer las delgadas fibras. Esto debe hacerse en un período de tres días de cosecha, para obtener los mejores resultados.

Las fibras obtenidas son lavadas y puestas a secar antes de hilarlas a mano en telares tradicionales. La tela de loto es de tal calidad que ha sido considerada como de super lujo. Para fabricar un metro de tela se necesitan unos 32.000 tallos de loto. En un mes y medio, con el trabajo de unas 20 a 25 mujeres se logran fabricar 90 metros. Su elaboración es totalmente ecológica ya que no produce residuos porque los “restos” se utilizan para preparar infusiones.

Esos datos muestran la complejidad, exquisitez y delicadeza que entraña un tejido de loto. Pese a que el proceso de fabricación es largo y complicado –lo que constituye un obstáculo para su expansión en la industria– algunas empresas lo empiezan a incorporar a sus colecciones, como sucede con Hero’s Fashion (Jaipur, India), que lo utiliza para sus prestigiosas camisas y chalinas.

En resumen, está claro que se trata de seis alternativas sostenibles e innovadoras para la industria a las que todavía falta encontrar cómo escalarlas hasta una producción masiva. Las fibras de cáñamo, café y ortiga son las que tienen mayor potencial para lograrlo, mientras las telas de loto y piña parecen inclinarse más al mundo del lujo o lo exótico.

Pero lo cierto es que la naturaleza nos da todo lo necesario para poder prescindir de la fabricación de tejidos artificiales o dañinos para el medio ambiente. La contaminante industria de la moda tiene que buscar los caminos para una transformación hacia productos más respetuosos con el ambiente. Es lo que necesitamos.

Mujeres manipulando tejidos de loto hechos a mano en el estado de Shan en Myanmar.

De acuerdo con nuestras fuentes, se emplean 2.900 (dos mil novecientos) litros para la fabricación de una camiseta de algodón y 11.800 (once mil ochocientos) litros para la fabricación de un pantalón de jean.

La fibra se extrae manualmente de los tallos de la flor.