En 40 años se construirán más de 230.000 millones de metros2 de nuevas ciudades

ene 2020

Las ciudades están multiplicándose muy rápidamente a nivel global. Pero no se trata solo del crecimiento de las existentes. En muchas partes del mundo, como Asia y África, se están levantando nuevas ciudades, gracias a ambiciosos planes urbanísticos. Cientos de nuevas urbes en más de 40 países conforman ese extraordinario proceso.

Como señala el arquitecto, diseñador urbano y planificador Dan Ringelstein, las previsiones indican que en los próximos 40 años se construirán más de 230.000 millones de metros cuadrados de nuevos desarrollos urbanos en todo el mundo, lo que equivale a agregar una ciudad del tamaño de París al planeta cada semana”!!!.

El diseño de las ciudades nos enfrenta ante nuestros desafíos ambientales más urgentes. Las nuevas ciudades planificadas desde su inicio, permiten por una parte redefinir el papel de cada territorio en el concierto global y por otro, anticiparnos cómo será el mundo del futuro.

Ringelstein, uno de los más importantes planificadores urbanos del mundo, cree que las ciudades son los lugares donde trabajan las fuerzas más fuertes para el cambio, y donde existe la mayor necesidad de abordar los problemas de habitabilidad, función y crecimiento. “El entorno físico puede ser diseñado, y las fuerzas económicas y políticas pueden ser influenciadas por el proceso de diseño. Como resultado, el diseño juega un papel esencial en el interés público para estimular, guiar e influir en el debate, así como en la inversión pública y privada, en todas las escalas urbanas, desde la calle hasta el vecindario y la ciudad”.

Como hemos señalado en la nota “Gran parte del futuro se juega en las ciudades” (Mas Azul n°4, enero 2020) las grandes áreas urbanas consumen la mayor parte de nuestros recursos naturales, representan dos tercios de la demanda de energía y provocan el 70% de las emisiones mundiales de CO2. Las ciudades, por tanto, están vinculadas a nuestros más urgentes desafíos globales (crecimiento de la población, la degradación del medio ambiente y cambio climático). Encarar esos problemas profundamente vinculados entre sí, implica  necesariamente desentrañar el rol de las ciudades en nuestro futuro.

Para Ringelstein,  en lugar de considerar el rápido crecimiento urbano como una amenaza, deberíamos mirarlo como nuestra mejor oportunidad para salvar el planeta: “Es la oportunidad de reimaginar la naturaleza misma de nuestras ciudades desde cero y construir un futuro que esté más equilibrado con los recursos y ecosistemas de la Tierra”.

Algo en lo que coincide la directora ejecutiva de ONU-Hábitat, Maimunah Mohd Sharif: “Las ciudades de todo el mundo constituyen la ‘principal causa del cambio climático’, pero también pueden formar parte de la solución para lograr la reducción de los nocivos gases de efecto invernadero que provocan el aumento de la temperatura global”.

Copenhagen, la ciudad con más bajas emisiones del mundo.

Hacia un cambio radical

Nuestras ciudades han nacido bajo dos paradigmas hoy en cuestión: el uso intensivo de automotores y el derroche de energía proveniente de combustibles fósiles. La transición de combustibles a fuentes de energía limpia, reducirá de manera drástica las emisiones de carbono. Es un proceso que ya está en curso y era disruptivo. Muchas ciudades del mundo como Basilea (Suiza), Reykjavik (Islandia), Aspen y Burlington (EEUU), atienden la demanda de energía de sus ciudadanos desde fuentes 100% limpias y renovables. E incluso un país como Costa Rica ha logrado abastecer su demanda de electricidad en un 98,12% de fuentes renovables desde 2016, con una de las matrices energéticas más limpias del mundo.

Pero aún más disruptivo será el proceso alrededor del automóvil. La expansión de los autos eléctricos y autónomos provocará el descenso brusco del número de vehículos y la paulatina desaparición del concepto de propiedad individual del coche. El prestigioso MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets) estima que los vehículos autónomos permitirán reducir la demanda de vehículos particulares en un 80 %. Habrá un muy limitado interés de los consumidores por la posesión de un coche propio, lo que pasará a un segundo plano frente a la tendencia predominante de la movilidad como servicio (Mobility as a Service).

La reducción en el número de coches implicará un cambio radical en las ciudades que podrán tener un nuevo enfoque centrado en las personas y no en los coches. Lo que obliga a reflexionar sobre la transformación que deberán tener las ciudades. Hoy, una parte importante de ellas está ocupada por coches. En su mayoría, vacíos y estacionados. Los cálculos internacionales muestran que a nivel global, entre el 92 y el 97% del día, los vehículos permanecen sin utilizarse.

Ciudades hechas para los automóviles, no para sus habitantes.

Su reducción implicará más lugar para espacios públicos y peatonales y ciudades más limpias y verdes. Un dato impresionante: si quedaran sin uso los lugares de estacionamiento de vehículos de una ciudad como Los Angeles, quedarían espacios libres para incorporar del tamaño de dos urbes como San Francisco.

Reinventando ciudades

En el mundo hay 43 mega-ciudades con una población superior a los 10 millones de habitantes, lideradas por Tokio (la más poblada, 37 millones) y  Nueva Delhi (29 millones). Las previsiones indican que la ciudad japonesa reducirá su población a partir del 2020 mientras que Delhi, continuará creciendo hasta ser la más poblada en 2028.

Pero el crecimiento demográfico urbano de los próximos años no estará en manos de las mega-ciudades sino que las protagonistas serán aquellas urbes de menos de un millón de habitantes, especialmente en Asia y África, que lideren la tendencia.

Los nuevos proyectos de desarrollo urbano a gran escala permiten repensar soluciones e implementar respuestas que vayan incluso más allá del cero neto de emisiones e imaginar ciudades que produzcan más energía de la que consuman.

El transporte es un ejemplo de ello. Hoy representa, a nivel mundial, la mayor parte de la energía fósil utilizada en las ciudades. La ciudad de Shenzhen (China) ha demostrado que puede revertirse ese modelo. En 2017 se convirtió en la primera ciudad del mundo en transformar en eléctricos toda su flota de 16.000 autobuses. Los resultados fueron notables: alcanzó su objetivo de ciudad limpia tres años antes del plazo previsto para el 2020, tuvo una reducción inmediata de las emisiones, una mejoría de la calidad del aire y mayores niveles de satisfacción ciudadana.

Shenzhen (China).

Pero si consideramos la situación 2018 a nivel mundial, solo el 17% de los autobuses del mundo eran eléctricos, sobre un total de casi 400.000 autobuses y el 99% de ellos operaban en China. En la actualidad ya son 29 las ciudades chinas que han seguido el ejemplo de Shenzhen.

A partir de ese mismo año, las ciudades holandesas de Eindhoven y Helmond pusieron en marcha una flota de autobuses eléctricos, conformando la mayor dotación de vehículos de emisiones cero en el transporte público europeo. En 2018, Rotterdam ha incorporado 55 unidades y Londres 105 autobuses eléctricos de dos pisos (entre 2019 y 2020). Suecia y Noruega han adquirido un centenar de unidades entre ambos y en Alemania, las ciudades de Hamburgo, Berlin, Mannheim y Heidelberg también pusieron en marcha flotas eléctricas.

En esa dirección, los responsables locales de ciudades importantes como Londres, París, Los Ángeles, Copenhague, Barcelona, Ciudad de México, Milán, Seattle, Auckland, Ciudad del Cabo, Quito y Vancouver, pactaron comprar solo autobuses totalmente eléctricos a partir de 2025. Y hay innumerables  iniciativas similares a lo largo y ancho del Planeta.

En América latina, Santiago de Chile y Cali en Colombia han adquirido flotas de autobuses eléctricos en 2019. “Si la flota actual de autobuses y taxis en 22 ciudades latinoamericanas se reemplazara inmediatamente con vehículos eléctricos, la región podría ahorrar casi u$s 64.000 millones en combustible para 2030 y evitar la emisión de 300 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente” explican los investigadores Carlos Mojica, Lisa Viscidi y Guy Edwards. 

Las dificultades para una rápida implementación surgen de la recarga diaria de baterías; la necesidad de adaptar la infraestructura y el urbanismo de la ciudad; la limitada fabricación de unidades; el desarrollo de puntos de recarga; etc. Pero sus beneficios son notables: a una menor contaminación en la ciudad y contribución a la salud del Planeta, debemos agregar la menor contaminación sonora, el abaratamiento de los costes y la generación de energía, ya que los autobuses eléctricos combinan un sistema de frenado regenerativo que genera electricidad durante el proceso de frenado.

Una investigación de Bloomberg NEF plantea que la disminución en 2019 fue de 270.000 barriles de petróleo diarios solo por el incremento de autobuses eléctricos en China. Pero como se trata de una tecnológica en pleno crecimiento, la proyección a 2040 indica que los vehículos eléctricos podrán eliminar la demanda de 6,4 millones de barriles cada día, es decir la mitad de todo los que produce Arabia Saudita, segundo productor mundial!!!

A trabajar! A no desesperar! Algo se está moviendo…