La pandemia como oportunidad

MAY 2020

El pasado 22 de abril se celebró un nuevo Día de la Tierra. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) se preguntó en un informe, si este día del 2020 era “más importante que nunca”.

Es que en un contexto global donde la Covid-19 se ha extendido por todo el mundo y domina la agenda noticiosa y la atención mundial, PNUMA insiste en que la necesidad de acelerar la acción por el clima y la naturaleza sigue siendo tan urgente como siempre.

Para fines de este año, las emisiones globales de carbono deben disminuir 7,6% y deberán continuar disminuyendo en esa misma proporción cada año durante la próxima década para que podamos mantener el calentamiento global por debajo de 1,5˚C a fines de siglo. Es lo previsto por el Informe sobre la Brecha de Emisiones 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Este año se han conmemorado los 50 años del Día de la Tierra y se cumple el cuarto aniversario de la firma del Acuerdo de París sobre cambio climático.

La actual pandemia es un claro recordatorio –señala PNUMA– de la vulnerabilidad de los humanos y del planeta frente a amenazas de magnitud global. El daño descontrolado a nuestro medio ambiente debe ser abordado con urgencia.

Como recordara el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, en su respuesta a los impactos socioeconómicos de Covid-19, “si hubiéramos avanzado más en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, podríamos enfrentar mejor este desafío”.

El Día de la Tierra en contexto

En el documento de PNUMA se recuerda que el primer Día de la Tierra tuvo lugar en 1970: “Indignados por los derrames de petróleo, el smog y la contaminación de los ríos, 20 millones de personas salieron a las calles para protestar por lo que consideraban una crisis ambiental. Fue el evento cívico más grande del planeta en ese momento y obligó a los gobiernos a tomar medidas concretas, incluida la aprobación de leyes ambientales y el establecimiento de agencias dedicadas al medio ambiente. Además de estos resultados concretos, aquel evento demostró cuánto se puede lograr cuando las personas se unen y exigen acción”.

En la actualidad el día sigue teniendo gran importancia. En 2009, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución reconociéndolo formalmente como el Día Internacional de la Madre Tierra.

Ese día de 2016, las Naciones Unidas adoptaron formalmente el Acuerdo de París, que formalizó el compromiso de los países de limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2˚C por encima de los niveles preindustriales; y de fortalecer las capacidades para mitigar los impactos negativos del cambio climático.

El Día de la Tierra en 2020

Con motivo de su 50° aniversario, y con la acción climática como tema, el Día de la Tierra 2020 estaba preparado para ser una ocasión histórica. Originalmente, se habían organizado una serie de eventos que reunirían a personas en todo el mundo. Pero la pandemia impulsó un cambio hacia plataformas completamente digitales y virtuales, en una jornada de acciones –grandes y pequeñas–que dieran cuenta de las acciones urgentes que se reclaman en la lucha contra el cambio climático.

Mientras el mundo planifica la recuperación posterior a la pandemia, PNUMA y otras agencias del sistema de las Naciones Unidas vieron esta fecha como una oportunidad para llamar la atención sobre la necesidad de “reconstruir mejor”. Los riesgos de ignorar la destrucción ambiental deben entenderse y abordarse con políticas y medidas de protección.

Es un recordatorio oportuno al que Más Azul ha querido sumarse: debemos aprovechar las oportunidades que nos ofrece la naturaleza para crear empleos verdes y estímulos económicos sostenibles, encarar medidas urgentes para evitar un calentamiento global insostenible y asegurar un futuro saludable y digno para todos.

Un día muy especial

Pero el Día de la Tierra 2020 ha sido un día singular. Cincuenta años después, encontró a más de 3.500 millones de humanos en sus casas. Casi la mitad de la población mundial en situación de cuarentena por el coronavirus.

Mientras la pandemia avanza superando los 2,5 millones de casos confirmados en todo el mundo, según la Universidad John Hopkins, el mundo parece haberse detenido. Calles desiertas, autopistas sin coches, aeropuertos vacíos, fábricas cerradas, son las imágenes que los medios de todo el planeta nos devuelven a diario.

Calles desiertas, autopistas sin coches, aeropuertos vacíos: imágenes del confinamiento global.

Pero este extraño, inusual y por momentos angustioso 2020, nos está enseñando de manera formidable y brutal que el descenso brusco de nuestras actividades tiene consecuencias curativas: en tal solo un trimestre de inacción industrial, de freno a la locura consumista, el medio ambiente muestra una notable recuperación.

A lo largo de todo el Planeta, la ausencia masiva de traslados en vehículos de todo tipo, la disminución de la producción industrial contaminante y un consumo dirigido casi concentrado en cubrir nuestras necesidades básicas, se tradujo en una menor contaminación, aguas y cielos más limpios.

El fenómeno fue global. De Beijing a Santiago de Chile, de Venecia a Colombo, de Barcelona a Nara en Japón, ciudades desiertas de todo el mundo han visto el retorno de animales salvajes, mientras los humanos cumplíamos con el aislamiento social. Las imágenes recorren las redes sociales: ciervos, jabalíes, pumas, patos, osos, coyotes y miles de pájaros recorren las calles de territorios que alguna vez ocuparon.

Ciudades desiertas en todo el mundo han visto el retorno de animales salvajes.

Los cielos límpidos son otra novedad. El Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China dio a conocer la drástica mejora de la calidad del aire en el país: un 21,5% más de días sin contaminación atmosférica, como lo confirman imágenes publicadas por la NASA.

Un fenómeno similar se pudo apreciar en Europa con una marcada reducción de la contaminación atmosférica, coincidente con el confinamiento generalizado. Son notables los descensos, por ejemplo, de dióxido de nitrógeno registrados por Agencia Espacial Europea (ESA).entre enero y marzo pasados.

Y entre mediados de marzo y mediados de abril, la contaminación atmosférica en algunas de las grandes ciudades europeas había descendido entre 45 y más del 50%. Las imágenes del satélite europeo Sentinel-5P mostraron que las concentraciones de NO2 bajaron 48% en Madrid, 47% en Milán, 49% en Roma y 54% en París.

Las aguas también recibieron el efecto benéfico del confinamiento humano. En una Venecia sin turistas, los canales mostraron aguas cristalinas y hasta pequeños bancos de peces. Y en Perú, millares de gaviotas campeando a sus anchas en playas solitarias.

Una Venecia sin turistas, con sus canales de aguas cristalinas.
En Perú, millares de gaviotas campeando a sus anchas en playas.

Que debemos hacer tras el Covid19?

Este 2020 debía ser un año clave en la lucha contra el cambio climático. La pandemia permitirá a algunos postergar una vez más, las decisiones difíciles. Con el pretexto de la catástrofe que estamos viviendo, dirán que los recursos deberán enfocarse en la recuperación económica bajo las actuales estructuras productivas.

Pero el 2020 puede ser el inicio de las acciones que permitirán alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030, como estaba previsto. Este año deberán presentar las estrategias que permitan reducir en un 20 % las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y alcanzar cero emisiones en 2050.

El confinamiento puede resultar una oportunidad de reflexión mundial sobre las consecuencias que puede tener el cambio climático. Algunos datos para aportar: la demanda de combustibles cayó un 70% (la de los aviones incluso un 80%). Como las emisiones de CO2 del sector transporte y del sector eléctrico significan alrededor de un 25% del total, lo ocurrido –si se prolongara a lo largo de todo el año– podrían estimarse en un 20% a 25% a nivel global.

Ello significa que habiendo detenido por completo la economía mundial y confinado a casi la mitad de la población global, el logro mayor que habríamos logrado al final del 2020 habría sido una  reducción del 25% de nuestras emisiones. Pero si la actividad volviera a ponerse en marcha en el próximo trimestre –como todo lo indica–  la reducción anual podría quedarse en un 5 a 10%.

Para que el cambio climático no se precipite sobre nuestras cabezas, en la próxima década deberíamos reproducir un esfuerzo semejante al que impuso el coronavirus. Algo muy difícil por el camino que gobiernos y empresas están transitando.

Pero la pregunta es ¿cómo podemos aprovechar de la crisis provocada por esta pandemia para lograr un cambio de rumbo en ese camino?

Muy probablemente –Más Azul se caracteriza por apostar al optimismo y la esperanza– el 2020 pueda ser un año en que la población tenga un aumento notable de la conciencia ambiental.

El impacto de una pandemia de tal magnitud global ha enseñado varias cosas: 1.nadie vive fuera de esta “casa común” que es nuestro Planeta; 2. las acciones humanas contra la naturaleza tiene precio en vidas y catástrofes; 3. detener algunas pocas semanas el demencial modo actual de producción y consumo mostró de forma fehaciente qué debemos hacer para reconciliarnos con la naturaleza; 4. los seres humanos no somos invencibles, hay límites y el planeta los impone; 5. el mundo es uno y no hay soluciones sin integración, cooperación y solidaridad y 6. el cambio climático requiere soluciones YA.

De lo sucedido hay además otras implicaciones que se irán incorporando a la reflexión colectiva. Hemos realizado sin querer un monumental experimento de tele-trabajo y de comercialización on line. Millones de personas en el mundo están trabajando pero también comprando desde sus hogares.

Amazon ha sido una de las empresas que más se ha beneficiado con la pandemia: vende 10.000 dólares por segundo!!! las 24 horas del día, los 7 días de la semana, un 22% más que en el mismo período de 2019 y se acerca al millón de empleados.

Ambas experiencias podrían tener enormes impactos positivos en la disminución de gases de efecto invernadero, por lo que impondrá reflexiones y evaluaciones acerca de los empleos del futuro y cuáles podrían ser remotos.

La pandemia es un aviso de la naturaleza, como hemos señalado en este mismo número de Más Azul. Pero puede terminar siendo además el gran motor para acelerar cambios culturales que provoquen que gobiernos y empresas impulsen las acciones necesarias para detener el incremento de la temperatura global del planeta. La gran oportunidad.