Un científico británico plantea una sorprendente solución en el corazón amazónico

ABR 2020

La deforestación del Amazonas es un drama de consecuencias severas para la salud del Planeta. Pero por el lado de la ciencia, podrían aparecer algunas respuestas alentadoras.

Toby Pennington, profesor de diversidad tropical de plantas y biodiversidad en la Universidad de Exeter, en Inglaterra, plantea una interesante y potente solución regional contra la deforestación. El científico británico ha estudiado durante más de dos décadas, diversas especies de inga, árboles que se hallan a lo largo de la cuenca amazónica y participa en un proyecto para promover el desarrollo de estos árboles, que pueden traer grandes beneficios para pequeños productores del sur del bosque amazónico, justamente en el llamado “arco de destrucción” en la frontera de la deforestación más intensiva.

Lo califica de ‘árbol milagroso’ por su rápido crecimiento en suelos deforestados o pobres.

Pennington parte de un diagnóstico muy claro: “Gran parte de la soya cultivada a escala industrial va a la UE y a China para alimentar ganado, así que todos estamos implicados en esa cadena alimenticia”. “Estos emprendimientos agrícolas masivos –afirma Pennington– son problemáticos en varias formas desde el punto de vista ambiental. Usan un nivel muy alto de pesticidas, que aplican desde aeronaves, y esas sustancias químicas están ingresando en las fuentes de agua”.

Toby Pennington: “El inga es una especie de árbol milagroso o de superárbol”.

“El ingá es una especie de árbol milagroso o de superárbol, porque algunas especies de esta familia pueden hacer cosas increíbles”, dice Pennington. “Estos árboles pueden crecer muy rápido en suelos muy, muy pobres, incluso en suelos degradados debido a la deforestación”.

Los cultivos plantados bajo estos árboles requieren poco fertilizante, no solo por la capacidad de las especies de inga de fijar nitrógeno, sino porque su abundante producción de hojas caen al suelo ofreciendo cobertura y materia orgánica. “Si esta mañana bebiste una taza de café de América Latina es probable que esa planta de café haya crecido bajo un inga”, explica risueño Pennington.

Estos árboles también producen vástagos o brotes, que pueden ser usados como combustible, y las hojas son una fuente de alimento para el ganado.

El género inga incluye más de 300 especies de árboles que fijan nitrógeno y mejoran la productividad del suelo. Entre ellos, la guama de la Amazonia o inga edulis, un árbol de 8 a 15 m de altura, que es una de las especies usadas en el proyecto de Pennington en el Matto Grosso.

Forma parte de la familia de las leguminosas. El científico de Exeter señala que “incluso dentro de las leguminosas, estos árboles tienen un ritmo de crecimiento fantástico. Y además de eso, tienen frutas comestibles que se comercializan en mercados en varios países de América Latina”.

Por otra parte, el desarrollo de cultivos de inga permitiría contribuir a recuperar la fertilidad de suelos aún degradados por incendios, logrando que sean más resilientes a sequías severas y enfermedades.

Una apuesta al “milagro” de disminuir o detener la desforestación en la Amazonia y frenar el cambio climático, de la mano de un árbol “milagroso”.

Inga edulis, el super árbol para frenar la deforestación amazónica.

A contracorriente

En buena parte del Planeta, la tradición sostiene que es incompatible tener agricultura y tener bosques a la vez. Pero en la Amazonía, una ONG local llamada Instituto Ouro Verde o Green Gold Institute, tiene una visión distinta y desafía esa convención.

Cree que es posible implementar sistemas silvopastoriles a gran escala que integren cultivos arbóreos, forraje, y ganado. Y trabaja para ello, con pequeños productores en el “arco de destrucción” del Amazonas.

En el corazón del proyecto –iniciado en 2018– también se encuentra el Inga y comparten con Pennington, la portentosa capacidad de esa especie para mantener la fertilidad del suelo y mejorar los medios de vida perdidos en los grandes agronegocios. En el Instituto Ouro Verde aseguran que esos árboles pueden ayudar a aumentar los incentivos para los pequeños propietarios y evitar que deban desprenderse de sus tierras a manos de la agricultura industrial.

Vinícius Teixeira Arantes y Saulo de Souza, dos de los directivos del Instituto Ouro Verde, comparten las conclusiones de Pennington: “Estas plantaciones benefician a la vida silvestre que podría usarlas como hábitats o como pasajes entre restos de bosque. Al fijar carbono, estos árboles en zonas de pastizales pueden reducir la huella ecológica del ganado y también aumentar la permeabilidad del suelo y reducir la erosión”.

Vinícius Teixeira Arantes y Saulo de Souza del Instituto Ouro Verde- Foto: Melanie Stetson Freeman.

En el trabajo de reforestación, estiman que han plantado un millón de árboles en la última década, unas 2.700 hectáreas de bosque y ayudan a los pequeños agricultores a llevar su leche y frutas y verduras a los mercados locales y obtener microcréditos para iniciar pequeñas empresas.

El proyecto de Ouro Verde está asentado en el estado de Mato Grosso, en el centro-oeste de Brasil. Su objetivo es convencer a los pequeños agricultores que los ‘inga’ pueden ser la clave para un negocio rentable y una vida digna.

Nos dimos cuenta de que había un gran potencial para que los agricultores familiares aumentaran la producción sin destruir el bosque”, dice Vinicius Teixeira Arantes, ex presidente de Ouro Verde. “Y eso fortalece a las comunidades, en especial capacitando a las mujeres para ser parte de la solución y tener una voz en la comunidad”.

La vegetación marina puede albergar hasta 1.000 toneladas de CO2 por hectárea.