El avance de las ciudades chinas hacia la sostenibilidad
14 may 2021
Antonio López Crespo
Director
En la primera parte de este artículo hemos señalado los avances de China hacia la construcción de una “civilización ecológica” y la firme decisión estratégica del país de liderar ese proceso. Pero a la vez China no desconoce que el camino que queda por recorrer es largo y lleno de dificultades.
El presidente Xi lo ha reconocido reiteradamente: “Aunque la calidad del medio ambiente en China continúa mejorando y muestra tendencias de mejora constante, los resultados aún son tenues. La situación es muy parecida a remar un bote contra la corriente; si cedemos aunque sea un poco, corremos el riesgo de deshacer todo el progreso que hemos logrado. Nuestros esfuerzos por construir una civilización ecológica se encuentran ahora en una fase crucial en la que debemos continuar a pesar de la fuerte tensión y la inmensa presión”.
Construir una civilización ecológica no solo es imperioso para sostener su extraordinario desarrollo sino que supone una recuperación de su más profunda tradición cultural. Históricamente el pueblo chino ha venerado y amado la naturaleza y a lo largo de 5.000 años esa ‘cultura ecológica’ ha estado presente. Desde la primera dinastía imperial de China (Qin, 221 a.C. y hasta el 1700 d.C. (Qing, 1644-1912) China mantuvo un sistema de guardianes oficiales, responsables de bosques, ríos, costas, jardines y tierras de cultivo.
Pero como sucediera en Occidente bajo la revolución industrial, los procesos de crecimiento acelerado terminan arrasando la naturaleza y convirtiendo a las ciudades en lugares infernales. Percy B. Shelley así lo describía en 1819: “El infierno es una ciudad muy parecida a Londres; populosa y humeante”.
Para Xi es el momento de ‘apretar los dientes’ y actuar: “La economía de China ya ha comenzado a pasar de una etapa de rápido crecimiento a una de crecimiento de alta calidad, y, por lo tanto, hay una serie de obstáculos tanto convencionales como no convencionales que deben superarse. Este es un proceso de renacimiento, como un fénix surgiendo de las cenizas. Si no actuamos ahora, estos problemas traerán consecuencias aún más graves a medida que se vuelvan más difíciles y costosos de resolver, por lo que debemos apretar los dientes y conquistar los desafíos que nos esperan”.
TRANSFORMACION URBANA
Uno de esos desafíos es el de la transformación urbana. Básicamente las ciudades han desempeñado tres grandes funciones: concentración de población, espacio de intercambio económico y producción y expansión de las relaciones sociales.
En la actualidad, las ciudades ocupan menos del 2% del territorio global, pero representan el 70% del PBI, consumen dos tercios de la energía y generan el 70% de las emisiones GEI y de los residuos locales. Su significación en el escenario global, por tanto, es determinante en las estrategias de desarrollo económico (inversiones, infraestructuras, mercados, innovación, etc.). Pero, a la vez, tienen un impacto decisivo en los problemas ambientales que hoy desafían la supervivencia de la humanidad.
Las ciudades –en especial los grandes centros urbanos– no solo juegan un rol relevante en los procesos económicos y productivos sino como centros de decisiones políticas y económicas.
Por varios motivos cobra especial importancia por ello, analizar el proceso urbano que China está experimentando. Casi en simultáneo, coexisten un vertiginoso proceso de urbanización único en el mundo; la transformación de la infraestructura de grandes urbes y la rápida adaptación de la población a sistemas urbanos más sustentables (agua, residuos, movilidad, etc).
En un cortísimo plazo de tiempo, las ciudades chinas han experimentado un cambio sorprendente en materia de planeamiento y de mejoras urbanísticas, con un significativo aumento de la calidad de vida de su población.
Los datos son contundentes: en 1980 solo el 19,6% de la población china era urbana (unos 200 millones de personas). En 2012 ya lo era el 51% (casi 700 millones). En apenas 30 años cerca de 500 millones de personas pasaron de la vida rural a la urbana, lo que significó “la mayor migración urbana de la historia” (Carlos A. Patiño).
En 2020, según el Buró Nacional de Estadísticas, los urbanitas chinos suman 850 millones (17% más que en 2019) con 550 millones de población rural (12,3% menos) y se estima que para el 2030, 1.000 millones de chinos vivirán en ciudades.
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz sostiene con razón, que la urbanización en China es un fenómeno de tal dimensión que marcará la historia del siglo XXI y no tiene precedentes en la historia de la humanidad.
La planificación del desarrollo chino estableció tres grandes epopeyas de transformación urbano-territorial: 1. La Región Beijing-Tianjín-Hebei; 2. La construcción de la Gran Área de la Bahía de Guangdong-Hong Kong-Macao y 3. El Cinturón Económico del Río Yangtsé y la integración de su Delta. Las tres conforman las “estrategias nacionales para el desarrollo coordinado de China”.
La Región económica del Delta del río Yangtsé es la más reciente y sorprende por sus resultados. El territorio está compuesto por nueve provincias: Sichuan, Guizhou, Yunnan, Hubei, Hunan, Jiangxi, Anhui, Jiangsu y Zhejiang; y dos enormes municipios: Chongqing y Shanghái, la ciudad más grande de China.
La región en su versión inicial cubría unas 40 ciudades medianas y grandes, con cerca de 212 millones de personas, un tamaño similar a Alemania y representaba alrededor del 25% de la producción económica de China, con sólo el 3,6% de la superficie del país.
Su expansión exitosa ha sido tal que hoy, en su versión ampliada, cubre cerca de una quinta parte del territorio de China, genera el 40% del PIB del país y tiene una población de 600 millones de personas.
En sentido estricto, el ‘Delta del Yangtze’ se refiere a las tierras bajas al sur de ese río, pero hoy es sinónimo de la región de mayor dinamismo económico en el este de China. Desde la década de 1990, la región experimentó un rápido desarrollo económico, lo que la convirtió en la zona portuaria más activa del mundo.
Cuando en 2016, China lanzó el plan de desarrollo de este cinturón económico, buscó evitar el desarrollo excesivo y no sostenible de la región, por lo que puso énfasis en priorizar la conservación ecológica y el desarrollo verde.
En 2018, Xi ratificó esa orientación: la estrategia estatal de promoción del desarrollo económico de alta calidad del Cinturón Económico del Río Yangtsé (CERY) significa “lograr gran protección y no gran desarrollo”, para que el desarrollo se alcance sobre la base de la protección ambiental.
En ese camino, se lograron notables éxitos en la protección y en la restauración ecológica. Siendo una de las regiones de mayores daños ambientales, hoy incluye 7 de las 10 primeras del país en materia de desarrollo de una civilización ecológica.
Once provincias y ciudades a lo largo del río han alcanzado un índice promedio de desarrollo verde de 80,4% y se encuentran a la vanguardia en el país en aspectos como la utilización de recursos, el tratamiento ambiental o la recuperación de la calidad del agua.
Se promovió un acelerado desarrollo del sector servicios promoviendo el cambio de la modalidad, calidad y eficiencia de desarrollo. En Chongqing, Shanghai, Wuhan, Hefei y Nanjing se dio gran impulso a los sectores de tecnología informática, desarrollo de circuitos integrados, tecnología de pantalla plana, Internet de las cosas, computación en la nube, inteligencia artificial y recolección de datos pesados.
Un campo de avances extraordinarios ha sido el del transporte público, que trasciende el área de la Región del Yangtse y se extiende a toda China. El país, que posee el sistema de transporte público más grande del mundo, ha logrado dotarlo, en su gran mayoría, de modernos autobuses eléctricos.
A la vanguardia se encuentran grandes ciudades como Shanghai, Beijing, Chongqing, Tianjin, Shenzhen, Guangzhou, Hangzhou y otras, cuya movilidad se complementa con una modernísima red de metro y trenes de alta velocidad.
El extraordinario desarrollo de la red ferroviaria de alta velocidad china en los últimos años la convirtió en la más grande del mundo. Como parte de su expansión, China planea incorporar otros 170.000 kms. a su red para el 2050 y dotarla de su nuevo tren de levitación magnética (maglev) que desarrolla una impresionante velocidad máxima de 600 kms por hora.
La deuda verde
Tras décadas de un vertiginoso desarrollo, las principales ciudades en el este y sur del país enfrentaron problemas graves de contaminación. El agua y el aire, la polución sonora y el manejo de los desechos sólidos presentaban indicadores peligrosos para la salud de sus habitantes y para el medioambiente. En buena parte del centro y norte de China los problemas ambientales también comprometían el futuro.
A fines del 2006, Pan Yue, viceministro de Protección Ambiental, alertaba sobre las posibles consecuencias: “China se acerca peligrosamente a un punto crítico. La gigantesca deuda ambiental del país tendrá que saldarse, de una manera u otra. China tiene que prever, necesariamente, la manera de empezar a pagar esta deuda ahora, cuando es manejable, y no dejar que se acumule y, en definitiva, amenace con llevarnos a todos a la bancarrota”.
La advertencia de Pan Yue fue oída. La política de protección ambiental se transformó en un eje estratégico sobre el que avanzar rápidamente. Durante el 11° Plan Quinquenal (2005-2010), China superó sus objetivos de reducción de emisiones de dióxido de azufre un año antes, reduciéndolas en 14,3% en 2010 (respecto a 2005) y las emisiones de compuestos orgánicos en el agua se redujeron a la mitad con medio año de antelación, disminuyendo un 12,5% en 2010 (respecto a 2005).
Para el 2020 se estima que esa reducción se ha duplicado la reducción, logrando un progreso importante en protección ambiental en varios frentes.
Las actuales medidas ambientales en China están dirigidas a transformar el desarrollo económico hacia un modelo sostenible, con especial énfasis en el desarrollo urbano e industrial, utilizando diversas herramientas, desde fuerte inversión en programas de protección ecológica, políticas de fomento a determinadas producciones, medidas fiscales de promoción, financiamiento ambiental a municipios, etc.
Diversas actividades han recibido y reciben incentivos fiscales por reutilizar desperdicios para producción u obtención de nuevos materiales; producción y venta de automóviles eléctricos o de bajas emisiones; reforestación y desarrollo agrícola sostenible; plantas de tratamiento de residuos o de reciclaje, etc.
100 ECO-CIUDADES
Dado que el proceso de la urbanización es clave para el desarrollo de China y una parte importante de su estabilidad política, la planificación estatal está creando nuevos espacios urbanos, a veces en las proximidades de otras ciudades o en lugares de importancia estratégica dentro de sus planes de desarrollo.
Con bastante torpeza o mala fe, una parte de la prensa occidental ha hablado hasta el cansancio de “ciudades fantasma”, al encontrar urbes casi terminadas donde aún no vive nadie. Acostumbrados al desarrollo espontáneo de caóticas ciudades generadas por el mercado, bajo influencia occidental, con enormes cinturones de miseria y chabolismo en su entorno, no pueden –o no quieren– entender que en una sociedad basada en la planificación, la construcción de una ciudad es un paso previo al desplazamiento de los ciudadanos para que el acceso a vivienda, servicios y empleo, esté garantizado antes de su traslado.
El gobierno chino ha decidido crear más de 100 eco-ciudades, urbanizaciones que se basan en el cumplimiento de principios ecológicos. Sin duda constituye el plan urbano más ambicioso del Planeta en materia urbano-ambiental.
De esas eco-ciudades proyectadas ya hay cinco que están en su etapa final. Contienen todos los elementos necesarios para garantizar una calidad ecológica para sus habitantes, con energías renovables, vehículos eléctricos, fuerte presencia forestal, gestión adecuada de residuos, etc. Se prevé que estarán unidas por una red ferroviaria ultrarrápida cuya extensión alcanzará los 50.000 kms de extensión, el doble del total del resto del mundo.
El proceso de urbanización se asienta en una serie de extraordinarios fenómenos que lo impulsan:
- La nueva clase media china, con ingresos equiparables a los estadounidenses (u$s 35.000 a u$s 45.000 anuales), llegará en 2030 a los 1.000 millones de personas. China se habrá convertido entonces en “una nación de clase media”, con ingresos per cápita similares a los del 60% de los estadounidenses.
- Para esa fecha, más de 70% de los chinos vivirán en áreas urbanas en 2030 y dos tercios de ellos residirán en segundas y terceras ciudades del centro y norte del país. El plan de 100 eco-ciudades se enmarca en ese objetivo
- En la presente década, más de 250 millones de personas que componen la fuerza laboral china, tendrán grado universitario o terciario.
- China ya es la sociedad más digitalizada del Planeta con 810 millones de usuarios de Internet y se calcula que n 2030 todos usaran smartphones 5G, 100 veces más potentes que los actuales 4G.
- En la actualidad, China crece en base al consumo doméstico (75% y 60% en 2019 y 2020). El gasto de la población es de 8.200 millones de dólares y crece 8,1% anual. Teniendo en cuenta que los ingresos crecen 9% anual (los de la clase media un 15% anual) permite prever que en 2030 ese gasto se duplicará, superando a EEUU.
El largo proceso de bonanza y crecimiento de China genera un sentimiento colectivo de optimismo que no solo se refleja en su consumo interno y en sus miles de nuevos emprendimientos diarios, sino en nuevas demandas sobre su vida cotidiana.
Una de ellas es la ruptura con los viejos modelos urbanos y el retorno a una naturaleza tradicionalmente valorada por el pueblo chino. Pero la velocidad de los cambios sociales y las consecuencias de una migración interna de proporciones, generaron una expansión de las ciudades chinas que, en una primera etapa, desbordó una respuesta urbana adecuada y la adopción de modelos preexistentes como única forma de satisfacer una demanda colosal.
A partir de 2012, al establecer las líneas estratégicas de una “civilización ecológica”, China ha iniciado un proceso de búsqueda de nuevas alternativas de desarrollo urbano basadas en los principios del cuidado ancestral de la naturaleza, para encontrar las respuestas urbanas, sociales y arquitectónicas que conformen el nuevo modelo de ciudad que se quiere gestar.
El director del Future Cities Project Austin Williams es profesor titular de la Escuela de Arte de Kingston e investigador honorario en arquitectura de la universidad XJTLU en Suzhou, China. En su libro “Revolución Urbana de China” recuerda que “China se ha pasado 40 años construyendo una potencia económica. Lo ha hecho muy rápido, sin medir el impacto ambiental que eso conllevaba. Ahora está en un momento que busca construir bien, utilizando menos recursos, reduciendo las emisiones de carbono, aprovechando las energías renovables y con una alta proporción de los llamados edificios verdes”.
Algunos proyectos en proceso muestran la dirección de esa búsqueda. Williams lo explica: “En 2012, China tenía 11 ciudades ecológicas. Cuatro años después, el país anunció que tenía 284. Está claro que los movimientos de China van en una dirección para posicionarse como el líder ambiental en el escenario mundial”.
La construcción de nuevas ciudades forma parte de la “revolución verde” que impulsa el presidente Xi Jinping, quien se comprometió a una China cero emisiones para 2060 y ha instado a la comunidad internacional a buscar una “recuperación verde de la economía mundial… aprovechando las oportunidades históricas que presenta la nueva ronda de la revolución científica y tecnológica”.